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Cine
La fotógrafa republicana Benjamina Miyar regresa del olvido en el documental ‘La calle del agua’
La cineasta Celia Viada Caso presentó su primer largometraje, que traza la vida y obra de esta fotógrafa asturiana represaliada por el franquismo, en la reciente 58 edición del Festival Internacional de Cine de Xixón.
La historia de Benjamina Miyar, que vivió entre 1881 y 1961, está inexorablemente unida a la fotografía y, como la de tantas otras, la oscuridad que cubrió España durante la dictadura fascista relegó su figura al olvido. Ahora, el documental de no ficción La calle del agua, de la asturiana Celia Viada Caso, ofrece una mirilla a través de la que se descubren esbozos de la vida de Benjamina como fotógrafa republicana a los pies de los Picos de Europa, en Asturias.
Cuando Viada se propuso encontrar una historia que contar en su primera película, tras meses documentándose, trabajaba en otro proyecto, con la idea de hablar de las mujeres silenciadas por el franquismo. Y entonces descubrió a Benjamina. O quizás, como ella dice en la cinta, fue Benjamina la que la escogió a ella. “Yo soy antropóloga visual, y el hecho de que ella fuera fotógrafa me atrajo muchísimo. También que Benjamina era del mismo pueblo que mi abuelo y que yo nunca había oído hablar de ella. En el momento en que la descubrí y pude ver algunas de sus fotos me cambió todos los planes y decidí que esta era la historia que tenía que contar”, explica Viada por videoconferencia.
Benjamina Miyar fue una persona independiente, que continuó el legado del negocio familiar, la relojería, y que aprendió fotografía de forma autodidacta. Nunca se casó ni tuvo hijos y vivió toda su vida en el entorno rural en el que creció
Nacida en el seno de una familia de relojeros y libreros, en la aldea de Corao, en el oriente asturiano, Benjamina fue una persona independiente, que continuó el legado del negocio familiar, la relojería, y que aprendió fotografía de forma autodidacta. Nunca se casó ni tuvo hijos y vivió toda su vida en el entorno rural en el que creció, en la finca familiar, muy unida a sus dos primas, Eloísa y Armida, también solteras y con inclinación por las artes, en este caso la pintura.
La primera foto hecha por Benjamina que tiene Celia actualmente es de 1914, y aunque de sus pertenencias apenas queda nada, sí que hay copias de fotos realizadas por ella en casa de los vecinos. La valiosa labor de recopilación de fotos antiguas llevada a cabo por Paco Pantín desde la asociación cultural del pueblo le facilitó mucho el trabajo a Celia, que también recurrió al Muséu del Pueblu d’Asturies y al Archivo Histórico de Asturias para documentarse.
“Benjamina dedicó a la fotografía toda su vida, es una fotografía bastante particular, tenía un estilo bastante propio, nunca salió del pueblo y siempre fotografió a la gente que la rodeaba, sus vecinos, pero aun así eran fotografías con mucha teatralidad, trabajaba mucho la composición, el atrezo, el vestuario, y hoy en día tienen un interés extra, además de lo etnográfico, también tienen esa parte más creativa”, dice Viada.
El documental se presenta como un diálogo unidireccional en el que la cineasta cuenta pasajes de la vida de Benjamina, mientras que algunos de los pocos negativos recuperados ilustran su historia. La narración es muy pausada y los silencios, en ocasiones largos, ofrecen espacio para la reflexión y tienen tanto peso como las palabras. A través de ambos recursos, Celia capta la esencia de aquello que ya no se puede saber, de lo que fue borrado, permitiendo al espectador hacer suyo el relato. La presencia del paso del tiempo es constante, sobre todo gracias al tictac acompasado de distintos relojes. Y es que la cinta se sitúa en un momento temporal esquivo, un limbo en el que la joven cineasta consigue detener el tiempo, en el que el pasado y el presente se rozan, sin tocarse.
“Empecé haciendo entrevistas y encontraba información muy contradictoria, como que muchas cosas no me las contaban, había mucho silencio, información que no coincidía con la oficial que yo encontraba en los archivos. Entonces me di cuenta que el formato entrevista no funcionaba para este documental porque, además, le quitaba a ella mucho protagonismo”, explica la directora. Cuando se percató de que no había suficiente material para hacer un retrato en profundidad de Benjamina, fallecida hace más de medio siglo, apostó por introducirse en la narración para reflejar esa búsqueda, esa historia que ella intenta recuperar.
