Laboral
Solo podemos sobrevivir juntas

Para transformar las condiciones de nuestra(s) opresión(es), sólo podemos hacer lo que podemos hoy, desde el lugar en el que nos encontramos, de la mejor manera que sabemos.
https://mariamekaba.com
8 abr 2024 08:39

Traducción de la introducción del libro “Let this Radicalize You”, publicado por Haymarket Press.

Si podemos reconocer que el cambio y la incertidumbre son principios básicos, podemos dar la bienvenida al futuro sabiendo que no sabemos lo suficiente como para ser pesimistas.

Hazel Henderson

Alcancé la mayoría de edad en Nueva York en los años ochenta. Tuve la increíble suerte de encontrar algunos referentes maravillosos. Estas personas fueron pacientes conmigo, a veces duras conmigo, pero lo más importante es que escucharon mis ideas. Fueron modelos de conducta que me enseñaron los límites y las posibilidades del activismo y la organización a lo largo de toda la vida. Sin embargo, debo admitir que escribo estas palabras con admiración retrospectiva. Cuando tenía catorce y quince años, no apreciaba a estas personas como lo hago ahora. De adolescente, pensaba que eran demasiado prudentes y que carecían de espíritu revolucionario.

La verdad es que me estaba dejando seducir por otro grupo de personas, a las que llamaré las mariposas. Eran los que siempre tenían a mano una cita de Fanon, Malcolm, el Che o Marx. Sólo hombres, por supuesto. Llevaban libros andrajosos que yo aún no había leído. Eso me hacía correr a la biblioteca o a la librería Liberation para encontrar exactamente esos tomos. Eran las personas de mi vida que más tiempo pasaban hablando de la revolución. En retrospectiva, sé que la razón por la que estaba tan cautivada era porque era emocionante imaginarme a mí misma como una revolucionaria. Mis ideas no probadas eran siempre brillantes a su alrededor. Era divertido estar con ellos porque rara vez participaban en el duro trabajo real de construir una organización, y criticaban mucho a los que hacían ese trabajo.

Mientras otros iban de puerta en puerta por Harlem para hablar con los miembros de la comunidad sobre la vivienda asequible, las mariposas se lamentaban de que “el pueblo” no se implicara lo suficiente en “nuestras” luchas. Ninguno de ellos fue nunca de puerta en puerta. Hablamos mucho de “nuevos” modelos de compromiso, aunque los antiguos nos habrían servido igual de bien. No salíamos a hablar con la gente. No nos arriesgábamos a que nos mandaran a la mierda.

Al comienzo de mi militancia, estas personas me deslumbraron. Eran analíticamente brillantes y parecían organizadores comprometidos con el cambio social. Yo era una mocosa con la gente a la que llamaba vendidos porque tenían que rendir cuentas a financiadores privados y a “el sistema”. Fueron días embriagadores. Entonces, una tarde que jamás olvidaré, mientras yo decía a gritos que alguien era “un vendido”, uno de mis mentores me hizo una pregunta que ayudó a dar forma a la trayectoria de mi militancia.

“¿Qué has construido?”, me preguntó. Debí de quedarme perpleja. Así que me volvió a preguntar: “¿Y tú, qué has construido?”.

“No sé a qué te refieres”, respondí.

“Vuelve a hablar conmigo cuando lo sepas”, me dijo.

Aquel intercambio de palabras me enfadó tanto que salí de la oficina donde trabajaba como voluntaria. No tuve respuesta para él durante otros dos o tres años. Resultó que yo no había “construido” nada. Me preguntaba: “¿A quién tienes que rendir cuentas? ¿Cuándo había sido lo bastante valiente para poner en práctica y ejecutar las ideas y teorías que siempre me había apresurado a ofrecer a los demás? ¿Qué estaba haciendo realmente?

A mi mentor le apasionaba el tema de la vivienda asequible y había creado algo importante: una organización de base comunitaria (en la que yo era voluntaria) para poner en práctica sus ideas y contrastarlas con sus teorías. Una vez entendí su pregunta, se convirtió en uno de mis mejores maestros. Las mariposas empezaron a perder su atractivo.

