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Violencia machista
Silvina Monteros: “Las mujeres migrantes que deciden salir de situaciones de violencia se encuentran con muros”
Dice Silvina Monteros, profesora en la Facultad de Trabajo Social en la Universidad de Granada e integrante de la Red de Mujeres Latinoamericanas y del Caribe, que le resulta difícil no extenderse al hablar del trabajo que su organización junto a la Asociación de Investigación y Especialización sobre Temas Iberoamericanos (AIETI) vienen realizando en los últimos años. Se trata de un esfuerzo cuantitativo y cualitativo que persigue entender cuál es la incidencia de la violencia de género entre las mujeres migrantes y cómo viven esta situaciones, cuáles son los factores de vulnerabilidad que conllevan su sobrerrepresentación en las estadísticas, y qué obstáculos enfrentan para salir de allí.
Una realidad, como afirma la investigadora, compleja y con múltiples aristas, a la que se han intentado acercar con un estudio publicado recientemente, Tirar del Hilo, en el que a través de las historias de mujeres migrantes supervivientes de violencia de género, se hacen visibles situaciones, miedos, y abandonos, que muchas veces solo alcanzamos a intuir cuando los nombres de mujeres migrantes asoman en las noticias que hablan de la última embestida de la violencia machista.
La lectura de vuestro informe, Tirar del Hilo, aporta mucha información sobre la situación de las mujeres migrantes supervivientes de violencia. Información a la que no es fácil tener acceso, o no está en el debate público.
Empezamos con un primer informe en el año 2018. Nuestra Red de Mujeres Latinoamericanas y del Caribe está conformada por diversas organizaciones lideradas por mujeres migrantes, y algunas de esas organizaciones realizan intervención directa —por ejemplo Malen Etxea en el País Vasco, Por ti Mujer en Valencia, Amalgama en Madrid, o Mujeres Pa’lante en Barcelona— y entonces ya teníamos constancia de que muchas mujeres llegaban a estas asociaciones demandando ayuda, apoyo, acompañamiento frente a la violencia de género.
Por aquel entonces —y todavía—, circulaban discursos que de alguna manera dicen que las personas migrantes procedemos de países donde reina el patriarcado, hay más machismo, que los hombres inmigrantes están sobrerrepresentados en las cifras como agresores —salió de hecho una publicación en un periódico por esas fechas que hablaba de esa sobrerrepresentación de agresores inmigrantes—, sin embargo, la constatación en la intervención que realizaban las compañeras era otra, decidimos explorarlo ya de una manera seria, haciendo una exploración de los datos, también para ver cuál estaba siendo la realidad y poder contestar a esos discursos de derecha y xenófobos o directamente racistas.
No es la primera vez que nos planteamos investigar la realidad de las mujeres migrantes, llevamos desde el año 2014 haciendo investigación. Además, es algo muy importante para nosotras porque somos mujeres migrantes haciendo investigación sobre mujeres migrantes, es una parte importante de nuestro trabajo porque tiene que ver con nuestro posicionamiento, no solo como personas que trabajamos en asociaciones o que investigamos, sino con nuestro activismo político. Entonces, en 2018 comenzamos esta tarea de analizar.
¿De qué fuentes partíais?
Por aquel entonces contábamos con los datos publicados, con los datos oficiales sobre violencia de género. Datos que provienen de muy diversas fuentes, aunque ahora mismo sí que es cierto que hay una unificación de fuentes por parte del boletín sobre violencia de género que sale publicado por el Observatorio y la Delegación de Gobierno, pero siguen siendo fuentes muy diferentes que provienen del Poder Judicial, del VioGen de las fuerzas de seguridad, de las instituciones que atienden o de diferentes programas, como puede ser el Atempro o la atención telefónica. Hay que explorar todas esas fuentes por separado, y lo que hicimos fue eso, de todas esas fuentes analizar cuáles eran los datos específicos sobre mujeres migrantes.
En violencia de género, la victimización de mujeres españolas por parte de hombres extranjeros estaba en torno a un 9%, eran cifras menores, sin embargo la victimización de mujeres migrantes por parte de hombres españoles era bastante alta
Si bien nosotras ya intuíamos algo, ahí teníamos ya la evidencia de esa sobrerrepresentación de la violencia de género en mujeres migrantes y luego encontramos otros datos que nos dejaron muy sorprendidas: por un lado las mujeres migrantes son en una proporción alta víctimas de violencia de género, pero cuando vamos a comprobar las cifras sobre protección, como pueden ser las órdenes de protección, sobre su paso por los procedimientos judiciales, o sobre los mecanismos de atención o de apoyo, ahí el porcentaje descendía. Esto nos llevó a pensar que, a pesar de esa sobrerrepresentación de la victimización, hay una menor protección y una menor atención y ayuda hacia las mujeres migrantes.
