Literatura
Andrea Abreu, más cerca de las nubes que del mar

Para escribir Panza de burro desde lo quinqui, Andrea Abreu ha tenido que realizar un importante trabajo de restauración del léxico y la sintaxis del español canario de su entorno y gente. Belleza desde y en los márgenes.

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La escritora canaria Andrea Abreu. Luz Sosa
8 nov 2020 06:00

La panza de burro son esas nubes que hacen desaparecer las montañas y se convierten en un escudo que repele los rayos del sol. Sin esa luz transcurre Panza de burro, de la canaria Andrea Abreu (1995) y publicada por Barrett, una novela ambientada en un barrio de un pueblo siempre nublado del norte de Tenerife.

En este lugar tan concreto, la narradora y su amiga sufren más veces esta atmósfera gris que las que disfrutan en la playa. Imbuidas por este fenómeno meteorológico que nubla la mente, las dos niñas callan más cosas de las que se dicen mutuamente. Cosas que Andrea sí cuenta vía telefónica en esta entrevista que no se pudo hacer en La Laguna. Como, por ejemplo, que llegó tarde a la lectura y a la escritura porque en su casa no había libros o que no solo se aprende a escribir leyendo, también hay que vivir, recopilar experiencias y atender al habla. Bien lo sabe ella, que para poder escribir Panza de burro desde lo quinqui ha tenido que realizar un importante trabajo de restauración del léxico y la sintaxis del español canario de su entorno y gente. Belleza desde y en los márgenes.

¿Panza de burro es una novela escrita a pesar de y en contra de la precariedad?
Toda mi vida he estudiado gracias a las becas. He sido una empollona porque creía que era la única manera que tenía de ir a la universidad. Gracias a las becas, mis padres no podían financiarme mis estudios, he podido estudiar gratis, pero llegó un momento en que no eran suficientes. Me fui de Tenerife a Madrid creyendo que en el centro de la metrópoli es el único lugar en el que mi voz se escucharía.

En Madrid el alquiler es muy costoso y me puse a trabajar de camarera y dependienta. El sueldo lo empleaba para pagar el alquiler en un lugar en el que no me podía permitir otro lujo que no fuera vivir en ese mismo lugar. No podía sacar tiempo para otra cosa que no fuera trabajar para poder vivir en esa ciudad y escribir la novela. Pensé que no era tan importante estar en el centro ficticio de las cosas y decidí regresar a Tenerife. He intentado deconstruir esa idea de lo que se hace en Canarias es peor por naturaleza. En realidad no importa desde dónde estén creadas las cosas, con tal de que sean genuinas y tengan riqueza. He aprendido a buscar la riqueza en mis orígenes.

Se quiere que toda la literatura se parezca a una sola porque se cree que así se va alcanzar a mucha más gente, renunciando a nuestras raíces y convirtiéndonos en una especie de ciudadanos universales

Tu literatura es canaria, igual que las playas de esas islas son pedregosas y negras, ¿por qué se estandariza todo?
Hay una tendencia en la literatura a convertir esa arena negra en blanca, como si de una playa caribeña se tratase. Se quiere que toda la literatura se parezca a una sola porque se cree que así se va alcanzar a mucha más gente, renunciando a nuestras raíces y convirtiéndonos en una especie de ciudadanos universales. Creo que en realidad la riqueza de un libro se encuentra precisamente en lo específico. Ser muy específica es la mejor manera de escribir. Mi única manera de escribir es siendo muy detallista. La única forma que yo tengo de ser muy  detallista es conociendo muy bien el terreno del que hablo. Una de las cualidades de los grandes libros es que el lugar en el que transcurren es un personaje más.

¿Has escrito como hablas o has tenido que inventarte una tercera vía para dar forma a Panza de burro?
Panza de burro no es una escritura oral. Es el intento de trasladar una forma de hablar muy concreta que teníamos a principios del año 2000 en mi barrio. En el libro no escribo como hablo, he hecho como de médium trayendo al presente la forma en la que yo recuerdo que hablaba recién empezaba el siglo XXI. Lo más complicado fue rescatar el habla de las viejas que aparecen en la novela. A pesar de que llevo toda mi vida escuchando lo que las señoras mayores decían en mi barrio, parece que había una pared que impedía que determinadas palabras, sobre todo aquellas relacionadas con el entorno, la flora y la fauna, filtrasen a mi generación.