Desde mediados de la década de 1980 hasta la actualidad, he participado en la co-creación de varios proyectos y organizaciones. También he organizado campañas sectoriales. Este trabajo había tenido lugar principalmente fuera de mis empleos remunerados. No fue hasta finales de la treintena cuando parte de mi militancia se solapó con mi empleo. Durante más de treinta y cinco años me he dedicado a trabajar con otros para transformar nuestras condiciones de vida y hacerlas más justas.

En 2011, conocí el caso penal contra Marissa Alexander, una madre negra de tres hijos que intentó protegerse de un marido maltratador disparando un tiro de advertencia al techo después de que él la amenazara una vez más. El abogado de Marissa intentó utilizar la ley de Florida ”Stand Your Ground“, que se hizo tristemente célebre tras el asesinato de Trayvon Martin por George Zimmerman en 2012, como defensa de Marissa, pero un juez se lo prohibió.

La historiadora Danielle McGuire ha escrito en su excelente libro At the Dark End of the Street que hubo una época en este país en la que se presumía que las mujeres negras no podían ser violadas. La idea, impuesta por la policía y los juzgados y por la supremacía blanca estructural y el patriarcado, era que las mujeres negras eran promiscuas por naturaleza y que sus cuerpos eran inviolables. En otras palabras, ”no“ nunca significó ”no“ para las mujeres racializadas (y para algunas mujeres blancas pobres). Creo que esta idea se ha trasladado al concepto de ”autodefensa“ aplicado a las mujeres racializadas. Si los cuerpos de las mujeres racializadas siempre pueden ser violados y son fácilmente asesinables, entonces la noción de autodefensa nunca puede aplicarse. Las mujeres racializadas no tienen un ”yo“ que valga la pena defender.

En aquel momento estaba muy comprometida con otros proyectos organizativos, pero en el verano de 2013 decidí que organizaría un acto educativo sobre el caso de Marissa. Lo organicé el día de su cumpleaños, en septiembre, en respuesta a un llamamiento nacional a la acción de la campaña Free Marissa Now, que movilizaba a personas de todo el mundo para liberar a Marissa y organizarse más ampliamente contra el encarcelamiento y la violencia de género. Pensé que, si los vecinos de Chicago conocían la injusticia del caso y tenían la oportunidad de organizarse en favor de Marissa, lo harían. Eso es exactamente lo que ocurrió.

Aunque en un principio advertí que sólo podría servir como asesora esporádica del comité de defensa local, acabé involucrándome en un papel de coorganizadora bastante pronto. Trabajar con mis compañeros de la Alianza de Chicago para Liberar a Marissa Alexander (CAFMA) fue una de las mejores experiencias organizativas que he tenido.

Una de las lecciones importantes que he aprendido en mis años de organización con los comités de defensa -grupos que se centran en apoyar y trabajar para liberar a una persona criminalizada- es lo aislante y solitario que es el proceso legal penal. Esto es especialmente cierto en el caso de los detenidos que se encuentran encarcelados a la espera de juicio o de un acuerdo con la fiscalía y se enfrentan tanto a la pérdida de su libertad como a la ansiedad de no saber si serán condenados. Las cartas y otras comunicaciones son salvavidas para quienes se encuentran atrapados entre rejas. Muchas de las personas a las que hemos apoyado con el trabajo del comité de defensa nos han contado que recibir cartas les hizo darse cuenta de que la gente de fuera se preocupaba por ellas, se acordaba de ellas y las apoyaba. A menudo, han dicho, eso marca la diferencia entre rendirse y mantener la esperanza.