Otro dato importantísimo es que la victimización de mujeres españolas por violencia de género por parte de los hombres extranjeros estaba en torno a un 9%, eran cifras menores, sin embargo la victimización de mujeres migrantes por parte de hombres españoles era bastante alta. Esto también nos daba la pauta para contestar a esos discursos racistas y, por otra parte, para poner en evidencia una realidad.
¿Es entonces cuando decidís abordar una investigación más cualitativa?
Los datos no nos responden a las preguntas que surgen a partir de esa primera investigación. ¿Por qué esta representación tan grande de migrantes entre las víctimas de violencia de género, y esa desprotección ante los procedimientos? ¿Por qué ese acceso tan deficitario a ayudas que son específicas para víctimas de la violencia de género? Y, en definitiva, ¿cuál es la situación de las mujeres migrantes cuando viven este tipo de violencia y cuando quieren denunciar o pedir ayuda? Como los datos no nos responden decidimos hacer un estudio cualitativo que nos pudiera responder.
Y en ese estudio cualitativo, ¿qué situaciones y sentires se repiten?
Decidimos recoger historias de vida, podríamos haber hecho solo entrevistas y contestarnos a esas preguntas, pero nos dimos cuenta de que tampoco las entrevistas nos solucionaban mucho, porque ahí al hacer nosotras las preguntas acotamos las respuestas. Decidimos —son todos procesos de decisión de equipo— que lo que mejor podía recoger lo que les estaba pasando era recoger sus historias, directamente, incluso que hablaran abiertamente sobre su proceso migratorio, sobre la presencia de la violencia en su historia personal, venga de sus países de origen, haya aparecido en el proceso migratorio o ya en España. Todo ello necesitábamos saberlo a través de una historia, de una historia que conecta unas situaciones con otras, que se van enredando, y van creando unas madejas que a veces son complicadas, son complejas.
Las historias se construyen a través de la voz de las mujeres supervivientes de violencia de género, pero también de lo que dicen los agentes que están en su entorno, como pueden ser quienes les atienden en ese proceso cuando ella pide ayuda. Para nosotras era también muy importante recoger los autos judiciales, las denuncias que habían interpuesto, las sentencias, los datos sobre los procesos de divorcio que intentaron interponer, también los informes de las entidades de atención, los informes psicológicos de las trabajadoras sociales. Queríamos saber también qué les decían, si bien ellas tienen una percepción de todo esto, queríamos también leer qué les contestan y qué les contestan por escrito. A partir de todo eso construimos las historias y analizamos sus claves.
En ese sentido, no puedo decir que tengan algo en común porque son historias muy diversas, con aspectos personales, familiares, económicos, formativos y de todo tipo muy diversos. Lo que sí que podría decir, como algo común en toda ellas, es esa enorme potencia vital de querer salir adelante, esa necesidad de las mujeres de no colocarse en una posición de víctima, de resolver estas cuestiones por su bien y por el bien de sus hijos y de sus hijas, de querer poner fin a esas situaciones, y encontrarse muchas veces con paredes, con fronteras, con muros, y aún así, desde esa precariedad más absoluta, seguir luchando.
¿En qué consisten esos muros, esas fronteras con las que se topan?
Aquí sí podríamos establecer algunos patrones. Tenemos el primero: cuando las mujeres piden ayuda en los servicios sociales o en los centros especializados de la mujer nos encontramos con una primera traba y es que para poder acudir a los servicios sociales tienen que tener autorización de residencia. Los servicios sociales no atienden a personas en situación administrativa irregular, les derivan directamente a las asociaciones del tercer sector. Entre ellas, si hay, alguna organización de migrantes. Es lo que suele pasar, que las derivan a nuestras organizaciones.
Obviamente en España la ley sí que regula —tanto la de extranjería como la 1/2004 de medidas de protección integral contra la violencia de género— la posibilidad de que las mujeres en situación de irregularidad que están inmersas en procedimientos judiciales por violencia de género puedan solicitar el permiso de residencia e incluso de trabajo, pero para llegar a este punto tiene que haber pasado un camino muy espinoso, porque para que pueda solicitarlo es necesaria una orden de protección judicial o un informe del Ministerio Fiscal. Para llegar a ese punto, primero tiene que haber denunciado, ya el paso de dar la denuncia es algo muy problemático en muchas mujeres, por circunstancias personales, familiares, sociales, y por el miedo también al agresor y a sus posibles represalias.
