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Salud mental
La muerte por suicidio: los estigmas y el duelo
En 2019 murieron por suicidio en Galicia 292 personas. Aún así, esta continúa siendo una realidad silenciada. A pesar de las elevadas tasas de muerte por esta causa, sigue sin haber un plan de prevención estatal y, a nivel gallego, según especialistas en la materia, no se implementó el plan de prevención de 2017 por escasez presupuestaria. El silencio alrededor del suicidio no ayuda a desarraigar los prejuicios que arrastramos históricamente, y las familias y amigas de las personas que mueren continúan, muchas veces, viviendo solas el duelo.
“Somos una sociedad que tendemos a esconder y a ocultar lo que no comprendemos, a hacer ver que eso es cosa de los demás y que a nosotros no nos va a ocurrir. El suicidio, junto con otros trastornos psiquiátricos, es una de esas cosas”, explica Rosa Cerqueiro, portavoz del Movemento Galego de Saúde Mental. Delia Guitián, psicóloga clínica del Servizo Galego de Saúde (Sergas) en la provincia de Lugo, hace hincapié en las posibles causas históricas que influenciaron en que, a día de hoy, arrastremos prejuicios sobre el suicidio: “Antiguamente no se enterraban en el cementerio a las personas que habían fallecido por suicidio y, por ejemplo, en la cultura sajona el intento de suicidio era un delito penal que podía conllevar la cárcel”.
Uno de los mitos más extendidos alrededor del suicidio es su presunto efecto contagio. Esto fue lo que llevo a que, durante muchos años, no se hablara de este tema en los medios de comunicación. “Hacemos un llamamiento a que se hable del suicidio de manera responsable. De hecho, la propia organización Mundial de la Salud –OMS– explica abiertamente que los medios pueden ser una herramienta muy poderosa de prevención de los suicidios”, explica Rosa Cerqueiro. La OMS elaboró una guía destinada a las profesionales de la comunicación para que puedan informar de los suicidios desde la óptica de la prevención, alejándose del sensacionalismo.
“Es necesario entender que existen situaciones de sufrimiento intenso a las que una persona puede no verle salida. No son ideas raras. Pero se puede trabajar y tratar”
Una de las cuestiones más resaltadas a la hora de cómo informar sobre las muertes por suicidio es evitar el reduccionismo. “No se puede vincular el suicidio con una sola causa. Es un acto muy complejo, que no desconocido, en el que se combinan muchos factores que van desde nivel individual hasta factores macroeconómicos”, asegura Rosa Cerqueiro. Eduardo Rodríguez es psicólogo en la Unidad de Prevención de Suicidios de Vigo. A esta, que lleva en funcionamiento desde el pasado marzo, llegan pacientes de urgencias y de las unidades de atención psiquiátrica, y se trabaja con ellas en un programa intensivo durante seis meses con un equipo compuesto por psicólogas, enfermeras y psiquiatras. “Cuando alguien tiene ideas suicidas quiere decir que está pasando por un período de gran sufrimiento. Es necesario entender que existen situaciones de sufrimiento intenso a las que una persona puede no verle salida. No son ideas raras. Pero es necesario que se sepa que esto se puede trabajar y tratar”, explica Eduardo Rodríguez.
Carles Alastuey es psicopedagogo y cofundador de la asociación de supervivientes Despres del Suicidi, que erigió en 2012 tras el fallecimiento de su sobrino como un espacio para el acompañamiento de las supervivientes a la muerte por suicidio. La superviviente es cualquier persona que se vea afectada de forma negativa y significativa por la muerte por suicidio de una persona. Alastuey explica la conducta suicida de este modo: “Las personas pasamos por malos momentos y podemos llegar a considerar el quitarnos la vida como una supuesta solución a nuestros problemas. Es una conducta que forma parte da la humana, aunque esté invisibilizada”.
