Crisis climática
Acostúmbrese que vienen curvas: Filomena, la crisis climática y la ‘jet stream’
La alteración en los últimos años de la corriente en chorro del hemisferio norte, presumiblemente debida al cambio climático, supone la aparición de episodios atmosféricos más acusados como es el caso de la borrasca Filomena.

Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @pablorcebo.bsky.social, pablo.rivas@elsaltodiario.com
Con media península bajo el hielo y la urbe más grande del Estado en situación de colapso desde el 9 de enero —una situación fruto de la mayor nevada en un siglo, a la que le ha seguido una inusual ola de frío— el runrún sobre si la emergencia climática está detrás de este anormal episodio atmosférico está muy presente cuando se hace balance de las posibles causas del temporal. Como en todo lo relativo a los cambios que sufre el planeta a nivel global, la respuesta es compleja e, incluso en la era de la información, faltan datos. Pero hay certezas que están muy claras.
El siglo XXI está siendo el de la continua pulverización de los récords relativos a episodios atmosféricos extremos y lo que es una verdad como un templo es que el año 2020 ha sido el más cálido de la historia desde que hay registros. Como certificaba el 1 de enero el programa europeo de observación terrestre Copernicus, 2020 se cerró con una temperatura media 1,25ºC por encima de la de la era preindustrial, una cifra que iguala al anterior récord, registrado en 2016. El pasado año la temperatura fue 0,6ºC superior a la media entre 1981-2010. Y si se mira en décadas, 2011-20 fue la más cálida jamás registrada, con especial incidencia desde 2015, unos datos que confirman el aceleramiento del proceso.
Si solo se mira al continente europeo, la situación es más acusada: 2020 estuvo 1,6ºC por encima de la temperatura registrada entre los años 1850-1900, 0,4ºC más que 2019, el que era el valor máximo hasta la fecha.
Más récords, estos ya en plena Filomena: el 6 de enero la estación de meteorología del Clot de la Llança, en el Parque Natural del Alto Pirineo (Lleida), informaba de la temperatura más baja jamás registrada en España, con -34,1ºC. Y por si fuera poco, al día siguiente la estación de Vega de Liordes, en León, notificaba -35,6ºC, lo que acababa con la anterior marca acaecida en el mismo lugar, aunque habrá que ver si Aemet valida finalmente estos nuevos registros.
Cambios a 10.000 metros, consecuencias a cota cero
“Indudablemente las condiciones de cambio climático favorecen determinadas anomalías que hacen más intensas algunas olas de frío”, explica el científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Fernando Valladares, “y en ese sentido parece que la intensidad, el rigor y el carácter excepcional de Filomena pueden haber estado favorecidos con condiciones como la jet stream o corriente en chorro”.
El episodio que ahora parece ir terminando ha sido causado por la interacción entre una borrasca profunda que incluía un sistema frontal asociado muy activo llegado desde el Atlántico Norte, con una masa de aire muy frío que llevaba presente dos semanas en el interior de la Península, según señala la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). En el porqué de esta interacción, es donde entra la llamada jet stream.
“Si representas el número de récords climáticos desde principios de siglo hasta ahora, vas a ver que van aumentando de forma exponencial”, denuncia Valladares
“Todo está regido por la circulación general atmosférica, los anticiclones, las borrascas y demás”, apunta el meteorólogo Lluís Obiols, “y esta está definida por la corriente en chorro, que circula a unos nueve o diez kilómetros de altura, que en nuestro caso va de oeste a este, por eso las borrascas siempre llegan por el oeste”. Si la jet stream, una corriente de aire en altura, que puede alcanzar los casi 400 km/h y tiene una anchura de cientos de kilómetros, se mantiene estable, los episodios también lo son, “pero en el momento en que esta se ondula mucho —sube y baja de latitud, pasando de una forma lineal horizontal a una similar a la de un río con meandros— se generan afecciones y llegadas tanto de aire frío como de aire caliente, y ahora hay más interrelación entre masas de aire subtropicales y masas de aire polares, que es lo que ha pasado en esta ocasión”, continúa.
Un muro que se balancea
Desde el CSIC, Valladares afirma que “se sabe que la corriente en chorro, una corriente de aire longitudinal que separa latitudes y masas de aire polares de latitudes templadas, se está atenuando, y cuando esta se debilita por efecto del calentamiento o porque el Ártico se calienta, ya no hay tanta diferencia térmica y es más factible que aparezcan vaguadas y fenómenos de entrada de aire frío en latitudes templadas y lo contrario”.
Este fenómeno es, para el científico, una de las razones que podrían estar detrás de Filomena. “Y en cualquier caso”, añade, “Filomena entra dentro de una variabilidad climática aumentada, y eso esta dentro de las cosas que sabemos que caracterizan al cambio climático”.
Tiempo no es clima
Uno de los conceptos básicos sobre meteorología que a menudo la opinión pública confunde es la diferencia entre tiempo y clima. “El clima es la sucesión de todos los episodios, es una media, y un episodio de nevadas no implica un cambio en el clima. Si los episodios de frío no consiguen contrarrestar los de calor, es entonces cuando tenemos un aumento de la temperatura”, explica Obiols.
“Es de los conceptos más importantes en los que hay que insistir”, añade por su parte el científico del CSIC. “Trump hace unos años ridiculizó el asunto cuando entró una ola de frío en la costa este de EE UU preguntando ‘dónde está el cambio climático ahora que lo necesitamos’”, denuncia Valladares, para quien una ridiculización tal es “propia de alguien ignorante que no conoce de lo que está hablando”.
El siglo XXI está siendo el de la continua pulverización de los récords relativos a episodios atmosféricos extremos
De hecho, el cambio climático lo que trae precisamente es una variabilidad del clima con más frecuencia e intensidad en los eventos atmosféricos tales como lluvias torrenciales, huracanes, inundaciones, olas de frío y de calor o borrascas como Filomena. “Entre esa variabilidad hay cosas que parecen contraintuitivas”, explica Valladares, “como que los promedios son cada vez más cálidos, pero hay momentos y regiones en los que puede hacer más frío, porque las zonas frías entran en contactos con las cálidas y traen un mosaico y una complejidad cada vez más variable como efecto del cambios climático”.
Visiones apocalípticas
Como continúa el científico, “los escenarios que se han propuesto incluso en alguna película de ciencia ficción —véase El día de mañana— sobre una glaciación en el hemisferio norte serían compatibles con un calentamiento de la Tierra, y si se pierde la transferencia natural del calor de alguna zonas tropicales y ecuatoriales con las cintas de transporte de calor que existen en los océanos hacia zonas más frías, estas entrarían en glaciación, una glaciación local que afectaría a esas zonas, pero el promedio de la atmósfera sería igualmente cada vez más cálido. Ambas cosas son compatibles”.El problema de fondo son la dinámicas exponenciales que, según todo apunta, se van a producir a medida que la temperatura media global aumente. “Si representas el número de récords climáticos desde principios de siglo hasta ahora, vas a ver que van aumentando de forma exponencial”, expone Valladares. “¿Por qué? Porque las dinámicas del clima no son lineales y por eso los umbrales son tan importantes: no sobrepasar una serie de umbrales de condiciones climatológicas, sobre todo de temperatura, porque por encima de ellos el sistema se comporta de forma muy muy inestable, con dinámicas muy difíciles de revertir y con un clima peligroso y condiciones nada seguras para la mayor parte de la humanidad”.
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