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Economía feminista
“Todas las mujeres llevan velos delante de la cara, aunque algunos sean transparentes”
Ada Bazán es integrante de la Red de Mujeres del Mundo, una iniciativa promovida por la organización Quartiers du Monde (“Barrios del mundo”) que trabaja por el empoderamiento económico y la participación de las mujeres en Senegal, Marruecos, Mali, Colombia, Bolivia y Francia. Desde la red apuestan por la solidaridad sur-sur-norte, y por una perspectiva decolonial y antipatriarcal de las economías.
¿Qué tienen en común las mujeres de países tan diversos como Mali, Colombia, Bolivia o Senegal? Para Ada Bazán no es ningún acertijo: todas ellas enfrentan el mismo tipo de opresiones. “El machismo, el sexismo, el capitalismo y el colonialismo son comunes a todos los territorios”, afirma.
Bazán coordina la Red de Mujeres del Mundo, una iniciativa que trabaja con mujeres de estos países, además de en Marruecos y Francia, y que ha tenido presencia también en Brasil y el Estado español. Desde su experiencia en estos lugares, Bazán asegura que las violencias y restricciones impuestas contra las mujeres son siempre las mismas, aunque algunas sean más visibles, evidentes o brutales que otras.
“Cada mujer tiene velo ante la cara, aunque el de algunas es transparente y queda muy adentro. Algunas violencias son muy fuertes, como cuando hablamos de mutilación genital femenina en Mali. Su objetivo es quitar a la mujer la opción del placer y controlar la sexualidad de las mujeres, pero este objetivo también existe en otros lugares. ¿Cómo se llama en otros países? ¿Cuál es la estrategia del patriarcado en esos sitios? No es que no exista: es que en Mali es muy doloroso. Pero necesitamos ir más allá de aquello que es enorme, que es doloroso y que se ve, e identificar esos otros velos invisibles sobre los que también tenemos que trabajar”, expresa.
Con esta mirada, el trabajo de la Red de Mujeres del Mundo pretende huir del colonialismo y establecer conexiones sur-sur-norte, entre mujeres africanas y latinoamericanas, y también con mujeres francesas que viven en barrios populares.
“Cada sociedad trae sus reflexiones, sus avances y cuestionamientos. Esa relación entre sures es una relación horizontal y está despojada de toda mirada colonial. Las discusiones y los debates que se hacen en el sur cuestionan las líneas de colonialidad, y ayudan a gente del norte y del sur a ir avanzando en feminismo decolonial”, explica Bazán.Esto implica , sin embargo, convivir con diferentes posicionamientos y tabúes en función de cada territorio. “Cuando hablamos de aborto, por ejemplo, o de la propiedad de nuestro cuerpo, reconocemos el camino andado por compañeras marroquíes, senegalesas o malienses. Creamos espacios seguros para discutir, despojadas de esa idea de que ‘aquí no se puede’. Otros debates, como las cuestiones de orientación sexual e identidad de género, son casi inaudibles en estos países y solo se pueden desarrollar entre compañeras”, dice la coordinadora de la Red.
Otro gran tema sensible es el de posicionarse como feministas. Bazán explica que un 70% de las organizaciones de la red se definen como feministas, pero no siempre es fácil asumir esta identificación política en los países donde trabajan.
“Todas las organizaciones tienen los pies plantados en el feminismo y su método de trabajo, su propuesta transformadora, es aplicar la perspectiva de género, fortaleciendo a las mujeres para que ellas mismas transformen sus iniciativas y sus vidas, sus barrios, su liderazgo colectivo. Pero también los feminismos están mal entendidos a veces. Hay imaginarios muy fuertes porque el patriarcado está siempre metiendo ideas en contra, y por eso somos muy pedagógicas y tenemos mucho cuidado al tratar estos temas”, indica Bazán.
Los proyectos de las mujeres
El fortalecimiento de las iniciativas de las mujeres se traduce en muchos proyectos locales de empoderamiento económico. Por ejemplo, en Bolivia la red trabaja con tejedoras de lana de alpaca de la ciudad de El Alto, próxima a La Paz, que tienen dificultades para vender sus productos hechos a mano, porque compiten con chompas (rebecas) acrílicas que vienen de China y que son más baratas.