Quería reivindicar el valor propio del español en Canarias sin tener que explicarme, sin tener que hacer una traducción al español estándar, que en realidad no lo es

¿Sin glosario, es un favor que haces al lector o es para joderlo?
[Risas] Tomé como referencia la literatura latinoamericana y pensé que si Julio Cortázar escribió en porteño, intercalado con francés e inglés, sin añadir al final de sus libros un glosario que explique el significado de cada uno esos términos, y el lector se esfuerza por comprender a través del contexto o investigando las acepciones de esas palabras, yo entendí que, de la misma manera que el porteño es una variante del español, el canario también es una variante del español igual de válida. Si esa es la realidad objetiva, ¿por qué yo tengo que explicar esas palabras? Es una decisión lógica que también tiene un componente político. El español que se habla en Canarias es diferente a otros españoles. Quería reivindicar el valor propio del español en Canarias sin tener que explicarme, sin tener que hacer una traducción al español estándar, que en realidad no lo es. Es el español que se utiliza, en general, por la zona de la meseta. Me propuse darle valor en sí mismo a ese lenguaje que se habla en mi barrio.

¿El canario es consciente de la doble periferia que retratas en tu libro?
A pesar de la diferencia que hay en Canarias entre el medio rural y el urbano, no es tan bestial como la que yo he visto en la península. Lo que sí hay en Canarias es un fuerte clasismo. Las personas que están muy arraigadas al medio rural son consideradas magas, palabra canaria que hace referencia a personas brutas, gritonas, sin cultura. Panza de burro es la periferia dentro de la periferia. Es una historia contada desde la perspectiva de una persona maga. Tengo la sensación de que, cuando se escribe desde el ámbito rural canario, lo suelen hacer personas que ven ese ámbito mago desde fuera. Mi novela sigue una línea dentro de la literatura canaria, que es la escritura sobre lo mago desde la voz de una persona maga, es una reivindicación de esa cultura maga. Lo he hecho así porque esa es la realidad que yo he vivido y que he experimentado.

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Andrea Abreu escudriña recuerdos y modos de hablar en ‘Panza de burro’. Luz Sosa

Desmontas la idea de las Islas Canarias reducidas al sol y a la playa.
En contacto con gente de la península y viviendo en la meseta me he dado cuenta del arraigo que hay de la idea de que en Canarias siempre hace sol. El propio título del libro, Panza de burro, es una cara b de las islas. Esa realidad de sol y playa a la que se refieren los turistas nos la hemos terminado de creer los canarios. Pero no, la panza de burro ha sido la atmósfera que más ha dominado mi vida. Yo quería darle valor a eso porque sí es importante contar la historia desde esa cara b, aunque para mí no los es porque es la única cara que he vivido.

Parece que la playa es un privilegio que tienen las personas que vienen a Canarias. Lo que queremos las personas que vivimos en Canarias son servicios básicos y oportunidades, no solo vivir por y para construir el paraíso turístico

He querido contar la historia de las personas que han construido ese mito turístico de sol y playa en Canarias. Ir a la playa es una cuestión de clases. Las niñas que aparecen en el libro no van a la playa, sueñan con ir. Parece que la playa es un privilegio que tienen las personas que vienen a Canarias. Lo que queremos las personas que vivimos en Canarias son servicios básicos y oportunidades, no solo vivir por y para construir el paraíso turístico. Ya lo teníamos claro, pero ahora con el coronavirus este modelo centrado única y exclusivamente en el turismo no es sostenible.

