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Crisis climática
El cambio climático hace menos nutritivo el pan que comes
Varios estudios alertan de la pérdida de nutrientes de los cereales bajo condiciones atmosféricas con mayor concentración de dióxido de carbono.
Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @PabloRCebo pablo.rivas@elsaltodiario.com
Que el cambio climático ya está afectando a la climatología y las condiciones en las que la vida se desarrolla en la biosfera no es nada nuevo. Desertificación, sequías y temporales son los primeros fenómenos que vienen a la cabeza cuando se habla de las consecuencias del calentamiento global provocado por la actividad humana, pero sus efectos van mucho más allá.
Recientes estudios señalan hechos como el cambio de hábitat de bancos de miles de peces hacia aguas más frías, la migración de especies de anfibios a zonas más altas o la desaparición de familias enteras de insectos a medida que se modifican las condiciones en los lugares en los que habitan. La llamada sexta extinción masiva de especies está en pleno auge y, con cada hábitat modificado, con cada especie desaparecida, se producen nuevas consecuencias para las cadenas tróficas —los caminos invisibles a través de los que se transfieren sustancias nutritivas entre las diferentes especies— del a menudo frágil equilibrio medioambiental. Un círculo vicioso extremadamente difícil de frenar.
El Homo sapiens no se salva de todos estos procesos. Y las plantas de las que se alimenta tampoco. De entre todas las sustancias de las que ingerimos para poder desplazarnos, pensar y seguir realizando todas esas actividades que producen el cambio climático, los cereales son alimentos clave. Su alta cantidad en hidratos de carbono es básica para la vida humana. Miles de millones de personas dependen de ellos. De hecho, se asocia a la domesticación de plantas como el trigo, el arroz, el maíz, la cebada, la avena o el centeno la aparición de la civilización.
Pero su riqueza no es solo los hidratos de carbono que contienen. Fibra, lípidos, proteínas, sales minerales o vitaminas del grupo B son algunos de los nutrientes que podemos encontrar en ellos. Nutrientes que, según una investigación firmada por una quincena de científicos de Australia, China, Estados Unidos y Japón, y publicada recientemente en la revista Science, están viéndose alterados por la mayor proporción de dióxido de carbono (CO2)
Más dióxido de carbono, menos nutrientes
La investigación, centrada en el arroz, alimento básico de más de 3.000 millones de personas, señala que, a mayores niveles de CO2, menor cantidad de proteínas, minerales y vitaminas esenciales para los humanos se encuentra en los granos. La actividad humana ha elevado la concentración atmosférica de dióxido de carbono de las 280 partes por millón de la era preindustrial a las 410 actuales. Tal como señala Kristie L. Ebi, una de las científicas a cargo del estudio, en un artículo firmado por ella misma, “si las tasas de emisión globales continúan en su camino actual, las concentraciones atmosféricas podrían alcanzar más de 1.200 partes por millón para el año 2100, incluyendo el metano y otras emisiones de gases de efecto invernadero”.
Bajo esa hipótesis, la investigación expuso a diferentes cepas de arroz a altas concentraciones de CO2. El resultado: “Nuestros datos muestran por primera vez que el arroz cultivado a las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera que los científicos esperan que el mundo alcance en 2100 tiene niveles más bajos de cuatro vitaminas B clave”, vitaminas necesarias para que el cuerpo realice algunas de sus funciones básicas.
Sus conclusiones respaldan trabajos como el publicado en 2014 por una veintena de científicos en Nature titulado Increasing CO2 threatens human nutrition (El incremento de C02 amenaza la nutrición humana), en el que se señala que determinados tipos de grano cultivados en ambientes con altas concentraciones de dióxido de carbono tienen menos minerales como el zinc o el hierro, así como menor cantidad de proteínas.
Dada la dependencia de tantos miles de millones de personas de cereales como el arroz, el problema podría tener “un impacto desproporcionado en la salud materna e infantil en los países más pobres dependientes del arroz”, señala Ebi en su texto. Según el estudio publicado en Nature, si continúa el ritmo de aumento de CO2, en 2050 alimentos como el arroz, el trigo, la cebolla o las patatas perderán entre un 6% y un 14% de proteínas y la dieta diaria habrá perdido, de media, más de un 5% de sus valores nutricionales.
El trigo no se salva
Este cambio en la concentración de minerales básicos para la vida en el arroz afecta igualmente al trigo, tal como remarca el estudio en el que participa Ebi. No solo eso, al igual que el arroz, el cereal básico en España sintetiza menos proteínas al reducir la cantidad de minerales en sus granos, al mismo tiempo que produce más hidratos de carbono. Tal como recuerda la investigadora, 2.000 millones de personas en el mundo tienen deficiencias de micronutrientes como el hierro, el zinc y el yodo. La ausencia del primero puede producir anemia, mientras que la del segundo puede alterar el normal crecimiento de la persona o debilitar el sistema inmunológico, entre otras anomalías.
El arroz cultivado por los científicos para su estudio contenía, de media, una reducción del 17% de vitaminas B1 y B2, del 13% de B5, del 30% de B9, del 10% de proteínas, del 8% de hierro y del 5% de zinc. Si bien, se registraron aumentos de los niveles de vitamina E. Teniendo en cuenta que 600 millones de humanos obtienen más del 50% de sus calorías y proteínas diarias del arroz, las consecuencias sobre los niveles de desnutrición global pueden ser importantes.
El secano en España
En España varios estudios llevan alertando años de los cambios en el crecimiento y el rendimiento de los cereales. Una investigación de la Universidad de Córdoba publicada en Climatic Change en 2015, que analizaba 30 años de datos de la Agencia Estatal de Meteorología, recogía que los cereales de invierno habían adelantados sus fases de floración. En concreto, tras analizar 26 localizaciones de la península y Balears, el trigo había adelantado a un ritmo de tres días por año su floración entre 1986 y 2012, mientras que la avena la había anticipado en un día por año.
Por su parte, el estudio del proyecto europeo AgriAdapt remarcaba el año pasado que los cereales de secano de invierno, que suponen la mayoría de la superficie de cultivo del Estado, tendrán un rendimiento menor a causa del calentamiento global, algo que no solo ocurrirá a estos cereales, sino también al maíz o a la vid.