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Un léxico es una colección de palabras que hacen mundo, configuran una lengua, un campo. Con este proyecto, Hacia un léxico de los usos (Bau Ediciones y Ediciones Campo Adentro, 2023), Stephen Wright plantea reconstruir los cimientos del mundo del arte contemporáneo en Occidente. El libro, en forma de vocabulario, se presenta como una suerte de renovación conceptual que busca desplazar la sensibilidad estética del arte por arte hacia una fundamentación centrada en los usos del arte. Este enfoque permite percibir y nombrar prácticas concretas que se abren a la imaginación radical, pero también al reconocimiento de huellas de unas «tradiciones rebeldes» —que diría Fruela Fernández a hombros de E. P. Thompson—, opacadas por la lógica del progreso, que han posibilitado sostener históricamente la vida en común, fundamentalmente formas culturales, costumbres y creaciones basadas en el uso y la reapropiación.
En las últimas décadas, al calor de las múltiples crisis ecosociales, hemos visto florecer diversas iniciativas y proyectos artísticos que buscan recuperar este espíritu de los comunes históricos, pero —como apuntaban las compañeras en la asamblea de la Confederacy of Villages durante la documenta fifteen— cabe preguntarse si podemos reproducir esta forma sin la vida que la sostiene: sin un pueblo que conforma la aldea, sin una comunidad que acuerda sus comunales.
Hacer memoria implica recuperar los saberes femeninos, campesinos y todo aquel/lo que no era reconocido como humano, saberes que fueron brutalmente erradicados por el despotismo ilustrado y el capitalismo colonial
Al igual que hizo Raymond Williams en los años setenta del siglo pasado con su vocabulario de la cultura y la sociedad, este libro ampara el espíritu de reconocer, a través de «palabras clave», la ambivalencia, complejidad y potencia de los usos del lenguaje. Los conceptos arraigados en la «cultura experta» modernista, explica Wright, han expulsado al olvido términos y modos de uso que aquí son reutilizados/hackeados/apropiados/recuperados. Como nos recuerda Silvia Federici, no debemos olvidar que esta modernidad europea es hija de la quema de brujas, las expropiaciones masivas de los pueblos y el capitalismo colonial que opera desde el siglo XVI. Hacer memoria implica recuperar los saberes femeninos, campesinos y todo aquel/lo que no era reconocido como humano, saberes que fueron brutalmente erradicados por el despotismo ilustrado y el capitalismo colonial.
Esta colección de palabras, por el contrario, al descentrar el sujeto y situar su eje en el uso, desborda el marco normativo (del varón, blanco, burgués), y se presta a una cultura de «acompañar/hacer con». El sentido de las palabras no se puede separar, en consecuencia, de la condición relacional y dialéctica de sus usos. Importa la relación entre las palabras que hacen mundos y los mundos que hacen palabras: unos y otros se afectan formando una red inmensa de relaciones y significados que no quieren, ni deben, cerrarse por completo. Esta operación, a la que Wright llama el «espíritu usuario», hace referencia a las prácticas intencionales de quienes hacen uso. De modo breve, nos gustaría proponer en este sentido al menos tres operaciones de uso de este Léxico: la sensibilidad de los procesos colaborativos, el acto de la traducción, y la ampliación de la noción de usuarias a lo no-humano. Sin olvidar que se trata, finalmente, de seguir el imperativo de construir un soporte de prácticas que permita generar un entorno acogedor de/para el arte. Es decir, un arte entramado con la vida, capaz de nutrir y nutrirse de la vida.
Las formas de trabajo que se pusieron en juego para editar esta obra son muestra de la potencia de las prácticas usológicas en el sentido de que se desplegaron metodologías basadas en el trabajo colaborativo. Entendemos lo colaborativo como una modalidad de relación, pero también como un indicador de ciertas sensibilidades ético-políticas que —como reflejan Estalella y Sánchez Criado— promueven formas organizacionales y modos epistémicos distintivos. El proceso de traducción colaborativa comenzó en 2017 en Can Serrat– Xarxaprod y se completó en el entorno de campo adentro en el invierno de 2022. La trashumancia de este proceso de traducción tuvo lugar gracias a la participación de Elia Rita Cervera en la Escuela de pastores y concluyó tras la participación de Stephen Wright en una sesión que sentó las bases teóricas para la academia de campo adentro.
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En la reunión inicial para «hacer uso» de este libro, el proceso de lectura y traducción grupal se enfocó en la experimentación en torno a la propia reflexión antropológica sobre el trabajo de las traductoras. En un segundo momento, imbricado en dos acciones formativas muy distintas (la Escuela de pastores y la Inland Academy), se trataba de reflexionar sobre el modo en el que la utilidad del arte, o las prácticas artísticas a escala 1:1, se territorializan en proyectos como la propia Escuela de pastores, la infraestructura para el rebaño urbano en la Casa de Campo de Madrid, la recuperación de una aldea abandonada para la producción colectiva agraria y artística en los Picos de Europa o los propios trabajos y desarrollos personales y colectivos de las usuarias de la academia.
