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Habla el medio rural
Los desafíos de las agriculturas y ruralidades
Vivimos tiempos de grandes cambios de la mano de:
- La Cuarta Revolución Industrial, o economía 4.0, basada en la conectividad digital y por la que se transitaría de una economía de lo tangible, con su centro en la fabricación de bienes y su consumo, a una economía del conocimiento, que se incorpora a los productos y los valoriza con nuevas funcionalidades.
- La crisis climática y el fin de la era de los combustibles fósiles, que dan lugar a la “transición verde”.
- La drástica regresión de los ecosistemas y la biodiversidad que conduciría a la bautizada por Leakey y Lewin como la “Sexta Extinción” masiva de especies.
- El replanteamiento general de una globalización edificada sobre la deslocalización industrial, largas cadenas logísticas, un transporte barato, y la optimización extrema de las existencias.
- La recurrente propagación de plagas y epizootias (por la vía de los intercambios internacionales de productos) y de pandemias (con la creciente movilidad de las personas).
- Y, en fin, la evolución demográfica (en ascenso hasta rebasar los 10.000 millones de personas en 2080, pero que ya apunta a una pronunciada caída de las tasas de fertilidad más allá de esa fecha) y sus derivadas (un proceso acelerado de urbanización, el incremento de las clases medias de los países emergentes, y un progresivo envejecimiento de la población mundial, en particular en los países desarrollados).
Habla el medio rural
Habla el medio rural La España vaciada llena Bruselas
Se cuenta que durante el convulso periodo de entreguerras a alguien se le ocurrió recriminar en un debate a John Maynard Keynes sus vaivenes en materia de política económica, a lo que él respondió: “Cuando los hechos cambian, yo cambio de opinión. ¿Y usted qué hace?”. Parafraseándole, los enormes retos que afrontan y afrontarán las agriculturas y ruralidades europeas y españolas nos obligan a cambiar nuestra tradicional visión sobre las mismas y sobre el papel y prioridades de las políticas públicas.
Hemos de ser conscientes que la “policrisis” en la que estamos ya inmersos va a tener profundas implicaciones en las formas de producción, procesamiento y distribución de los alimentos, las dietas y los hábitos de los consumidores, y las prácticas de las políticas agro-rurales. Al unísono, se acrecentarán las tensiones entre los mundos urbano y rural por el uso de los recursos (agua, suelos, energía) y la ordenación territorial. Es urgente en suma que los agricultores y los pobladores rurales, si pretenden ser actores directos de los cambios que se avecinan, se desprendan de aquellas ideas que les impidan encontrar las respuestas más eficaces y justas a las nuevas realidades.
Hemos de ser conscientes que la ‘policrisis’ en la que estamos ya inmersos va a tener profundas implicaciones en las formas de producción, procesamiento y distribución de los alimentos, las dietas y los hábitos de los consumidores, y las prácticas de las políticas agro-rurales
Con tales mimbres, en las páginas que siguen resumiremos los principales desafíos agro-rurales para, en otro artículo separado, continuación de este, apuntar algunos posibles ejes de actuación, básicamente legislativos, pese a ser muy conscientes de su parcialidad en tanto que las soluciones sólo podrán salir adelante tras procesos de reflexión colectiva y debate político.
Los principales desafíos de las agriculturas y ruralidades europeas
El desafío climático. El Acuerdo climático de Paris de diciembre de 2015 (COP21) incluyó el compromiso de reducir las emisiones de efecto invernadero para evitar una subida superior a los 1,5 °C de la temperatura media global respecto a la era preindustrial. Actualmente ya hemos sobrepasado los 1,1 °C. En todos los escenarios planteados por el 6º Informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático se alcanzaban los 1,5 °C en uno o dos decenios. Sin embargo, en este mismo mes de noviembre un informe de Global Carbon Project ha estimado que las emisiones mundiales de CO₂ podrían ascender en 2022 a 40,6 millones de toneladas. A este ritmo de emisiones, la línea roja de los 1,5 °C de calentamiento global se alcanzaría en apenas nueve años. La agricultura sería una de las principales víctimas de los impactos derivados del calentamiento global: las calamidades naturales serían cada vez más frecuentes (olas de calor, sequías, tormentas, inundaciones, macro-incendios forestales...), los rendimientos agrícolas se resentirían, se deslocalizarían producciones tradicionales, disminuiría la disponibilidad hídrica, se incrementaría el riesgo de erosión, y aumentaría el riesgo de plagas y epizootias.
