We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Medio rural
¿Y la tierra para cuándo?
Desde hace ya mucho tiempo, a nivel global y en el mundo rural en particular, han coexistido las luchas por los derechos de las trabajadoras y trabajadores asalariados, y la lucha por el acceso a la tierra, cobrando uno u otro mayor o menor importancia en función de diversos factores del contexto histórico.
En el punto en que estamos, parece haber diversos factores propulsores de las luchas por los derechos laborales.
En la última década, el trabajo asalariado en el mundo rural ha ascendido en casi 80.000 personas, mientras que el trabajo autónomo ha bajado en, aproximadamente, 60.000. En 2008, las personas asalariadas superaron a las autónomas, año a partir del cual las primeras han seguido una tendencia creciente, al contrario que las segundas. Hay cada vez más personas trabajando para otras en el campo, más personas que se ven beneficiadas por las victorias de las luchas sindicales.
¿Este aumento progresivo del proletariado rural, con los demás elementos del contexto presente, podrá restar espacio a la preocupación por el acceso a la tierra?
La correlación de fuerzas en las pugnas por la distribución de la tierra no es la mejor. Ahora las explotaciones de menos de cinco hectáreas superan ligeramente la mitad del total de explotaciones; la mediana explotación (entre 5 y 70 hectáreas), alrededor del 40%; la gran explotación (entre 70 y 500 hectáreas), algo menos del 10% y la propiedad latifundista, el 0,44%. Sin embargo, la superficie cultivable de cada grupo de explotaciones es, respectivamente, del 4,35%, 32%, 46% y 17,6%. El socialcomunismo ha llegado a España.
No hay que dedicar demasiadas horas de estudio para sacar conclusiones en lo que a acumulación desigual de la tierra se refiere. Mas del 60% de las explotaciones son pequeñas y medianas, pero la superficie cultivable que abarcan queda lejos de la mitad del total. Esta acumulación no es estática, sino que sigue una tendencia creciente. Por ejemplo, entre 1999 y 2009 ha aumentado en un 18% la media del tamaño de las explotaciones, y este incremento se ha concentrado entre las explotaciones de tamaño medio-grande. Laissez faire, laissez passer (dejen hacer, dejen pasar).
Esta distribución no refleja facilidades para acceder a la tierra, ni que el camino para lograrlo tenga pocos obstáculos. Este escenario nos sitúa bastante lejos de la accesibilidad de muchos medios de producción, de la soberanía alimentaria, de la autonomía, y de la libertad, al fin y al cabo.
No tenemos aún muchas respuestas, pero podemos preguntarnos qué objetivos queremos seguir y de qué modo. Como preguntarnos qué prioridad queremos darle a la lucha por el acceso a a tierra, o para qué hacer hacerla accesible a todas las personas, ¿para comer?, ¿para producir y vender? O de qué modo queremos hacerlo. ¿Mediante la pequeña propiedad privada, los autónomos del campo? Desde luego, esta opción es la que se presenta como más imaginable en se conversaciones cotidianas, por ser la que ya hay, porque contener suele ser más sencillo que reconfigurar. Es también la que buena parte de la izquierda reivindica, lo que resulta comprensible frente a la acelerada pérdida de pequeñas propiedades. Pero dice mucho del ciclo histórico que vivimos el que las formas de propiedad colectiva, comunal, tengan una presencia débil en el imaginario de la mayoría de las personas y el que tampoco tengamos pocas organizaciones y movimientos de referencia en este ámbito.
Por todo esto, quizá sea este un buen momento para plantearnos qué papel queremos que tenga la lucha por el acceso a la tierra a día de hoy, y no hay pocas experiencias donde podemos mirar para encontrar luz. En este sentido, el movimiento Liberación de la Madre Tierra del pueblo nasa en el norte del Cauca, Colombia, es un actual y alentador ejemplo. Entre 2015 y 2020 liberaron 4.000 hectáreas de tierra, de todas las que han sido desposeídos por grandes propietarios, desde la colonización hispana hasta los tiempos presentes, que han convertido sus campos en mares de monocultivos que no sirven para satisfacer las necesidades de la población de estas zonas. Es una mínima parte del total, pero supone un importante síntoma de la viveza de este movimiento y de la profunda organización que este pueblo ha desarrollado y continúa desarrollando. Y junto con esto, otras tantas experiencias de otras partes del mundo y de otros momentos históricos.
La historia no se para aunque algunos movimientos sí lo hagan. Las fuerzas contrapuestas, con intereses antagónicos, siguen tensando hacia un lado u otro, con más o menos conciencia, pero tensan. Y el incremento progresivo de asalariados en el campo provoca, naturalmente, una mayor presencia de las luchas laborales, lo que aunque no conlleve persé un riesgo para las luchas por el acceso a la tierra, sí les afecta. También les afecta, aunque negativamente, la creciente acumulación de tierra en cada vez menos manos. Y el que estos efectos vayan en una u otra dirección, tendrá mucho que ver con las respuestas organizadas que seamos capaces de construir.