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Cine
Romper el ‘mito del violador’ a través de las narrativas audiovisuales
Después de ser violada con dieciséis años por un compañero de instituto, a Martha Coolidge le preguntaron en más de una ocasión si en realidad no lo llegó a disfrutar un poco. Ella siempre respondió que no, pero ese cuestionamiento fue provocando la duda en ella y, posteriormente, la culpa. A Martha le costó cuatro años identificar que lo que había ocurrido fue una agresión sexual, y otros ocho atreverse a filmar Not A Pretty Picture, un híbrido entre documental y narración en el que podemos ver cómo la directora recuerda su propia agresión. A través de esta doble mirada —la que filma y la que ha vivido aquello que es filmado— la directora aborda la cultura de la violación y cuestiona el lugar desde el que se narran este tipo de violencias. La película fue estrenada en el año 1976, y ahora llega por primera vez a los cines españoles —restaurada en 4K— con un discurso político sobre los abusos y las agresiones que sigue muy presente en las narrativas contemporáneas.
Como si de un espejo se tratase, pero separada por casi cincuenta años de distancia, este mes de marzo también se estrena en cines How To Have Sex, una película dirigida por Molly Manning Walker que, inspirada en sus propias vivencias de la juventud, sigue a un grupo de tres chicas adolescentes —también de dieciséis años— en un viaje de verano marcado por la fiesta, el alcohol y el sexo. En ella, su protagonista, Tara, vive una experiencia muy similar a la de Martha, y la película comparte esa mirada que cuestiona cómo debe comportarse la “víctima perfecta” y visibiliza las dinámicas de actuación que llevan a cabo los agresores.
Tanto ‘Not A Pretty Picture’, estrenada en 1976 y restaurada ahora, como ‘How To Have Sex’ cuestionan cómo debe comportarse la “víctima perfecta” y visibilizan las dinámicas de actuación que llevan a cabo los agresores
Que la violación debe ser violenta, que si “sobrevives” a ella —es decir, que no eres asesinada— entonces ya no es una violación, o que existe un modelo prototípico de violador —normalmente extranjero— son algunos de los mitos que envuelven a esta cultura de la violación de la que habla Raquel Miralles, cofundadora de crisi, espacio de pensamiento crítico en Barcelona, e investigadora en temas relacionados con los feminismos. Dice Miralles que en la película de Coolidge “se despliegan toda una serie de normas de género y de mitos muy arraigados, y es interesante ver cómo estos van apareciendo a través de la palabra, de la interpretación y del propio cuerpo”, lo mismo que sucede en el film de Manning Walker.
Ambas películas reflejan, por ejemplo, eso que el actor que interpreta a Curly, el agresor en Not A Pretty Picture, llama “violación adolescente”. Un tipo de encuentro sexual entre dos personas heterosexuales en el que la joven no da su consentimiento, pero él considera que tiene una “necesidad” sexual que satisfacer, y por ello la fuerza con la idea de que ella también acabará disfrutando. A la hora de interpretar su papel, este actor se pregunta dentro de la propia película si “tiene que actuar como uno de esos adolescentes o como un depravado”. Bajo su mirada, lo segundo es inmoral, pero lo primero es algo habitual en el comportamiento de los adolescentes de su época. Esto se muestra en una escena en la que ensayan la agresión, donde se puede observar cómo “el actor sigue sus propias intuiciones y sus propias estrategias aprendidas en torno a una sexualidad que no ha sido pensada y no está atravesada por el consentimiento. […] El actor va desplegando sus intuiciones sobre cómo lo haría él, y se ve cómo entiende la violación casi como una seducción”, analiza Miralles.
Esta dicotomía entre el agresor visto como un monstruo o como un hombre común nos lleva de vuelta al caso de violación múltiple de Pamplona, que estos días volvemos a recordar con el estreno en Netflix del documental No estás sola: la lucha contra La Manada, dirigido por Almudena Carracedo y Robert Bahar. Este ejercicio audiovisual busca, en palabras de su directora, “crear memoria y generar reflexión” acerca de los juicios sociales y mediáticos en torno a los casos de violación. La periodista Ana Requena Aguilar, que forma parte de los testimonios del documental, habla sobre cómo es posible “que los cinco agresores tuviesen una idea prototípica de lo que es un violador y no se identificasen con ella”, de una forma similar a lo que les ocurría a los agresores en las ficciones de Coolidge y Manning Walker.
