Educación pública
“Debe entenderse que nuestras condiciones de trabajo son las condiciones de aprendizaje de nuestro alumnado”

Michelle Gunderson, maestra durante 34 años en la escuela pública de Chicago, fue una de las impulsoras de un movimiento que llevo a dos huelgas históricas, en 2012 y 2019, para conseguir nuevos derechos y mejora de las condiciones laborales del profesorado.
Michelle Gunderson maestra de la escuela pública de Chicago
Michelle Gunderson, maestra de la escuela pública de Chicago durante 34 años, durante su visita a Madrid.
Profesoras de secundaria en la Escuela pública de Madrid y participan en la Asamblea Menos Lectivas.
19 nov 2024 10:30

En septiembre de 2013 tuvo lugar una de las mayores huelgas de docentes en Chicago. Durante 7 días las escuelas e institutos públicos estuvieron colapsados. El profesorado ganó y logró recuperar sus derechos laborales perdidos. Los recortes en Chicago, el tercer sistema público más grande de EE.UU. y que concentra la mayor parte del alumnado latino y afroamericano de la ciudad, comenzaron en 2008. En un contexto de crisis global el alcalde de la ciudad comenzó a cerrar escuelas públicas, redujo los fondos, despidió a profesorado, congeló los salarios y aumentó la jornada laboral, al tiempo que desviaba fondos públicos a escuelas privadas.

El sistema estadounidense de negociación colectiva solo permite un sindicato que represente a los trabajadores por cada sector, y el Sindicato de Profesores de Chicago (CTU, por sus siglas en inglés) llevaba años cediendo ante los recortes. Ante esta situación, un grupo de docentes miembros del sindicato decidió montar una asamblea interna alternativa, lo que en Estados Unidos se conoce como caucus. En 2010 ganaron las elecciones y se hicieron con la dirección del sindicato. En 2012 lideraron la huelga.

Michelle Gunderson fue una de las impulsoras de este movimiento histórico, que en 2019 volvió a las calles de la ciudad paralizando la educación con otra huelga de 9 días y consiguiendo nuevos derechos y mejora de las condiciones laborales. Gunderson ya está jubilada, pero durante 34 años trabajó como maestra en escuelas públicas de Chicago. Charlamos con Gunderson en plenas movilizaciones en defensa de la educación pública en la Comunidad de Madrid y antes de la octava jornada de huelga este año.

En la entrevista no puede evitar mostrar su angustia por el triunfo de Trump en Estados Unidos: “Pensábamos que podía pasar, pero al ver que se ha convertido en realidad, nuestro mundo ha dado un vuelco”. El auge del fascismo también se relaciona, según ella, con un sistema educativo deficiente y una mala educación, que promueve valores racistas y clasistas.

El Sindicato de Profesores de Chicago era el sindicato mayoritario en enseñanza, y sin embargo, una de las claves de esta huelga fue la constitución de un caucus, una corriente crítica, centrada en la movilización de base, que fue la que convocó la huelga. ¿Cómo os organizasteis?
Nuestro sindicato era el sindicato mayoritario en educación, pero se basaba en lo que en Estados Unidos llamamos “modelo de negocio”. La idea en este tipo de organizaciones es que el sindicato se debe gestionar igual que cualquier otra empresa: de manera jerárquica, con una estructura centralizada y todo debe ir de arriba a abajo. Tras múltiples asambleas, un grupo de docentes decidimos montar un caucus y apostar por otro modelo más efectivo. Nuestro objetivo era pasar del sindicato-negocio a un modelo sindical basado en la justicia social, en la horizontalidad. Lo conseguimos, nos presentamos a las elecciones y las ganamos. Por supuesto que hubo una respuesta y las fuerzas neoliberales nos atacaron, pero la organización del profesorado resistió.

No debe haber enfrentamiento entre gente de diferentes sindicatos porque al final somos clase trabajadora. Hay que poner el foco en quién es el verdadero enemigo: la austeridad y la patronal

¿Cómo podemos promover una cultura sindical más horizontal y democrática, liderada por docentes en activo, donde no se delegue todo en las cúpulas sindicales negociando a puerta cerrada?
En nuestro sindicato tenemos algunos preceptos o líneas rojas. El primero es que una persona trabajadora nunca lucha contra otra. No debe haber enfrentamiento entre gente de diferentes sindicatos porque al final somos clase trabajadora. Hay que poner el foco en quién es el verdadero enemigo: la austeridad y la patronal. La pregunta clave es: ¿cómo implicamos y movilizamos a esa gente?

