Poesía
Versos desde el andamio: la posibilidad de una poesía de clase obrera, a debate

¿Existe una ‘poesía obrera’ o unas ‘poéticas trabajadoras’ contemporáneas? ¿Cómo se expresan? Tras los pasos del fallecido poeta francés Thierry Metz, el “poeta del andamio” solo recientemente traducido al español, consultamos a autoras, expertos y editoras.
Martha Asunción
Martha Asunción

En Diario de un peón (Editorial Periférica, 2023), el poeta francés Thierry Metz, fallecido en 1997, describía, a modo de diario pero poema a poema, su trabajo como peón en una obra para reconvertir una antigua fábrica de zapatos en un edificio de viviendas de lujo. Explicó el cansancio acumulado, el carácter de sus diferentes compañeros —un inmigrante magrebí, otro de origen español—, la incapacidad de levantarse de la cama el domingo para poder jugar con los niños, la necesidad de expresarse a través de las propias manos.

Si en España se pregunta a cualquier paisano al azar por “poesía obrera”, lo normal es que cite a Miguel Hernández, que ya es ir casi un siglo atrás, y se exagere su origen humilde —fue cabrero, pero también pudo cursar el Bachillerato de entonces, y esto es un dato que se estudia en la ESO. La misma categoría tiene incluso su punto clasista, sobre todo si uno se cuestiona, en primer lugar, si las personas de clase trabajadora escriben y leen poesía y, después, si pueden usarla para contar sus propias historias.

Paca Flores, de Editorial Periférica, explica que el paso de recuperar a Metz vino del interés en “la literatura que tiene como protagonista a la clase obrera, sea la vivencia personal reelaborada literariamente o la literatura que elige darle voz a esa parte de la sociedad”. Así, su firma publica a autores como Valentín Roma, Munir Hachemi o Diamela Eltit, y ha recuperado o editado por primera vez en español obras destacadas en ese reflejo de la experiencia obrera como la novela Élise o la vida de verdad, de la autora francesa Claire Etcherelli, o el ensayo Nunca delante de los criados, del periodista Frank Victor Dawes, entre muchos otras.

Diario de un peón, recuerda, se considera un hito dentro de la literatura proletaria francesa. Flores lo señala como “uno de los más interesantes” de su catálogo: “Es un diario escrito a pie de obra a partir de la propia experiencia de Metz como obrero de la construcción, pues el autor, goza, además, de una gran potencia lírica que convierte al libro en una rara avis”. 

La prudencia de las autoras

La intención al escribir este reportaje era producir uno gemelo, pero centrado exclusivamente en el mundo de la poesía, del titulado “El regreso de una literatura de clase trabajadora que se resiste a llamarse así”, publicado en la web de El Salto en agosto de 2023. La idea allí fue constatar, por boca de las propias autoras, la existencia de una nueva hornada de obras de ficción, también de ensayo, en la que escritoras jóvenes, en España la mayoría mujeres pero no solo ellas, reflejaban la experiencia vital de la clase obrera contemporánea.

Literatura
Literatura El regreso de una literatura de clase trabajadora que se resiste a llamarse así
Las ‘novelas de la precariedad’ de autoras que la unen al discurso feminista y de la diversidad y el regreso de cierta ficción obrerista clásica ponen de nuevo de actualidad a la literatura de y para la clase trabajadora.

En aquel texto también se planteaba cómo la etiqueta es, en el fondo, pura construcción, y la clase no determina nunca al 100% ni lo que se lee ni lo que se escribe. Lo que no encontramos fue la resistencia o prudencia significativa que hemos tenido en este caso, hasta el punto de que algunos autores, una vez respondido un primer cuestionario, han pedido no aparecer finalmente en el reportaje.

Lo cierto es que algunas de estas fuentes consultadas sí coinciden en considerar fundamentalmente clasista el enfoque dado por la prensa cultural, incluso la especializada específicamente en poesía, ante libros o firmas que intentan reflejar experiencias laborales o de precariedad vital. Tanto por ignorar a veces el contenido político como por subrayarlo en exceso como una suerte de exotismo. El ejemplo más repetido ha sido la recepción de Servicio de lavandería, libro con el que Begoña M. Rueda ganó en 2021 el prestigioso premio Hiperión, y del que se destacaba la ocupación de la autora como empleada de una lavandería de un hospital, sin entrar a analizar necesariamente el contenido de su obra. 

