Opinión
Sobre la turistificación como marco de lucha de los movimientos sociales

Existen sectores productivos que, cuando ven atacados sus inmediatos intereses materiales a través del cuestionamiento de su actividad y forma ordinaria de funcionamiento y organización, optan muchas veces por desplegar dinámicas de deslegitimación sobre el adversario que ha osado poner en solfa su actuación. Para ello, es frecuente el uso de etiquetas estigmatizantes y referentes específicos que, además de sancionarlos simbólicamente, tienen por objetivo el inducir a la opinión pública a pensar que cualquier forma de contestación, no es tanto sobre su existencia y acción sino, más bien, contra los supuestos intereses generales que representan. Este es el caso de las apelaciones a la turismofobia de la patronal y algunas empresas turísticas acompañadas, en gran cantidad de ocasiones, por ciertos partidos políticos y los medios de comunicación que les sirven de altavoz, cuando señalan y criminalizan a los movimientos sociales que ponen en duda los supuestos beneficios de su actividad subrayando, además, las externalidades negativas que ésta genera. Según esto, la turismofobia sería una especie de odio irracional sobre la actividad turística, un antiturismo visceral sobre una industria que no hace otra cosa que generar riqueza y empleo. No obstante, es necesario recordar que lo que estos movimientos denuncian no es el tanto el turismo como la turistificación, esto es, no es el sector económico en sí, sino su escasa gobernabilidad, su falta de planificación así como algunas de sus implicaciones y consecuencias. Ahora bien, en aras de poner en valor la acción de estos movimientos, a la vez que desmentir las apelaciones negativas contrarias, quizás sea necesario aclarar qué se entiende por turistificación.
Una primera aproximación al concepto de turistificación vendría dado al destacar aquellos aspectos, sociales y espaciales que son alterados al ser sometidos a la presencia intensa y prolongada de la proliferación de actividades directa o indirectamente ligadas al consumo turístico. Bajo este prisma, este fenómeno tendría especial relevancia en aquellas ciudades con centros urbanos distintivos, además de un pasado y un patrimonio destacables.
Las implicaciones espaciales de la turistificación han sido destacadas por numerosos autores, los cuales han señalado que este tipo de dinámica pivotaría en torno a la relación entre sociedad, identidad, medioambiente y patrimonio cultural, en un mundo globalizado que tiende hacía la homogeneización, o como un proceso histórico, así como las relaciones de poder, que se producen en la dialéctica particular entre territorio y turismo.
Otras perspectivas destacan que los ámbitos sociales y espaciales son indistinguibles, algo lógico cuando hablamos de las ciudades y el turismo, esferas ambas donde la presencia de éstas y otras variables hacen necesarias aproximaciones holísticas complejas a la hora de llevar a cabo cualquier interpretación y análisis. La ciudad es un gran palimpsesto donde diversos procesos de orden socio-espacial, sus diversas capas, conforman una realidad diversa e inextricable. El turismo, por su parte, puede presentarse como un hecho social total ya que, en tanto acción humana de índole colectiva, acoge en su seno un conjunto amplio de diferentes prácticas.
La turistificación supone un desplazamiento socioespacial —como la gentrificación—, además de otras consecuencias materiales y simbólicas derivadas del turismo masivo en un determinado territorio
Este carácter complejo es el que determina que, de hecho, aparezcan otras dinámicas sociales que, a veces, se confunden, empujan, desatan o interrelacionan con la turistificación. Estaríamos hablando de procesos como la gentrificación y, en concreto, de su vertiente turística, cuya primera aproximación académica fue publicada a comienzos de este siglo por Kevin F. Gotham en torno a la ciudad de Nueva Orleans. Pero también de la patrimonialización, siendo el estudio más destacable, en lo que respecta al Estado español, el elaborado sobre las Ciudades Patrimonio de la Humanidad en Castilla. Sin olvidar la celebración de mega-eventos y su influencia en la terciarización y transformación urbana de las ciudades; o la museificación, el traslado, en este caso, a los centros históricos de las prácticas museísticas tradicionales, y donde habría que destacar el caso del Barri Gòtic de Barcelona. No obstante, aunque la gentrificación y la turistificación, así como otros fenómenos, son procesos interconectados, suelen presentarse en diferentes momentos en aquellas economías urbanas que se encuentran estrechamente relacionadas con el turismo, así como desarrollarse de diferentes formas según las condiciones establecidas de partida y otros factores. Así, la turistificación sería aquel proceso que supone un desplazamiento socioespacial —como la gentrificación— además de otras consecuencias materiales y simbólicas derivadas del turismo masivo en un determinado territorio.
El debate al respecto es amplio y aumenta día a día, pero esto no significa que los movimientos sociales contra la turistificación y por el decrecimiento no tengan claro su ámbito de lucha. Sin embargo, aunque tal y como nos recuerda la sociología clásica las etiquetas dicen más de los etiquetadores que de los etiquetados creo necesario una definición simple y llana sobre este tipo de proceso, una forma de denominar al que podría ser el objetivo de estos movimientos, intentando alejar, en la medida de lo posible, la estigmatización empresarial, política y mediática a través de etiquetas como la de turismofobia. De esta forma, la turistificación serían aquellas consecuencias vividas por un territorio, sea este una calle, un barrio, un pueblo o una ciudad, que se manifiestan cuando la práctica totalidad de las relaciones sociales que en él se producen se encuentran mediadas por la actividad turística.
Sería por tanto este, y no otro, el ámbito del conflicto que enmarcaría la acción de los movimientos sociales.
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