Hay una deficiencia muy grave de los centros especializados a la hora de atender a mujeres para que en el momento en que ellas lleguen a interponer la denuncia se encuentren lo suficientemente fortalecidas y empoderadas como para no dejarse avasallar
Vemos que hay una deficiencia muy grave de los centros especializados a la hora de atender a mujeres mucho antes para que en el momento en que ellas lleguen a interponer la denuncia se encuentren lo suficientemente fortalecidas y empoderadas como para no dejarse avasallar por todo ese aparato judicial y policial que se les va a venir encima. Psicológicamente tienen que estar muy preparadas y bien asesoradas jurídicamente. Vemos que falta ese tramo de preparación anterior, en este caso son mujeres migrantes, no sabemos si esa ausencia es para mujeres migrantes o si en general pasa eso.
¿Qué pasa cuando interponen la denuncia?
Ahí viene otro tramo de mantenerse firmes y de sustentar esa denuncia, porque ahí viene una situación muy complicada para ellas pues es cuando se le notifica al agresor que ha sido denunciado y si no es puesto a disposición inmediatamente, porque no se haya apreciado jurídicamente la peligrosidad o que la mujer necesita una orden de protección, entonces él pude quedar libre al día siguiente, hasta que se celebran los juicios. Esa es una situación muy complicada para ellas, las pone a ellas y a sus familias en riesgo. También es un momento en el que sobreviene la presión familiar, ¿por qué has denunciado? Incluso los hijos, las hijas pueden preguntar “¿qué has hecho con papá?”.
Son situaciones que sobrevienen sobre la mujer y que en un momento dado pueden hacerla desistir de continuar con el proceso, lo que se llama desistimiento de su derecho a declarar como testigo, que popularmente se conoce como retirar la denuncia. Esto es bastante común, y después no se sigue averiguando, el procedimiento sigue cuando las mujeres “retiran la denuncia”, pero la principal prueba de cargo es la palabra de la mujer, sobre todo si no hay pruebas físicas. Entonces es muy posible que esos juicios salgan sobreseídos, y ahí la mujer sigue estando en una situación bastante complicada frente al agresor. Es decir, que requiere una gran fortaleza mientras que esos servicios de atención especializados, si bien asesoran y están, no están presentes todo el tiempo a lo largo de todo el proceso. Ahí vemos que hay una falta muy grande.
¿Cómo afrontar este déficit?
En nuestra alianza entre la Red Latina y AIETI, con la cual desarrollamos estas investigaciones, se ha creado hace unos años un programa de promotoras comunitarias que son mujeres migrantes voluntarias. Se las forma y realizan ese acompañamiento a lo largo de todo el proceso, están permanentemente con las mujeres. No solo están, sino que las acompañan, van con ellas al juicio, van con ellas a interponer la denuncia, van con ellas a los servicios de atención. Vemos que esto en los servicios de atención no se ha implementado y esto facilita que las mujeres se vean solas en un momento dado y al final retiren la denuncia y entonces todo va en su contra: no se consigue que el agresor sea condenado, este sigue suelto y puede seguir presionando o acosándola.
Luego vemos otro patrón que es el de las mujeres que deciden seguir adelante, a pesar de todo, y van a declarar y además luchan, por ejemplo, por la custodia de las hijas e hijos para que no se queden con el agresor, o por lo menos no tengan una custodia compartida. Ahí vemos la enorme desigualdad que hay, sobre todo en el caos de los agresores españoles, hay mucha desigualdad económica, quienes detentan la economía del hogar, incluso la propiedad privada de la vivienda donde residen suele ser también el agresor en varios de los casos que hemos recogido. Así, ellas quedan literalmente en la calle salvo que tengan hijos y el juez aprecie el delito de violencia y determine que ella se queda en esa vivienda con los hijos y las hijas, pero mientras estos sean menores de edad, que luego cuando se hagan mayores, si la propiedad no es suya tendrá que salir de esa casa.
Muchas veces los agresores pueden pagarse abogados privados y, si son españoles, tienen el apoyo de toda la familia que intenta que no sea juzgado. Mientras, ellas están sin ese apoyo familiar, sin ese apoyo emocional, solas con abogados de oficio
Por último, muchas veces los agresores pueden pagarse abogados privados y, si son españoles, tienen el apoyo de toda la familia que intenta que no sea juzgado. Mientras, ellas están sin ese apoyo familiar, sin ese apoyo emocional, solas con abogados de oficio. Ahí también vemos, en todas las historias se cruza, esta cuestión de los abogados de oficio, la intervención que realizan, que podemos calificar de nefasta en la mayoría de los casos que hemos analizado. Les falta perspectiva de género, a veces sueltan comentarios que son totalmente machistas. Falta también una perspectiva intercultural e interseccional, cayendo incluso en el racismo de decirles abiertamente “vosotras estáis aquí a ver qué sacáis del Estado español”, comentarios de ese tipo. Hay que estar muy empoderada y muy fuerte psicológicamente para aguantar todos esos comentarios que se dicen impunemente a lo largo del procedimientos.
