We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Medio rural
¿Por qué no volver a la lana?
Repensar nuestros hábitos de consumo, demasiado guiados por grandes mercados y ritmos desenfrenados, es un ejercicio necesario que, precisamente en estos días, nos está tocando llevar a cabo. Volver a utilizar lana puede suponer mantener vivas tradiciones y enseñanzas de nuestros pueblos, recuperar y conservar la tierra como recurso no sólo económico, apoyar razas autóctonas (algunas en peligro de extinción), dignificar el pastoreo o (re)aprender a utilizar nuestras manos como herramienta.
Tengo ya casi 36 primaveras y recuerdo muy bien lo que costaba meter la cabeza por los cuellos de aquellos jerseys que, heredados de mis hermanos y hermanas, acababan siempre en mi trozo de armario. Y las quejas de cuánto me apretaba una bufanda con algún que otro enganchón que iba conmigo a todas partes invierno tras invierno.
Pero el recuerdo más curioso, que ahora parece increíble, es el de dormir sobre aquel colchón que, pasado el primer sueño, se hacía ya a la forma del cuerpo y llevaba, inevitablemente, al hueco en su centro. Aquellos colchones que había hecho mi madre, y sus correspondientes almohadas, siempre teniendo que ser ahuecados y aireados cada mañana.
Sé que soy una rara avis de mi generación, pero en todo caso, a estas alturas, aunque mantengo mi almohada de aquellos años porque no he encontrado ninguna otra que me haga soñar cosas igual de bonitas, todos estos recuerdos suenan ya a tiempos muy, muy pasados y pedaleo por la vida abrigada (¿debería decir “aislada”?) con tejidos sintéticos impermeables y cortavientos. Y lo más sorprendente de todo es que no me veo capaz de describir cómo pasé de una cosa a la otra.
El sector lanero hoy
Actualmente y a nivel mundial, el primer consumidor de lana como materia prima es China, seguido, a gran distancia por India. En lo que a producción y exportación se refiere, los principales países son, por este orden, Australia, Nueva Zelanda, Argentina, Uruguay y Sudáfrica. Para variar, hay lanas y lanas, y la gran mayoría de lana consumida es lana de baja calidad para la que no pueden garantizarse ni una correcta trazabilidad ni la ausencia de sufrimiento animal en su obtención y procesado.
En España, la lana de oveja merina abundó durante la Edad Media, con monopolio de producción por el reino de España, y en la Edad Moderna. Como recurso abundante y de alta calidad, la producción y exportación de lana merina propiciaron el desarrollo de un sector lanero particularmente prolífico jugando un rol fundamental en la economía española de la época.
Con la globalización de los mercados, la competencia con otras fibras naturales como lino y el algodón y la llegada de las fibras sintéticas, el sector lanero sufrió una importante crisis a finales del siglo XX, decidiéndose los ganaderos en aquel momento por fortalecer el sector cárnico, dejando la evolución y mejora del sector lanero merino en un segundo plano.
En los últimos años la producción de lana en España ha disminuido sustancialmente, pese a mantener su posición de segundo productor europeo tras Reino Unido. Además, no todas las lanas tienen aplicaciones interesantes para la industria, lo que influye directamente en su depreciación económica. En general, a día de hoy, los costes de la esquila son superiores a los ingresos por la lana obtenida.
Pero la importancia histórica del sector lanero, su significado e implicaciones, y el deseo de recuperar y mantener las tradiciones, hacen que conceptos como el pastoreo, la trashumancia, la fiesta del esquileo o la lana “de verdad” no pierdan sus raíces originales, raíces además que siguen nutriendo el sector lanero de nuestros días.
LANA CON VALOR AMBIENTAL Y SOCIAL
Miles de ovejas saben cada día, gracias a unos cuantos silbidos madrugadores, hacia dónde dirigirse al salir del redil, por dónde hacer sonar sus cencerros, de qué pastos alimentarse, qué terrenos estercolar, por dónde ir perdiendo el polen y las semillas a su lana adheridas. Son capaces incluso, con sus almuerzos, de evitar futuros incendios de esos a los que, tristemente, estamos más y más acostumbradas.
Aprovechar la lana de estos rebaños es una más de las facetas que permite la ganadería extensiva, cuyos efectos positivos para el medio rural son cada vez más visibilizados: aprovechamiento de los recursos del territorio con especies y razas adecuadas, compatibilización de la producción con la sostenibilidad, generación de servicios medioambientales y sociales y fijación de población.
Es precisamente en este ámbito donde existen cada vez más iniciativas que ponen en valor la lana. Porque claro, hay lanas y lanas, y formas y formas de producir lana. La lana de oveja merina, por ejemplo, mantiene la temperatura (de las ovejas y de las personas que portan prendas con ella tejidas), sigue abrigando pese a estar mojada, no genera olores, es transpirable, biodegradable, no genera sustancias tóxicas ni en su producción ni en su uso como las fibras sintéticas con las que nos vestimos, y es resistente al fuego. Todo son ventajas, vaya. Si además procede de una ganadería extensiva en la que se tiene en cuenta el bienestar animal a la hora del esquileo y las condiciones laborales de quien realiza la tarea pues miel sobre hojuelas.
Aunque encontrar prendas de lana de oveja merina u ovillos para tejerlas deviene más y más difícil, existen proyectos bien chulos que llevan años devolviendo a la lana su papel en el mundo de las fibras textiles.
Proyectos como Dlana, recientemente ganador del Premio Mariano González Tejada para el apoyo al emprendimiento ecosocial 2019, Made In Slow, Extremerinas o Esquellana permiten que podamos disponer de lanas de calidad producidas bajo criterios ecológicos y sostenibles. Permiten (re)construir un vínculo con los procesos de la naturaleza, con nuestras tierras, con nuestros recursos. Permiten ralentizar ese pedaleo vital, respirar más profundo y disfrutar de las pequeñas cosas.
¿POR QUÉ NO VOLVER A LA LANA?
Repensar nuestros hábitos de consumo, demasiado guiados por grandes mercados y ritmos desenfrenados, es un ejercicio necesario que, precisamente en estos días, nos está tocando llevar a cabo. Dormir sobre un colchón de lana ha adquirido un extraño punto romántico. O de valientes que no temen a los dolores de espalda. Y bien es sabido que no pueden subirse montañas si no es parapetado con tejidos técnicos para hacer frente a los buenos y malos vientos.
Volver a utilizar lana para nuestros sueños y nuestras aventuras puede suponer mantener vivas tradiciones y enseñanzas de nuestros pueblos, de nuestros lugares, recuperar y conservar la tierra como recurso de calidad (no sólo económico, también ambiental), apoyar razas autóctonas (algunas en peligro de extinción), dignificar el pastoreo o (re)aprender a utilizar nuestras manos como herramienta. Repensémoslo.