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COP29
Sandra Guzmán, experta en financiación: “La primera semana de la COP deja una sensación de mucha frustración”
NCQG. Estas cuatro letras son las protagonistas principales de la COP29 que se está celebrando en Bakú, Azerbaiyán. Son las siglas en inglés de Nueva Meta Cuantificada y Colectiva. La discusión principal de la nueva cumbre pasa por definir cómo se financiará la acción climática —quiénes aportarán el dinero, en qué dirección, bajo qué mecanismos— y cuánto recibirán los países más pobres —los menos responsables de la crisis climática, pero los más expuestos a sus impactos— para adaptarse a esta emergencia planetaria.
Según una investigación publicada esta semana por la ONG británica Christian Aid, los diez países más afectados por el cambio climático reciben menos del 2% de toda la financiación climática. Sus 750 millones de habitantes obtienen, en promedio, menos de un dólar por año de los países ricos. Para la ONU y los mayores expertos en finanzas climáticas, los países en desarrollo necesitan una inyección de 1,3 billones de dólares al año para la década de 2030, según un informe presentado este miércoles en el marco de la COP. Sin embargo, en esta primera semana de cumbre, los representantes de los países desarrollados se han mostrado escépticos y reticentes a desembolsar este monto. El primer borrador del texto (34 páginas) recoge muy pocas de las exigencias de las naciones que menos gases de efectos invernadero emiten.
Lo que está claro es que esos 100.000 millones no son suficientes para hacer frente a los retos que los países en desarrollo están enfrentando por el cambio climático. Se necesitarían, al menos, 1,3 billones de dólares de recursos públicos
Desde Bakú, Sandra Guzmán (40 años, Estado de México), fundadora del Grupo de Financiamiento Climático para Latinoamérica y el Caribe (GFLAC), organización de la sociedad civil que lleva 11 años trabajando por la construcción de una arquitectura financiera en beneficio de esta región, califica de “frustrante” a la primera ronda de negociaciones. Esta doctora en política de la Universidad de York (Reino Unido) ha participado en las últimas 16 cumbres del clima. Y si bien celebra los avances alcanzados en las últimas décadas, reconoce que las respuestas y los acuerdos no van en sintonía con la urgencia de la acción que exige la emergencia climática. “Necesitamos un acuerdo ambicioso en lo cuantitativo y cualitativo. Se habla mucho del monto, pero es fundamental un financiamiento público en forma de donaciones para evitar el aumento de los niveles de deuda de los países”, explica.
¿Cuál es el balance de esta primera semana de COP?
Debo confesar que hay una sensación de mucha frustración, sobre todo en el proceso clave de esta COP: la formulación, el diseño y la aprobación de un nuevo objetivo colectivo y cuantificable de financiamiento climático. Se trata de una nueva meta que va a sustituir a la meta fijada en 2009, que otorgaba una transferencia de 100.000 millones de dólares de los países ricos a los países pobres. Llegamos a esta COP con esa meta no cumplida. Esta transferencia tendría que haberse ejecutado desde 2020 y recién se empezó a cumplir en 2022. Lo que está claro es que esos 100.000 millones no son suficientes para hacer frente a los retos que los países en desarrollo están enfrentando por el cambio climático. Se necesitarían, al menos, 1,3 billones de dólares de recursos públicos. Reina la frustración porque tenemos un texto de negociación de 34 páginas poco ambicioso, texto que será la base para que los ministros, en el segmento de alto nivel de los próximos días, discutan un acuerdo final.
¿Qué margen hay para sortear este texto? ¿Ya es sinónimo de una financiación climática menor a la que se necesita?
Recordemos que este texto corresponde al primer nivel de discusión, la técnica. Aquella que recoge todas las propuestas. Después está el nivel político, en el que ya se sientan los tomadores de decisiones para los acuerdos. Al no tener las cuestiones técnicas afinadas, obviamente los actores políticos parten de una base limitada. En este texto quedan evidenciadas las propuestas opuestas de los países desarrollados y los países en desarrollo.
El debate que estamos teniendo en esta COP es si China tiene que dar financiamiento de manera obligatoria o si puede seguir haciéndolo de forma voluntaria
¿Cuáles son las trabas que ponen los países ricos?
La meta de financiamiento climático viene de la demanda de los países en desarrollo para que los países desarrollados asuman su responsabilidad histórica como grandes emisores y paguen las acciones de mitigación y adaptación a las naciones más pobres, las más perjudicadas por el cambio climático. Los segundos argumentan que ellos ya no son los principales emisores y que ahora son otros países en desarrollo, como China o los árabes, los que aparecen en este primer listado. Pretenden, entonces, que haya una expansión de la contribución también de estos países en desarrollo. Esta postura cae muy mal a los países más pobres, que no se asumen para nada como responsables, sino como víctimas. Este es uno de los grandes debates de esta COP: el flujo de la financiación, en qué dirección. Después vienen los montos. Además, el triunfo de Donald Trump ha dejado en el aire la participación de Estados Unidos entre los contribuyentes. Hay temor por un posible vacío que nadie sabe cómo se va a cubrir.