“Supongo que en todo lo que escribo laten irremediablemente mi infancia en Leganés, la tahona de mi abuela en Carabanchel o mis antepasados mineros y agricultores”, comenta Martha Asunción Alonso

“Una cuenta de humor sobre el mundo poético español publicó algo así como ‘Martha Asunción Alonso escribe otro libro sobre Leganés’. Me reí mucho”, explica la propia autora, que publicó en marzo Literatura universal (Isla Elefante, 2025), donde explora su herencia minera o el pasado de barrio obrero de su familia. “Supongo que en todo lo que escribo laten irremediablemente mi infancia en Leganés, la tahona de mi abuela en Carabanchel o mis antepasados mineros y agricultores”, comenta.

“Poesía crítica de origen obrero” 

Alonso reconoce que no le entusiasman las etiquetas, pero le parece “imposible escribir o crear, en general, sin que la perspectiva de clase, la que sea, asome en nuestro discurso”. En este caso, ni se siente incómoda con aplicarle “clase obrera” a su obra ni cree que no exista: “Supongo que siempre ha existido una poesía obrera. Al decir esto, no estoy pensando solo en peripecias laborales o vitales, sino también en la mirada crítica de cualquier cuerpo que, por distintas circunstancias, aprende a observar e interpretar desde los márgenes”.

Para ella, “poesía obrera puede ser toda aquella donde resuenan cuerpos que sostienen el peso de un mundo cada vez más inhabitable” Su propio poemario recoge un verso en ese sentido: “Es preciso pagar con el cuerpo / el tener cuerpo”.

Según Alberto García-Teresa, la idea de “poesía obrera” puede tener “de fondo un problema de categorización”. Tal vez, aventura, se confunde “poesía producida por obreras y obreros” con “poesía crítica bajo esa etiqueta”, aunque no discute que “en ambos sentidos, existe”.

Además de poeta y autor de libros como Entre paréntesis. Poemas de la cárcel (Agita Vallecas, 2022) y Cuando dejamos atrás lo posible (Baile del Sol, 2022), entre otros muchos, en su labor de crítico e investigador ha firmado trabajos como Poesía de la conciencia crítica (1987-2011) y ha ejercido de compilador en antologías como Disidentes. Antología de poetas críticos españoles (1990-2014) (La Oveja Roja, 2015), o Insumisas. Poesía crítica contemporánea de mujeres (Baile del Sol, 2019). También ha sido codirector de la editorial de poesía Los Libros de la Marisma.

Alberto García-Teresa prefiere hablar de “poesía con conciencia de clase obrera que expresa su disconformidad con el capitalismo”, que entronca con la tradición de la corriente de “poesía crítica muy potente” en la historia reciente de España

García-Teresa prefiere hablar de “poesía con conciencia de clase obrera que expresa su disconformidad con el capitalismo”, que entronca con la tradición de la corriente de “poesía crítica muy potente” en la historia reciente de España. Incluso identifica una tendencia específica, la poesía de la conciencia crítica, que se inicia “a finales de los años 80, vigente y vigorosa en la actualidad, intergeneracional, caracterizada por mostrar de manera crítica el conflicto sociopolítico, económico, ecológico y de género actual desde dentro en sus versos, de forma explícita o implícita”.

Para el autor y estudioso, no se trata de una cuestión de temas sino de perspectiva. “Por ejemplo —especifica—, no pueden hablar de igual modo del amor, por utilizar un tema comúnmente integrado dentro de lo ‘apolítico’, una persona rentista que una trabajadora; una que vive de sus alquileres que otra que vive angustiada por llegar a fin de mes, o por la precariedad de su vida laboral o por las presiones y el horario de su trabajo”.

En esa tradición de poesía de la conciencia crítica entrarían autores como Jorge Riechmann, María Ángeles Maeso, Enrique Falcón, Antonio Orihuela, Mayte Gómez Molina, María Eloy-García, Antonio Crespo Massieu, Matías Escalera Cordero, Cristina Morano, Gsús Bonilla, William González Guevara o Belén García Nieto… Él mismo se sitúa ahí en sus trabajos como poeta.

