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Se cumple un año más este 25 de mayo el aniversariu de uno de los acontecimientos más importantes de la historia reciente asturiana y esta vez parece que la conmemoración no va a ser solo cosa de colectivos de la sociedad civil, sino que también desde las instituciones autonómicas empiezan a ser conscientes de la necesidad de tener presente una fecha que marca el inicio de la época contemporánea en nuestro país.
Bueno es hacer un repaso de los acontecimientos: El 9 de mayo de 1808 llegan a Asturies las primeras noticias de la masacre del 2 de mayo en Madrid, donde las tropas napoleónicas reprimen brutalmente la sublevación del pueblo de la capital. Ese día empieza un motín popular en Uviéu encabezado por mujeres y estudiantes que lleva a la Junta General, que por feliz casualidad histórica estaba en período de sesiones, a celebrar un pleno ampliado a otros sectores sociales (cabildo catedralicio, Universidad y gremios artesanos) que decidió no reconocer a otro rey que a Fernando VII y empezar los preparativos bélicos.
El 13 de mayo la mayoría de los diputados, que habían tomado la decisión de rebelarse bajo presión popular, se retractan y revocan los acuerdos. Una minoría de diputados, encabezada por el recién elegido Procurador General, Álvaro Flórez Estrada, inicia la conspiración. La noche del 24 al 25 de mayo los rebeldes, apoyados por los militares y obreros de la fábrica de armas, toman la Real Audiencia, representante del gobierno central, y obligan a su presidente a convocar una sesión extraordinaria de la Junta, convocando únicamemte a los quince diputados partidarios de la guerra. Al mismo tiempo, casi 3.000 campesinos armados provenientes de los concejos vecinos toman la capital.
La madrugada del 25 de mayo, la Junta General se proclamaba soberana, le declaraba la guerra a Francia, mandaba embajadores al Reino Unido para solicitar ayuda militar y empezaba la formación del Exército Defensivo Asturiano. Inventaban, de paso, la actual bandera asturiana.
Era una empresa suicida que un paisín, que era una provincia periférica de la monarquía española, económicamente atrasado y que no llegaba a los 400.000 habitantes declarase la guerra él solo al Imperio Francés
Viéndolo en perspectiva, era una empresa suicida. Que un paisín que era una provincia periférica de la monarquía española, económicamente atrasado y que no llegaba a los 400.000 habitantes declarase la guerra él solo al Imperio Francés, que en esa primavera de 1808 tenía dominada a toda la Europa continental desde Lisboa a Moscú no es precisamente una demostración de prudencia. Pero funcionó. La embajada del vizconde de Matarrosa, José María Queipo de Llano, fue recibida en Londres como una bendición, y la ayuda financiera y militar en forma de dinero, armas y uniformes no tardó en llegar.
El Exército Defensivo Asturiano, formado por la Junta General, no fue capaz de impedir las dos invasiones francesas de Asturies y acabaría destrozado al año siguiente en la batalla de Espinosa de los Monteros frente a esa trituradora de carne que era el ejército napoleónico, pero el grito de rebelión que se alzó en mayo de 1808 valió de ejemplu para que en el verano de ese mismo año la península entera estuviera levantada en armas, con más gana que habilidad, contra el francés.
La rebelión asturiana de mayu de 1808 fue una auténtica revolución. Lo fue no solo porque lo dijesen sus protagonistas, que así la denominaron, sino porque con su actuación saltaba por los aires ese mismo Antiguo Régimen que la Junta, en realidad, quería apuntalar. Al adoptar ese carácter representativo más allá de sus funciones, al asumir una soberanía en ausencia del legítimo detentador de la mesma, el infame Fernando VII; al proclamar que la soberanía pertenecía al pueblo, al desafiar y declarar la guerra a un poder francés ilegítimo pero legal, la Junta General, reconvertida en Junta Suprema, hacía entrar a Asturies en la época contemporánea y además por la puerta grande.
A lo largo del sieglu XIX hay una memoria colectiva en Asturies del papel jugado por la Junta en la guerra contra el francés. Forma parte de la identidad política democrática y el republicanismo asturiano la cultiva.
