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Pensamiento
Pablo Simón (politólogo): “No hay ERTE que te cubra ser joven”
El politólogo Pablo Simón cree que el repunte de la desigualdad a causa de la crisis del coronavirus va a definir el ciclo político inmediato.
Pablo Simón (Arnedo, La Rioja, 1985) rompe con la imagen del experto en su atalaya de marfil. Su objetivo no es hablar para unos pocos en términos grandilocuentes, sino abrir la política de par en par a la sociedad. Como en una operación a corazón abierto, nos señala los males que acechan a nuestro organismo de forma clara.
Baja al barro cuando es necesario. Al barro pedagógico, por supuesto. No categoriza, señala posibles hipótesis. Tampoco opina, acude a los hechos empíricos. Lo hizo hace un par de años con El Príncipe Moderno (Debate), y ahora lo vuelve a hacer con Corona. Política en tiempos de pandemia (Debate). Disecciona la situación actual desde varios prismas y uno acaba de leer su libro con la sensación de que el autor no le ha dicho qué va a ocurrir o qué debe pensar, pero sí le ha dado los instrumentos necesarios para investigarlo por sí mismo.
Escribir “sobre” una experiencia es realmente complejo, sobre todo a la hora de coger perspectiva. Todavía más si hablamos de una crisis sanitaria mundial. ¿Cómo enfrentaste la escritura de este libro teniendo presente esto? Adviertes que “cualquier conclusión tiene que ser por fuerza muy provisional”.
Este libro tiene un poco síndrome de tesis doctoral, nunca sabes exactamente en qué sentido lo vas a cerrar y es algo dinámico y cambiante. Sin embargo, la tesis central es que sí podemos plantear algunas hipótesis muy generales sobre los efectos que puede haber. Primero que el coronavirus sea una suerte de túnel del tiempo que precipite dinámicas preexistentes. Y segundo, la parte provisional, las ventanas de oportunidades que abre la crisis del coronavirus. No hay respuesta categórica, pero sí planteo en qué direcciones podemos tirar.
No obstante, tampoco hace falta ser un genio para darse cuenta de que ciertas dinámicas eran predecibles. Por ejemplo, los incrementos en la desigualdad. El hecho de que el teletrabajo va a hacer que algunos sectores estén más amortiguados con la crisis que otros. Que los confinamientos no tienen un reparto homogéneo socialmente. Que los Estados de bienestar se ven sometidos a una prueba dura. No podemos responder a otras preguntas más concretas que obsesionan a tantos, como la de qué país lo hace mejor, cuál peor y por qué.
Las gestiones nacionales de la pandemia han estado determinadas por numerosos elementos, pero sostienes que un eclipse importante lo ha representado la falta de manual para una situación de esta talla. Surgió así el “dilema del prisionero” entre países; la coordinación y la información no fluyó. ¿Por qué parece que seguimos sin manual de instrucciones? ¿Los países no han aprendido de los primeros meses?
Tengo mis dudas. Estamos en un mundo cada vez más interconectado y se supone que cuando uno enfrenta riesgos compartidos debería tener mecanismos de coordinación para tratar de minimizar ese daño. Aunque no sabemos cómo va a evolucionar esta interglobalización, lo veremos en las próximas décadas, y dará igual que gane Biden o Trump.
Ante esto lo que uno esperaría es que buscáramos mecanismos de gobernanza que nos permitiera afrontar estos riesgos. Esto no fue así y cada país aplicó su propia receta, con una descoordinación brutal. Pero me atrevería a decir más, esta dinámica es probable que se replique cuando tengamos una vacuna. Los Estados nación que han invertido ya capital en la vacuna, van a utilizarla con intencionalidad geopolítica para vacunar primero a los suyos y después a sus aliados. Vamos a tener por lo menos cinco o seis vacunas operando a la vez, y vamos a empezar a competir de nuevo por ver quién se vacuna primero.
¿Dónde se encuentra el Estado nación en estos momentos? Antes de la crisis del 2008 muchos lo situaban en la extinción inminente. ¿La crisis sanitaria ha sido un acelerador en la recuperación del Estado nación?
Lo descrito anteriormente es una prueba de que vuelve a recuperar influencia. Tanto desde la perspectiva política como económica todos nos vamos a parecer más a China; vamos a ser más capitalistas de Estado con más participación del Estado en la economía. En Europa ya se piensa en “Campeones Europeos”. Esta crisis puede ser una oportunidad para esto, pero no olvidemos que la crítica a la hiperglobalización es anterior al coronavirus, ya lo estábamos viendo en la Gran Recesión. Lo que vamos a ver ahora es que el coronavirus sirve para precipitar esto. Preguntamos qué han votado los electorados en las últimas elecciones. Están votando repliegue nacional. Cuando votan “America First”, “Brexit” o a derechas populistas radicales cada vez más fuertes, están votando volver a lo seguro, al Estado nación.
