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María llevaba viviendo en la parte norte del centro histórico de Sevilla más de veinte años. “Fue como un amor correspondido”, evoca de cuando llegó. También recuerda que “era una zona bastante degradada y deteriorada socialmente, pero con mucho atractivo, con plazas y casas antiguas, alquileres baratos y que se mueve al margen de cualquier límite cultural y social. Es un sitio en el que me sentí muy a gusto desde que lo conocí y en el que decidí quedarme”.
Tras nueve años en su última vivienda, ahora está en plena mudanza porque “en enero el propietario del bloque nos avisó a todos los vecinos de que, según fuéramos finalizando nuestros contratos de alquiler, no nos los iba a renovar, ya que quería dedicar todos los pisos a apartamentos turísticos”. Después de varias semanas buscando otro piso por la zona, desistió. No encontraba nada en el centro para ella y su familia por una cantidad asumible para su economía.
Como tantas personas, María ha vivido de forma directa las consecuencias de la turistización o turistificación. Entre estas, además de la imposibilidad económica para seguir viviendo en el que ha sido su hábitat urbano durante muchos años, se añaden la dificultad para mantener algunas de las relaciones tejidas con el antiguo vecindario, los cambios de colegios o los desplazamientos más largos para las actividades que venían desarrollando previamente. A quienes todavía no les ha llegado el turno de irse, ven cómo en su bloque van cambiando las personas que se encuentran en las zonas comunes, que están pocos días y se van.
En solo un año, el número de alojamientos turísticos se ha triplicado en Málaga y en Sevilla ha aumentado en más de la mitad
En cuanto a las causas, son principalmente de tipo especulativo: para los propietarios, entre los que también se encuentran fondos de inversión internacionales, es más lucrativo alquilar viviendas como alojamientos turísticos que para uso residencial. También se puede convertir en un pequeño negocio para personas que alquilan un piso para residir y otro —u otros— para realquilarlos con fines turísticos como medio de vida, sirviéndose de las plataformas online ya existentes.
Jaime Jover, doctor en Geografía especializado en estudios urbanos, define la turistización como “un proceso de transformación social de un espacio urbano a causa de una actividad económica que es el turismo y que se da en centros históricos, en el contexto de Europa occidental. Es similar a la gentrificación, pero tiene otra causa: la población original es sustituida por visitantes”.
En el caso de Sevilla, relaciona este proceso con otro sucedido hace veinte años: “A mediados de los años 90 se produce la primera ola de gentrificación en el casco norte de la ciudad, que originalmente estaba habitado por clases trabajadoras. El espacio público y el privado estaba muy degradado, con muchas ruinas, estigmatización social y marginación. Esta oleada, promovida por el Plan Urban, transforma el tejido social de esta parte de la ciudad y hay un proceso de desplazamiento de una clase trabajadora por una clase media”.
El proceso de turistización se encuentra en plena expansión de su burbuja en Andalucía, a tenor de las cifras del Instituto Nacional de Estadística. En un mes en el que recibe una especial afluencia de turistas, como es el de abril, las pernoctaciones en apartamentos turísticos han aumentado un 30%, pasando de las 685.624 en 2016, a las 891.427 en el año 2017. La burbuja se infla aún más rápido si se cuentan las plazas en este tipo de alojamientos: en solo un año, en Málaga se han triplicado; en Sevilla han aumentado más de la mitad, y en Córdoba, más de un 20%.
A vueltas con la precariedad
“Te das cuenta de que la precariedad se te viene encima”, cuenta María. En el intento por permanecer en el barrio en el que ha vivido durante más de veinte años, “estuve buscando viviendas sin amueblar y vi auténticas ruinas. Por cualquier cuchitril de dos habitaciones te piden 600 euros. Ves que, para conseguir una vivienda en condiciones, te tienes que ir lejos”. Quienes, como ella, han tenido que abandonar la vivienda que habitaban y buscar alternativas asequibles en otros contextos, muestran una de las formas en las que turistificación y precariedad están relacionadas.
Otra forma en la que la precariedad se relaciona con el fenómeno turístico la ilustra Luis, graduado universitario con intención de seguir estudiando. Para poder costear su carrera y tener tiempo de llevar adelante sus estudios, ejerce de coanfitrión, una figura que Airbnb promociona así: “Gana dinero gestionando los alojamientos de los anfitriones de tu zona”. Con anfitrión se refiere al propietario de la vivienda o a quien arrienda una exclusivamente para subarrendarla.
Un mes bajo se sacan unos 400 euros. Un mes como el de abril, con la Semana Santa y la Feria, puede llegar a generar 1.200 euros
Los anfitriones para los que trabaja Luis son una pareja que invirtió en un piso para dedicarlo a este tipo de alojamientos, cerca de donde vivía María. Son los cuartos anfitriones para los que trabaja; para estos, de forma exclusiva. Una habitación con cama doble y un sofá cama en el salón, a efectos de alojamiento, consta de cuatro plazas.