Nuestra segunda clave es: sé el sindicato que quieres ver y que te represente. Formamos a los grupos que se reunieron con el Consejo de Educación de Chicago (como vuestra Consejería de Educación). Hablábamos con el Consejo y le llevábamos nuestras reclamaciones, incluso antes de que tuviéramos poder.

Uno de los horizontes que planteamos desde Menos Lectivas en la Comunidad de Madrid es la posibilidad de una huelga indefinida. En vuestra movilización realizasteis dos huelgas con gran éxito de 7 y 9 días. ¿Cómo tuvisteis en cuenta las diferentes situaciones económicas y familiares de la gente que participó?
Quizá en este punto es difícil extrapolar nuestra experiencia. Los salarios del profesorado en Estados Unidos son muy altos. Un profesor en su primer año cobra unos 75.000 dólares. Así que el impacto para las personas que hacen la huelga, en términos económicos, no es tan alto. En nuestro caso, además, creamos una especie de caja de resistencia, se prestaba dinero y la gente lo iba devolviendo poco a poco. A lo largo de la huelga también había espacios donde se proporcionaba comida de manera gratuita.

Nuestra primera huelga, la de 2013, fue de siete días, algo muy breve para este país. Fue una huelga defensiva, en la que no pretendíamos ganar nada, sino defender lo que ya teníamos porque nos enfrentábamos a un alcalde neoliberal que amenazaba con seguir quitándonos todos los derechos que habíamos conseguido durante años. Sin embargo, en 2019 realizamos una huelga de 9 días que ya no fue defensiva, sino ofensiva. Mejoramos nuestro salario, nuestras condiciones laborales y se incrementaron las contrataciones.

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Tras más de diez años de movilizaciones, habrá habido momentos mucho más flojos ¿se puede considerar un fracaso una movilización que no obtiene resultados?
Nosotras tenemos otro principio: «cuando luchamos, ganamos», porque incluso cuando pierdes, la lucha te fortalece y te hace más fuerte. El problema es que Kamala Harris lo utilizó como lema, pero sigue siendo nuestro (risas). Los análisis positivos siempre son importantes; hay reveses, sin duda, pero ¿qué habría pasado si no lo hubiéramos intentado? Y hay huelgas que no se ganan en Estados Unidos, algunas huelgas tristes, como la de nuestros trabajadores de las minas de carbón.

¿Qué alianzas fueron clave para construir un movimiento lo más transversal posible?
Para nosotras era muy importante que la gente entendiera la importancia y las causas de nuestra lucha. Escribimos un informe muy bien documentado llamado Las escuelas que nuestros estudiantes se merecen. Era un monográfico basado en diferentes líneas de investigación en torno a la educación y fue central en nuestro proceso de construcción de alianzas. Lo primero era hacer consciente al profesorado y miembros del sindicato de lo que estaba ocurriendo. Creamos distintos clubs de lectura en toda la ciudad en torno al informe.

El informe funcionó porque tuvo en cuenta a las familias. Conseguimos demostrar que éramos un sindicato diferente, así que se sumaron a nuestra lucha. La alianza con las familias fue clave

Por otro lado, contamos con un grupo muy potente de madres que comenzaron a distribuir esa información. En Chicago hay grupos de familias muy activas, incluso antes de nuestra movilización. Parte de estas familias estaban muy frustradas con la falta de reacción del profesorado y nuestro sindicato ante los recortes. Y, en ese sentido, el informe funcionó porque tuvo en cuenta a las familias. Conseguimos demostrar que éramos un sindicato diferente, así que se sumaron a nuestra lucha. La alianza con las familias fue clave.

Otra idea que intentábamos transmitir continuamente es que nuestras condiciones de trabajo son las condiciones de aprendizaje de nuestro alumnado. Si no tenemos buenas condiciones de trabajo, los niños y niñas no aprenden.

¿Qué respuesta hubo a vuestras movilizaciones desde el poder político o los medios de comunicación?
Se construyó la narrativa del “mal maestro”: el profesorado es codicioso, sólo se preocupa de sí mismo, deja de lado a los niños y niñas y no es bueno en su trabajo. A través de este relato, los conservadores han ido ganando poder y nos muestran como una especie de élite que adoctrina a los niños y niñas en valores de izquierdas. Con esta narrativa, el poder más conservador y neoliberal ha logrado poner a la clase trabajadora en contra del profesorado.

