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Marxismo
Los marxismos del Sur y la descolonización de la economía política
El marxismo no es eurocéntrico. Plantear que el marxismo es eurocéntrico es caricaturizar y estereotipar esta tradición de pensamiento crítico, pero sobre todo es desconocer el enorme desarrollo que ha tenido la tradición marxista a través de intelectuales antiimperialistas de África, Asia, América y la propia Europa. Es cierto que existe un marxismo eurocéntrico, un marxismo que considera de forma mecanicista que aquello que se teoriza desde el análisis del capitalismo del norte de Europa es extensible al resto de territorios y sociedades del mundo. Y es cierto que este marxismo eurocéntrico, mecanicista, ha gozado y goza aún de una importante hegemonía mediática y política. Pero no es cierto que este sea el único marxismo existente; quizás sea el más escuchado, pero ni mucho menos el más desarrollado.
Ya el propio Marx advirtió que extrapolar de forma mecánica su análisis del capitalismo europeo a otras realidades era un error de método. Y es que el marxismo es ante todo un método de análisis en el que las condiciones históricas concretas son fundamentales. El modelo económico construido por Marx que explica la lógica intrínseca de un capitalismo “puro” (que nunca existe como tal en la realidad) no es un determinante absoluto, sino que sirve para comprender cómo las condiciones y los agentes históricos concretos operan en relación a la lógica capitalista dominante y sus propias contradicciones internas. De hecho, al final de su vida Marx se interesó por las posibilidades revolucionarias de sociedades colonizadas o periféricas y con menor desarrollo de las fuerzas productivas. En la actualidad hay una exhaustiva investigación al respecto. Autores como Lawrence Krader, Kevin Anderson, Teodor Shanin o Néstor Kohan han explorado cómo este “Marx tardío” rompió con la linealidad y el etapismo desarrollando una visión multilineal de la historia, considerando, por ejemplo, las posibilidades de la comuna rural rusa como base para la superación del capitalismo.
Pero sobre todo fue la propia historia la que demostró lo errado de la idealización eurocéntrica. Las recetas socialdemócratas y la negociación de derechos laborales con la burguesía se han terminado imponiendo en las potencias capitalistas, alejando desde hace décadas cualquier perspectiva realista de un movimiento mínimamente revolucionario. Por el contrario, en las periferias (empezando por la propia Rusia de principios del siglo XX y continuando con los movimientos de liberación nacional en los territorios más empobrecidos del planeta) es donde han irrumpido las opciones revolucionarias más radicales. Sin perjuicio de cualquier crítica posible a esas experiencias, el caso es que las condiciones, objetivas y subjetivas, para los estallidos revolucionarios se han dado en las periferias y no en los centros del capitalismo mundial. Esto supone pasar de entender el capitalismo como una etapa que toda sociedad debe atravesar indefectiblemente, a comprenderlo como una estructura global en la que diferentes territorios y poblaciones ocupan, de forma desigual y por imposición, diferentes posiciones en las estructuras de explotación y, por tanto, en las trayectorias de acumulación.
Los marxismos del Sur explican el papel de las periferias en el desarrollo del capitalismo central. Sus aportaciones son un ineludible ejercicio de descolonización de la economía política
Aunque no lo estudió sistemáticamente, Marx ya concebía el capitalismo como un sistema mundial en el que el colonialismo y el imperialismo contribuyeron de forma decisiva al desarrollo de las fuerzas productivas de las potencias capitalistas: aludió al expolio de los metales de América, a las materias primas provenientes de Asia y el Caribe, a los mercados que allí se abrían para las manufacturas inglesas, al comercio esclavista atlántico, etc. Lenin y Rosa Luxemburgo, entre otrxs, teorizaron acerca del papel que jugaba el imperialismo en el despliegue histórico del dominio capitalista. Para el primero, el imperialismo era una expresión del nivel de concentración al que había llegado el capital a nivel mundial; para la segunda, era consecuencia de la necesidad que tenía el capital de abrir constantemente nuevos mercados para superar el estancamiento derivado de las contradicciones inherentes al desarrollo capitalista de las fuerzas productivas. Para ambxs el imperialismo era algo de lo que el capital no podía prescindir.
