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El próximo día 20 de diciembre la Plataforma Granada Abierta entrega el Premio Carlos Cano a la andaluza Antonina Rodrigo, escritora, divulgadora, feminista y anarquista granadina. Ha sido autora de más de treinta libros de ensayo, narrativa y biografías, siempre relacionados con el feminismo, la memoria, el exilio, el compromiso político y la historia de las mujeres. Algunos de sus títulos más importantes han sido sus biografías de Mariana Pineda, Margarita Xirgu, María Lejárraga, María Malla, Ana María Dalí, María Teresa Toral, Federica Montseny y Amparo Poch y Gascón. También han sido importantes sus obras sobre Federico García Lorca en Catalunya (1975), Lorca y Dalí: Una amistad traicionada (1981) y García Lorca, el amigo de Cataluña (1984); y sobre feminismo, memoria histórica y exilio Mujeres de España: las silenciadas (1979), Mujer y exilio, 1939 (1999), Mujeres para la historia. La España silenciada del siglo XX (2003) o Mujeres Granadinas Represaliadas (2018). Conferenciante, ateneísta, pedagoga, maestra popular y militante comprometida con la memoria republicana, ha sido impulsora del Manifiesto 2 de Enero de Granada, de la marcha de la Desbandá, y de los homenajes a Buenaventura Durruti en el Cementerio del Montjuic en Barcelona y a Antonio Machado en Colliure. En 1965 se fue al exilio junto a su compañero Eduard Pons Prades y vivirán junto a los exiliados anarquistas españoles en Perpignan. En 1970 se instalan en Barcelona, aún durante la dictadura, donde ha desarrollado su labor anarquista, cultural y pedagógica durante más de cuatro décadas. A sus 88 años, Antonina ha vuelto a su tierra, Andalucía, y a su ciudad, Granada, para reunirse con su familia y con su gente. La Plataforma Granada abierta le concede el premio Carlos Cano, otorgado a las principales figuras culturales de la otra Granada, por su compromiso con la figura de Mariana Pineda y por su lucha para que las autoridades locales declaren el 26 de Mayo como fiesta local en homenaje a Mariana Pineda.
Javier García Fernández: Bueno, Antonina Rodrigo, en primer lugar muchísimas gracias por concedernos esta entrevista y este rato para poder dialogar contigo, conocerte un poco mejor presentarte ante la sociedad granadina y andaluza. Yo siempre he dicho que la sociedad andaluza sigue teniendo una deuda con su diáspora, con las migraciones y el exilio andaluz, al que muchas veces ha dado la espalda y al que no siempre ha reconocido adecuadamente. Para poder conocerte mejor, dinos, ¿quién es la andaluza Antonina Rodrigo?
Antonina Rodrigo: Bueno, yo siempre digo que soy una obrera de la pluma, desde que tengo 13 años y sé escribir, todos mis recuerdos están vinculados a la escritura. Como andaluza, pues nací en el Albaicín, en el Callejón del Gallo, que ahora lleva mi nombre junto a una plaza a la que también pusieron mi nombre en 2019, junto San Miguel Bajo. Crecí en un barrio muy popular, el Albaicín en los años cuarenta era un barrio muy castigado, pero muy popular, con mucha gente, muchas mujeres en las plazas, muchos árboles. Hoy día casi no hay vecinos ni árboles en el Albaicín, pero yo lo recuerdo con muchos árboles. Yo viví la guerra, pero era un bebé, yo soy una niña de la posguerra. Tengo muchos recuerdos de la gente pidiendo por las calles. En mi casa éramos siete hermanos, mis padres siempre daban algo a las personas que venían pidiendo. Recuerdo que casi siempre eran mujeres, vestidas de luto con niños pequeños que habían asesinado a sus maridos o que estaban presos. Mi padre siempre ofrecía un plato de comida a esas mujeres, les entregaba nuestra ropa, nuestros zapatos más nuevos se los daba a las mujeres que venían a pedir. Para mí esa fue la primera escuela, la de aprender a compartir y a no rechazar a la gente más humilde, la filosofía de no aceptar las clases sociales.
Javier García Fernández: ¿Cómo recuerdas tu paso por la escuela? ¿Cuál fue tu primer acercamiento a la cultura?