Por lo que cuentas, el flujo Norte-Sur, que se daba por hecho, todavía está en el aire. ¿Es así?
Efectivamente. Eso es tema de debate. Pero hay otros. Por ejemplo, el tipo de financiamiento. Los países en desarrollo insisten en que el flujo de financiamiento sea de carácter público, que salga de los presupuestos de los Gobiernos más ricos. Sin embargo, los países desarrollados quieren una participación mucho más activa del financiamiento privado al argumentar que no hay suficientes recursos públicos que alcance para mitigar y adaptar. Entonces, hay una álgida discusión sobre qué parte de la financiación será pública y qué parte podría ser privada.
Si uno hace un recuento histórico no caben dudas de que hay avances. ¿Los acuerdos son lo suficientemente rápidos que exige la emergencia climática? La respuesta es no
Has nombrado a China: ¿Qué rol está jugando un país que en los papeles figura en desarrollo pero que, desde hace años, es uno de los principales emisores de gases de efecto invernadero?
No caben dudas que el rol de China es complicado. Estamos hablando de un país que participa en las emisiones internacionales, el segundo emisor en términos generales. Su argumento es que no forma parte de los emisores históricos, que su matriz emisora es reciente y que ha sido para lograr su industrialización y su crecimiento económico. Desde el punto de vista de Estados Unidos y Europa, China tiene que ser un contribuidor de financiamiento. El debate que estamos teniendo en esta COP es si China tiene que dar financiamiento de manera obligatoria o si puede seguir haciéndolo de forma voluntaria. En este punto, hay dos líneas. Los países desarrollados quieren la obligatoriedad, mientras que los chinos no quieren de ninguna manera asumir esa imposición. Temen ser los que van a pagar los platos rotos de una posible ausencia de Estados Unidos. China sigue comprometido en seguir entregando financiación de manera voluntaria.
Respecto a los fondos privados, ¿se discute una mayor presión fiscal a los grandes sectores contaminantes, empresas de combustibles fósiles, aviación, etc.?
Hay diferentes visiones sobre de dónde tienen que salir los fondos de financiación y qué tipo de mecanismos hay que fijar. Los países en desarrollo no quieren la participación del sector privado porque entienden que entregan financiación en forma de préstamos, lo que genera deuda. África y América Latina no quieren financiamiento que incremente las deudas de sus países, muchos ya endeudados. También se habla de diferentes mecanismos que pueden ser parte de la meta, como la financiación de los países desarrollados a los países en desarrollo a través de donaciones que no generan deudas. Mecanismos innovadores como medidas fiscales para algunos sectores también están sobre la mesa. Esto también es muy importante. Una cosa es acordar una cantidad de dinero y otra cosa es asegurar que existe la capacidad de monitorear ese dinero. Por eso la meta no es sólo cuantitativa. También cualitativa. Necesitamos que esta financiación atienda las necesidades de poblaciones altamente vulnerables, mujeres, jóvenes, comunidades indígenas.
La inacción va a ser muy costosa para todos. Esto no termina de permear. Estamos hablando de una posible salida de Estados Unidos del Acuerdo de París
¿Quienes negocian son conscientes de que el margen temporal de actuación es cada vez más corto y que la aceleración de la crisis climática, con impactos cada vez más destructivos, exige ambición y celeridad?
Después de tantos años de cubrir las COP, una entiende que las dificultades de este proceso radica en la cantidad de países que están en la discusión, pero también en la dificultad de los tópicos. Quisiéramos, como sociedad civil, que el proceso sea más rápido, más eficiente, más expeditivo. Sabemos que no es fácil cuando hay tantos intereses de por medio. Cada país quiere sacar su tajada caminando, muchas veces, en lados opuestos. No obstante, si uno hace un recuento histórico no caben dudas de que hay avances. ¿Los acuerdos son lo suficientemente rápidos que exige la emergencia climática? La respuesta es no. No estamos a la altura del problema. Esto se vive en muchas salas, con una sensación generalizada de frustración porque el ritmo no va en respuesta a la emergencia. Por eso es importante que aquí no estén reunidos sólo los Gobiernos. La presión de otros actores es clave.
¿Advierten los países desarrollados que la crisis climática es una gran crisis para sus economías?
Este es el gran problema. No todos los países tienen la misma sensación, no todos entienden que no se trata de invertir o financiar la mitigación y adaptación únicamente desde una óptima climática. La inacción va a ser muy costosa para todos. Esto no termina de permear. Estamos hablando de una posible salida de Estados Unidos del Acuerdo de París. Pero eso no significa que Estados Unidos no sea vulnerable. Todo lo contrario. Es un país muy expuesto a los impactos. Aunque Trump crea o no crea en el cambio climático, estos impactos van a sucederse. Antes decíamos que necesitábamos más evidencias. La realidad es que más evidencias no puede haber. Lo que esperamos es que estas evidencias influyan en estas negociaciones.