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Educación
La jornada continua se impone en la escuela sin un debate en torno al tiempo en la educación
Todos los colegios de Canarias y Extremadura tienen ya jornada continua, y la fórmula de concentrar las clases en las horas previas a la comida y prescindir de las horas lectivas por la tarde se ha extendido en la mayoría de las comunidades. Más allá del debate sobre el tipo de jornada escolar, las decisiones sobre el uso del tiempo inciden directamente en el desarrollo y trascienden a los adultos que las toman.
“Cuando elegí colegio tenía claro que prefería la jornada continua; por entonces trabajaba como freelance y prefería un horario con el que no tuviera que ir y volver dos veces al centro”, dice Sarah. Aunque no fue el tipo de jornada el aspecto clave para valorar el colegio —lo fue la proximidad—, cree que la jornada continua hace el tiempo en la escuela más llevadero, y se remite a su propia experiencia: “Yo tuve jornada partida toda mi vida escolar, incluido el instituto, y se me hacía muy larga”, explica.
Para esta madre de dos niñas, ambas en la etapa escolar, hay cierto prejuicio sobre la jornada continua, al pensar que menor tiempo en la escuela supone necesariamente una peor calidad pedagógica. Además, ve con desconfianza el argumento de que se trate de una estrategia para favorecer los intereses del profesorado.
“La jornada continua sigue siendo controvertida”, reconoce María Carmen Morillas, portavoz de la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado (CEAPA). En primer lugar, explica, porque el sistema de dejar la decisión en manos de los centros puede generar enfrentamiento de las familias con el profesorado, o de las familias entre ellas. Además, hace una advertencia: “Una vez que se hace el cambio a la continua, la decisión es irreversible, por mucho que digan que no lo es, y va a afectar a futuras familias que no hayan podido participar de la decisión”.
“Para nosotros, la mejor jornada es la que se adapta al menor, porque el objetivo y el objeto de la educación es el menor”, recalca, resistiéndose a concretar si para el menor es mejor concentrar las horas lectivas en la mañana o tenerlas repartidas en una franja de mañana y una de tarde. “La jornada debe adaptarse a los intereses de los menores y a sus contexto, no es lo mismo una zona rural del norte que una ciudad de la zona sur de Madrid”.
“Nos han cargado la decisión a la comunidad educativa cuando la responsable debería ser la administración”, dice. Y apunta una idea innovadora: ¿y si se pudiera pensar en un horario flexible, con un horario central compartido por todo el alumnado y flexibilizando las horas de entrada y de salida?
INEQUIDAD Y JORNADA ESCOLAR
La jornada continua se ha generalizado en los colegios públicos de casi toda España y este tipo de horario es mayoritario en al menos 12 comunidades autónomas. En algunas como Canarias o Extremadura, la fórmula de concentrar las horas lectivas en la mañana es la que siguen el 100% de los colegios.
En los argumentos a favor de una u otra suelen mezclarse algunos relacionados con la conciliación de la vida laboral y familiar, aspectos psicológicos —cuándo es mayor la atención del alumnado— y argumentos cuantitativos —qué tipo de jornada se traduce en mejores resultados PISA—. Pero Morillas cree que hace falta una reflexión que vaya más allá y valorar aspectos sociales y pedagógicos.
“Hay menores para quienes el único momento de equidad, de protección, es el momento en el que están en el centro escolar y cuando las jornadas son reducidas el menor no tiene la posibilidad de poder estar ese tiempo atendido y en unas condiciones dignas”, explica.
Además, cuando la jornada es continua, es habitual que se reduzca el número de alumnos que se quedan al comedor, perdiendo ese momento, el de la comida, como momento educativo. Y esta decisión repercute además en la extraescolares. “si el alumnado no va al comedor, sale a las dos y ya no vuelve”, dice Morillas.
La concepción que hay detrás de esta postura es compartida por la catedrática de Psicología de la Educación de la UAM Elena Martín Ortega: los recreos, los comedores, las extraescolares y hasta los pasillos “son espacios en los que se trabajan aprendizajes tan importantes o más como los académicos”.