Antonina Rodrigo: Mis padres me mandaron a estudiar a la escuela de Doña Paquita, que era la única escuela republicana que había sobrevivido después de 1939. Fue la escuela a la que fue Tica Fernández Montesinos, la hija de Concha García Lorca y de Manuel Fernández-Montesinos Lustau (alcalde socialista de Granada de 1935), antes de que asesinaran a su tío y a su padre en 1936. La Escuela de Doña Paquita estaba junto a la Plaza Mariana Pineda, todos los días pasaba por la Plaza Mariana Pineda y yo le preguntaba a mi madre quien era Mariana Pineda y mi madre me lo contaba. Era una persona y un nombre que me retumbaba mucho en mi cabeza, desde niña. A los 13 años comencé a ir al Instituto Ángel Ganivet, en la calle Buen Suceso, donde me dio clase Antonio Dominguez Ortiz. Recuerdo que un día me esperé cuando terminó la clase y me acerqué a él y le dije lo mucho que me gustaban sus clases. Recuerdo sus clases muy pedagógicas, Antonio Dominguez Ortiz preguntaba mucho a los alumnos y había muchos debates, y yo siempre participaba mucho y me gustaban mucho sus clases, de ahí me nació el interés por la historia, por escribir sobre el pasado y por la importancia de la memoria.
Javier García Fernández: ¿Cuándo nació la escritora Antonina Rodrigo?
Antonina Rodrigo: Yo en el año 1960 comienzo a trabajar en Manuel Torres Molina que era el fotógrafo más importante de Granada. En aquella época ya habían salido las fotografías a color y como yo sabía algo de francés trabajaba en el mostrador atendiendo a extranjeros y turistas que paseaban por Granada y querían tomarse fotografías. Ese trabajo me dio cierta autonomía y pude comenzar a escribir. Comencé escribiendo cuentos en el diario Patria que era de Falange y más tarde en el diario Ideal, que fue la primera vez que comenzaron a pagarme 200 pesetas por cuento. Mis cuentos eran algunos literarios y otros históricos. En algunos de ellos retomaba cancioneros populares, figuras literarias locales y personas históricos como Mariana Pineda.
Javier García Fernández: Uno de los compromisos más importantes que has tenido durante toda tu vida ha sido reescribir y reivindicar la figura y la memoria de Mariana Pineda. ¿Cómo te acercaste a su figura?
Antonina Rodrigo: Bueno, pues como te decía antes, la Escuela a la que fui de niña estaba en junto a la Plaza Mariana Pineda. Eso hizo que su nombre para mí siempre fuese muy familiar. Cuando comencé a estudiar la historia de Granada, ya en Bachiller, descubrí su figura y quedé muy impactada desde el primer momento. Mucha gente piensa que mi compromiso comenzó cuando me casé con Eduardo, pero muchos años antes de conocerleya había investigado y escrito sobre la figura de Mariana. Lo que a mí me molestaba era que las visiones que había sobre Mariana Pineda la consideraban una figura romántica de primera mitad del siglo XIX. Para mí lo más importante era demostrar que Mariana Pineda era una mujer comprometida con la libertad y con su tiempo, deconstruir la visión romántica de mujer que sube al patíbulo por amor, y construir la visión política de una mujer comprometida. En los años sesenta las mujeres ni participaban en política y era muy importante mostrar que había referentes, que Mariana Pineda era un personaje político. Por eso muchos de los artículos que yo publicaba en prensa eran sobre ella.
En el año 1964, Camilo José Cela había creado la Editorial Alfaguara que había publicado la primera colección sobre literatura de viajes. Un día, Camilo José Cela estaba hablando con Antonio Gallego Morell, que era hijo de Antonio Gallego Burín, y le comentó que la siguiente colección que quería para Alfaguara era sobre españoles que no habían muerto en la cama. Antonio Gallego Morell, a quien yo había acudido para que me pasara documentación, prensa y libros para mis investigaciones, le dijo que yo estaba escribiendo sobre Mariana Pineda. Así fue como Camilo José Cela se puso en contacto conmigo y me invitó a enviarle un manuscrito. Yo reuní todo lo que había investigado sobre Mariana Pineda y en 1965 le envié el manuscrito. A Camilo José Cela le encantó y redactó un informe muy favorable para la edición de mi primer libro. El documento hoy se encuentra en el Archivo de la Universidad de Granada, que he cedido junto a mucha documentación.
Javier García Fernández: En 1965 vas a vivir a Francia con Eduardo Pons. ¿Cómo os conocéis tú y Eduardo? ¿Cómo es tu salida al exilio?