A pesar de que su marido amenazaba con matarla y de que el Estado de Florida la perseguía implacablemente hasta la muerte social, Marissa salió de una cárcel del condado de Duval el 27 de enero de 2015. Pasaría dos años bajo arresto domiciliario, pero la acción colectiva había impedido que el estado de Florida robara décadas de la vida de Marissa. CAFMA acabaría convirtiéndose en una nueva organización, Love & Protect, con la misión más amplia de apoyar a mujeres, personas trans y no binaries racializadas que son criminalizadas por la violencia estatal e interpersonal. Love & Protect es una organización fundadora de Survived & Punished, una organización nacional para acabar con la criminalización de las supervivientes de la violencia doméstica y sexual.

Ya no vivo en Chicago, pero mis coorganizadoras que hicieron crecer Love & Protect han continuado ese trabajo en concierto con Survived & Punished California, California Coalition for Women Prisoners, y Survived & Punished NYC, de la que soy cofundadora y con la que trabajo actualmente.

Destaco esta lucha en particular para señalar que de la lucha por liberar a Marissa surgió una gran cantidad deresistencia y apoyo que reverbera hasta el día de hoy. En lugar de limitarme a expresar mis sentimientos sobre el caso o la organización en torno a él, como podrían haber hecho las mariposas, pasé a la acción ofreciendo una vía para que otros se movilizaran en apoyo de Marissa. Cuando otros se ofrecieron a ayudar, creamos un contenedor organizativo para esa acción. Una vez resuelto el caso de Marissa, el cuidado y la resistencia que su lucha había fomentado inspiraron a mucha a seguir construyendo y trabajando para liberar a otros.

El apoyo mutuo, del que los comités de defensa son buenos ejemplos, tiene el poder de cambiar nuestras relaciones sociales, de galvanizarnos en grupos y comunidades que se enfrentan a crisis específicas y luego pasan a librar batallas mucho más amplias. Vimos cómo se producía ese tipo de reconfiguración en torno al caso de Marissa, a medida que la gente pasaba de la preocupación a la acción colectiva, y de la acción colectiva a la construcción de una organización duradera.

He aprendido a tomarme el trabajo de construcción de organizaciones políticas según venga, creando cosas que creo que tienen que existir, y trabajando con otros para construir organizaciones y proyectos que creo que el mundo necesita. Siempre estoy soñando con nuevas ideas y creando cosas, porque el mundo no se transforma principalmente por lo que pensamos de él. El cambio transformador se produce cuando estamos dispuestos a construir las cosas que sabemos que deben existir.

El libro que estás leyendo es uno que me gustaría haber tenido cuando era una joven militante. Es nuestro intento de destilar algunas de las lecciones que hemos aprendido sobre el organizing en las últimas décadas y de incluir algunas lecciones de otros organizers. Lo escribimos pensando en los nuevos activistas y organizers. También lo escribimos como una carta de amor a los muchos organizers con los que hemos tenido el privilegio de trabajar a lo largo de los años.

Este libro no pretende ser un manual sobre cómo organizar una comunidad o cómo llevar a cabo campañas de organización sectoriales. Hay muchos libros y manuales excelentes que ya lo hacen. En su lugar, es un libro de historias, reflexiones y orientación diseñado para informar, inspirar y alentar el trabajo en los movimientos.

No recuerdo cuándo nos conocimos Kelly Hayes y yo, pero es como si siempre nos hubiésemos conocido. Durante al menos diez años, hemos sido camaradas y amigas. Hemos conspirado y corganizado juntas para cerrar cárceles, conseguir reparaciones para los supervivientes de torturas policiales, liberar a personas de la cárcel mediante campañas de defensa y, en general, para combatir la opresión. Algunos de los trabajos más significativos que Kelly y yo hemos realizado juntas han consistido liberar a personas encarceladas, desde inmigrantes detenidos hasta supervivientes criminalizados, como Marissa Alexander, Naomi Freeman y Bresha Meadows. He aprendido mucho de Kelly y he aprendido aún más escribiendo este libro.

A menudo nos preguntan a Kelly y a mí la diferencia entre ser activista y organizer. Para nosotras, existe una distinción, aunque tenue, entre activismo y organización, aunque los términos no se excluyen mutuamente. Diríamos que todo organizer es un activista, pero no todo activista es un organizer.

