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Medio ambiente
Así muere un Parque Nacional: las Tablas de Daimiel ante el colapso
Hoy apenas llegan a 100 las hectáreas inundadas por el agua. Deberían de ser 1.750, pero son poco más del 5%. Ese es el tamaño de un humedal que cada año que pasa, se sigue acercando sin freno a su 'muerte'. Son las Tablas de Daimiel. Quizá sea el Parque Nacional más maltratado de la geografía del Estado español. En 1973 lo bautizaron con una de las mayores protecciones medioambientales que existen en Europa, pero, cincuenta años después, de aquel lugar de encuentro natural lleno de agua subterránea y superficial no queda apenas nada. Un hábitat generado en torno a un humedal que fue incluido en el convenio Ramsar, parte de la Red Natura y también Reserva de la Biosfera hoy se ha convertido en un gigantesco campos yermo.
Hace décadas, había poblaciones nutridas de aguiluchos laguneros, garzas, garcetas, flamencos, cigüeñas, patos colorados -su símbolo por antonomasia- y el porrón pardo, un ave en peligro severo de extinción. Hoy, elevar la vista al horizonte es desolador. La Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife) ha predicado en el desierto. Su empeño en advertir que la serie histórica sobre la evolución de las poblaciones de aves entre desde comienzo de siglo, alimentada por los investigadores del CSIC, refleja que la mayor parte de las aves acuáticas reproductoras se hallan en “una situación preocupante”, como es el caso del porrón pardo o el aguilucho lagunero. Las aves “iniciaron un marcado descenso” entonces y, desde 2019, muestran “una regresión sin precedentes”.
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Ni las escasas lluvias ni el trasvase de emergencia del río Tajo a comienzos de mayo lograron que la superficie inundada superase el 6%. Ni siquiera a principios de año, con las lluvias de diciembre, sobrepasó el 15% con respecto a la superficie inundable. “Mucho tiene que llover para cambiar la situación del Parque, que lleva años convertido en una maqueta a gran escala a la que se le echa agua de forma artificial para mantener la humedad mínima que evite que la turba bajo el suelo entre en combustión, como ocurrió en 2009, o que los ecosistemas desaparezcan por completo en los periodos más secos”, explican fuentes especializadas de Greenpeace.
El pasado miércoles y ante lo que parece un colapso inminente, 50 aniversario de la declaración del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, Greenpeace, SEO/BirdLife y WWF enviaron al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco) una propuesta de Marco de Actuaciones para Las Tablas de Daimiel y por ahora, nada se ha movido: “Se trata de un documento de propuestas con los elementos básicos y pasos a seguir para alcanzar los objetivos de conservación que establece la normativa de parques nacionales, de aguas y de conservación de la Naturaleza de la Unión Europea”, explican.
Ni las escasas lluvias ni el trasvase de emergencia del río Tajo a comienzos de mayo lograron que la superficie inundada superase el 6%
Ante la “dramática situación” en la que se encuentra el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, la “falta de soluciones eficaces por parte de las distintas administraciones” tanto del PSOE como del PP en su alternancia, y la falta de acuerdo social sobre la necesidad de abordar un cambio en la gestión de los acuíferos sobreexplotados, las principales organizaciones ecologistas nacionales reclaman la puesta en marcha de estas acciones prioritarias, “tal y como se ha hecho en otros espacios naturales protegidos, como Doñana o el Mar Menor”.
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Objetivos ambiciosos y ejecuciones ausentes
El Plan Rector del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, publicado en el Diario Oficial de Castilla-La Mancha en 2017, fijó un “objetivo mínimo de inundación” para el Parque de 1.400 hectáreas inundadas a comienzos de primavera y 600 hectáreas a finales de verano. El máximo se estableció en 2.200 hectáreas, aunque el cálculo mensual porcentual que realiza la Comisión Hidrográfica del Guadalquivir de la superficie inundada utiliza un total inundable en torno a las 1.750 hectáreas apuntadas al comienzo de este texto. Unos números objetivamente muy alejados de la actual situación del parque.
Las descargas artificiales efectuadas desde la primavera de 2020 no han logrado que la superficie inundada pase de las 340 hectáreas. “El suelo seco durante meses, que antes se encharcaba de forma natural, y la evaporación se han tragado rápidamente el agua enviada. Ha servido para humectar el cauce del Guadiana, que es donde están las turberas, para evitar el mal mayor, que la turba se contraiga por la falta de humedad, que se creen grietas en el suelo por las que entre el oxígeno y que en el proceso de oxidación se alcance una temperatura suficiente que provoque chispas que incendien la turba, fenómeno que se ve realimentado por el oxígeno generando un incendio que, al ser subterráneo, puede tardar tiempo en detectarse”, explican los técnicos de Greenpeace.
Las turberas son casi las últimas supervivientes en esta debacle y por eso las maniobras de la Administración hechas 'in extremis'
Las turberas son casi las últimas supervivientes en esta debacle. A menudo son pasadas por alto en los debates sobre la conservación del medio ambiente que elaboran personas no expertas, pero juegan un papel fundamental en la salud y la estabilidad del planeta. Desempeñan un papel crucial en la lucha contra el cambio climático y la preservación de la biodiversidad. Son ecosistemas únicos, compuestos principalmente de material vegetal parcialmente descompuesto conocido como turba. Estas áreas húmedas actúan como auténticos almacenes de carbono, ya que acumulan grandes cantidades de este gas de efecto invernadero, evitando su liberación a la atmósfera. De hecho, las turberas almacenan aproximadamente el doble de carbono que los bosques del mundo. Al preservar y restaurar estos ecosistemas, se puede contribuir significativamente a mitigar el cambio climático. Y por eso las maniobras de la Administración hechas in extremis.
Desde el Centros Superior de Investigaciones Científicas, hace más de una década que han alertado de la situación hidrológica de las Tablas de Daimiel poniendo el foco en uno de los “mayores y más dramáticos descensos en biodiversidad acuática desde su desecación casi total en 2009”. “En este contexto, y a pesar de la conocida influencia de los regadíos en la sobreexplotación de los acuíferos del Alto Guadiana, no se han tomado medidas eficaces ni siquiera para empezar a revertir la situación”, denuncian las organizaciones ecologistas y sociedades científicas que han instado a la Junta de Castilla-La Mancha a tomar decisiones fundamentales cuanto antes. “Hay que recordar que el nivel de extracciones ilegales sin derechos en el acuífero 23 es de 50.000 hectáreas y 92 hm3, diez veces superior en superficie y cuatro veces en volumen que la extracción de los acuíferos que alimentan al Parque Nacional de Doñana o al Mar Menor”, apuntan.
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Según los datos más actualizados, esto está provocando un descenso de 2 metros anuales de los niveles de agua subterránea y un déficit continuado del acuífero que llega hoy en día a superar los 1.500 hm3. “A pesar de los 250 millones de euros en medidas agrarias invertidos desde 1994 para reducir la extracción de agua destinada a regadío, no se han conseguido crear cambios estructurales profundos que faciliten el aporte de agua subterránea al humedal y evite la pérdida de los valores que hacían merecedoras a las Tablas de Daimiel de la calificación de Parque Nacional. El problema es que se continúa gastando mucho más en medidas agrarias que conllevan un incremento de las superficies de regadío, como las destinadas a reestructuración del viñedo o a la modernización de regadíos”, concluyen las entidades firmantes.