Mientras los padres de tu generación construían el mito turístico canario, las abuelas os criaban.
Esa relación se puede ver muy bien en el personaje de Isora. Es como una niña vieja, su forma de hablar y comportarse, incluso es fácil imaginársela vestida como una persona mayor. Sin embargo, es una niña muy moderna al mismo tiempo. Es la más valiente a la hora de experimentar con la internet, la manera que tiene de hablar con la gente mayor. Isora es un ejemplo canónico de esa confrontación / comunicación entre dos mundos: el de la oralidad y tradición de los cuentos de Canarias y ese otro mundo que apareció con la llegada de la internet. Universo nuevo que conocimos sin ningún tipo de tutela y que nos permitió desde ese mundo cerrado que era el barrio ver cosas diferentes. Es muy curioso cómo se relacionan en esa época las abuelas y la internet. Mundos que en mi caso se complementaron y definió, en buena medida, los rasgos de mi generación.

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Abreu asegura que ha aprendido a “buscar la riqueza en mis orígenes”. Luz Sosa

¿Panza de burro es política porque así lo has querido o te salió política?
Soy una persona muy política. Entonces, creo que es imposible que yo pueda desligar mis ideas y mi forma política de entender la vida, los cuidados, los lazos y el barrio, de mi escritura. Es política en tanto en cuanto yo tengo una mirada política de la vida. Es importante subrayar que siempre hay un sesgo, una mirada, un ojo que elige mirar a un determinado punto. Aparte, lo relaciono mucho con el uso del español neutro. ¿Cómo que neutro? No es neutro, pertenece a la parte que tiene el poder político y económico.

Es una novela política que toca el tema de la violencia sexual en la infancia.
Tiene que ver con las relaciones de poder que hay en la infancia. Cuando se comunican al mundo adulto se interpretan como un simple juego. Estoy segura de que muchas relaciones de poder en la infancia son agresiones sexuales, igual que en la edad adulta porque responden a los mismos mecanismos. Este suceso lo introduje porque creo que es una realidad que cambia por completo a las personas. El dolor nos modela. De la sexualidad en la infancia apenas se habla, como si no existiera y tampoco de las agresiones y abusos sexuales a los niños y niñas.

Luego está el personaje de Juan, quien también es Juanita Bananas.
Mis editores de Barret me preguntaban si era Juan o Juanita. Me planteé que había un conflicto, pero a mí me salió de manera natural llamarle unas veces Juan y otras Juanita. Es un personaje que tiene una identidad fluida. No quería definir su identidad y que quedase plasmado que le denominaba de dos maneras distintas porque su identidad fluctuaba entre esos dos nombres.

Un personaje tiene dos nombres y la protagonista ninguno.
Mucha gente pensó que su nombre era shit (mierda). En realidad no se llama así, esa es la forma que Isora tiene de llamarla. No tiene nombre porque quería subrayar que esta historia no es mía, no soy yo la protagonista de la historia. Aunque el libro tiene mucho de mí, es una ficción. También quería recalcar que este personaje está construyendo su identidad a través de su mejor amiga. No es capaz de hacerlo sino es a través de la imitación continua de su amiga. Tiene una especie de vacío de identidad que quería que se viese por medio de la ausencia de su nombre.

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En ‘Panza de burro’, Andrea Abreu se propuso “darle valor en sí mismo a ese lenguaje que se habla en mi barrio de los Piquetes”. Luz Sosa

¿Panza de burro es una historia de amor, de amistad o de identidad?
De las tres, de hecho están tremendamente unidas y sobre todo en ese momento de la vida. En lo que respecta a las niñas en esa etapa preadolescente tenemos relaciones con las mejores amigas en las que los límites entre el enamoramiento, el descubrimiento sexual, la amistad y la identidad no están definidos. Esto es lo revolucionario, a medida que vamos creciendo nos vamos domesticando en la jerarquía de las relaciones. Cuando sabemos establecer relaciones naturales es en ese momento preadolescente. No jerarquizamos, simplemente sentimos cosas y no queremos establecer límites. Me parecía importante hablar de esa parte de descubrimiento de las relaciones, de identidad, porque me parece como muy salvaje.

Dime, por favor, algo asquerosamente bello.
Es un poema que la narradora de Panza de burro le escribe a su amiga y que lleva por título “Comerme a Isora” y dice así:

Yo quería comerme a Isora y cagarla para que fuera mía.

Guardar la mierda en una caja para que fuera mía.

Pintar las paredes de mi cuarto con la mierda para verla en todas partes y convertirme en ella.

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