Antonina Rodrigo: Eduardo trabajaba en Alfaguara, gracias a sus contactos con otros escritores Camilo José Cela le había protegido y ofrecido trabajo para mantener a sus cuatro hijos, porque él era viudo. Sus hijos vivían con su madre, debido a que toda la familia de Eduard se había exiliado al completo en 1939. Nos casamos en 1965 y Eduard decide dejar la editorial y rechazar el apoyo de Camilo José Cela. Juntos nos vamos al sur de Francia. Primero nos fuimos a Carcasona, donde estaba la madre de Eduardo y sus cuatro hijos. Más tarde nos fuimos a Perpignan para estar más cerca de la frontera. Todo el mundo sabía que la dictadura se iba a acabar, entonces se organizaban muchas cosas, había muchos contactos con el interior, aunque en el exterior había mucha más libertad y se podrían preparar cosas, textos, libros, folletos, actividades. Para mí fueron años muy buenos porque yo era joven, recién había publicado el libro de Mariana Pineda y estaba aprendiendo mucho con los republicanos del exilio, eran todos gente muy comprometida, muy pobre, muy humilde, pero que entregaban su vida a la memoria de la república y a la conquista de la libertad y la democracia. Fueron años hermosos de vida colectiva, de compromiso, de apoyo y de militancia.
Javier García Fernández: En el año 1970 volvéis al interior y os instaláis en Barcelona. Es la tierra de Eduardo, pero para ti es otro tránsito a un lugar completamente nuevo, ¿cómo fue para ti llegar a Cataluña?
Antonina Rodrigo: Eduardo era catalán y la familia de Eduardo, su madre y sus hijos, eran catalanes; viviendo con ellos en el sur de Francia estábamos en un ambiente muy catalán, además Perpignan es Catalunya Nord, para mí Barcelona era Catalunya como lo era Perpignan, pero yo allí me reencuentro con mi tierra, con los andaluces. En 1970 nos fuimos a vivir a Premiá de Mar, en el Maresme, junto a Mataró. Nos vamos a un barrio muy pobre, lleno de emigrantes. Vivíamos en uno de los edificios que habían construido para emigrantes andaluces, con las escaleras muy estrechas, si subía uno, se tenía que esperar otro para bajar, los vecinos eran todos andaluces que habían emigrado para trabajar en Cataluña, gente muy humilde. Yo me sentía en casa, además también había mucha solidaridad entre los vecinos, era una vida muy comunitaria y muy solidaria entre gente trabajadora. Nosotros construimos una escuela popular para que pudieran educarse los hijos de los obreros que en aquella época aún no podían ir a la escuela. También dábamos clases en francés para muchos hijos de exiliados que estaban volviendo y que aún no sabían español ni catalán porque sus familias justo estaban volviendo. Nosotros ayudábamos a que la gente pudiera volver del exilio. Nuestra escuela era otro servicio más, otra forma de apoyo mutuo, pero siempre con una perspectiva pedagógica libertaria. Para nosotros era muy emocionante porque en nuestra escuela se encontraban los hijos de obreros andaluces analfabetos y los hijos de los exiliados anarquistas españoles, muchos de ellos también andaluces, que volvían y se instaban en Cataluña. Eso hacía que fuese un lugar muy especial con hijos de gente trabajadora, humilde, hijos de exiliados, comprometidos con la acción en el exterior. En aquellos años había mucho movimiento, nosotros nos seguíamos juntando con la gente del exilio, mucha gente volvía, nosotros ayudábamos a que la gente volviera, muchas familias no se habían visto desde 1939. Toda la gente del exilio quería volver al interior y era un momento donde todas las organizaciones sociales, sindicales y culturales estaban muy activas y había mucha agitación.
Javier García Fernández: Una gran parte de tu trabajo, además de las obras literarias, ha sido el trabajo de investigación histórica. Tú has sido una pionera, en estudios sobre memoria histórica y además con perspectiva de género. ¿Qué ha significado para ti la recuperación de la memoria histórica?
