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A partir de enero, los consumidores de leche se encontrarán con importantes novedades a la hora de hacer la compra. En virtud del Real Decreto 1181/2018, aprobado el pasado 21 de septiembre, la leche y los productos que incluyan entre sus ingredientes más de un 50% de lácteos deberán incluir en su etiquetado información sobre el origen. En concreto, el país de ordeño y el de transformación del producto.
La nueva normativa responde a una directiva comunitaria que ya funciona en países como Francia, Italia, Grecia o Portugal, aunque su aplicación por cada estado miembro es voluntaria. La decisión de hacerlo se basa en los datos que maneja el ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación: en torno al 88% de los consumidores se muestra a favor de su aplicación, según diversas encuestas realizadas durante los últimos años por el propio ministerio. Asimismo, otra encuesta de la OCU señaló en 2013 que más del 60% de los consumidores españoles consideran necesario conocer el origen de los productos que adquieren.
Los resultados de la aplicación de la normativa en otros países parecen augurar buenas noticias para el sector: en Francia, la entrada en vigor de una norma similar en 2017 provocó una caída del 47% en el consumo de lácteos importados de otros países. Haciendo la traslación a este lado de los Pirineos, saber que una leche es de origen español animará a más españoles a comprarla. Al menos así lo cree el 86% de los distribuidores, según datos del propio ministerio de Agricultura.
Desde la Federación Nacional de Industrias Lácteas, su director, Luis Calabozo, considera “positiva” la nueva normativa. “Creemos que implica una mayor transparencia y una mejor comunicación”, explica. “El consumidor valora disponer de mayor información a la hora de elegir qué producto comprar”. El esfuerzo logístico que implica el cambio del sistema de etiquetado, cifrado por la propia industria láctea en unos 20 millones de euros, se percibe como “una inversión asumida”. Y rentable a corto plazo.
Con todo, Calabozo marca distancias con la situación de Francia. “Lo que se tomó allí fue una decisión defensiva frente a la leche importada de otros países del norte de Europa”, apunta. “Se hizo lo mismo frente a la carne, que en Francia cuenta con un decreto de características similares para proteger sus productos cárnicos frente a los que proceden de un país líder como España”.
“Despertar” al consumidor
Pese al clima de optimismo, la realidad no es halagüeña para el sector lácteo: desde el año 2000, su consumo ha caído en torno a un 25%. En los hogares españoles se ha pasado de beber 100 litros anuales a los 75 actuales, con especial incidencia en las familias que cuentan con miembros menores de 17 años. “Identificar los motivos de ese descenso ha sido para la industria láctea una prioridad durante los últimos años”, cuenta Calabozo. “La sociedad reconoce las propiedades nutricionales de la leche y los lácteos y considera nuestros productos muy positivos. Tradicionalmente, eso nos ha llevado a pensar que el sector no necesitaba comunicarse, pero nos hemos dado cuenta de que tenemos que despertar al consumidor”.
Cuando desde la industria láctea se habla de “despertar” al consumidor se refiere, entre otras cosas, a contrarrestar el efecto que está teniendo la generalización de otros productos como las bebidas vegetales. “Sabemos que es una alternativa y que ha crecido, pero creemos que han tocado techo. Además, no se las puede llamar leche: son de color blanco, pero no tienen las mismas cualidades. De hecho, sustituir la leche por bebidas vegetales ha llevado a a problemas de salud pública en algunos países”.
¿Es cierto? ¿Necesitamos leche para vivir? El sector lo tiene claro. “Las recomendaciones europeas siguen diciendo que hay que tomar de dos a tres raciones de lácteos al día”, asevera Calabozo. “La leche es un alimento esencial en nuestra dieta. Y aunque el sector nunca ha necesitado nadie que lo defienda, pues se defiende sólo, la ciencia no apoya los falsos mitos que se han extendido sobre el consumo de leche en los últimos años. Vivimos en un mundo de posverdad, pero la ciencia está de nuestra parte”.
Muchos expertos discrepan. “Decir, a día de hoy, que la leche es imprescindible no tiene ningún sentido”, apunta Lucía Martínez, del centro de nutrición Aleris. “Tenemos poblaciones que viven sin lácteos y no les pasa absolutamente nada. Los nutrientes que contienen la leche, como el calcio, están presentas en otros como las legumbres, las verduras de hoja verde, la coliflor y el brócoli, los cereales integrales, los frutos secos… Con una dieta variada podemos cubrir esas necesidades de calcio sin problema. Y pese a ello, la gente sigue citando únicamente a la leche cuando se le preguntan por fuentes de calcio, como si no existieran otras”.