Autorxs posteriores han profundizado en estas cuestiones, tanto desde un plano teórico como histórico, especialmente desde territorios periféricos. En el plano más histórico, Samir Amin ha mostrado cómo los metales americanos generaron nuevos equilibrios económicos en el sistema rentista del Reino Unido, lo que a su vez permitió que aparecieran los conocidos enclosures. Este proceso, que aportó el capital inicial y la mano de obra para la naciente industria, solo pudo consumarse gracias a los productos provenientes de las periferias, que alimentaban a lxs nuevxs trabajadorxs industriales, como muestra por ejemplo Prabhat Patnaik en su estudio sobre el fin de las restricciones a las importaciones de maíz en Inglaterra. Pero quizás lo más paradigmático sea, como estudió el intelectual y político afrocaribeño Eric Williams, el uso de mano de obra esclava en las colonias inglesas, que proveían de algodón a la industria textil metropolitana, la más importante del momento. Otro intelectual afrocaribeño, Oliver Cox, desarrollaría la teoría del capitalismo como sistema mundial, siendo reconocido por figuras como Immanuel Wallerstein como el fundador de la teoría del sistema-mundo.
En un plano más teórico, un autor tan fundamental como el brasileño Ruy Mauro Marini analizó cómo la superexplotación de lxs trabajadorxs de las periferias en sectores de baja productividad (especialmente la minería y la agricultura) provee de productos de consumo abaratados a lxs trabajadorxs de las potencias capitalistas, cuyo trabajo se da en sectores de mayor productividad (como la industria o los servicios). Así, los salarios pueden mantenerse a raya en las potencias centrales, precisamente, gracias al abaratamiento de esos productos de consumo provenientes de territorios periféricos donde, al haber superexplotación, también se reducen los costes laborales. Otrxs autorxs mantienen posiciones parecidas. Es el caso de Utsa y Prabhat Patnaik, que afirman que los desequilibrios en los centros de acumulación capitalista se han solventado históricamente a través de la reducción de ingresos de lxs trabajadorxs en las periferias. Y, de nuevo Samir Amin, propuso un modelo teórico que explica que estas desigualdades entre centro y periferia son una necesidad para sostener el proceso de acumulación capitalista a nivel mundial.
Pero si es importante explicar la contribución de las periferias al desarrollo capitalista de las potencias centrales, no es menos importante explicar los efectos que esta estructuración del capitalismo mundial ha tenido sobre los propios territorios periféricos. Y es que para seguir suministrando las materias primas y la mano de obra barata de las que depende el desarrollo capitalista en el norte, las periferias no deben transformar sus fuerzas productivas del mismo modo o en el mismo grado que las potencias centrales. Dado el papel necesario de la superexplotación en la estructura global de acumulación capitalista, en las periferias no cabría la posibilidad de una humanización del capitalismo de corte socialdemócrata. Obviamente, quienes desarrollaron estas reflexiones y, en consecuencia, argumentaron que la vía revolucionaria es la única opción en las periferias, fueron lxs marxistas del Sur.
En suma, lxs marxistas del Sur explican el papel de las periferias en el desarrollo del capitalismo central, así como los impactos del capitalismo en comunidades y territorios del Sur. Sus aportaciones son un ineludible ejercicio de descolonización de la economía política que ha producido algunas de las más importantes reflexiones del pensamiento crítico a nivel mundial, necesarias si se quiere comprender el capitalismo globalizado en su conjunto. A modo de breve recuento, profundizamos a continuación en dos de los ejes de reflexión que mejor permiten comprender la estructuración del capitalismo en el Sur, entendiendo el “Sur” como metáfora de la subyugación de las periferias, pero también de sectores marginados que son superexplotados en el seno de las potencias capitalistas, como la población migrante y/o racializada negativamente y las comunidades históricamente excluidas.