Con ese argumento, “recortarlos por entender que es un pérdida de tiempo creo que es no comprender qué es lo que necesitan los niños y niñas”. La clave, advierte, no es únicamente la jornada, y “existen centros con jornada continua que dan una respuesta mejor que otros con jornada extensa”. “Pero, si hablamos estrictamente las supuestas ventajas de la continua, estas no compensan a los riesgos”, concluye.
EDUCAR FUERA DEL HORARIO ESCOLAR
“A veces la carga de deberes me parece excesiva para niños de primaria y depende mucho del profesorado”, explica David, padre de dos niños en edad escolar, de 4 y 10 años. En el último curso, dice, se ha relajado un poco. Pero en años anteriores, su hijo ha llegado a casa con deberes de cuatro asignaturas distintas, y con frecuencia debe prepararse también en casa para afrontar pequeños exámenes.Sarah se declara contraria a los deberes y cree que el tiempo de sus hijas fuera de la jornada escolar debe ser para el juego y actividades extraescolares de su elección. Como es habitual, tanto el AMPA del colegio de David como la del colegio de Sarah planifican actividades tras la jornada escolar —partida en el caso del colegio de los hijos de David y continua en el caso de las dos hijas de Sarah—.
“El papel de las AMPA en este aspecto es muy interesante”, dice Martín Ortega. Porque estas actividades sirven para complementar tres áreas que habitualmente quedan olvidadas en el currículum oficial de la escuela: el desarrollo corporal o deportivo, la música y los idiomas, aunque reconoce que en este último aspecto el esfuerzo las cosas han cambiado en los últimos años.
Martín Ortega defiende que las extraescolares deben formar parte de la estructura escolar y que es deber de las administraciones el garantizar que la gratuidad de las mismas o la posibilidad de acceder a ellas a precios asequibles. Si no, dice, solo se puede esperar que las brechas existentes se hagan más profundas.
Sobre los deberes, cree que “la escuela debe mandar tareas sensatas, estimulantes y sobre todo que no supongan que la familia debe tener unos conocimientos determinados, porque si no volvemos a caer en un riesgo de inequidad importantísimo”. “Los buenos centros consiguen que lo que haya que hacer fuera no sea excesivo para posibilitar precisamente las otras actividades”, advierte, y añade que bajo ningún supuesto estas tareas deben suponer que una parte del temario recaiga en el trabajo de casa, porque “eso quiere decir que puede haber niños y niñas que no puedan no llevarlos a cabo”.
Un debate en torno a los deberes es que recoge la FAPA Giner de los Ríos en su informe Las tareas escolares después de la escuela. “Hay tiempo para todo y si se mandan muchos deberes no se cumple el derecho del menor al juego y al descanso; cuando hay niños que están desde las 7 de la mañana en el cole no puede esperarse que adquieran conocimientos haciendo deberes por la noche”, dice Maria Carmen Morillas.
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Tanto su perspectiva en torno al tiempo educativo fuera de la escuela como las advertencias de la catedrática Elena Martín ponen en el camino de una concepción ambiciosa de la educación, que iría así mucho más allá de las horas lectivas y de la que serían responsables tanto el profesorado, como las familias y las administraciones.
“Todo cabe, pero exige una planificación y una intención”, dice Martín Ortega, que apunta además a la importancia del juego como herramienta educativa. Porque educar bien no es un problema de tiempo, sino de planificación. “Si un niño o niña no tiene entre las 16 y las 20 o 21, cuando se va a la cama, no es un problema de tiempo sino de que no se dan las condiciones, ponerlo solo en términos de tiempo es simplificar el problema”.
En ese sentido, “en Finlandia está clarísima la idea de que es necesario planificar todos los aspectos educativos, la escuela asesora a la familia y hay un concepto de educación que trasciende los institucional”, asegura la catedrática. “La formación a las familias, la oferta gratuita y bien planificada debería ser una prioridad de la administración porque también es educación”.
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Idos a la mierda.