Opinión
Ganar tiempo… ¿para qué vidas?

Sería naíf asumir que el tiempo ganado con la reducción de jornada se traduce automáticamente en tiempo libre. Esas horas ganadas se invertirán en trabajo reproductivo, meta-trabajo (formación), búsqueda de empleo y pluriempleo.
Varios Madrid Centro turismo Construcción - 13 Cartera
Una cartera trabajando en el centro de Madrid. David F. Sabadell

La reducción de la jornada laboral sin reducción de salario es una de las principales disputas políticas que Sumar ha abanderado en esta legislatura. Lo leímos en su programa electoral, lo escuchamos en campaña y estos días. Por completar: la reducción de jornada se va a aprobar con o sin diálogo social. Hasta llegar a las 32 horas semanales habrá una reducción progresiva en los próximos años: 38h y media en 2024, 37h y media en 2025, y así sucesivamente. Esta medida, afirma el socio minoritario del Gobierno, no puede estar condicionada. Las horas ganadas no se compensarán con horas extras ni supondrán una disminución del poder adquisitivo de las familias. El objetivo es claro: trabajar menos horas para poder disfrutar de más tiempo libre.

A pesar de su iniciativa, esta propuesta no es patrimonio de Sumar. Son numerosas las organizaciones de la sociedad civil, sindicatos y partidos de izquierda que defienden el derecho “a ganar tiempo de vida”. Y existe una mayoría ciudadana que reconoce y reivindica los beneficios ecológicos, sociales y personales que comporta esta medida. Sin embargo, no podemos perder de vista que las desigualdades que atraviesan y conforman el trabajo asalariado afectan también al ocio. Sería naíf asumir que el tiempo ganado con la reducción de jornada se traduce automáticamente en tiempo libre. La mayor parte de la población comienza una jornada laboral no remunerada cuando abandona su oficina. Nos referimos al trabajo reproductivo (tareas domésticas, labores de cuidados, etc.) que recae principalmente sobre mujeres. Pero no sólo: la situación de inestabilidad y precariedad en la que vive sumida buena parte de la ciudadanía hace que el tiempo libre sea un recurso más a rentabilizar. Esas horas ganadas, en un mercado laboral volátil, de competencia voraz y encarecimiento de la vida estarán destinadas al meta-trabajo: invertir tiempo y dinero en formación; búsqueda constante de alternativas laborales; o pluriempleo.

Esta es la realidad de un sector amplio de la población que abarca desde perfiles de baja cualificación y empleos estacionales, a perfiles de alta cualificación en sectores inestables como la investigación o la cultura. Y que se ceba especialmente con los jóvenes y las personas migrantes.

Si convenimos que conquistar tiempo de vida libre y autónomo es una de las principales batallas políticas de nuestro tiempo, entonces debemos abordar el reto con tanta honestidad como rigor

Sabemos que no estamos descubriendo la pólvora. Esta es una realidad palmaria e incontestable. Y por ello queremos cuestionar la grandilocuencia con la que —casi todos— hablamos de ganar tiempo de vida. ¿La mujer con una persona dependiente a cargo va a poder convertir automáticamente en ocio las horas ganadas? ¿Acaso una trabajadora del hogar que tiene que combinar dos cercanías que siempre llegan con retraso dispondrá del tiempo suficiente para ir al gimnasio? ¿Y el joven que vive encadenando becas podrá desentenderse de la búsqueda de empleo y entregarse a esa afición eternamente postergada? En pocas palabras, la reducción de la jornada laboral sin reducción de sueldo es una buena noticia, pero no es una fórmula mágica. Si convenimos que conquistar tiempo de vida libre y autónomo es una de las principales batallas políticas de nuestro tiempo, entonces debemos abordar el reto con tanta honestidad como rigor.  

El mundo es desigual y, por consiguiente, también lo es el disfrute de tiempo libre. Con la reducción de la jornada laboral dispondremos de más tiempo y más poder adquisitivo relativo, sí. Pero la desigualdad persistirá

El mundo es desigual y, por consiguiente, también lo es el disfrute de tiempo libre. Con la reducción de la jornada laboral dispondremos de más tiempo y más poder adquisitivo relativo, sí. Pero la desigualdad persistirá. Por este motivo consideramos que esta medida por sí misma es insuficiente. Requiere ser acompañada de una batería de propuestas complementarias que apunten hacia un cambio sistémico. Cualquier lector/a estará de acuerdo en que no es lo mismo disfrutar de tiempo libre en un club náutico que hacerlo en un barrio periférico sin zonas verdes; costearse cualquier evento cultural que ver vídeos de Llados en YouTube; viajar a tu antojo en vacaciones que permanecer en una casa pequeña por falta de presupuesto. Si queremos que esas horas recuperadas no sean carcomidas por la ansiedad, no se reinviertan en la rueda de la precariedad que nos obliga a correr cada vez más deprisa sin que avancemos una micra, debemos cambiar el enfoque del discurso y de las políticas.

Reducción de jornada
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La jornada anual varía muy lentamente desde que el Ministerio de Trabajo tiene una serie histórica, apenas 22 horas desde 2001. El País Vasco aventaja en 49 horas a esa media estatal en los convenios colectivos firmados.

La crisis climática y ecológica nos obliga a pensar toda propuesta política en clave ecosocial, como parte de un programa de futuro que nos acerque a un mundo más justo, habitable y deseable. Para cualquier persona en cualquier latitud. A nuestro juicio, la brújula de ese programa debe estar calibrada por el decrecimiento. Apostar por un modelo socioeconómico en el que menos sea más, citando el libro de Jason Hickel. Actualmente abundan las familias en riesgo de exclusión social, los trabajos de mierda, los salarios mínimos, los problemas de salud mental, los servicios públicos deficitarios, la concentración de la riqueza, la desigualdad, las personas desempleadas o pauperizadas, las subidas de precios de bienes esenciales (p.ej.: alimentación y vivienda), las emisiones de gases de efecto invernadero, los conflictos socioambientales, etcétera. Que abunden estas realidades no es el orden natural de las cosas, responde a un sistema económico que necesita crear escasez para funcionar.

Queremos subrayar la necesidad de emprender reformas de calado que hagan del lema “ganar tiempo de vida” una realidad de la que todo el mundo goce

No pretendemos, con ello, hacernos trampas al solitario y ante una medida concreta plantear la cómoda máxima de “acabar con el capitalismo”. Sabemos que hacerlo requiere mucho más que leyes, instituciones o artículos. Pero queremos subrayar la necesidad de emprender reformas de calado que hagan del lema “ganar tiempo de vida” una realidad de la que todo el mundo goce. No debe bastarnos con reducir la jornada laboral. Hay que democratizar el tiempo libre desmercantilizando y democratizando la satisfacción de necesidades básicas (alimentación, vivienda, energía, agua), redistribuyendo riqueza y tareas esenciales, y garantizando su acceso universal. Tanto el trabajo digno como el tiempo libre deben considerarse bienes comunes accesibles a todos que contribuyan a la autorrealización del sujeto y no a su alienación, y el cuido de la sociedad y del medioambiente. Sólo con las necesidades básicas cubiertas, teniendo la capacidad de aportar a la sociedad en condiciones dignas, y viviendo un presente estable, el futuro puede ser percibido como esperanzador. Sólo así podremos disfrutar del ocio en condiciones de equidad. Si queremos que el tiempo sea libre, primero tenemos que liberar a las personas. 

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