Marxismo
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1. La articulación raza-clase-sexo
Para el marxismo eurocéntrico el racismo es una cuestión secundaria, superestructural, o incluso un problema, ya que podría debilitar el énfasis sobre el antagonismo fundamental de clase. Pero desde los marxismos del Sur, diferentes autorxs señalan la íntima relación que existe entre ambas categorías, pues el racismo es una dimensión fundamental a través de la cual el Capital estructura la división del trabajo. Esta división racial del trabajo, en pocas palabras, marca qué sujetos pueden ser superexplotados. En su genealogía del capitalismo, Oliver Cox ofreció una contundente demostración de que las categorías raciales surgen en el momento de expansión mundial del capitalismo y no antes, diferenciando así entre racialización estructural y lo que él consideraba prejuicios e intolerancias sociales. De hecho, en sus orígenes, la inferiorización racial sistemática no estaba asociada al color de la piel, pero siempre estuvo relacionada con una determinada posición en la división del trabajo; es el caso de lxs irlandesxs inferiorizadxs bajo el yugo británico o de los primeros siervos por contrato en las colonias americanas. Sería el rápido aumento de demanda de mano de obra, y la disponibilidad coyuntural de trabajadores africanos, lo que vincularía definitivamente la inferiorización racial al color de piel, como muestra, entre otros, Eric Williams en su obra Capitalismo y Esclavitud.
De esta forma, el racismo se presenta como un producto histórico específico que es inherente al capitalismo y que funciona como elemento estructurante de la división del trabajo y de la conformación de centros y periferias en el sistema capitalista mundial. Entre lxs muchxs marxistas del Sur que desarrollan el tema podemos mencionar algunos aportes fundamentales. Primero, el bolchevique afroamericano Harry Haywood, quien refirió la situación de la población negra del Sur de Estados Unidos como una forma de “colonialismo interno” al explorar la íntima relación existente entre el racismo, la dependencia, la superexplotación del trabajo negro y las formas de acceso a la tierra. Haywood, como miembro del Comintern promovió el derecho a la autodeterminación del “Cinturón Negro”, es decir, los estados donde había mayoría negra y que habían estado asociados históricamente a la economía esclavista. A pesar de que en las décadas de los 50 y 60 el CPUSA (Partido Comunista de los Estados Unidos de América) abandonó esta tesis, sus análisis mantuvieron vigencia en movimientos de trabajadores en Detroit como la Liga de Trabajadores Negros Revolucionarios, en la República de Nueva África o en las propias Panteras Negras. En el Movimiento de Liberación Negra muchos intelectuales y activistas como Fred Hampton o Huey P. Newton reconocían los fundamentos materiales del racismo. De hecho, algunxs pionerxs del eslogan del Poder Negro, como Stokely Carmichael y Charles V. Hamilton, impulsaron la idea de “racismo institucional” para dar cuenta de una serie de prácticas, políticas e instituciones que fijan y perpetúan las condiciones para la superexplotación de la población negra. Por último, es importante situar los aportes de intelectuales como Stuart Hall, quien fue uno de los fundadores de los estudios culturales y además consideró la interrelación existente entre el racismo y la articulación de los modos de producción.
Estos trabajos de la tradición radical negra tuvieron un impacto considerable sobre el pensamiento crítico indianista de los Andes, especialmente en el análisis sobre la relación raza-clase en Bolivia realizado por Fausto Reinaga que, inspirándose en la idea del Poder Negro, planteó la necesidad de un Poder Indio. Así mismo, los aportes de los feminismos negros marxistas de autoras como la afroamericana Angela Davis o la santalucense Rhoda Reddock complejizan las teorías de los feminismos marxistas occidentales basadas en el análisis del trabajo doméstico y las tareas reproductivas, evidenciando cómo las mujeres racializadas negativamente, además de ello, continúan inmersas en labores productivas bajo una lógica de superexplotación capitalista. Estas autoras critican las perspectivas liberales de la interseccionalidad, basadas en el impacto de múltiples ideologías de raza y género sobre un mismo sujeto, y en su lugar estudian la división racial y sexual del trabajo que define la posición estructural que ocupan las mujeres racializadas negativamente en el proceso de acumulación de capital.
2. La cuestión campesina
La composición de la fuerza de trabajo en muchos territorios periféricos era fundamentalmente campesina. Si abandonamos las nociones de “atraso”, y por tanto descartamos la idea de que las poblaciones campesinas son esencialmente “pre-capitalistas”, se necesita resolver un problema teórico y metodológico de dimensiones considerables; a saber, el de explicar cómo estxs campesinxs, que controlan medios de producción (fundamentalmente la tierra) y no son contratados por nadie, son igualmente superexplotadxs por el capital. Entre las complejas respuestas que se han dado a esta cuestión, citaremos dos. La primera es la de Harold Wolpe, que teorizó la relación entre producción campesina y trabajo asalariado superexplotado como articulación de modos de producción en la Sudáfrica del apartheid (el sistema era similar en gran parte del África austral). Según Wolpe, las porciones de territorio reservadas para las poblaciones negras garantizaban la satisfacción de parte de sus necesidades materiales gracias a la actividad campesina, lo que a su vez permitía a los dueños de las minas y las industrias que les contrataban por temporadas rebajar los salarios muy por debajo de lo que hubiera sido necesario para cubrir la totalidad de esas necesidades.