Despres del Suicidi fue una asociación pionera en España, ya que hasta ese momento no existía ninguna otra organización que tratara a las familiares y amigas de las personas que mueren por suicidio. “Cuando montamos la asociación, no existían recursos para supervivientes por la seguridad social. A día de hoy, sigue sin haberlos”, explica Carles. Para él, es fundamental que existan recursos para las personas supervivientes: “La OMS calcula que por cada persona que se suicida, van a quedar profundamente afectadas entre seis y diez personas y, si ocurre en un puesto de trabajo, pueden llegar a quedar profundamente afectadas hasta 60 personas. Si multiplicamos la cifra actual de personas que se suicidan en España por la más baja, sale que al año pueden quedar profundamente afectadas 18.000 personas por una pérdida por suicidio”. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2019 murieron por suicidio en España 3.671 personas.
“En la lógica de los seres humanos necesitamos una explicación de lo que nos ocurre. En el caso del suicido, esta expectación queda a veces invalidada porque la mayor parte de los suicidios no tienen una explicación única”
Antonia Jiménez es experta en conducta suicida y cofundadora del grupo de allegados en duelo por suicidio de la Asociación de Investigación, Prevención y Intervención del Suicidio y Familiares y Allegados en Duelo por Suicidio (RedAIPIS.FAeDS). En un primer momento, la organización se dedicaba a investigar sobre el suicidio, pero tan pronto abrieron una página en internet, empezaron a recibir llamadas y mensajes de supervivientes que necesitaban ayuda. “Al principio los derivábamos a Despres del Suicidi, la única organización que existía, en Barcelona. Pero estaba demasiado lejos. Por eso decidimos crear un grupo de supervivientes y empezamos a realizar encuentros”, cuenta Antonia. “El duelo por el que pasa una persona que ha perdido a alguien por suicidio es diferente de cualquiera otro duelo por dos cuestiones principales: por una parte, está el tema del estigma social y, por la otra, el tema de la culpa”, afirma Eduardo Rodríguez.
Carles Alastuey explica que el duelo “es una experiencia por la que vamos a pasar todos a lo largo de nuestra vida”. Según él, el duelo no solo tiene que ver con la pérdida de alguien a quien queremos, sino también “con la pérdida de un trabajo, con una ruptura, con la pérdida de un miembro de nuestro cuerpo, etc”. En la mayor parte de los casos, el duelo se sucederá en condiciones de normalidad: “Por ejemplo, si mueren nuestros padres después de una larga enfermedad, después de un proceso de deterioro, aunque nos duela, es algo que somos capaces de entender. Sin embargo, en los casos de pérdida repentina, traumática, el duelo puede tener una evolución que no es saludable”.
En los casos de muerte por suicidio, esta condición puede complicarse aún más ya que, muchas veces, no existe una sucesión lógica de los acontecimientos ni existe un elemento externo con el que enfadarse, al que culpabilizar. “En la lógica de los seres humanos, que somos seres narrativos, necesitamos una explicación de lo que nos ocurre. En el caso del suicidio, esta expectación queda en muchos casos invalidada porque la mayor parte de los suicidios no tienen una explicación única. Ahí es cuando entra la culpa: ¿Por qué no me di cuenta? ¿Por qué no pude evitarlo? ¿Por qué no me lo dijo? ¿Por qué me dejó?”, explica Carles.
A propósito de los sentimientos encontrados que le pueden llegar a una persona que vivió de cerca una muerte por suicidio, Antonia Jiménez habla de la importancia de los grupos de apoyo: “Estas personas no se sienten entendidas por su entorno. Cuando llegan a un espacio en el que hay otra gente que pasó por lo mismo, se sienten comprendidos y el dolor compartido alivia”.