Uno de los grandes problemas de la educación pública en el Estado español es la existencia de la concertada y el dinero público que recibe. ¿De qué manera trabajáis esta dicotomía público-privada en Estados Unidos?
Aquí también buscamos alianzas e intentamos mostrar que todo el dinero que sale para la concertada se quita de la escuela pública. Las escuelas privadas y concertadas se muestran como fundaciones u organizaciones que no buscan beneficios, pero lo cierto es que sí que obtienen dinero, son como empresas. Tenemos que ser capaces de educar a la gente para que entienda que la escuela concertada sigue un modelo empresarial que no siempre pone en el centro el interés del alumnado y que quita recursos de nuestras escuelas públicas. La ciudadanía tiene que entender que no podemos destinar dinero a escuelas que no educan de formas liberadoras, sino que en el centro de su discurso están ideas conservadoras, racistas y clasistas.

Tenemos que ser capaces de educar a la gente para que entienda que la escuela concertada sigue un modelo empresarial que no siempre pone en el centro el interés del alumnado y que quita recursos de nuestras escuelas públicas

Desde los sectores conservadores se defiende este sistema de conciertos a partir de la idea de libertad y del derecho a elegir. ¿Cómo se puede desmantelar este relato?
Es complicado. Nosotras empezamos a denunciar lo que ocurría realmente en esas escuelas que no son públicas: tu hijo o tu hija tiene que encajar, y si tiene algún tipo de dificultad de aprendizaje o problema de comportamiento, los devuelven a la escuela pública. Intentamos poner de relieve los problemas de justicia que había detrás, pero también que parte de la educación en esas escuelas es realmente mala. No creo que esas fueran estrategias ganadoras. La estrategia ganadora fue que empezamos a sindicalizar a los profesores de las escuelas concertadas.

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El profesorado que trabaja en la concertada también son compañeras y compañeros. Pero a veces, cuando cuestionas la existencia del concierto parece que estás atacando a su profesorado. ¿Cómo habéis gestionado esa tensión?
En nuestras escuelas concertadas el profesorado recibe un trato terrible, casi les pagan la mitad que en la pública, así que pudimos acercarnos de trabajadora a trabajadora diciendo: “queremos que tengáis lo mismo que en la pública. Lucharemos por vosotros”. Nos costó mucho dinero y recursos, pero lo hicimos. Exponemos lo que hacen los jefes y encontramos el terreno común entre diferentes docentes. Una vez que el profesorado de las escuelas concertadas se sindicaliza (no lo está todo el mundo, pero sí un grupo enorme), dejan de abrirlas. Porque no se trata de educación ni de elección, se trata de dinero. Básicamente son una empresa.

En España, el crecimiento de la concertada está estrechamente relacionado con el aumento de la segregación escolar. ¿Cómo está la ciudad de Chicago en este sentido?
Las escuelas concertadas aumentan la segregación de varias maneras. En primer lugar, el proceso de matriculación es complicado, las familias tienen que tener acceso a la información, y las diferencias lingüísticas suelen ser un obstáculo en este sentido. En segundo lugar, las escuelas se crean para atraer a determinados grupos. Por ejemplo, las escuelas gestionadas por los programas Acero y Uno [una red de escuelas concertadas de Chicago] atraían a familias latinas. Pero la segregación más atroz es que las escuelas concertadas no tienen la obligación de aceptar a todo el alumnado, por lo que los niños y niñas con discapacidades no suelen ser admitidos o se les pide que abandonen una vez matriculados.

¿Qué cuestiones clave dirías que hay que tener en cuenta en una movilización que apuesta por la horizontalidad?
En nuestro caso fue muy importante el trabajo persona a persona, centro a centro. Nos organizamos por grupos e hicimos mucha difusión de nuestros problemas y propuestas para que se unieran más trabajadoras, pero también generamos espacios físicos en los que reunirse y participar. El reto era encontrar en cada grupo a la persona adecuada para que fuera representante de su centro.

¿Qué panorama general podrías dibujar sobre cómo está a día de hoy la educación pública en Chicago y la lucha por defenderla?
El panorama general de la educación pública en Chicago es el mismo que se ve en todo el mundo: la austeridad afecta a todas las personas en las escuelas y las ciudades. Estamos en lucha continua para lograr las escuelas que nuestros estudiantes de Chicago merecen. Sabemos que esto sólo puede suceder a través de la solidaridad laboral, de las alianzas en la comunidad en general, y siempre poniendo en el centro de nuestras luchas los intereses del alumnado.

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