A este ritmo de emisiones, la línea roja de los 1,5 °C de calentamiento global se alcanzaría en apenas nueve años. La agricultura sería una de las principales víctimas de los impactos derivados del calentamiento global
La crisis climática por otro lado tendrá una repercusión especial en las agriculturas españolas, por el mayor riesgo de sequía y por la sobreexplotación y contaminación de los recursos hídricos que registran algunas zonas. Si se superaran los 2° C que, según las previsiones de Global Carbon Project podría hacerse realidad en 30 años de no cambiar el rumbo, las máximas en verano para la península ibérica podrían aumentar entre 3 y 4 grados, superando regularmente los 40° C, y registrarse una caída de las lluvias de estío entre un 15 y un 20%. La meteorología del último verano nos ha dejado una buena muestra de lo que se avecina.
La crisis climática por otro lado tendrá una repercusión especial en las agriculturas españolas, por el mayor riesgo de sequía y por la sobreexplotación y contaminación de los recursos hídricos que registran algunas zonas
El desafío energético. La transición verde en la que ya estaba empeñada la Unión Europea se ha visto acelerada por la guerra de Ucrania. La iniciativa RePower EU, lanzada en mayo último por la Comisión Europea en respuesta a las perturbaciones en los precios y suministros provocadas por la invasión rusa, constituye un paso relevante en favor de una Europa común de la energía, más independiente del exterior y con un mayor peso de las energías limpias. Una transición energética que tiene un componente agro-rural a no desdeñar. Los agricultores deberán mejorar sus prácticas y priorizar la eficiencia energética. Las cooperativas deberán buscar nuevas fuentes de suministro (biometano, hidrógeno). Como telón de fondo, las administraciones se verán impelidas a replantearse integralmente desde una perspectiva climático-energética sus sistemas de apoyo a agricultores y cooperativas. Y deberán finalmente adoptarse pautas claras de ordenación de los territorios rurales que impidan que la expansión de las energías renovables (solar, eólica, hidráulica) y/o la extracción de los minerales necesarios para la transición energética (litio, cobalto), se hagan a costa del equilibrio y el futuro del medio rural.
Energías renovables
Transición energética Recursos para impulsar la energía comunitaria
El desafío ecológico (por el uso de los recursos naturales). Debido a la especial vinculación de la agricultura con los ciclos biológicos y el capital natural, los agricultores y pobladores rurales europeos son gestores directos del 44% del territorio y del 40% de las disponibilidades hídricas. Igualmente son guardianes privilegiados de la biodiversidad, los sumideros de carbono y los recursos renovables para el conjunto de la sociedad. Esta realidad se ve sin embargo empañada por prácticas intensivas insostenibles que degradan los suelos y sobreexplotan y contaminan acuíferos y aguas superficiales. En el caso español es particularmente relevante el reto del agua. Nuestro regadío consume el 70% de este recurso cada vez más escaso, que llega hasta el 90% en zonas como la Cuenca del Guadalquivir.
En el caso español es particularmente relevante el reto del agua. Nuestro regadío consume el 70% de este recurso cada vez más escaso, que llega hasta el 90% en zonas como la Cuenca del Guadalquivir
Tenemos 1.200 grandes presas por lo general anticuadas, con riesgo de saturar el caudal ecológico de los cauces fluviales. Y a mayor demanda de agua, mayor demanda de energía: se estima que un 7% de ésta hoy se utiliza para bombear, tratar y transportar el agua para el consumo. Y no hará sino aumentar si, como parece, nos vemos obligados a construir más y más desaladoras. En definitiva, constituye una prioridad la revisión de la cultura del agua de nuestra agricultura a fin de fomentar su ahorro y optimización de sus disponibilidades.
Extremadura
¿Dónde está el agua de Extremadura?
El desafío tecnológico (digital). Cualquier situación agro-rural puede obtener una respuesta tecnológico-digital. Pero es ilusorio pensar que los problemas estructurales de fondo encontrarán exclusivamente por ahí su solución. Además, los avances en productividad y sostenibilidad agrarias asociados a la innovación digital pueden no ir a la par e incluso contraponerse en algunos casos. En realidad, la digitalización no hará sino sacar a relucir las numerosas asignaturas agro-estructurales pendientes en España: falta de dimensión, formación, ausencia de jóvenes, dispersión cooperativa, mal acceso a la red, etc. Nuestras administraciones deberán de intervenir para acompañar el cambio tecnológico en favor de una agricultura más inteligente teniendo en cuenta su dimensión social y territorial e impedir la exclusión de las pequeñas y medianas explotaciones y las zonas rurales más periféricas.