“Huracanes” a prueba

Por su parte, la poeta y también investigadora Ángela Martínez Fernández opina que “no hay nada más antiobrerista que convertir en propiedad privada aquello que tiene que ver con la clase obrera: ya sea la literatura, las costumbres o los espacios”. Por eso se muestra “en contra del cierre de las categorías, porque las convierte en productos del mercado que pueden desecharse con demasiada facilidad según quién decida”.

En su caso, prefiere hablar de “poéticas obreras” y señala cómo la etiqueta se asocia a los trabajadores industriales del siglo XIX y se concibe como algo anacrónica, de ahí el uso que observa de términos como “precariado”. En su tesis doctoral sobre las narrativas obreras percibió que “no solo es que lo obrero tenga una presencia escasa o periférica, sino que además se trabaja en muchos casos desde lugares manidos que conducen a callejones sin salida”.

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“Para mí, una poesía obrera estaría conformada por poemas muy distintos que, de una u otra forma, mueven el referente de clase, le dan vueltas, lo tocan: ya sea desde autorías de origen obrero, en forma de alegatos descarnados de la conciencia de clase, panfletos y artefactos de guerrilla o, incluso, poesía que se relaciona con lo obrero desde la incertidumbre”, añade.

“Pienso en el discurso de algunas hijas de obreras que se mueven en el vaivén y dicen algo así cómo ‘sé que mi madre limpia casas, sé que vengo de un barrio periférico, sé que me ha faltado familiaridad con la cultura dominante, pero he ido a la Universidad y tengo acceso a la escritura, así que necesito transformar el referente para que también me incluya y no me desconcierte’”, señala Martínez Fernández, quien reconoce que apostaría por “dejar que todo eso sucediera y crease lazos y potencia frente a los tiempos oscuros que están aquí ya”.

Su más reciente poemario, Huracanes en la periferia (La Oveja Roja, 2025), está pensado desde el principio, según reconoce, como una poética obrera que habla “exclusivamente de los procesos de enfermedad y muerte acontecidos en una familia de clase obrera”. Su estructura es circular, como un huracán, “porque vuelve una y otra vez y se queda en un campo semántico formado por el barrio, las madres, el cáncer y los tanatorios”.

El conflicto de fondo del libro, añade, “dice algo así como: la poesía no me sirve para hablar de mi clase social, pero voy a escribir un poema para ver qué sucede si lo hago”.

¿Poesía de nicho?

A continuación, planteamos la cuestión de siempre, molesta para algunos autores: ¿es la poesía el género menos popular actualmente de todos los literarios? ¿Podemos considerarla hasta cierto punto, elitista o de nicho? Martínez nos invita, de nuevo, a no encerrarla en definiciones: “Pienso en los adolescentes que manejan la métrica a la perfección en los parques de su barrio donde hacen batallas de rap; en una canción de flamenco”. Y añade que si el soporte poético más elitista o de nicho “no nos deja transmitir la experiencia de nuestra clase social, entonces vayámonos a otros lugares. Creo que desplazar la literatura de los espacios donde nos dijeron que debía estar es lo que crea la potencia”. El deseo de escribir poesía, además, “es también una construcción histórica y política”.

“En la idea de que la poesía se trata de un género elitista se solapan inercias de una educación en literatura muy deficiente por lo que muestra, deja fuera y cómo enseña a leer poesía, con lo que la jerarquía cultural y el poder económico quieren mostrar”, opina Alberto García-Teresa. En los colectivos sociales o el circuito cultural alternativo “se manifiesta constantemente una pluralidad de formas de entenderla”. Otra cuestión, concluye, es “qué visibilizan los grandes medios de comunicación, lo que se presenta en las mesas de novedades de las librerías o lo que prioriza el algoritmo”.

Por su parte, Martha Asunción Alonso admite que persisten prejuicios, pero ella se muestra optimista al respecto. “Hay receptores ahí fuera, buscando su idioma. Quienes nos dedicamos a poemar trabajamos para encontrarlos y desarmar ideas preconcebidas. Personalmente, yo he notado una progresión muy positiva en las aulas desde que empecé a recitar, enseñar, visitar centros de secundaria o hacer talleres. La poesía es una herramienta de lo más poderosa para luchar, resistir, entendernos, ponernos en duda, abrazarnos y acompañarnos en el camino. Cuando descubres esto, la poesía transforma tu vida y no hay vuelta atrás”.

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