Desde la perspectiva de la demanda, los electores quieren un mando claro, sencillo, y ante una sensación de descoordinación muchos ciudadanos creen que es necesario hacerse jacobinos
¿Es la polarización la causante de que en España no haya habido un efecto “rally around the flag” como en otros países? Pedro Sánchez y el gobierno no han mejorado sus expectativas electorales de forma significativa.
Nosotros teníamos una polarización previa que hacía que los bloques fueran muy rígidos. Ahora bien, una interpretación sería que este efecto [“rally round the flag”] se da porque la gente se coloca detrás del gobierno simplemente por una situación de emergencia. Esto no explica por qué en España no se ha dado y en otros países sí. Un segundo mecanismo me convence más, y es que este efecto no se produce de forma espontánea, sino porque las oposiciones cambian su comportamiento respecto al gobierno y, consecuentemente, los votantes de la oposición también. En el contexto de polarización el consenso político duró tres semanas. Yo creo que este componente nos ayuda a entender por qué este efecto en España ha sido más pequeño o inexistente. Y algo interesante es que en España no tenemos una sola bandera en la que agruparse, eso también influye.
Nos falta ver cómo van a reaccionar los partidos del sistema. Si son capaces de reaccionar a la pandemia, de compensar a los sectores más damnificados, no tienen por qué salir perjudicados
Hay gente que cuestiona el sistema de autonomías y de descentralización con motivo de las tensiones recientes. Tú, sin embargo, haces un inciso importante: “todo depende del marco institucional en el que dicha descentralización se desarrolle”. ¿Podemos esperar un aumento de las preferencias centralistas? ¿Madrid no ha magnificado todo?
Las dos dinámicas al mismo tiempo. La literatura dice que se producen procesos de centralización en situaciones de crisis o de emergencia. Si tú ves el New Deal en Estados Unidos, compruebas que fue un proceso de centralización de políticas sociales en una situación de crisis económica. Aquí pasa algo parecido. Desde la perspectiva de la demanda, los electores quieren un mando claro, sencillo, y ante una sensación de descoordinación muchos ciudadanos creen que es necesario hacerse jacobinos.
La segunda pata es que no tenemos evidencia empírica que demuestre que los Estados centralizados lo hacen mejor. En Alemania ha funcionado muy bien, mientras que en Francia hay un informe reciente que dice que el Estado centralizado ha sido contraproducente. Pero claro, Madrid es muy ruidosa. El sistema mediático español es muy “madrileñocéntrico”, todo lo que ocurre en Madrid se hace categoría para el conjunto del sistema autonómico. Lo cual es injusto. En la ola de verano ha habido algunas autonomías que han hecho los deberes y otras que no. Esto demuestra que también hay responsabilidad de quien está al frente del nivel autonómico. Sabiendo que el mar puede subir, tú puedes construir diques o no. Madrid no los construyó.
Muchos comentaban que la crisis puede hacernos mejor, pero tú argumentas que solo las consecuencias y la gestión de los shocks externos generan estos cambios. ¿Es demasiado pronto para saber qué partidos saldrán reforzados y cuáles perjudicados?
No lo sabemos. No estamos viendo que los gobiernos salgan perjudicados como en el 2008. Mira las elecciones en Nueva Zelanda o las vascas y gallegas, los partidos de gobierno han salido más fuertes. Lo que sabemos es que para una ruptura del sistema de partido, para que fuerzas anti-establishment sean protagonistas, una crisis social y económica es condición necesaria pero no suficiente. Nos falta ver cómo van a reaccionar los partidos del sistema. Si son capaces de reaccionar a la pandemia, de compensar a los sectores más damnificados, no tienen por qué salir perjudicados. Si no son capaces, los anti-sistemas tendrán más oportunidades. Y estamos viendo casos dispares. Donald Trump es muy probable que pierda por el coronavirus, pero si hubiera hoy elecciones en Alemania la CDU de Merkel saldría muy reforzada.
Pero no estamos en las mismas coordenadas del 2008. En aquellos momentos los efectos fueron radicalmente asimétricos y con enemigos claramente identificables: la opulencia de los de arriba o las distorsiones culturales de los que venían de fuera. ¿Cómo puede identificar el populismo un enemigo en esta crisis sanitaria que ha afectado a todo el mundo?
Ese es el tema más problemático para ellos. Los populismos, sobre todo los de derecha radical, van a necesitar un descontento social y económico que permita desacreditar al Estado. Tienen que mirar hacia el establishment y no hacia el enemigo exterior (inmigración) en unas circunstancias en las que es mucho más difícil estigmatizar a un colectivo porque no hay un exogrupo fácilmente identificable.