En realidad, la digitalización no hará sino sacar a relucir las numerosas asignaturas agro-estructurales pendientes en España: falta de dimensión, formación, ausencia de jóvenes, dispersión cooperativa, mal acceso a la red, etc
El desafío alimentario derivado del retorno de la inflación. La reactivación económica registrada tras la crisis de la COVID y la guerra de Ucrania han traído consigo unos niveles de precios de los alimentos desconocidos en muchos años. Dejando aparte los efectos de las calamidades naturales, que son más bien un fenómeno de volatilidad, confluyen en la actualidad diferentes tipos de inflación, compaginando elementos de oferta y de demanda. Una porción del auge actual de los precios se explica por el ‘recalentamiento económico’ post pandémico a causa de la liquidez existente, agudizado por los ‘cuellos de botella’ registrados en el transporte y algunos nodos de las cadenas mundiales.
La reactivación económica registrada tras la crisis de la COVID y la guerra de Ucrania han traído consigo unos niveles de precios de los alimentos desconocidos en muchos años
Un segundo tipo de inflación es de naturaleza ‘energética’, en parte derivada de la guerra de Ucrania (a la que los norteamericanos les gusta llamar ‘inflación Putin’) y en parte de carácter más estructural, por la transición verde y la inadecuación en el ritmo de sustitución de los combustibles fósiles por las energías renovables. Tenemos a su vez una inflación de raíz ‘digital’, a causa del incremento de los precios de los minerales y tierras raras utilizados por las nuevas tecnologías. Y tenemos por último específicamente en el ámbito agroalimentario una ‘inflación verde’ de carácter regulatorio, provocada por las renovadas exigencias a la actividad agraria de la PAC post 2023, el Pacto Verde Europeo y sus Estrategias ‘De la Granja a la Mesa’ y ‘Biodiversidad 2030’ (en cuanto a reducción de emisiones de origen agrario, el uso de pesticidas, fertilizantes y antimicrobianos, en cuanto a las reglas de bienestar animal, el fomento de los productos ecológicos, etc.). Una respuesta de futuro agroecológica y de sostenibilidad deberá tener en cuenta las consecuencias de la inflación en los agricultores (costes de producción), en los habitantes del medio rural (precios por servicios) y en los consumidores con menos ingresos (precios de los alimentos). En diciembre del año pasado el Ministro Federal de Agricultura de Alemania Cem Özdemir (del Partido Verde) declaró que en el futuro los consumidores deberían acostumbrarse a pagar más por los alimentos. Lo que implicaría sustanciosos cambios en la cesta de la compra y requeriría una decidida actuación de los poderes públicos en favor de las capas más pobres de la población y, en última instancia quizás, un replanteamiento de los regímenes de apoyo hoy aplicados por las políticas agrarias.
Agroindustria
Agroindustria Sobreexplotación, contaminación y sequía: casi la mitad de los acuíferos está en mal estado
El desafío del modelo agrícola. La caída constante de activos agrarios que registra la Unión Europea sumada a la falta de relevo generacional, nos abocan a una agricultura sin agricultores o, cuando menos, sin apenas agricultores familiares, donde el grueso de la producción de alimentos quedaría en manos de grandes empresas. Situación que tal como ha evidenciado un informe publicado en julio pasado por Global Environment Change estaría a su vez íntimamente ligada a fenómenos estructurales como: el acaparamiento de las mejores tierras por fondos de inversión y firmas ajenas al sector, en especial en el Este de Europa; la consolidación del monocultivo en amplias zonas; la implantación creciente de macrogranjas; o el paralelo abandono de tierras agrarias en áreas de minifundio y marginales. Sobre este último punto recordemos que un estudio del Joint Research Center de la Comisión Europea de 2018 alertó que España es el país con un mayor riesgo de abandono de tierras, por un total de 1,1 millones de hectáreas entre 2015 y 2030 (equivalente al 5% de la Superficie Agraria Útil), sobre todo en el Cantábrico.