A lo largo del sieglu XIX hay una memoria colectiva en Asturies del papel jugado por la Junta en la guerra contra el francés. Forma parte de la identidad política democrática y el republicanismo asturiano la cultiva. De hecho, en la propuesta de Constitución para el Estado Asturiano de 1883 que elabora el Partido Republicano Democrático Federal el nombre del conjunto de las cámaras del legislativo es el de Junta Suprema, remitiéndose así a la legitimidad de 1808. No era extraño, ya que el propio Pi y Margall veía en el movimiento del 25 de mayu la confirmación de su tesis de un federalismo inconsciente entre los pueblos de la península, que los llevaba a recuperar la soberanía perdida cuando la patria grande estaba amenazada para después refederarse de forma voluntaria.
La memoria colectiva de la Junta de 1808 fue diluyéndose lentamente en el siglo XX según el mapa político asturiano iba quedando dominado por corrientes más centralistas, cuando no abiertamente sucursalistas. Aún así, en la guerra civil las referencias a la Junta de 1808 como modelo a seguir y ejemplu de dignidad y resistencia son constantes y comunes a todo el ámbito republicano, incluyendo a la CNT y los comunistas. Así, cuando acaba la larga noche del franquismo y se inicia la reforma política que llevó al estado autonómico, entraba dentro de la lógica que el 25 de mayo fuese el señalado como día de la flamante comunidad autónoma de Asturies.
Evidentemente, no fue así, ya que las dirigencias políticas de los partidos que armaron la autonomía optaron por la del 8 de septiembre, fiesta religosa dedicada a la Virgen de Covadonga y que de ninguna manera podemos asociar a la batalla del mismo nombre, de la que no conocemos su fecha. Resultaba extraño ver a la izquierda parlamentaria (PSOE, PCE) acabar apostando por una fecha de claras connotaciones nacional-católicas, por muy popular que fuera, en vez de por un 25 de mayo que, por el contrario, podía tener elementos referenciales para todas las corrientes políticas operantes en el país: para la derecha reaccionaria era el ejemplo de alzamiento en defensa de la monarquía, la religión y la patria; para los liberales de voladura del Antiguo Régimen y el inicio de las transformaciones liberales; para la izquierda de rebelión de las masas, de proclamación de la soberanía popular y de protofederalismo.
Pero no fue así. El asturianismo quedó casi solo en la defensa del 25M y la fecha cayó en un progresivo olvido, excepto en sectores muy concretos, que vieron un corto renacer con motivo del 200 aniversario del mismu. Es paradójico ver cómo ahora, en una Asturies cada vez con menos referentes colectivos de los que sentirse orgullosos, los mismos que desde el gobierno apostaron por el 8 septiembre y por una visión de Asturies no muy alejada del provincialismo franquista redescubran el 25 de mayo como fecha de identificación colectiva, como un posible punto de encuentro en clave asturiana, donde nuestra sociedad empiece a ser consciente de su pasado colectivo más allá de cuatro tópicos manoseados. Falta hacía recordar que hubo otra Asturies posible, y sigue habiéndola. Más vale tarde que nunca.
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Análisis
Análisis La Real Casa de Correos, de epicentro del terror franquista a Lugar de Memoria
Es difícil de entender por qué el autor intercala en un artículo escrito en español palabras en bable como aniversariu, mayu, ejemplu, mismu, etc. Además, estas dos últimas, "ejemplu" y "mismu", están mal escritas, ya que según el diccionario de la Academia de la Llingua Asturiana el equivalente en en bable de ejemplo y mismo es "exemplu" y "mesmo". Más aún, esta incursión en el bable mezclado con el español lo hace el autor de una forma totalmente arbitraria, puesto que en un párrafo escribe "sieglu", en bable, para en el siguiente escribir "siglo", en español. O bien se escribe en español o bien se escribe en bable, pero esta mezcla aleatoria sólo parece querer reafirmar una identidad asturiana propia como se extrae del propio contenido del artículo. Sin embargo, ¡bendita identidad la que quieren para nosotros los asturianos si sus valedores son escritores como el artífice de esta ensalada lingüística!