El activismo abarca todas las formas en que nos manifestamos por la justicia. Puede adoptar multitud de formas, dependiendo de las habilidades, los intereses y la capacidad de cada persona. Un activista puede investigar, hacer campañas, recaudar fondos o asistir regularmente a marchas o asambleas, o puede simplemente practicar una habilidad en su propia casa, como la creación artística, al servicio de una causa o campaña que apoye. El activismo puede hacerse por cuenta propia, en cuyo caso somos responsables ante nosotros mismos. Los activistas son esenciales, sean o no también organizers.

El organizing, en cambio, es un conjunto de prácticas más específicas. Es un oficio que nos exige cultivar una serie de habilidades, como la construcción intencionada de relaciones y el análisis del poder. Mientras nos preparábamos para escribir este libro, la historiadora y organizadora Barbara Ransby nos dijo: ”Hay gente que está en movimiento, que puede ser la gente que va a las manifestaciones, que va a las concentraciones, que va a las vigilias o aboga o escribe o expresa su solidaridad con un movimiento de diversas maneras, pero no son necesariamente las personas que están, de una manera metódica estratégica, tratando de mover a otras personas en términos de campañas o en términos de construcción de movimientos“. Los asistentes a las protestas son activistas, mientras que los constructores de movimientos son organizers. ”Pienso en los organizers“, nos dijo Ransby, ”como personas que realmente intentan mover a otras personas, [y] crear movimientos colectivos de una forma muy consciente, deliberada y estratégica, informados por una agenda de cambio social más amplia“.

La experta en abolicionismo y organizadora veterana Ruth Wilson Gilmore señala que el organizing se centra en la búsqueda cooperativa de un fin concreto. ”Para mí, ser organizar significa ver el tipo de cosas que la gente está haciendo o podría hacer, teniendo en cuenta su energía y entusiasmo o su vulnerabilidad, y ayudar a la gente a conseguir un objetivo que deshaga algún aspecto de lo que hace la vida demasiado difícil o poco valiosa“, dice Gilmore. ”Así que eso puede ser cualquier cosa, desde organizarse con sindicatos laborales, hasta ayudar a los seres queridos que tienen personas que van a juicio, sentarse durante los procedimientos y escuchar con ellos, hasta cualquier cosa intermedia, pero es conseguir algo distinto que atención por el problema“.

Este libro está dirigido a activistas y organizers. Esperamos que lo que hemos compartido te resulte útil, tanto si trabajas para actuar de forma limitada y específica como si buscas coorganizar estratégicamente movimientos de masas.

Independientemente de cómo decidamos actuar, normalmente estamos trabajando para un futuro que probablemente no veremos. Es un futuro construido sobre las esperanzas y los sacrificios de nuestros antepasados, sobre cuyo trabajo y amor nos apoyamos. Mary-Wynne Ashford escribe: ”Como no puedes ver el futuro, simplemente procedes a poner una piedra encima de otra, y otra encima de esa. Si se derriban las piedras, se empieza de nuevo, porque si no, no se construirá nada ". Lograr un cambio positivo es difícil. Combatir la opresión es el trabajo de muchas vidas. Hay momentos muy buenos, pero también muchos malos.

Sin embargo, a lo largo de estos años de organizing he aprendido que lo más importante que se puede hacer para transformar el mundo es actuar. Actuar es una práctica de esperanza. La experiencia y el sentido de la lucha se derivan de la acción. Para transformar las condiciones de nuestra(s) opresión(es), sólo podemos hacer lo que podemos hoy, desde el lugar en el que nos encontramos, de la mejor manera que sabemos. Sólo podemos sobrevivir juntas. 

Sobre este blog
En las luchas sociales en la que vivimos, la desorganización es sinónimo de fracaso. Y, el fracaso, es sinónimo de pérdida de derechos. De calidad de vida. De dignidad. Este blog explora, a través de las experiencias y reflexiones de distintos colectivos y sindicatos, alternativas a la mera canalización del descontento social y distintas metodologías para organizar realmente a las personas y construir poder popular.
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