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Diccionario de la Posverdad
Inteligencia artificial
En el verano de 1956, un grupo de académicos de los ámbitos de la Computación, la Ingeniería Electrónica, la Física, las Matemáticas, la Neurociencia y la Psicología se reunieron en el Dartmouth College (New Hampshire, EE.UU.) para investigar “cómo dotar a las máquinas de capacidades para utilizar el lenguaje, elaborar abstracciones y conceptos, resolver problemas solamente al alcance de las personas y perfeccionar su funcionamiento de manera autónoma”. Este seminario es considerado el germen de la Inteligencia Artificial y también el primer intento de delimitar esta área de trabajo, en la que confluyen diversas disciplinas relacionadas con la informática y el cerebro. Casi setenta años después, y tras varias etapas de intensa actividad seguidas de otras de hibernación, dilucidar qué es la Inteligencia Artificial continúa siendo una tarea difícil.
El “comportamiento inteligente” de las máquinas incluye la creatividad, el razonamiento abstracto o la adaptabilidad a diversas situaciones
No obstante, podemos reconocer cierto sustrato común en las definiciones de Inteligencia Artificial existentes, que además se corresponde con la idea comúnmente aceptada de inteligencia. Como explica el grupo europeo de expertos de alto nivel en su propuesta de 2019, la Inteligencia Artificial engloba a los “sistemas [informáticos] que muestran un comportamiento inteligente analizando su entorno y realizando acciones con cierto grado de autonomía para alcanzar objetivos específicos”. Más concretamente, esta noción de “comportamiento inteligente” incluye habilidades como la creatividad, la perspicacia, la adaptabilidad a diferentes situaciones, el manejo de incertidumbre, el reconocimiento de patrones, el razonamiento abstracto, el uso de la memoria, la toma de decisiones entre múltiples alternativas y la anticipación de sus efectos en el mundo y en relación con sus propósitos.
Capacidad de engaño
¿Debe mostrar un programa todas estas capacidades para ser considerado inteligente? La respuesta es que no. Históricamente, se ha distinguido entre sistemas de Inteligencia Artificial débil y fuerte; esto es, entre los que se ocupan de resolver problemas complejos más eficazmente que las personas de forma automática, y los que persiguen reproducir el pensamiento humano. Precisamente, para identificar esta última cualidad, Alan Turing propuso su famosa prueba: una máquina supera el test de Turing cuando no podemos distinguir si sus respuestas a preguntas generales las ha producido una persona o la propia máquina.
Una máquina supera el test de Turing cuando no podemos distinguir si sus respuestas a preguntas generales las ha producido una persona o la propia máquina
Difícilmente encontraremos una definición de Inteligencia Artificial más posmoderna, según la cual se considera inteligente aquello que nos parece inteligente, y más posverdadera, donde la inteligencia está en la capacidad de engaño. Quedan fuera de este test, sin embargo, otras consideraciones como la consciencia de su existencia y de sus acciones, que suponen el próximo gran reto, y quizá también amenaza, de la Inteligencia Artificial.