“Un mes bajo se sacan unos 400 euros. Un mes como el de abril, con la Semana Santa y la Feria, puede llegar a generar 1.200 euros”, explica Luis. Por la gestión, recepción de las personas que se van a alojar y limpieza, Luis recibe el 20% de la cantidad que obtiene el anfitrión. No se trata de un salario, no está dado de alta en la Seguridad Social y no está sujeto a ningún tipo de cobertura. Aun así, lo prefiere a la opción de trabajar en la hostelería.
Más generalizado es el caso de personas que alquilan una habitación de su vivienda como forma de obtener unos ingresos que les ayuden a llegar a fin de mes. En todos ellos, el negocio derivado de la turistización tiene una influencia directa en las economías más precarias.
La respuesta ciudadana
“Cualquiera hemos sido turistas. Que tu amiga tenga una habitación y la alquile de vez en cuando no es el problema. El problema es cuando ves que vecinos y vecinas tienen que abandonar sus casas y los precios empiezan a dispararse”, indica David Gómez, quien participa en la Asociación Vecinal del Casco Norte, La Revuelta, y en la Casa Grande del Pumarejo, un ejemplo histórico de resistencia vecinal que, en su día, frustró la tentativa de convertir el edificio en un hotel, consiguiendo su declaración como monumento y la protección como Bien de Interés Cultural para el espacio y sus usos tradicionales.
Para María Barrero, también integrante de la Casa Grande del Pumarejo, el problema no es solo de tipo habitacional, sino que tiene otras repercusiones económicas y laborales a escala local. “Los comercios locales y tradicionales comienzan a desaparecer y van sustituyéndose por bares y franquicias, relacionados con los intereses de una población flotante y no de una población residencial que tiene que cubrir ciertas necesidades”.
José Luis Pérez, integrante de La Revuelta, añade que “si los barceloneses consideran que el turismo es el segundo problema de la ciudad, es que algo está pasando. La forma de paliarlo es el parque público de viviendas en alquiler, que en Sevilla no existe. Es fruto del modelo neoliberal. Las casas las están comprando los fondos de inversión”. Señala el caso de la Alameda de Hércules, la “zona de la libertad” en Sevilla, como un lugar cercano que se ha convertido en un área de “bares y restaurantes con precios elevados, una zona de ocio, pero de un tipo diferente a como era antes”.
El próximo mes de septiembre celebrarán unas jornadas para tratar el asunto de la turistización en el barrio, compartir experiencias con otros lugares que sufren o han sufrido el mismo fenómeno y plantear iniciativas comunes. En cuanto a otras líneas de trabajo que se siguen desde la ciudadanía organizada, David Gómez apunta algunas exigencias a las administraciones: “Reivindicarle al poder público más intervención con los instrumentos de control que ya tiene, como volver a activar el registro de edificios y solares ruinosos para evitar que se acaparen esperando el mejor momento o expropiar si el edificio no está en buenas condiciones de salubridad, seguridad y ornato, como marca la legislación”.
Los Planes Municipales de Vivienda y Suelo, que permiten hacer un diagnóstico del patrimonio del municipio, son una de las herramientas que pueden ser utilizadas a escala municipal para reducir los efectos del proceso turistificador. “Puedes cruzar datos de catastro, padrón, consumos de agua y electricidad y saber dónde hay viviendas vacías. A partir de ahí, puedes poner mecanismos de penalización para ellas, pagando un IBI progresivamente amplio, y puedes poner mecanismos de incentivo para que esas viviendas vacías se gestionen mediante mecanismos de intermediación entre propietarios y usuarios”, comenta Esteban de Manuel, profesor de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Sevilla y activista en temas de vivienda y sostenibilidad urbana, para quien la clave está en la autogestión.
Esta intermediación garantizaría a los propietarios ingresos a partir de estos inmuebles vacíos y a la ciudadanía, el acceso a viviendas con alquileres más asequibles, teniendo en cuenta que “el marco legal andaluz lo permite y los ayuntamientos que no lo hagan será porque no quieren”.
Para aglutinar parte de las reivindicaciones hacia la administración autonómica, el pasado mes de noviembre de 2016 se constituyó oficialmente la Federación de Asociaciones Vecinales de Centros Históricos de Andalucía, durante un encuentro celebrado en Jerez de la Frontera.
La respuesta institucional
Otras partes afectadas a nivel público y empresarial también han dado un paso. En el caso del municipio hispalense, a finales del mes de junio se ha constituido un grupo de trabajo para intentar atajar la oferta clandestina de alojamientos turísticos. De este grupo forman parte la Junta de Andalucía, el Ayuntamiento de Sevilla, el Consorcio de Turismo, fuerzas de seguridad y asociaciones relacionadas con el turismo, como las de hoteles, agencias de viaje, guías turísticos o agencias de reservas.