El auge de las narrativas sobre la cultura de la violación
A estos tres filmes sobre la cultura de la violación se les suma el estreno —el próximo 15 de marzo— de Hotel Royal, dirigida por Kitty Green, quien también abordó el tema de los abusos en The Assistant (2019), y la película francesa Le Consentement, que se estrenará el 5 de abril, dirigida por Vanessa Filho, y basada en la historia de abuso que vivió la escritora Vanessa Springora, quien ya la contó en una novela autobiográfica publicada en el año 2020 con el mismo nombre.
El hecho de que se estén estrenando tantas narrativas sobre abusos y agresiones sexuales —basadas, además, en historias reales—; que estos productos culturales, a su vez, estén ganando premios, y que se esté generando una discusión en torno a ellos es indicativo de que, poco a poco, se está resquebrajando el silencio y rompiendo el estigma que durante tantos años ha envuelto a los casos de violación. Esta es, precisamente, una de las cosas que caracteriza al documental sobre el caso de Pamplona. En relación a esto, Carracedo afirma en una entrevista para este mismo diario que lo que buscaban era hacer una “deconstrucción de lo que ocurrió, de la repercusión mediática, la repercusión judicial y la repercusión en las calles. Porque lo que distingue a este caso de otros miles de casos diarios de violencia sexual contra las mujeres es la repercusión que tuvo y cómo las mujeres se movilizaron”. No fue el acto en sí, sino toda la respuesta, la movilización y el apoyo feminista que se desencadenó después.
Pese a la necesidad de estas representaciones ha habido reacciones como la del escritor José Francisco Montero, que criticaba la “noción totalitaria” del “punto de vista femenino”
Por otro lado, también queda a la vista la necesidad de estas representaciones cuando siguen existiendo críticas por parte de algunos miembros del sector cinematográfico —y de otros sectores—, como la que hacía hace unos días el escritor José Francisco Montero en relación a un editorial de Jara Yáñez titulado Cine y consentimiento sexual, en el que se vinculaban varios de estos estrenos en torno al abuso. Montero, por el contrario, criticaba la “noción totalitaria” del “punto de vista femenino” a la que, según él, se está sometiendo el cine actual por seguir perpetuando estas narrativas. En respuesta a esto, Miralles opina que “este tipo de críticas abordan las películas como una abstracción, y eso es profundamente equívoco. Las películas muchas veces tienen conexión con la actualidad y […] por ahora son temas que no están agotados. A pesar de que en términos de derechos estemos avanzando, todavía hay significados y mucha norma de género aprendida que, inevitablemente, hace que sigan apareciendo películas con los mismos temas, y mismas maneras de abordar esos temas”.
Sin embargo, aunque necesario, es cierto que como espectadoras y espectadores tampoco debemos ignorar el lugar y el momento que ocupan todos estos productos culturales, los cuales, habitualmente, se acaban concentrando en el mes de marzo, a propósito de las reivindicaciones por el 8 de marzo. Tal y como indica Miralles, “parece que solo se puede hablar de feminismos en unos términos concretos, como es el caso de la violencia contra las mujeres, mientras que hay muchos otros temas a los que no se les da el mismo espacio, como, por ejemplo, la genealogía del aborto en este país, una parte de la historia que parece que hemos olvidado”, y recomienda como un ejemplo de buena praxis “un capítulo reciente del podcast Ciberlocutorio dedicado a las jornadas feministas estatales que tuvieron lugar en el año 1985”.
Por lo tanto, queda claro que, aunque las representaciones audiovisuales que desmitifican la figura del violador siguen estando vigentes y siguen siendo necesarias, también hay que buscar otras representaciones y narrativas que lleven los debates más allá, y que, por supuesto, tengan lugar a lo largo de todo el año.