Educación
Aprender sirviendo
La pedagogía del servicio, basada en las tareas voluntarias del alumnado en su comunidad, está en ascenso en España.

¿Educación es solo sentarse delante de un pupitre y leer un texto, escuchar a un maestro, o es además implicarse en la comunidad y responsabilizarse de sus necesidades? Las tareas voluntarias han sido siempre una parte importante de la educación. Lugares y momentos tan diferentes como la España de hoy, el próximo Oriente, Estados Unidos o Latinoamérica, por citar solo algunas regiones geográficas, han considerado que la educación es también práctica.
El 1 de diciembre se celebró en Hospitalet de Llobregat el 12º encuentro estatal de Aprendizaje y Servicio, en el que participaron 240 proyectos de escuelas de primaria, secundaria y formación profesional, y donde se presentaron, además, numerosas entidades socio-culturales y deportivas, así cómo técnicos municipales y actores políticos.
Durante el encuentro se premió y se debatió sobre proyectos en los que el alumnado cubre una necesidad de su comunidad, con la intención de profundizar paralelamente en las materias de su curriculum. Se trata de una pedagogía basada en el voluntariado, al que dan su particular vuelta de tuerca, para incluirlo dentro del sistema educativo.
Un buen ejemplo es el mapeo con el que el alumnado de un colegio de Portugalete marca en OpenStreetMap las barreras arquitectónicas con las que se pueden encontrar personas con movilidad reducida, es decir aceras, comercios y portales inaccesibles.
Andrew Furco, experto de la Universidad de Berkeley en este tipo de pedagogías, explica que “el objetivo es crear una experiencia con la comunidad” y añade que estos proyectos reúnen a gente con puntos de vista muy diferentes, a instituciones públicas y entidades comunitarias. Según Furco, se observa cómo tras estos proyectos, alumnos y alumnas cambian a veces sus aspiraciones profesionales.
En un lugar tan particular como la Siria en guerra, en Rojava, el norte del país, donde se desarrolla la revolución política liderada por la minoría kurda, menores de edad continúan educándose mediante ciertos servicios en su entorno familiar. Quizás atendiendo a las visitas, según las tradiciones de su atenta hospitalidad, o en el negocio familiar, a menudo se les ve alegres despachando en algún restaurante, ayudando en la barbería o en la farmacia, y hasta aprendiendo algún oficio.
Sin embargo, no se debería confundir con el trabajo infantil. Esto resulta más difícil en tiempos de guerra, porque la vida es más cruda, y el vacío dejado por muchos adultos llega a apartar el lado educativo de una práctica como esta.
En un taller de reparación de calzado en Kobane, Rojava, tres niños reparaban bajo la mirada de un adulto. Como la electricidad era escasa, los niños giraban las correas de unas viejas máquinas a mano. Eran buenos de verdad en su oficio, rápidos y precisos. Reparaban zapatos que un reparador en Occidente daría por imposibles. “Cómprese otros”, diría. Seguramente los menores deberían estar aprendiendo inglés, pero les gustaba saber que su trabajo era apreciado.
Rihab Ali, la responsable de Educación en el cantón de Kobane, se mostraba de acuerdo con estas responsabilidades de los menores solo si se realizaban fuera del horario escolar o en vacaciones. Podía incluso ser útil para que los peques, acostumbrados a jugar en la calle, no corriesen por zonas en las que aún quedaban minas y bombas sin explotar.
Según Rihab Ali, la diferencia entre un servicio que enriquece al menor, y uno que no, es si lo hacen obligados o voluntariamente. En esto coincidía con el investigador de la universidad de Berkeley, para quien de lo que se trata es de “motivar a jóvenes, y a personas más mayores, a aprender a través del servicio, se trata de realizar un servicio a la comunidad en situaciones donde hay alguna necesidad a satisfacer”.
La pedagogía del servicio también fue un eje en las colonias educativas que dirigió Anton Makarenko, retratadas en la novela Poema Pedagógico. Tras la guerra civil que siguió a la Revolución Soviética, los caminos estaban repletos de menores vagabundos.
En estas colonias, niños, niñas, y jóvenes estudiaban por las mañanas y trabajaban por las tardes en sus propios campos y terrenos, y a medida que fueron ganando apoyo institucional acabaron por montar sus propias fábricas, una de taladros, y otra incluso de cámaras fotográficas, además de tener su propio molino, teatro, y de recibir la gestión del bosque público para protegerlo contra la talas furtiva.
Actualmente, los países americanos llevan la delantera a Europa respecto a la pedagogía del Aprendizaje Servicio. Argentina tiene fama de ser el principal referente y su práctica lleva camino de hacerse obligatoria en la escuela secundaria. Un ejemplo de proyecto eficaz es el de una escuela de formación profesional en Bariloche, donde el alumnado se implica en la mejora de viviendas precarias, para lo que además aprenden nuevas técnicas de bionstrucción.
Las conclusiones del 12º encuentro estatal en Hospitalet de Llobregat confirmaron que en España esta pedagogía también está en ascenso. Entidades como la Red Española de Aprendizaje y Servicio, el Centre Promotor d’Aprenentatge i Servei, activo en Catalunya, y la Fundazioa Zerbikas en el País Vasco, además de las habituales entidades dedicadas al escultismo y al esplai, pueden ser todas puertas de acceso a este tipo de pedagogía.
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