Las muertes por suicidio son realidades que muchas veces incluso se ocultan dentro de la propia familia. Jiménez asegura que, en ocasiones, solo se sabe la causa de la muerte en el núcleo familiar más cerrado porque “se avergüenzan y se sienten juzgados por el entorno”. Según esta psicóloga, otra de las características de este duelo es que es muy grande y dura mucho tiempo: “Nadie les puede acelerar el proceso. No se pueden decir cosas como ‘ya pasó un año, deberías estar bien’ porque es un proceso lento, tiene sus propios tiempos. A veces, dentro de la familia, deciden no hablar, no preguntar, para no generar recuerdos o para no herir y, por lo general, la gente necesita expresarse porque, si no expresas la angustia y el dolor que te ocasiona algo, se queda dentro y hace daño”.
“Las personas que perdieron a alguien por suicidio tienden a usar la expresión morir por suicidio. Intentan, con esto, decir que morir por suicidio es otra manera de morir, como se puede morir por un accidente de tráfico”, indica Antonia Jiménez
Las expertas consultadas para este reportaje resaltan la cantidad de sentimientos encontrados que puede experimentar una persona que perdió a alguien por suicidio: culpa, enfado, vergüenza, etcétera. Dlo deja claro: “Todos los sentimientos son válidos. Si estás enfadado es normal, es válido; dilo, exprésalo”. También resalta que, en ocasiones, cuando una persona se comienza a recuperar del duelo, a reírse de un chiste, a ir al cine y disfrutar con una película, puede llegar a sentir culpa. “Compartir estas experiencias con otras personas que pasaron por lo mismo, que te dicen que es algo normal, ayuda a ir recorriendo un camino de duelo”, explica. Para acabar con los estigmas relacionados con el suicidio, Antonia habla de la importancia del lenguaje: “Ahora las personas que perdieron a alguien por suicidio tienden a usar la expresión murió por suicidio y no se suicidó o es un suicidida porque esto les causa dolor. Intentan decir, con esto, que morir por suicidio es otra manera de morir, como se puede morir por un accidente de tráfico”.
En ocasiones, cuando se habla del suicidio, se vincula con la libertad de escoger entre la vida y la muerte. Para Carles Alastuey es importante destacar que “no se puede hablar de libertad cuando hablamos de una muerte tan terrible y con manifestaciones tan violentas como lo son en muchas ocasiones las muertes por suicidio”. Antonia Jiménez coincide: “La angustia mental puede ser muy incapacitante. No es una decisión tomada con tanta libertad ni claridad mental porque una persona, cuando arrastra un sufrimiento durante mucho tiempo, tiene la mente ofuscada y, sobre todo, piensa que va a continuar así toda la vida”. Desde Despres del Suicidi dejan claro que ellos no están en contra de la eutanasia, de la muerte digna, pero el suicidio “no es una muerte digna, sino una lectura sobre una problemática que, probablemente, de haber recibido ayuda, podría haberse evitado”. Carles Alastuey hace hincapié en la posibilidad de prevenir las muertes por suicidio: “Debemos apelar a una sociedad compasiva en la que no se normalice que alguien se quite la vida porque no era feliz. No es justo para las personas que se suicidan porque no recibieron ayuda. Non hay libertad después de la muerte; la libertad es lo que conquistamos en vida. Si no podemos elegir, no hay libertad. El suicidio normalmente no se produce desde la libertad sino desde un profundo sufrimiento”.
“En España no existe un plan de prevención de suicidios común. En Galiza, el plan de prevención de 2017 no se implementó por falta de presupuesto”
Los medios de comunicación tienen responsabilidades en relación a la manera de informar sobre el suicidio. “Cuando sale una noticia en prensa sobre una persona que muere por suicidio y se recalcan cosas como ‘se había divorciado recientemente’ la culpa que le queda a la otra persona es terrible y se siente juzgada por su entorno”, explica Antonia Jiménez. Además, según esta psicóloga, hay personas supervivientes que, en los días o semanas posteriores a la muerte de algún ser querido por suicidio “se les pasa a ellas la ideación suicida por la cabeza”.