Habla el medio rural
Manuel Aguilar: “El mundo urbano no valora lo que aporta el mundo rural porque no lo conoce”
El desafío de la crisis de rentas agrarias. La persistente caída de productores agrarios en Europa esconde una grave crisis de rentas, sobre todo en los sectores ganaderos extensivos. De hecho, si la renta individual europea en los últimos años se ha mantenido (en términos nominales) se ha debido en buena medida a la constante salida registrada de activos. Por otro lado, la volatilidad de los precios percibidos y los costes de producción agudiza el problema poniendo en peligro la viabilidad de numerosas explotaciones: según los datos de la Comisión Europea, al menos un 20% de los agricultores han experimentado caídas de sus ingresos superiores al 30% respecto a la media de los últimos tres ejercicios.
Análisis
Instinto de clase y extracción de rentas
El desafío del reparto del valor añadido de la cadena alimentaria. 44 millones de personas trabajan en la actualidad en la cadena alimentaria europea, con una facturación equivalente al 7% del PIB capaz de garantizar el abastecimiento de 450 millones de consumidores y convertir la Unión Europea en una exportadora neta de alimentos. Sin embargo, la participación del sector primario en la cadena de valor europea no deja de disminuir: entre 1995 y 2015 su peso ha pasado del 31% al 23,4% al tiempo que la distribución y los servicios superaban el 50% y la agroindustria se estabilizaba en torno a un 26%. 10 grandes grupos distribuidores controlan el 40% del mercado europeo. Paralelamente, el 1% de los transformadores industriales acaparan el 49,4% de la facturación y el 52,2% del valor. Enfrente tienen 10,3 millones de explotaciones de las que menos del 10% obtienen 50.000 euros anuales. En suma, se da un poder de negociación muy dispar a causa de una insuficiente organización agraria. Las 51 mil cooperativas agrarias existentes tienen por lo general una pobre dimensión y una desigual implantación geográfica.
10 grandes grupos distribuidores controlan el 40% del mercado europeo. Paralelamente, el 1% de los transformadores industriales acaparan el 49,4% de la facturación y el 52,2% del valor
Al mismo tiempo, en frutas y hortalizas las organizaciones de productores (OPs y AOPs) apenas cubren el 46% del mercado. No es casualidad en este contexto que los países o regiones que cuentan con una mejor organización sectorial (Dinamarca, Países Bajos, Finlandia, Flandes, Valle del Po, París-Isla de Francia, etc.) registren los mejores niveles de renta por ocupado agrario. Existe por consiguiente un largo camino por recorrer en la vertebración del sector agrario con vistas a aminorar los desequilibrios de la cadena alimentaria. Adicionalmente, la lucha contra el desperdicio alimentario, que en la UE comporta la pérdida de 180 Kg. de alimentos por habitante y año, debería constituir un eje clave para el desarrollo de la cadena. Recordemos que es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas y la Estrategia europea ‘De la Granja a la Mesa’ de mayo de 2020 le dedicó un apartado específico.
El desafío del despoblamiento rural (La ‘España vaciada’). Según los datos más recientes del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en 2020, 4,4 millones de personas, el 9,4% de la población española, habitaba en 6.352 municipios de menos de 5.000 habitantes, el 78,1% del total, que ocupaban a su vez casi el 69,3% de la superficie estatal. De estos municipios rurales de pequeño tamaño, un 77,6% poseían menos de 1.000 habitantes donde estaba censada casi una tercera parte de su población. En este contexto, la presencia de jóvenes disminuye considerablemente a medida que el tamaño del municipio es más pequeño, llegando a situarse en 28 jóvenes por cada 100 mayores en los municipios de menos de 1.000 habitantes.
[...] en 2020, 4,4 millones de personas, el 9,4% de la población española, habitaba en 6.352 municipios de menos de 5.000 habitantes, el 78,1% del total, que ocupaban a su vez casi el 69,3% de la superficie estatal
Por otro lado, el índice masculinidad de los municipios de menos de 5.000 habitantes en 2020 era de 105,9 hombres por cada 100 mujeres, con un diferencial del 11,7% respecto a los municipios urbanos. La comentada crisis del modelo de agricultura familiar tiene sin duda una incidencia directa en el éxodo rural en tanto que el sector primario constituye de lejos la actividad principal del medio rural. Pero no bastarán las medidas de política agraria para combatir un despoblamiento que pone ya hoy en cuestión la capacidad de las áreas rurales para vertebrar las actividades económicas y servicios necesarios para su desarrollo sostenible. Se precisan políticas específicas y multidimensionales contra el despoblamiento en ámbitos tan dispares como la vivienda, el transporte público, los servicios sanitarios y de cuidados en general, la educación, el acceso a las nuevas tecnologías, o la emigración.