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Iraq
“El arte florece en época de paz”: los artistas de Iraq tratan de dejar atrás décadas de conflicto
El gentío se amontona en la entrada de la sala de exposiciones. Es sábado de una mañana de primavera y, vestidos con sus mejores trajes, los invitados se saludan y se fotografían mientras esperan que alguien dé la orden para que puedan acceder al interior. Hoy se inaugura una exhibición artística en la sede de la Sociedad de Artistas Plásticos Iraquíes con pinturas de distintas artistas locales, y el público parece entusiasmado. Asisten desde ciudadanos jóvenes y mayores, hombres y mujeres, hasta representantes de distintas embajadas.
Exposiciones como ésta habrían sido impensables hasta hace poco tiempo. Unos años atrás, el conflicto sectario que derivó tras la invasión de Irak liderada por los Estados Unidos en 2003, que recientemente se ha recordado al cumplirse 20 años de entonces, hizo imposibles encuentros culturales de este tipo. Los atentados con coche bomba eran frecuentes en las calles de la capital iraquí, especialmente desde 2006, y en contextos extremos el arte encuentra dificultades para expandirse, al menos de puertas afuera. Además, ya desde la invasión, muchas galerías de arte cerraron por completo.
Pero hoy Bagdad respira otro ambiente, y las luchas o fijaciones de sus ciudadanos son también otras. Lo plasman las decenas de obras que se exhiben. Escenas de la cotidianidad como un estudio para coser, niños jugando a pelota en la calle, algunas pinturas más abstractas, pero, sobre todo, representaciones de mujeres que quieren liberarse. Esta última temática se ve reflejada en el cuadro de una mujer que sitúa su dedo delante de su boca para hacer callar a máscaras con voces que, supuestamente, la juzgan a su alrededor, o la imagen de una mujer con vestido rojo bailando junto al sol.
“Mis temas tienen que ver con los derechos de las mujeres. Antes, las mujeres artistas tenían algunas limitaciones para trabajar en según qué temáticas”
Este último cuadro lo ha pintado Reham Alaa (Bagdad, 1998), una joven artista que no deja de fotografiarse, junto a su obra, con aquellos que se lo piden. Alaa ha estudiado Administración Económica en la Universidad de Bagdad, pero su faceta artística le viene de familia, aunque “no son famosos”, asegura. “He aprendido arte por mi cuenta, practicando”, explica. Utiliza la técnica del lienzo de pintura al óleo, y además de pintar, también escribe. “Trato de expresarme todo el tiempo, llevando indirectamente la influencia del hecho de ser árabe en mis pinturas”, prosigue.
Aunque, en realidad, aquello que realmente influye en su obra es su condición de mujer. “Mis temas tienen que ver con los derechos de las mujeres. Antes, las mujeres artistas tenían algunas limitaciones para trabajar en según qué temáticas. Ahora quien lo limita es la religión y la ley, pero las mujeres tienen más derechos. Como artista, trato de hacer llegar el mensaje de las mujeres. Estoy orgullosa de poderme expresar como mujer, y estoy orgullosa también de los hombres que apoyan a las mujeres”, explica.
El arte no entiende de edades
Mientras Reham Alaa atiende las preguntas ante su obra, los visitantes de la exposición aprovechan también para compartir puntos de vista entre ellos. Uno de los más mayores que pasea entre los cuadros es Saad Altai. Nacido en la ciudad de Hilla —cerca de Babilonia— el año 1935, estudió en Italia y en 1957 regresó a Bagdad. Fue entonces cuando se convirtió en miembro de la Sociedad de Artistas Plásticos Iraquíes, una afiliación que mantiene hasta hoy. “Puedo decir que soy uno de los pioneros de la entidad”, añade, orgulloso. La asociación, de hecho, fue creada en 1956 y, ya desde el inicio, ha permanecido siempre en la misma ubicación.
Altai fue profesor de Arte en el Instituto de Bellas Artes de Bagdad durante 19 años, y en la Academia de Bellas Artes durante 32 años. “Mi currículum relacionado con el arte es bien conocido. Solía participar en todas las exhibiciones, y también he hecho muchas de particulares”, cuenta, sentado en un despacho del centro al acabar la exhibición, mientras los visitantes se retiran paulatinamente.
Su principal inspiración artística, asegura, le viene de los mismos seres humanos. “Empecé con las marismas en los años 60 y 70. Muchas de mis pinturas hablaban de la gente que vive allí. Luego me enfoqué en otros temas, como la arquitectura islámica, con los espejos de la mezquita, o las piedras. La idea de esta era: ‘Las piedras expresan incluso en su silencio’”, explica Altai. Más recientemente, su última exhibición en Bagdad ha tratado sobre inmigración. “Hago lo que puedo por las personas, por la vida”, relata.
El arte se expande, al fin
A Altai, su larga trayectoria profesional le permite ver la historia del arte en Irak con la mayor perspectiva. También es el caso de su amigo Qasim Sabti, que actualmente preside la Sociedad de Artistas Plásticos Iraquíes. A Sabti (Bagdad, 1953), toda la esfera artística de la capital iraquí le conoce. Es quien ha inaugurado hoy la exhibición, y a lo largo de los años se ha ganado a pulso el reconocimiento. Primero como profesor en la Academia de Bellas Artes de Bagdad, hasta que el año 1992 creó la galería de arte Hewar (diálogo, en árabe) que, asegura, fue de las únicas que siguió funcionando tras la invasión estadounidense, y hasta la fecha. “Durante la invasión, 15 galerías de arte cerraron. En tiempos de guerra nadie compra arte. El arte florece en época de paz”, subraya.
Sabti vivió en carne propia las dificultades que tuvieron los artistas como él para trabajar durante el régimen de Sadam Husein, y bajo el embargo. “El Gobierno iraquí dejó de apoyar cualquier proyecto vinculado con el arte”
Pero ya desde antes de la invasión, Sabti vivió en carne propia las dificultades que tuvieron los artistas como él para trabajar durante el régimen de Sadam Husein, y bajo el embargo. “El Gobierno iraquí dejó de apoyar cualquier proyecto vinculado con el arte, excepto los retratos de Sadam. Como no podía vender fuera, tuve que confiar en los diplomáticos, periodistas y empleados de las Naciones Unidas y de la Cruz Roja que visitaban mi galería”, explica.
Más allá de los eventos de las últimas décadas, Sabti conoce bien cómo la historia de su país ha influenciado la evolución del sector artístico. “En los años 40 y 50, este sector todavía estaba creciendo. En los 60, hubo muchas mejoras. En los 70, retrocedió debido al cambio de régimen de monarquía al partido baazista. En los años 80 se produjo la guerra entre Irán e Irak, e impactó en el ámbito del arte”, detalla, sentado en la entrada de la entidad, donde pasa la mayor parte de las horas del día.
Ahora, se muestra optimista ante la época de expansión de la actividad artística que vive la capital. “Recientemente han abierto cinco galerías en Bagdad”, exclama, orgulloso. Aunque, a la vez, lamenta la falta de apoyo gubernamental para financiar las obras, lo que hace que los que pueden opten por tratar de venderlas en el extranjero. Con pocas opciones más a la vista, ven esperanza en encontrar apoyo en las familias adineradas que huyeron de Bagdad durante los peores períodos de la guerra y que, recientemente, han regresado a la capital iraquí.