Pero la culpa de la situación que estamos viendo, de las protestas, no es de los partidos políticos que siempre se están quejando, sino de los propios sectores que están gestionando la crisis. Si no hay claridad, orden y estructura en las normas que se dicta a la sociedad, y al mismo tiempo esas normas no son percibidas como justas para un fin determinado, sino que son percibidas como arbitrarias, la contestación va en aumento. Esto es algo que estamos viendo en Europa y que, yo creo, en España es evidente que se está cociendo algo que todavía no se ha manifestado. Porque en Europa las normas requieren de legitimidad que no tiene por qué necesitar China.
Te haces eco de los estudios que demuestran cómo la distancia social subjetiva es importante a la hora de generar dinámicas pro-redistribución. También sobre cómo ya hay información para constatar que el coronavirus ha afectado más a los barrios modestos, a las ocupaciones menos cualificadas y a los colectivos inmigrantes. ¿Va a ser difícil que en el futuro próximo aumente la preferencia por la redistribución?
Aquí hay una doble interpretación. Lo que sabemos seguro es que el coronavirus tiene un impacto en términos de desigualdad muy importante. Más infección en barrios más modestos por sus características habitacionales, vitales, de trabajo… El efecto mecánico es un incremento de la desigualdad. Ahora, ¿la gente se puede volver más solidaria o menos? La hipótesis que planteas es que va a aumentar la distancia social, ergo va a caer la preferencia a la redistribución.
Esto es posible, pero hay una hipótesis más optimista que sostiene que la gente, si considera que la desigualdad es injusta, es decir, si el mal que tiene se debe al azar y no depende de mí, tiende a la redistribución. Los experimentos que ya hay hechos en situación de catástrofes apuntan a esta dirección. Lo normal es que las preferencias redistributivas aumenten. Y hay indicios en España en este sentido. El barómetro del CIS sobre estudios fiscales ya demuestra un incremento en estas preferencias, a favor de la igualdad y de los impuestos. En Reino Unido, entre el electorado del Partido Conservador, por primera vez hay una mayoría simple que quiere subidas de impuestos. Pero esto es la demanda, falta la oferta. ¿Serán los partidos capaces de aprovechar esta pulsión y levantar un colchón social? Está por ver.
¿Qué ocurre con los partidos verdes? Parece que se les ha brindado un contexto muy propicio y no están obteniendo resultados?
Esta crisis puede ser una ventana de oportunidad para ellos. Aunque ahora estén algo camuflados por el efecto “rally”, como en Alemania, yo sí creo que los verdes pueden tener una oportunidad, porque si nos tomáramos en serio el impacto del coronavirus, tendríamos que redefinir el entramado urbano, nuestro modo de vida, y ahí los partidos verdes podrían impulsar su programa. ¿Qué ocurre? Que se pueden morir de éxito. El paquete de inversiones que viene de la Unión Europea está ligado al “New Green Deal”. Las ideas verdes están teniendo más impacto. Los partidos, por el contrario, no está tan claro. Se verá en el siguiente ciclo electoral.
¿La Unión Europea ha aprendido de la Gran Recesión?
Sí. Y la verdad es que menos mal. El capítulo del libro sobre la Unión Europea comienza con la petición de disculpas de la presidenta von der Leyen a Italia, porque había miedo de que se volviera a repetir lo del 2008. Europa esta vez se ha comportado bien. Ha habido tres actores que han hecho los deberes. La primera ha sido Christine Lagarde cuando el BCE dijo que se iba a cubrir toda la deuda que hiciera falta, si no toda Europa estaría intervenida. Se han comportado como la Reserva Federal de EE UU. Segundo, hemos enterrado La Troika y la hemos reciclado intergubernamentalmente para poder tener algunos fondos de ayuda, como el SURE, un seguro europeo de desempleo para pagar ERTE. Esto fue una sorpresa mayúscula. Dinero alemán para financiar ERTE españoles, por ejemplo. Y tercero, el propio plan de inversiones directas con transferencias a los países más afectados, que permite por primera vez que la Unión Europea se endeude.
Estos tres componentes son históricos. Hay que decirlo. Por eso creo que esta vez la Unión Europea ha acertado. Habrá problemas de ejecución, lentitud, debates infinitos, pero vamos en la buena dirección. Y menos mal, porque sin Europa no tendríamos dónde agarrarnos. Es la única cosa con la que podemos decir que no hay mal que por bien no venga en términos de integración europea.
Hoy, en el Rust Belt, la tasa de paro es más alta que cuando llegó Trump al poder. ¿Dónde está el resultado? La gente le abandona
La sociedad y los partidos políticos coexisten como en una suerte de vía de doble sentido. Los partidos políticos desde las instituciones tienen capacidad de cambiar la sociedad, y la sociedad empuja para cambiar los partidos y las instituciones. Describes los nuevos fenómenos del “micro-targeting”, microsegmentación, los casos recientes de Cambridge Analytica, etc. ¿Estos nuevos avances no anulan la capacidad de la sociedad para presionar a los actores políticos? Hoy los partidos pueden ser tan flexibles como para dar un mensaje en un territorio y otro mensaje radicalmente opuesto en otro territorio.