Desde mayo de 2016 es obligatoria la inscripción en el Registro de Turismo de Andalucía de todas las viviendas que alojen, con ánimo de lucro, a residentes temporales
Desde mayo de 2016 es obligatoria la inscripción en el Registro de Turismo de Andalucía de todas las viviendas que alojen, con ánimo de lucro, a residentes temporales, para “legalizar algo que era alegal: el alquiler para fines turísticos de viviendas residenciales”, afirma Manuel Cornax, presidente de la Asociación de Hoteles de Sevilla y Provincia, una de las entidades que participa en este grupo de trabajo municipal. El representante del sector hotelero resume cómo se ha producido esta burbuja: “En un cierto momento, tras la crisis inmobiliaria, había un montón de viviendas residenciales que no tenían salida. Al empezar a colocar estos productos en plataformas como Airbnb o similares, podían poner esa vivienda a disposición del mundo entero. Si juntas el exceso de vivienda que había con las nuevas plataformas comercializadoras, esto ha provocado un boom. En principio, afectaba a la que había vacía, pero cuando los propietarios ven que esto es negocio, intentan cambiar el uso de la vivienda de alquiler tradicional por la Ley de Arrendamientos Urbanos a vivienda de uso turístico”.
En cuanto al papel de las administraciones públicas, Cornax afirma que “se están dando cuenta de la dimensión del problema y su crecimiento exponencial. Están poniendo todos los recursos que tienen, pero no son suficientes. La Inspección de Turismo está desbordada”.
La dimensión de la oferta de alojamientos turísticos que no están regularizados ni fiscalizados se desconoce con exactitud, pero desde que entró en vigor el registro hasta hoy, poco más de un año, la Junta de Andalucía ya ha dado de alta unas 20.000 viviendas con fines turísticos, con más de 100.000 plazas de alojamiento. “Sería tremendo llegar a un centro de la ciudad de cartón piedra”, concluye.
El centro de la ‘ciudad de los museos’ se queda sin habitantes
Texto de Curro MachucaLa ciudad de Málaga se encuentra inmersa en un intenso proceso de remodelación de su casco urbano que, entre otras cosas, está originando una vertiginosa transformación de sus viviendas en hoteles y pisos turísticos, sean legales o ilegales. Ello conlleva un vaciamiento de población permanente y, con ella, la desaparición de servicios básicos y comercios de primera necesidad.
Los datos son claros: la ‘almendra’ del centro histórico ha pasado en los últimos años de 12.000 a 5.000 residentes. En paralelo, el Ayuntamiento de Málaga, gobernado por el PP desde 1995, ha hecho de los museos y centros de arte su principal foco de atracción. El Museo Picasso, el Centro de Arte Contemporáneo, el Museo Carmen Thyssen, el Centre Pompidou o el Museo Ruso son algunos de ellos.
Según los informes oficiales, en 2016 generaron un impacto económico de unos 547 millones de euros, incluidos dentro de un capítulo tan abstracto como “gasto de los turistas y visitantes con motivación museística”. Lo único verdaderamente cuantificable son los casi 15 millones de euros que los museos de la capital malagueña han recibido en el último presupuesto anual y que los ingresos provenientes de la ventas de entradas son insuficientes. El Centre Pompidou, por ejemplo, recibió en 2016 unas 70.000 visitas menos que lo estimado para ese año.
Por su parte, en el Museo de las Gemas, sito en la antigua Real Fábrica de Tabacos, se invirtieron entre 30 y 40 millones de euros para permanecer abierto un total de dos horas en 2013. Art Natura, empresa encargada de este estrambótico proyecto, ha denunciado que se inflaron de manera artificial los costes de la obra. No es casualidad que Málaga sea la cuarta capital española más endeudada y la tercera por habitante.
La Axerquía, el éxodo en un barrio habitado hace siglos
Texto de El Salto CórdobaEs una tranquila mañana de julio en Córdoba cuando nos encontramos, en la sede de la Asociación Vecinal Axerquía, con Manolo Cuello, miembro de la organización desde hace muchos años.
Hablamos de la turistificación, del casco histórico de la ciudad y de lo que ha cambiado este en los últimos años. Se muestra preocupado por la despoblación progresiva de la zona: desde 2002 el distrito ha perdido casi 3.800 habitantes y el vecindario está cada vez más envejecido. “La gente joven se va de aquí”, dice.
Los servicios públicos son deficitarios, no hay zonas deportivas, ni aparcamientos, los colegios públicos son sustituidos por concertados, existen muchas trabas para la rehabilitación de edificios y los comercios vecinales corren el riesgo de cerrar y convertirse en bares donde servir cañas a los turistas. El casco histórico corre el riesgo de convertirse en un parque temático donde la patronal hostelera campe a sus anchas sin límites
Según Manolo Cuello, la Junta de Andalucía va a aprobar próximamente un decreto para regular la ampliación horaria en zonas de especial afluencia turística y rebajar así las ordenanzas municipales, permitiendo que la hostelería cierre más tarde y pueda celebrar espectáculos sobreutilizando el espacio público sin restricciones.
Por supuesto, todo ello sin contrapartidas: el beneficio privado no revierte en la ciudadanía de ninguna de las maneras y el trabajo que se crea suele ser temporal y muy precario.
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