“Es importante que nos demos cuenta de que hay mucho estigma y mucha fobia hacia lo rural, siempre se mira desde la modernidad y los ojos de lo urbano”, dice la directora Celia Viada
“Aquí siguen existiendo historias pequeñas, las que ya no se cuentan, se pierden por rincones a los que no podemos llegar”, comienza. En su narración, sensible y desgarradora a la vez, Viada se pregunta en algún punto qué hubiera sido de Benjamina si hubiese salido del pueblo, si se hubiera ido con sus hermanas a California, si hubiese vivido, como tantas otras mujeres artistas, en París. “Creo que es importante que nos demos cuenta de que hay mucho estigma y mucha fobia hacia lo rural, siempre se mira desde la modernidad y los ojos de lo urbano. Y, en cambio, me parece importante recordar esto, que las mujeres de los ámbitos rurales fueron unas mujeres súper modernas, tenían por ejemplo experiencias bisexuales como me dicen en el caso de Benjamina, que era fotógrafa, creadora, la ves cómo se vestía, cómo se divertía… Y a veces se nos olvida toda esa parte, tenemos tendencia a creer en lo rural como algo inferior, que las mujeres en lo rural están ocultas, sin visibilizar en muchos sentidos”.
El ser unas avanzadas a su tiempo, viviendo una vida que muchos entonces consideraban bohemia, les costó caro. Como Viada expone en el largometraje, “las mujeres de la calle del Agua eran consideradas solteras, raras, rojas, las brujas del pueblo”. Esa modernidad aplastada por la guerra y la dictadura se refleja en las imágenes, desde cómo se vestían, hasta cómo se representaban a sí mismas. “Es terrible lo que pasó con las mujeres creadoras en España”, dice Viada, y añade: “Las que realmente fueron conocidas fueron las que se fueron al exilio. Al margen de ideologías políticas, el franquismo se encargó realmente de machacar a las que se quedaron aquí. Y de ocultarlas, eliminarlas de la historia”.
Benjamina, que nunca ocultó su ideología republicana, estuvo vinculada a la guerrilla. En su casa se hacían reuniones clandestinas y dio cobijo a muchos de los fugaos de Asturias. Según recuerda Celia, todo el mundo le mencionaba a uno en concreto, Fernando Prieto, alias “Alegría”, cuya madre había trabajado para la familia de Benjamina. “En realidad, resulta que había muchos más que pasaban por su casa y la prueba está en las fotografías que hizo de ellos. Les fotografió con mucha cercanía, se nota que están posando para ella, un poco como actuando, hay bastante de recreación y juego en esas fotografías, me llama mucho la atención esa complicidad y ese papel que ella debió jugar”. Algunas copias de esas imágenes acabaron en los archivos de la Guardia Civil, otras, en el exilio en Francia.
“Hay muchas personas en Asturias, tantas mujeres que sufrieron, que lucharon, que hicieron cosas grandiosas, y nunca se ha sabido”, concluye la directora
Entretanto, Benjamina, que fue encarcelada hasta cuatro veces, vivió su madurez vigilada, soportando registros constantes en su casa, palizas y torturas. Sus primas, Eloísa y Armida, murieron en casa, de frío, la Nochevieja de 1963, dos años después del fallecimiento de Benjamina. “Ellas fueron mujeres muy valientes porque vivieron como quisieron y como pudieron, hay que recuperar estas historias porque nunca se hizo justicia, yo creo que Benjamina merece un poco de reconocimiento. Hay muchas personas en Asturias, tantas mujeres que sufrieron, que lucharon, que hicieron cosas grandiosas, y nunca se ha sabido”, concluye Viada.
La calle del agua, el primer largometraje de la cineasta asturiana, que ahora está trabajando en un libro sobre Benjamina, tuvo una acogida fulgurante en la reciente 58 edición del Festival Internacional de Cine de Xixón, en la que recibió siete premios, incluyendo el de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica a la Mejor Dirección, el del Público, y el de Mejor Guión de Película Española otorgado por el Jurado Cine Español.