En Colombia, los proyectos de la red implican a agricultoras urbanas que cultivan verduras, especias y hierbas para hacer tisanas. Estas hierbas se envasan gracias a los tarros y frascos que recuperan las recicladoras de basura, que desde temprano en la mañana recorren Bogotá y rescatan residuos que puedan ser limpiados y reutilizados después. La red también apoya un proyecto de Bankomunal, es decir, de gestión de un fondo común para prestar a las organizaciones y colectivos, con reglas autogestionadas que permitan escapar de los intereses, requisitos, plazos y cláusulas de bancos y entidades financieras.
En Marruecos, los grupos de mujeres producen cuscús orgánico y hay también asociaciones de mujeres panaderas y costureras, mientras que en Mali se dedican a producir salsas de tomate y otras verduras, y mantequilla de maní para las comidas. “Allí todas las mujeres tenían su propio negocio pequeño, y lo que hemos conseguido es reducir los gastos, porque aumentamos el tiempo y el rendimiento del negocio colectivo. Además, el cultivo de estas frutas y verduras y su transformación en conservas favorece la seguridad alimentaria y genera una renta que permite a las mujeres ahorrar o hacer pequeñas inversiones como, por ejemplo, alquilar sillas y mesas para eventos en la comunidad”, cuenta Bazán.
En Senegal, por su parte, los colectivos de mujeres de la Red se dedican a la transformación de frutas en zumos, y también a hacer jabón. “Allí el desafío es que las mujeres hagan un proceso de jabón en frío y no usen soda cáustica, porque respirarla es perjudicial para ellas. El proceso pedagógico forma parte de estos trabajos, de estas cadenas de valores solo compuestas de colectivos de mujeres sembrando, cosechando, transformando, empoderando, mejorando el trabajo y los ingresos”, explica Bazán.
Trabajar también con los hombres
La principal dificultad que encuentra la Red a la hora de poner en marcha estos proyectos tiene que ver, nuevamente, con el machismo.
“Los hombres cobran a las mujeres el tiempo que ellas pasan fuera de casa. La lógica es que, si te vas, ¿qué vas a traer? Por ejemplo, cuando las mujeres quieren ir a talleres de alfabetización, se encuentran con que los hombres de su entorno les preguntan por qué salen, adónde van, cuándo regresan y qué les van a dar.... Empezamos a pensar, junto con organizaciones miembros de la red, cuál sería la puerta de entrada para trabajar con hombres que se quieran ir cuestionando”, dice Bazán.Se trata, explica, de trabajar sobre la construcción social de las masculinidades hegemónicas...pero esta terminología genera resistencias y no puede nombrarse en países como, por ejemplo, Marruecos. Entonces se buscaron nuevas vías, como la sensibilización sobre la violencia, a través de material pedagógico, piezas de teatro, grupos de jóvenes conversando en las plazas...
Otro eje de trabajo fue la invitación a los hombres a participar en las tareas domésticas, en la paternidad, en la corresponsabilidad en la sexualidad y en el amor... La idea está teniendo éxito y ya se han formado grupos como Men in Care, que agrupa a hombres implicados en las tareas de cuidados tradicionalmente asumidas por las mujeres.
Gracias a estas iniciativas, las mujeres ven cómo pueden acceder a emprendimientos que siempre han sido espacios de poder de los hombres en los barrios, o que han sido menospreciados por el hecho de ser regentados por mujeres. La red trabaja en el empoderamiento y el liderazgo de las mujeres, pero también con los hombres que están cerca de ellas, como padres, hermanos, tíos o esposos, para eliminar las barreras que dificultan su autonomía económica.
Bazán opina que, en todo el mundo, la economía capitalista ha sido uno de los bastiones de las masculinidades hegemónicas. “Y ya no queremos más esa economía que está dominando, destruyendo y abusando del planeta y de las personas. Por eso insistimos en que se cuestione este modelo económico actual, que tiene que ser feminista. La economía será transformadora cuando las personas quieran estar transformándose, y cuando los hombres piensen la economía de otra manera”, concluye.