Cine
Dos miradas artísticas a nuestro planeta-basura

La programación del Festival Internacional de Cine Independiente L’Alternativa, un certamen veterano de la escena audiovisual barcelonesa, vuelve a hermanar la sensibilidad política y la indagación formal. Las películas internacionales que se proyectan consiguen acceder muy raramente al circuito de los cines comerciales, y a menudo se vuelven invisibles una vez han cumplido su ciclo de vida en los festivales especializados. Aunque tengan el interés de propuestas como Oeconomia o Luz por todas partes.
Este año, varios filmes coinciden en cuestionar nuestro encaje con el medio ambiente. Obras como Suro o Los saldos lo hacen a través de historias sobre el deseo o la obligación de ‘volver a la naturaleza’ a través del retorno al mundo rural. Dos de las propuestas más destacadas de la sección oficial, las excelentes Geographies of solitude y Matter out of place, abordan de una manera inhabitual los horrores vinculados con el maltrato del planeta en forma de tsunami de residuos plásticos y otras basuras.
Globos en el paraíso
La figura de Zoe Lucas, una naturalista que había pasado cuarenta años residiendo en una pequeña isla en la costa canadiense, Sable Island, se convierte en el punto de partida de Geographies of solitude. No estamos ante un retrato psicológico de una investigadora vocacional. Lucas tiende a centrarse en explicar sus actividades cotidianas en un privilegiado paraje natural donde recalan las focas y donde habitan manadas de ponis salvajes.
Raramente vemos el rostro de la protagonista, cubierto por sombreros o por su propio cabello. Es mucho más constante la presencia de su voz. Poco a poco, nos muestra cómo la (in)civilización humana llama constantemente a la puerta del locus solus donde reside. Llama al ritmo del oleaje de un mar que escupe mil y un residuos: bolsas, globos y todo tipo de objetos; peces con los estómagos repletos de plástico y animales recubiertos de petróleo.
‘Geographies of solitude’, la película de la realizadora canadiense Jacquelyne Mills, no es un reportaje sobre la naturaleza que resulte fácilmente mercantilizable
La película de la realizadora canadiense Jacquelyne Mills no es un reportaje sobre la naturaleza que resulte fácilmente mercantilizable. Los paisajes y los animales (como los característicos ponis salvajes de la isla) se filman sin esa vocación periodística que lo convierta en aptos para el consumo televisivo. Y aunque el filme proyecte un cierto aliento poético, su autora parece rehuir las inercias de la nostalgia hipster hacia una naturaleza idealizada. Eso sí: Mills complementa y embellece el resultado con la irrupción ocasional de procesos fotográficos experimentales y con el acompañamiento de músicas que parten de los sonidos y movimientos de diversos animales.
El resultado es un artefacto reminiscente de las maneras de la música ambient conceptualizada por Brian Eno. Una obra construida con pocos elementos, de narrativa y evolución mínima, con un cierto gusto por la repetición o la variación sutil. Puede impacientar, pero también acogerse como una experiencia sensorial y paisajística en la cual extraviarnos gustosamente. Y convertirse en una experiencia bella, inquietante, potencimente transformadora. Una de esas películas que puede cambiar la manera de mirar el mundo que tiene la audiencia (presumiblemente reducida) que la va a ver, aunque sea durante un rato, aunque posteriormente el mundo del crecimiento económico infinito, de la prisa, de los envases de plásticos que son tan prácticos, del antropocentrismo desnortado de creerse solos en un planeta que lo resiste todo, vuelva a arrastrarnos. En este aspecto, el visionado puede verse como una vigilia lúcida dentro del sueño neoliberal de productivismo ilimitado.
Una marea de residuos
Si Geographies of solitude termina siendo una película sobre la omnipresencia de los residuos plásticos, y sobre el alcance planetario de las consecuencias ecológicas de nuestros modelos de producción y consumo, Matter out of place comienza con decadentes imagenes de un paraje natural colonizado por envases y residuos. El realizador austriaco Nikolaus Geyrhalter continúa con sus documentales observacionales construidos a través de planos estáticos. Contemplan de manera aparentemente impasible, pero implícitamente acusatoria, las vergüenzas del capitalismo neoliberal globalizado.
La anterior película de Geyrhalter, Tierra, mostraba la alteración brutal y acelerada de la tierra para extraer recursos naturales que vender o para convertirla en un activo que vender en el mercado de la vivienda. Provocaba vértigo la velocidad con la que operaba una cantera de mármol en Italia o cómo se hacían desaparecer unas montañas para impulsar una promoción inmobiliaria en California. Como Tierra, Matter out of place es un documental extremadamente lacónico. No solo no hay un dispositivo periodístico que dirija al espectador, sino que ni siquiera se indica a lo largo del visionado qué localizaciones está filmando un Geyrhalter que vuelve a viajar por diversos países y continentes para hallar sus localizaciones. Solo hay un texto inicial que explica el concepto que da título al filme: “Materia fuera de lugar es cualquier objeto o impacto no nativo en el medio ambiente cercano”.
Entre las pocas palabras, emergen muchas ruinas. En este aspecto, el resultado sintoniza con otra obra del realizador, Homo sapiens, que explora los lugares solitarios que ha dejado atrás la desindustrialización. En Matter out of place se muestra cómo una caravana de camiones de basura en Nepal transporta una enorme ‘cosecha’ de residuos, se filma cómo más y más deshechos se incineran en una planta de residuos austríaca. También se contempla largamente un proceso de triturado de materiales.
En ‘Matter out of place’, Geyrhalter parece insinuar que, en más de un contexto, quiza la materia fuera de lugar es el mismo cuerpo del ser humano y su mochila de residuos
Entre estas escenas, el realitzador intercala visitas a una estación de esquí en las montañas austriacas, a un resort turístico en bellas playas de las Maldivas, a un festival de música en el desierto de Nevada. Todos ellos pueden considerarse intrínsecamente fuera de lugar, además de que su misma existencia implique la aparición de gran cantidad de basura. Yendo más allá, Geyrhalter parece insinuar que, en más de un contexto, quiza la materia fuera de lugar es el mismo cuerpo del ser humano y su mochila de residuos.
El resultado llega a transmitir una cierta desolación ante esta imágenes de grupos humanos infestando el planeta mediante residuos que a menudo no son biodegradables y que, a diferencia de esos excrementos y esos cadáveres de poni que se integran en el ecosistema de Sable Island, enrarecen o sabotean el ciclo biológico de la vida. De las imágenes captadas por el documentalista austriaco se extrae un cierto abatimiento, pero también la afirmación (o reafirmación) de una necesidad urgente de actuar para que habitemos la Tierra en lugar de explotarla.
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