También identificáis factores de vulnerabilidad determinantes para que se den estas situaciones.
El principal determinante de vulnerabilidad es el estatuto jurídico. Muchas se encuentran en situación de irregularidad jurídica, pero las que se encuentran con autorización de residencia y/o trabajo están también en una situación precaria pues recordemos que se tratan de autorizaciones temporales. Incluso la que se concede en el marco de la ley de lucha contra la violencia de género es temporal, se concede hasta que salga la sentencia y en caso de que la sentencia sea favorable a la acusación del agresor. Son autorizaciones precarias porque están, o bien inmersas en un procedimiento judicial o bien son de un año renovable por uno o dos años más. En este sentido las personas y las mujeres migrantes tienen que estar en esta tensión permanente de tener que renovar esas autorizaciones, y para poder renovar tienen que trabajar, que cotizar a la seguridad social. Esto crea una ansiedad permanente de estar administrativamente regular en España.
Junto a la precariedad jurídica está la enorme soledad y aislamiento, sobre todo de las que recién llegan o están en sus primeros años en España, no tienen a su familia, sus redes son débiles, y además las redes con las que cuentan son de personas que también están en una situación similar de precariedad pues suelen ser redes migrantes. Quizás tengan un poco más de información pero no tiene recursos económicos o no conocen el entorno, entonces son unas redes que apoyan muchísimo con lo que tienen, con sus escasos recursos, pero en general son redes con un débil capital social y económico, brindan apoyo emocional pero las mujeres siguen encontrándose de alguna manera solas y aisladas. Si a eso le sumamos que han vivido una situación de violencia en la que han estado aisladas por parte del agresor, que no le ha permitido tener amigas, salir, contar sus problemas, ir a asociaciones, pueden ser mujeres que pasen muchos años sin conocer el entorno, las leyes.
Luego está el factor económico: toda esta situación de precariedad jurídica, de no reconocimiento de una ciudadanía plena, también les dificulta acceder a un mercado laboral estable para ser autónomas económicamente. Y a esto se añade que en la mayoría de ocasiones no se reconocen las titulaciones de origen porque hace falta un proceso de homologación que es muy costoso y muy farragoso. Muchas acaban decidiendo no hacerlo y por más que tengan un bachillerato o una titulación superior a muchas les cuesta desarrollar en España sus posibilidades laborales. Se ven reducidas a un mercado muy precario con bajos ingresos, también este factor económico es muchas veces el que les lleva a depender de los agresores, un factor importante de vulnerabilidad que incide para que no denuncien o para que retiren la denuncia.
Has mencionado la cuestión de las redes, en vuestro estudio les dais una gran importancia.
Hay mujeres que no las tienen directamente, uno de los casos que recogemos es el de una mujer marroquí casada con un español que la tuvo 15 años encerrada en la vivienda, hasta para ir a hacer las compras la acompañaba él. Tenemos este tipo de casos de mujeres que no tienen absolutamente ni una amiga. Y luego hay mujeres que tienen amigos que son también migrantes, que como he dicho antes, también tienen esas dificultades económicas y de capital social. Pero son redes muy importantes a la hora de que la mujer pueda tomar una decisión, pedir ayuda, y que se pueda sentir arropada. Y en todo caso, si las propias redes de amigas no pueden ayudarla, siempre le van a asesorar para que vaya a alguna entidad que ellas conozcan o les hayan dicho.
Nos hemos dado cuenta en el estudio de que hay muchas mujeres migrantes que confían más en las asociaciones de migrantes. Cuando ven una cara de su país de origen o de alguno de su región se sienten más arropadas, más comprendidas, porque en esas asociaciones de migrantes participan de manera voluntaria muchas personas que ya han pasado por procesos jurídicos, económicos, laborales, de falta de oportunidades, similares. Se sienten comprendidas y por ello acuden también a estas asociaciones ¿Qué es lo que pasa? En general estas asociaciones están también en una situación precaria porque dependen de subvenciones muy pequeñas, por proyectos, por año, y están muy ahogadas. De hecho, nosotras hicimos un estudio en 2014 de cómo habían vivido la crisis las organizaciones de mujeres migrantes, y muchas habían desaparecido por esa dificultad para el sostenimiento.