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Movimientos sociales
1492: la oportunidad desde abajo
El discurso dominante ha logrado invisibilizar a las clases populares europeas y convertir en ‘colonialistas’ a quiénes eran víctimas de las mismas políticas a este lado del Océano.
El relato de unos cuantos se convierte en el de los muchos. Ya hace tiempo que nos lo explicó Gramsci y la técnica de fabricación de hegemonías no ha cambiado mucho (en todo caso, se ha perfeccionado). Y ese relato dice que España descubrió y conquistó América. Oculta, claro está que nada descubrió y que el proyecto colonial incluyó el etnocidio en todas sus vertientes: material, simbólico, espiritual, corporal…
Ese relato habla de España cuando España no existía y ese discurso hace protagonistas a todos los supuestos ‘españoles’ cuando éstos tampoco existían como cuerpo político. Lo que borra el relato hegemónico es que en la península Ibérica (y en la Europa que tampoco existía) del siglo XV y XVI se estaba produciendo una colonización interna que produjo miles de muertes y para la cual se pusieron en práctica dispositivos violentos y violentadores similares a los practicados en Abya Yala. De hecho, como defiende Pilar García en ‘Memoria, creación e Historia’, “la inmensa máquina de guerra castellana fue inventada mucho antes, y en 1492 ya estaba perfectamente engrasada; La Guerra de Granada fue un laboratorio de un enorme ejército y terminada su obra podía girarse contra la mano que le daba de comer…”.
La narrativa reproducida desde entonces es otra, pero, en la construcción de relatos contrahegemónicos tenemos una posibilidad si nos identificamos desde abajo. Es decir, la resistencia sin fin practicada en las Américas contra la colonización europea (‘española’, portuguesa, inglesa, francesa, holandesa…) puede dialogar de tú a tú con las resistencias también permanentes acontecidas en el territorio metropolitano.
El levantamiento de los Comuneros de Castilla se produjo cuando los conquistadores apenas comenzaban la matazón en las Antillas. Corría 1520 y, más allá de las interpretaciones de los historiadores que gustan de categorías estancas, supuso una reacción al poder monárquico y señorial. Al mismo tiempo se producía en el Levante la Rebelión de las Germanías, en Valencia y Mallorca, un movimiento antiseñorial que terminó de muy mala manera. Unos años después, en La Alpujarras, los moriscos –que trataban de vivir tras la brutal conquista a sangre y fuego de Granada- se levantaron contra la Pragmática Sanción de 1567, un reglamento racista y supremacista que impedía cualquier matiz diverso en la península. Tras una guerra de fiereza no narrada, los rebeldes fueron arrasados, asesinados o desterrados.
Las rebeliones fueron muchas, desde antes de octubre de 1492 y hasta casi nuestros tiempos: la de Los Gomeros (1488), la de Las Quintas (1773), la de Los Barretines (1687), el momento de alzamiento popular de La Gloriosa (1868), la apasionante rebelión cantonal de 1873, y… ¿cómo se puede entender la resistencia revolucionaria al Golpe de Estado de 1936 si no es como la rebelión de los nadie contra el enésimo asalto del poder por parte de la alianza conformada por élites económicas, iglesia católica y poder militar? La hipótesis que quiero poner sobre la mesa de la desmemoria es que los nadie siempre han sido sometidos a una política de conquista y a una continua colonización interna de clase. Las élites, sean feudales, nobles, burguesas o postmodernas siempre caen en la tentación de reconquistar sus propios territorios ante cualquier intento de subvertir el orden que proceda de abajo.
El éxito del relato dominante es haber encaramado a los nadie de Europa en cierto supremacismo imperial que se traduce en una actitud eurocéntrica, soberbia e irritante, cuando somos víctimas de esa política de guerra de despojo continua, y haber convencido a los nadie de Abya Yala de que cualquier europeo representa a las élites que encabezaron, gestionaron y se beneficiaron del etnocidio. Claro que todas y todos somos responsables de hacernos las preguntas imprescindibles (¿cómo me beneficio del colonialismo y el despojo?, ¿cómo reproduzco roles y narrativas?, ¿qué papel juego –o no juego- en el imperativo moral de la rebelión ante el poder?, ¿cuánto sé de mis ancestros y sus luchas?...), pero ninguna de esas preguntas ni de sus posibles respuestas nos saca del lugar histórico de la resistencia –la ejerzamos o no-.
El 12 de octubre de 1492 es una 'fecha' terrible que comenzó a fraguarse mucho antes –no es casual que Colón lograra finalmente la bendición y la financiación para su expedición de rapiña en el campamento de Santa Fe, durante el asedio a Granada-. Es terrible por ser el inicio del proyecto etnocida más grande de la historia pero, además, por ser la piedra angular del sistema-mundo capitalista que se construyó desde entonces y en el que ahora seguimos presos.
Es necesario que rescatemos las resistencias a lado y lado para escapar de los relatos simplistas y simplificadores. Que emerjan al mismo tiempo la revolución negra de Haití y la traición burguesa a los campesinos harapientos que prendieron la mecha de la revolución francesa; que se entiendan los asedios mapuche al Santiago colonial y la lucha de los luditas contra el capitalismo industrial; que encuentren puntos de conexión las resistencias anticoloniales de hoy en el Sur Global con las luchas anticapitalistas de este Norte decadente… Hoy 12 de octubre, la única oportunidad de hermanamiento, re-conocimiento y subversión es desde abajo, desde ambos lados, desde todos los particularismos que nos hace una sóla clase preñada de diferencias y de resistencias subversivas.
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Excelente sistematización de ideas que poca gente mira. En Venezuela nos enseñaron solo la leyenda negra de la conquista, que nos hizo ver solo en el Reino de España y en la Iglesia Católica, los causantes del mayor genocidio conocido, contorno del plato fuerte, las riquezas robadas por esos entes mas Portugal que terminaron en Inglaterra, pero pocos nos hablan del genocidio interno manejado en síntesis en esta nota.