Por otra parte, al definir la «inactividad creativa», Wright propone que la «traducción» es, en sí misma, una práctica usuaria, y el uso, una forma de traducción. La traducción no deja de ser una forma de uso: trabajar con lo que hay disponible, darle una nueva vida. Las usuarias son traductoras, señala Wright, trasladan lo que encuentran de un idioma a otro y, aunque traducir puede ser una tarea ardua y aparentemente pasiva, es un acto creativo; se trabaja con lo que hay disponible en lugar de sentirse obligada a añadir algo más.
Al traducir, señala Cristina Burneo, tenemos que dar cuenta de nuestras propias lenguas interiores, de los aprendizajes de la infancia, de las incertidumbres en que nos sitúan ciertos textos cuando no llegamos a sus zonas insondables. ¿No se podría señalar, desde esta perspectiva, que toda traducción tiene algo de bastardo? Traducir—escribir—re-escribir—re-crear. Si la traducción abre un lugar de indeterminación, entendemos que la traducción de este léxico del inglés al español representa un gesto que se reconoce en la contradicción, la complejidad y la subversión, esto es, en el «bastardismo» al que hace referencia María Galindo, en el sentido de que se trata de un gesto que siempre es impuro, no acabado, por rehacer. Se podría hablar, entonces, de una cadena de traducciones que enlaza el léxico en inglés con nuestra traducción y con las traducciones de las usuarias: de un texto, una palabra, una cadena de palabras, una imagen o un sonido.
Confiamos en un uso del léxico que sea capaz [...] de dar cabida al surgimiento de mundos del arte hospitalarios para todas las entidades humanas sin exclusión, y para aquellas entidades y especies más que humanas con quienes compartimos un planeta herido
Vinculado a lo anterior, nos gustaría volver a la noción de usuaria con el fin de proponer una ampliación del concepto a entidades humanas y más que humanas y a los objetos a los que se les ha negado, durante siglos, una agencia. Pensamos que, en tiempos de incertidumbre, crisis y exterminación global, extractivismo globalizado y globalizante, en los que las aguas del mar Mediterráneo son fronteras que asesinan en nombre de los Estados nación, quizás es preciso empezar a nombrar/sentir comprometidamente y de otras maneras.
Confiamos, en este sentido, en un uso del léxico que sea capaz de abrir la posibilidad de dar cabida al surgimiento de mundos del arte hospitalarios para todas las entidades humanas sin exclusión, y para aquellas entidades y especies más que humanas con quienes compartimos un planeta herido. De este modo, se puede señalar que el objetivo del léxico es, por una parte, desplazar la estética de la «finalidad sin fin» planteando, como se señalaba en la convocatoria de Can Serrat, la potencia de «un arte sin obra, sin artista y sin espectador, un arte que evade deliberadamente el horizonte del acontecimiento» y, por otra, buscar una sensibilidad en la que tratamos de crear condiciones de posibilidad de cambio social, a través de la apertura que nos ofrece un arte útil en nuestros contextos.
¿Cuáles son las implicaciones de poner en crisis una noción de usuaria centrada únicamente en lo humano? Entendemos que «descentrar lo humano», como dicen Comunidad Catrileo+Carrión, es una estrategia que nos permite explorar la imaginación para establecer relaciones que no impliquen una jerarquía donde la noción universal del
Hombre se pone como una antítesis de la Naturaleza. Para ello, Vinciane Despret propone hacer que se bifurquen los porvenires, construirse en historias que hacen crecer, esto es, diseñar relaciones más que humanas. Fabular. Pero también nos recuerda que las interrelaciones por imaginar nos exigen prestar atención a las maneras de decir. Las maneras de decir, esto es, los modos de nombrar, los conceptos que utilizamos en contextos concretos, ratifican maneras de hacer y de ser.
Reconociendo palabras que hacen mundos comunes, frente a la naturalización del mundo social y frente al ensimismamiento que todo poder insufla al conocimiento, pensar desde los usos nos sitúa en el camino de —diría ¿Agustín García Calvo?— lo palpable, lo concreto y lo vivo. Por tanto, creemos que una práctica no antropocéntrica del concepto de «usuaria» se ha de acompañar de la necesidad de hacernos responsables de las relaciones y los vínculos concretos que generamos a través de los usos, porque lo que cuenta —como dice Donna Haraway— es cuáles narrativas cuentan narrativas y cuáles conceptos piensan conceptos.
Confiamos en un vocabulario cuyos usos sean capaces de generar modos de interferir categóricamente para cambiar las preguntas y dinamitar los consensos previos del humanismo-arte-humanismo-arte-humanismo-arte.
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