Esto puede funcionar desde el input, pero no desde el output. Los partidos necesitan ganar elecciones y para ello pueden micro-segmentar discursos muy dispares. Sin embargo, lo que nos encontramos es que los contextos de polarización terminan haciendo que se agrupen muchos electorados distintos detrás de candidatos que tienen discursos heterogéneos, pero donde tú tienes claro que lo que no quieres es lo que hay enfrente. Biden se puede permitir tener colectivos enormemente heterogéneos porque saben que no quieren a Trump. Pero hay un segundo componente clave. El resultado del gobierno solo puede ser uno. Tú puedes prometer muchas cosas, pero luego está la obra de gobierno, donde el “micro-targeting” se anula, porque la gente evalúa lo que has hecho.
Pongo un ejemplo. “America First”, “vamos a conseguir que la clase obrera blanca recupera otra vez las viejas industrias”. Hoy, en el Rust Belt, la tasa de paro es más alta que cuando llegó Trump al poder. ¿Dónde está el resultado? La gente le abandona. Estas estrategias, por tanto, las puedes emplear una vez, pero luego está la mochila de gobierno, y ahí ya volvemos a las coordenadas tradicionales.
El problema de la desigualdad es que cuando se te dispara, porque recuperar la senda del equilibrio es mucho más lenta. Como pasa con las curvas del coronavirus
En el primer cuarto de 2020 España fue el país europeo en el que más trabajadores perdieron su empleo (6,5%). La mitad tienen menos de 35 años. Y según el último informe de Eurostat, en España las personas de bajos ingresos han tenido el doble de probabilidad de perder el empleo que los de ingresos medios y más del triple que los de ingresos altos. ¿Qué pasa con los jóvenes?
Lo que está claro es que los jóvenes, los menores de 35 años, están teniendo una doble crisis en los momentos más productivos de su vida. No se habían recuperado del 2008 y ya están experimentando otra crisis. Tenemos un mercado laboral tremendamente voraz y donde los programas de rentas no llegan a jóvenes, mujeres, inmigrantes y parados de larga duración. No hay ERTE que te cubra ser joven. Los jóvenes precarios de ahora son los mismos que abandonaron la industria del ladrillo para servir copas. Y son los mismos que hoy van a perder el empleo porque están empleados en sitios de baja cualificación.
Esto va a dejar una cicatriz muy profunda, que el sistema actual de políticas no permite que entren en el radar. No tenemos una red disponible para desplegar y cubrirlos. Habría que haber hecho muchas más reformas para poder cubrirles en nuestro Estado de Bienestar. No estamos equipados ya. Se ve con el IMV. En España hemos tenido muchos créditos, pero pocas transferencias directas. Un joven con problemas de alquiler tiene que pedir un crédito en el banco. ¿Quién sabe cómo hacer esto? Hay un coste administrativo que enajena.
¿Dónde va a estar la clave política en los próximos años?
El eje de conflicto va a ser la desigualdad. La cicatriz de la pandemia, que no va a ser homogénea y que va a alimentar el aumento de las desigualdades. Esto no va a ser como las pandemias del pasado, que eran igualadores. El problema de la desigualdad es que cuando se te dispara, porque recuperar la senda del equilibrio es mucho más lenta. Como pasa con las curvas del coronavirus.
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Un momento muy difícil para todas las personas que no tienen ingresos, muy difícil cuando no puedes acceder a un IMV por compartir piso (por ejemplo) al parecer si compartes piso ahora parece que tienes que ser si o sí pareja( se tratará de la misma forma el compartir piso chica/chico, chica/chica, chico/chico. Parece que ahora son tus compañer@s quienes tienen que hacerse cargo de tus deudas. cuando compartes piso lo haces para reducir costes, los alquileres son una estafa. cuando has estado trabajando como autónoma ingresando lo justo para no morir de hambre por lo elevado de las cuotas de autónomos, te has quedado sin el trabajo precario que tenías y no tienes más ayuda que la de tus familiares, que tampoco suelen vivir en abundancia. Es una auténtica desesperación para miles y miles de jóvenes que ven como sus carreras, masters, idiomas etc que tanto les ha costado económica e intelectualmente, no les vale de nada. La meritocrácia es una mentira, la meritocracia consiste en tener una familia adinerada y con poder político y económico. Luego se dice que son anti sistema, el sistema los ha expulsado vilmente. Como no se establezca una Renta básica esto va ir muy mal