Los análisis de los marxismos del Sur no son sólo aportaciones a la comprensión de problemáticas locales; son aportes universales necesarios para un análisis totalizante del capitalismo a nivel mundial
Sin embargo, Wolpe seguía considerando que, en su vertiente campesina, la actividad de estxs trabajadorxs es esencialmente precapitalista, lo cual no es el caso en la mayor parte de África, pues su producción está en gran parte orientada al mercado. Otrxs autorxs como Sam Moyo, y en general toda la tradición marxista de estudios campesinos del Sur, han explicado que lxs campesinxs trabajan en unas condiciones moldeadas por los estados imperialistas y producen para un mercado capitalista, también controlado por las potencias del Norte. El resultado es que, aunque no sean asalariadxs, estas condiciones truncan la transición del modelo de producción agrícola y abocan a lxs campesinxs a niveles cada vez más altos de auto-explotación. No obstante, lejos de estar esperando a transformarse en proletarias para rebelarse, en el siglo XX las mayorías campesinas de las periferias se convirtieron en el principal sujeto revolucionario en muchos territorios. Fueron grandes intelectuales africanxs, como Amílcar Cabral, quienes teorizaron sobre este radical cambio de paradigma en torno a la cuestión del sujeto revolucionario porque, como dijo Frantz Fanon, son “los condenados de la tierra, los que no tienen nada que perder y todo que ganar”.
Marxismo
El marxismo negro y la descolonización de la economía política
Reflexiones finales
En definitiva, es en las periferias donde se han producido algunas de las más importantes reflexiones del pensamiento crítico a nivel mundial. Dado que la relación centro-periferia y la superexplotación son fundamentales para explicar las trayectorias globales de acumulación, los análisis de los marxismos del Sur no son sólo aportaciones a la comprensión de problemáticas meramente locales; muy al contrario, son aportes universales necesarios para un análisis totalizante del capitalismo a nivel mundial. Es decir, no es posible comprender el capitalismo, y por tanto no se pueden articular resistencias y alternativas netamente revolucionarias, sin las contribuciones de los marxismos del Sur. Sus ideas son imprescindibles para pensar problemáticas actuales, como las formas específicas de explotación de la fuerza de trabajo migrante y racializada negativamente, el papel imperialista de las empresas occidentales en el Sur, o las divisiones existentes entre lxs trabajadorxs por su color de piel en el campo o en la ciudad. Los discursos que plantean el racismo como parte de las políticas de identidad y del reconocimiento tienden a considerar que es posible terminar con éste sólo por medio de la educación, el respeto y el trabajo introspectivo sobre las actitudes personales, oscureciendo así las múltiples formas en que la superexplotación racializada y la extracción de recursos de los territorios del Sur han sido y continúan siendo imprescindibles para la supervivencia histórica de las sociedades occidentales modernas. Lamentablemente, las aportaciones de los marxismos del Sur son todavía muy desconocidas, debido en gran parte a la persistencia de una visión exotista sobre la producción intelectual en los territorios periféricos, a cuyxs autorxs se alaba por su praxis revolucionaria mientras se desdeña su producción intelectual. Aunque aún quede mucho por investigar, esperamos modestamente haber contribuido a la difusión de algunas de sus imprescindibles ideas.
Nota final. Los autores de este texto coordinan un curso en modalidad híbrida, presencial y online, sobre Marxismos del Sur en la Universidad Complutense de Madrid que comenzará en febrero de 2022, contando con la participación de un nutrido grupo de profesorxs provenientes de América Latina, Europa, África y Asia, con sólidas trayectorias intelectuales y militantes en sus territorios. Más información e inscripciones en: http://marxismosdelsur.wordpress.com.