Cuestión de intereses
Lucía tiene claro el motivo de esa y otras creencias tan arraigada, como las que aseguran que la leche es fundamental para combatir la osteoporosis o, en el caso de los niños, tener unos huesos fuertes. “La pirámide nutricional española está basada en los intereses de la industria, y no en la ciencia. Gran parte de las recomendaciones provienen de la propia industria y de las enseñanzas sesgadas y obsoletas que se siguen dando a los sanitarios. Afortunadamente algo está cambiando, y ya hay pirámides como la de Harvard, mucho menos sesgada, en la que los lácteos no figuran como imprescindibles. O la australiana, que fue cambiada el año pasado. Hay que dejarlo muy claro: una cosa es que se puedan consumir lácteos y otra es que sean imprescindibles. ¿Que puede haber lácteos saludables? Si perteneces a la parte de la humanidad que mantiene la lactasa de adulto, que no es toda, los lácteos siempre que sean naturales no son insanos”, concluye.
En opinión de Lucía, la industria láctea es consciente de que está en horas bajas. “Es posible que la nueva normativa provoque que mucha gente cambie de marca y se pase a leche española, pero de ahí a que se consuma más leche… Lo veo complicado”, opina.
“Es una realidad que la gran mayoría de empresas lácteas están apostando fuerte por las leches vegetales. Hace cinco años en el súper no encontrabas ni bebida de soja, y ahora están en todas partes. No sólo de soja: también de arroz, avena, almendra… El lineal de bebidas vegetales le come cada vez más espacio a la leche”. El futuro del sector, eso sí, es complejo de prever. “Para eso habría que ser una experta en marketing”, bromea. Una especialidad que, a buen seguro, la industria seguirá manejando a la perfección una vez entre en vigor el nuevo sistema de etiquetado.
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Creo que ya va siendo hora que se acabe con esta industria. Ni las vacas son nuestras ni la leche que producen para los humanos: no se trata ya sólo de que Harvard la haya excluido de su pirámide alimentaria, es que pasamos por delante de la idea que cada mamífero produce una leche acorde a los requerimientos de su -y sólo de su- especie. Como alimento, la leche sirve para que la cría adquiera la mayor cantidad de nutrientes en el menor tiempo posible de modo que pronto tenga autonomía de la madre. Y ahí se queda la cosa. La vaca no vuelve a consumir leche una vez pasada esta etapa. Los humanos no sólo consumimos una leche ajena a nuestros requerimientos, somos además los únicos mamíferos que no abandonan su consumo pasada esa etapa estipulada de lactancia.
Respecto al mito del calcio de la leche bastará decir que del calcio de la leche vacuna sólo asimilamos un ridículo 32%, ya que para poder asimilar ese calcio deberíamos acompañarlo con un consumo de magnesio y la leche no tiene magnesio. Además, la leche pasteurizada es altamente irritable para la mucosa del organismo. En cambio, la espinaca y los vegetales de hojas verdes contiene tanto calcio como magnesio en un ratio perfecto, sin ir más lejos, el kale tiene en proporción más calcio que la leche.
¿Cómo pueden entonces seguir afirmando que necesitamos la leche animal? Es absurdo.
No, no estoy diciendo que las leches vegetales sean la panacea, no hay que olvidar que detrás de las leches animales y de las vegetales también, hay una industria -la alimentaria- que intentará a toda costa maximizar sus beneficios, aunque tenga que dejar la salud de sus consumidores aguantándose de un hilo. Siempre lo han hecho. ¿Cómo se entiende sino que algunas leches vegetales tengan elevados niveles de azúcar? El azúcar es altamente adictivo, y un consumidor enganchado seguirá comprando el producto. Esa es la razón que absolutamente todo lo que consumimos esté plagado de azúcar -y sí, vuestra leche de vaca también tiene. Y hormonas, pus hormonas y antibióticos por un tubo-. Evitarlo siempre que os sea posible, hay opciones sin azúcar.
No dejéis vuestra salud a merced de las corporaciones, que no dudaran en poner sus intereses (sus bolsillos) por encima de vuestra salud. Informaros, vuestra salud es vuestra responsabilidad y vale la pena hacerse cargo. Es imposible llegar a todo, tiempo y bolsillo acucian a todas las personas, pero que no sea excusa para saber. La leche animal pertenece a un contexto histórico determinado: en tiempos de carencia, tener una vaca era una manera de garantizar una alimentación a las personas, hoy en día esta idea es obsoleta. No necesitamos explotar una vaca ni necesitamos su leche. Nada justifica el sufrimiento de los animales, no necesitamos su leche, sus huevos ni su carne. Nuestro intestino no es el de un carnívoro, que es escueto como el de un gato, y lleno de ácidos gástricos para poder digerir y expulsar rápido la carne, es un intestino largo que recuerda al de una vaca, vegana por antonomasia.
Os invito a informaros por internet, hay infinidad de material consultable, libros que leer, y películas -si no os hace lo de los libros-. Vale la pena, os va vuestra salud en ello.
Hay que fomentar los canales cortos de distribuición, apostar por la leche producidad en nuestro entorno