Opinión
La salud, el nuevo reto de los movimientos sociales
Salimos a la calle porque somos los que cuidamos de la salud comunitaria y sobre todo sabemos que protesta y cuidado no están reñidos.
A penas llevamos un mes caminando hacia la “nueva normalidad” y desde los movimientos sociales nos hemos encontrado con innumerables “nuevas trabas”. Un nuevo virus se encargaba de trastocar todas las estructuras que sostenían y marcaban el rumbo de nuestras vidas. La salud tomaba un papel prioritario en nuestra cotidianidad, inundaba todas nuestras conversaciones, nos convertimos en “expertos” de la salud. Pero, ¿qué modelo y significado de salud esta organizando nuestras “nuevas vidas”?
El 14 de marzo se declaraba el estado de alarma con el fin de proteger la salud publica de los ciudadanos. El principal peligro para la salud pública era el contagio pues, ante un sistema médico precarizado, un contagio de una nueva persona suponía un respirador menos para una persona ya enferma. Había que evitar a toda costa que más cuerpos enfermasen, convirtiéndose este en el principal objetivo de la acción política y en el prevalente significado de la salud. Con estos acontecimientos se ahondó en la concepción de una salud entendida como la ausencia de enfermedad corporal y todo aquello que ponía en peligro el correcto funcionamiento del cuerpo se convertía en un peligro para la salud. Es en este punto en el que la salud se convierte en un desafío para los movimientos sociales pues, desde esta concepción de la salud, la acción de estos supone una “potencial situación de contagio” poniendo en peligro el correcto funcionamiento del cuerpo.
¿Es que el 8M no se encarga de defender la salud cada día del año? ¿Defender a las mujeres que han tenido que aguantar el confinamiento conviviendo con su maltratador no es defender la salud?
Esto lo comenzamos a presenciar con los furibundos ataques hacia el 8M. Haber congregado a millones de personas a lo largo de todo el Estado suponía que millones de personas podían haber estado en contacto con personas infectadas y haberse contagiado durante la movilización. De este modo se sitúa al 8M como un peligro para la salud, con campañas de criminalización mediáticas e intentos judiciales. ¿Es que el 8M no se encarga de defender la salud cada día del año? ¿Defender a las mujeres que han tenido que aguantar el confinamiento conviviendo con su maltratador no es defender la salud? ¿Defender la regularización de las trabajadoras del hogar no es defender la salud? ¿Defender una vida sin violencias no es defender la salud?
El siguiente caso lo vivimos a través del desalojo del centro social La Ingobernable. Tras la declaración del estado de alarma se paralizaban todos los procedimientos legales y administrativos. Bueno, todos no, parece ser que, para el Gobierno, el desalojo de La Ingobernable era una cuestión de prioridad para la defensa de la salud pública y el procedimiento administrativo debía continuar bajo cualquier circunstancia, incluso sin tener en cuenta las alegaciones interpuestas por el centro social. Otra vez más los movimientos sociales siendo atacados por suponer un peligro para la salud. Proveer de un espacio en la ciudad para la organización vecinal ante una crisis social y económica es salud. Transformar una ciudad depredadora en una ciudad que merezca la pena ser vivida es salud. Disponer de un espacio seguro en la ciudad para el ocio libre es salud.
Continuamos presenciando estos ataques con las convocatorias de #BlackLivesMatter tras el asesinato en Estados Unidos de George Floyd. Las redes sociales y las conversaciones se llenaban de discursos entorno a la “falta de responsabilidad” al convocar una manifestación en un momento “tan delicado” como este. Hasta que punto supone más peligroso para la salud de una persona la posibilidad de ser contagiado por el virus en una concentración o ser asesinado por un policía, o vivir con miedo día si y día también a que te lleven a una cárcel por el mero hecho de ser migrante, o que la falta de una regularización te impida ser atendido en cualquier centro medico. Pues salir a las calles por la defensa de las vidas racializadas es defender la salud de todos. De este modo se pone sobre la mesa la disputa entorno a la concepción de salud, hay colectivos sociales a los que el contagio y la puesta en peligro de su cuerpo no supone un miedo, pues su salud ya se encuentra mermada por las condiciones de violencia económica, machista o racista. Aquí es donde los movimientos sociales nos encargamos de generar infraestructuras para mantener las distintas estructuras que sostienen la vida y por tanto garantizan la salud de las comunidades.
Los movimientos sociales nos encargamos de generar infraestructuras para mantener las estructuras que sostienen la vida y por tanto garantizan la salud de las comunidades
Aunque las personas que habitamos estos espacios conozcamos las implicaciones que tienen nuestras acciones en la salud comunitaria tenemos que comenzar a repensar como actuamos y como enunciamos nuestras acciones entorno a la salud, pues bajo una concepción de una salud basada en la ausencia de malestar en el cuerpo estamos perdidos. Debemos pensar desde una concepción de salud más amplia, pues continuar los proyectos que garantizan nuestro bienestar social y económico es garantizar las condiciones para una salud plena. De esto tenemos mucho que aprender del “movimiento loco”, que entienden que sus carencias entorno a la salud no está determinada por factores biológicos únicamente sino que viene determinada por factores sociales, ya que llevan años trabajando bajo estos terminos.
Pero una ampliación en nuestros discursos no será la solución a nuestros problemas, también debemos replantearnos nuestros repertorios de acción. La realidad a la que interpelamos se ha transformado en mayor o menor medida y pueden ser que muchas acciones de nuestro repertorio hayan quedado obsoletas, pero lo que mejor sabemos hacer es pensar en común nuevas realidades y ponerlas en práctica.
Pero sobre todo debemos estar vigilantes ante una nueva realidad que no conocemos. Podemos acabar poniendo palos en nuestro camino que posteriormente serán difíciles de quitar. No es momento de criminalizar la protesta por una falta de responsabilidad, pues de ese modo situamos en el mismo peldaño a los cayetanos que las protestas antirracistas, de los sanitarios necesarios o del plan de choque. No somos lo mismo porque no partimos de lo mismo, los cayetanos salían a la calle porque todos los sustentos básicos de la vida, los habían externalizado, salían a la calle porque no podían comer en sus restaurantes, porque la trabajadora del hogar no podía venir a limpiarles su pisito. Por la otra parte salimos a la calle porque somos los que cuidamos de la salud comunitaria y sobre todo sabemos que protesta y cuidado no están reñidos. Llevamos años siendo expertos en la experiencia y sabemos que la salud no es no es solo el mal estar corporal, la salud son las distintas relaciones sociales que interseccionan sosteniendo nuestras vidas y no podemos negar que el contagio supone un peligro para nuestra salud, pero no podemos situar en una balanza que factores tienen más peso a la hora de poner en “peligro” nuestra salud. Nuestra salud depende de las garantías de una vida digna para todas las personas que conforman la cotidianidad que habitamos.
La Ingobernable
El desalojo de la Ingobernable fue ilegal
El Tribunal Superior de Justicia de Madrid resuelve dos recursos interpuestos por el centro social La Ingobernable en junio y noviembre de 2019, confirmando que el Ayuntamiento de Madrid no tenía legitimidad para realizar el desalojo pero alegando en la segunda que “los daños no son irreparables”.
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