Antonina Rodrigo: Mucho, muchísimo, para mí la Historia ha significado muchísimo. Siempre he dicho que perdimos unos años valiosísimos para recoger el testimonio de muchos luchadores de la república. Enseguida vi que esas personas mayores se iban a ir, y que había que recoger sus testimonios. Yo desde el primer momento iba con mi grabadora recogiendo testimonios. Uno de los primeros trabajos fue la biografía Josep Trueta, uno de los médicos más importantes durante la guerra civil en Barcelona, director del Hospital de Sant Pau hasta 1939. Fui a entrevistarlo a la Universidad de Oxford y más tarde él vino a Barcelona y pudimos recoger su historia y su testimonio. Sus métodos de medicina militar luego fueron aplicados en otros conflictos, por ejemplo en Vietnam. Tras varios años de investigación, en 1980, escribí la primera biografía Doctor Trueta, héroe anónimo de dos guerras. Y así me nació una conciencia de historiadora, yo me veía rodeada todos los días de gente que eran nuestros héroes, gente de clase trabajadora que habían dado todo en nuestra guerrea. Y en el exilio y más tarde e Barcelona toda esa gente era muy especial y tenía una historia detrás maravillosa, yo no quería que eso se perdiera y sobre todo la historia de esas mujeres.
Javier García Fernández: Otra parte muy importante de tu obra ha sido rescatar la vida de Federico García Lorca ¿Por qué te fijaste en Lorca? Tí investigaste Lorca mucho antes de que fuese una figura institucionalizada. Además, has rescatado pasajes de Federico García Lorca muy desconocidos, por ejemplo su paso por Cataluña, lo que aprendió y recogió de allí y su impacto en la sociedad catalana. Cuéntame, Antonina, sobre tu Federico...
Antonina Rodrigo: Yo conocí a Federico García Lorca en Barcelona y no por los andaluces sino por los catalanes. En la primera mitad de los setenta, todo el mundo de la cultura catalana hablaba maravillas de Federico y yo casi ni sabía quién era, entonces me dio mucha curiosidad y quise investigar a Federico en Cataluña. Entonces, estando ya en Barcelona, comprendí que además del exilio político, había otro exilio cultural de los escritores que habían fusilado y que permanecían en el silencio. Para mí fue impresionante el cariño que en Barcelona se le tenía a Federico. Entonces yo me puse en contacto con gente del círculo de su familia en Granada y llegué a Laura García Lorca, que había vuelto del exilio en Estados Unidos 1951 y residía desde entonces en Madrid. Tengo que reconocer que yo tuve la gran suerte de que Isabel García Lorca me abrió el archivo personal de su hermano, también es verdad que fui la primera persona que se puso en contacto con ella. El año 1972 había tenido lugar el primer homenaje a Federico García Lorca desde 1939 en la UNESCO en París, donde participaron Carlos Cano, Juan de Loxa, Paco Ibáñez, Lluís Llach, Ian Gibson. En 1976 yo participé en la organización del primer homenaje a Lorca en el interior, en su pueblo Fuente Vaqueros, Granada. Por lo tanto, eran años donde emergía la figura del poeta. Lorca y su relación con Granada fue un tema muy investigado desde los primeros setenta, pero la dimensión internacional de Federico y su relación con Catalunya no se había tocado. Yo encontré un terreno muy fértil con apoyo de Laura García Lorca y de mucha investigación. El libro García Lorca en Cataluña (1975) lo publicó Planeta y tuvo muchísimo éxito. Primero hizo una edición muy barata para estudiantes universitarios que tuvo una difusión impresionante entre la sociedad universitaria en Catalunya en un momento donde la universidad estaba en auge cultural y literario.
Javier García Fernández: ¿En qué crees que fue importante Barcelona para Federico? ¿Qué crees que le gustó de Barcelona?
