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Extremadura
Víctor Chamorro: Un arroyo llamado honestidad
A Víctor Chamorro. Porque su palabra nos llega clara como agua a los labios sedientos de un pueblo ávido de saber.
Pudiste ser un río de amplias torrenteras, un río capaz de saciar la sed y la codicia humana, las ansias de poder; solo tenías que controlar tu singladura, ser dúctil, manejable, aplacar tu ímpetu para no molestar al gusano ocioso que surgió al regazo de una tormenta de bocas que tronaban “tierra, pan y libertad”, ser complaciente para no incomodar a ese conglomerado de raíces sátrapas que extorsionan la tierra para adiestrar el cauce bravío de la inocencia.
Podrías haber sido un río eterno cruzando glorioso y en olor de multitudes el mapa impúdico de una tierra llamada sumisión, podrías haber bramado libre, solo con respetar los cauces sugeridos por los domadores de agua, ellos te hubieran regalado las sombras de los álamos, el favor de los vientos, la caricia del sol y hasta la lluvia misma, también la sumisión de lindas muchachas arrojando lirios y amapolas a tu paso bajo el arco triunfal del puente construido para domar rebeldías.
Podrías haber gozado de una complaciente desembocadura y haber depositado en la memoria colectiva del cenagoso lago un rico sedimento donde sembrar la rosa putrefacta del poder.
Y decidiste sin embargo, ser riachuelo, dejar que las sedientas palabras poblasen tu ribera, que los huérfanos juncos besasen el latir de tus límpidas aguas. Osaste trazar un curso cotidiano aun conociendo lo agreste del paraje, las quebradas y barrancos que tendrías que eludir, te hiciste arrollo de sereno caudal, arroyuelo que, sin aspavientos, baja desde el manantial de la cumbre soñando con la inmensidad del abrazo solidario allá en la planicie más remota, al sur de las bocas oprimidas y sedientas esperanza.
Decidiste ser agua a contracorriente del agua, a contrapelo del aplauso fácil, del paso de la mano por el lomo, del asentir para sentirte alguien que, por la insolencia de ser alguien, asiente.
Decidiste saber de orografía para no tener que cuidar de los demagogos de la lluvia, para no tener que explicar la brevedad de tu curso, decidiste ser rico en afluentes y prolongar así tu singladura. Para no tener que vivir en la pobreza de un pensamiento encauzado, de una acequia trazada por los mercaderes de la alegría, optaste por surtirte de muchos manantiales.
Tú, que eres hijo de profundos acuíferos, que conoces la sapiencia selvática de los antiguos manaderos y el ronco latido de de la lluvia cercana, a pesar de los diques, de las presas y muros que se oponen al transcurrir de tu cauce, siempre has encontrado un resquicio por el que surtir de agua fresca y transparente, los labios y gargantas de ese océano llamado pueblo y que tanto anhela conocer su historia.
Extremadura
Noches blancas