Cuando preguntamos a las expertas consultadas sobre qué hacer si alguna persona de nuestro entorno está pasando por un sufrimiento intenso y piensa en el suicidio, todas recalcan la importancia de escuchar, comprender, evitar el uso de frases que imposibilitan cualquier tipo de conversación como ‘no digas esas cosas, no pienses en eso’ y acudir, de ser necesario, a los servicios de urgencias. Se debe preguntar qué le pasa, qué le está doliendo tanto, darle importancia a sus palabras, acompañarlo/a.
En España no existe un plan de prevención de suicidios común. No existe un teléfono de asistencia oficial para las personas que están pasando por una crisis. En Galicia, el plan de prevención de 2017 no se implementó por falta de presupuesto. Una media de más de 10 personas mueren por suicidio al día en España. Los servicios de salud mental continúan colapsados.
Las profesionales entrevistadas para este reportaje recalcan que, si estás pasando por un período de sufrimiento intenso o conoces a alguien que esté pensando en la idea del suicidio, puedes ponerte en contacto con las organizaciones RedAIPIS.FAeDS o Despres del suicidi, con el teléfono de la esperanza de tu área geográfica, o acudir a tu centro de salud más próximo.
Salud mental
Salud mental La muerte por suicidio: un problema sanitario, social y político
La segunda serie de este reportaje trata los planes de prevención de las muertes por suicidio, el colapso del sistema de salud mental y la necesidad de paliar el sufrimiento general de la población desde una perspectiva de base.
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No hace mucho escuché al director de un documental español que decía hacer un esfuerzo por visibilizar el suicidio, que las personas nos suicidamos por nuestra escasa resistencia a la frustración o por sufrir un trastorno mental. Bien, esta es la forma de enfrentar el tema, culpar al suicida. Por más campañas que se hagan el suicida seguirá siendo considerado en términos morales o psicopatológicos, que es la forma contemporáneo de adjetivarlo pero asépticamente, científicamente, como débil.
El suicida es débil y este mundo está hecho para los fuertes. El débil no tiene poder, está desposeído, tal vez por eso sea débil. Curiosamente esta hipócrita sociedad, para ocultar su verdadero rostro, emplaza al débil a pedir ayuda a alguien con poder. Tal vez no se sepa o no se quiera saber, pero el débil irrita mucho a quien tiene poder. Si acudes en busca de ayuda, te encontrarás con un burócrata indiferente, fácilmente irritable ante la imagen de un débil que suplica ayuda. Resultas ofensivo y representas una oportunidad irresistible para la confirmación de su poder: contigo no hay riesgo alguno, eres humillable porque necesitas ayuda porque no tienes poder.
Esta es la realidad empírica. Por esto no se pide ayuda.
La gente no se suicida porque sea débil sino porque no tiene alternativa. Habrá quien sufra una fuerte depresión, pero siempre será por algo. Te suicidas porque descubres, en la necesidad, que no hay nadie, que el otro está a lo suyo, que la indiferencia se ha adueñado de todo, que es rutinaria en los sistemas de protección sociosanotarios, burocracias diseñadas para producir desigualdad, indefensión e impotencia. Sistemas diseñados para demostrar que el poder exige subordinación al tiempo que la desprecia. Ni en la más apremiante situación cambia lo descrito, al contrario, a mayor muestra de desvalimiento mayor sadismo. Que nadie espere ser ayudado porque esa expectativa te debilita. Trata de ser ese otro, desapercibido para ti, para otros desvalidos. Presta atención y verás la cantidad de personas humilladas que sobreviven a tu alrededor y quiéreles. Las heridas de tu indefensión, las marcas de la impunidad en tu cuerpo, son el vínculo más sólido entre desposeídos.
Ayuda mutua.
Esto tiene que visibilizarse, es una barbaridad: ¡DIEZ personas al día en nuestro país! (Es un asunto difícil de abordar, supongo; solo eso explicaría la desatención a esta emergencia terrible).