Antonina Rodrigo: Para Federico Barcelona fue muy, muy importante. Federico se enamoró muy pronto de los Ateneos, de la sabiduría popular, de los ateneos obreros donde la gente de clase trabajadora se formaba de manera autogestionada y donde se recitaba poesía, se contaban cuentos, había teatro. El quedó muy impresionado. Pero, además, Federico tuvo un reconocimiento muy temprano en Barcelona. Un reconocimiento como poeta del pueblo. Para Federico, la poesía y el teatro eran lo más importante y en Barcelona tuvo muchísimo reconocimiento y acogida. Por ejemplo, una de las últimas cosas que hizo Federico García Lorca en Barcelona fue un homenaje que él y Margarita Xirgu hicieron a los Ateneos de Barcelona en 1935. Otra cosa muy importante, es que Federico estrenó la obra Mariana Pineda en Barcelona, y fue interpretada por Margarita Xirgu, que en los años veinte ya era una de las actrices más importantes del momento. En los años veinte, en Granada, ningún teatro de Granada ni de Madrid le aceptaban la obra de Mariana Pineda, por la represión política que había durante la dictadura de Primo de Rivera. Una amiga cubana que tenían en común pidió a Margarita Xirgu que lo recibiera para conocerlo. Federico era un joven poeta, que no saltaría a la fama hasta Romancero gitano (1928). En 1926, cuando Federico se reúne a tomar un Vermut con Margarita Xirgu, este solo había estrenado una obra El maleficio de la mariposa en 1922 en el teatro de Gregorio Martínez Sierra y su esposa, María de la O Lejárraga, que había sido un estrepitoso fracaso. Federico lo primero que le cuenta es cómo fue el estreno de la obra, que había sido un estrepitoso fracaso. Federico contaba las cosas con tanto humor y con tanta gracia que cautivó a Margarita y ambos pasaron la tarde juntos. Esa tarde Federico le propuso estrenar el primer drama que había escrito, era la obra sobre Mariana Pineda. Ella se enamora de la obra y la estrenan juntos en Barcelona en 1927 en el Teatro Goya. En esa obra, además, colaboró Salvador Dalí, él mismo me lo dijo, que había realizado los figurines y los decorados. Fíjate, esa obra tan denostada en Granada, que había sido rechazada en Madrid, reunió a tres de los más importantes artistas del momento, Federico García Lorca, un poeta, Margarita Xirgu, una actriz, y Salvador Dalí, un artista.
Javier García Fernández: La última pregunta que quiero hacerte es sobre una vida entre dos mundos, entre Andalucía y Cataluña. Tú has sido una mujer andaluza en Cataluña, una catalana de origen andaluz. Has tenido muchísimo reconocimiento en Cataluña, por ejemplo, se te concedió la Creu de Sant Jordi en el año 2006, y recientemente en 2022 se te ha concedido el título de Doctora Honoris Causa por la Universidad de Granada. ¿Qué nos podrías decir de estos dos mundos, Andalucía y Cataluña, convertidos en uno solo a través de las historias de migraciones, exilios y diásporas de ida y vuelta?
Antonina Rodrigo: Bueno, los andaluces de Cataluña, muchos de ellos encontraron trabajo, educación para sus hijos, muchos de los que se han vuelto, han podido mantener una casa propia el pueblo. Claro, la gente que se fue ha mantenido su cultura, sus costumbres, ha vivido en comunidad, ha mantenido sus tradiciones. Pero ha tenido la posibilidad de que sus hijos tengan carreras. La gente se fue al exilio, por ejemplo, los andaluces que se fueron al exilio a Francia, hoy vas por el sur de Francia y te encuentras alcaldes que se llaman Fernández, Rodríguez, muchos apellidos andaluces. Los andaluces que después de la guerra emigraron o fueron al exilio se iban con la idea de que no tenían nada, de que lo habían perdido todo, y se aferraron a la emigración y al exilio, pero se llevaron consigo lo único que les quedaba, la memoria y su cultura. En la casa de todos los exiliados y de muchos emigrantes siempre había una estantería de libros, siempre hay fotografías, discos de música, recuerdos. Pero para ellos era muy importante que sus hijos subieran peldaños y por eso hay muchos andaluces muy agradecidos con Catalunya. En los últimos años se ha vuelto mucha gente porque las cosas han sido difíciles y ciertos momentos han sido tensos. Pero la gente se vuelve por que se quiere reencontrar con sus raíces, con su familia, con su gente. La migración y el exilio una idea y vuelta constantes una vez que comienzas el viaje.
Javier García Fernández: Bueno, y para cerrar la entrevista, ¿cómo te sientes en Granada, después de más de cincuenta años viviendo fuera? ¿Cómo te sientes viendo Andalucía, otra vez desde dentro?
Antonina Rodrigo: Es una sensación muy extraña, es un sentimiento nuevo, que nunca me esperaba encontrar. Es un sentimiento de extrañar Catalunya, de echar de menos una tierra que ha sido mía, una ciudad, Barcelona, que ha sido mía. Además, son los últimos años de la vida, volver es una manera de ver la vida desde otra perspectiva. Yo digo que somos de todos los lugares donde hemos luchado, somos de todos los sitios donde hemos sufrido. Yo estoy encantada de estar en Granada, la ciudad ha cambiado, como yo también he cambiado. Pero quiero mucho a Barcelona, allí me dejo muchos amigos y mucha familia.