We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Movilidad
20 años de la Semana de la movilidad: ¿a que no lo parece?
Ahora que algunas de las estrategias de movilidad sostenible que parecían haber cuajado en los tiempos anteriores a la pandemia Covid-19 han cambiado, y no precisamente a mejor, repasamos de la mano de la experta Pilar Vega, la capacidad de la SEM como instrumento de cambio (o no) hacia una movilidad que haga más vivibles las ciudades.
A finales del siglo XX las autoridades locales europeas comenzaron a celebrar la Ciudad Sin Coche, una jornada dedicada a restringir el tráfico en las ciudades. Fue entonces cuando la presión de las entidades sociales y ecologistas impulsó la necesidad de extender las actividades de concienciación y sensibilización en torno al modelo de movilidad urbano a toda una semana. La Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión Europea apoyó esta iniciativa y a partir de 2000 se determinó que entre los días 16 y el 22 de septiembre de cada año se celebraría la Semana Europea de la Movilidad.
El objetivo era reconducir las formas insostenibles de desplazamiento, caracterizadas por un uso cada vez mayor de vehículos motorizados de forma individual, por otras más sostenibles. Se trataba de cambiar la tendencia mediante la transformación de la cultura de la movilidad hacia pautas que potenciasen los modos activos y el transporte colectivo y compartido.
Desde entonces han sido muchas las ciudades que se han adherido a esta iniciativa. En 2019 eran más de tres mil (561 españolas) las ciudades que han logrado implantar más de 2.200 medidas de forma permanente. En paralelo las organizaciones sociales, ecologistas, empresariales y sindicales han desarrollado actividades de denuncia y sensibilización, adelantándose en la mayoría de las ocasiones, a las iniciativas de los propios ayuntamientos.
En el caso de algunas ciudades, dado que los responsables municipales no daban importancia a esta celebración y no programaban ninguna actividad durante la Semana Europea de la Movilidad, eran las organizaciones sociales y ecologistas las que lo hacían.
Hay que recordar algunas de las acciones programadas por Ecologistas en Acción junto a otros colectivos, como la competición entre los distintos medios de transporte que demostraba la ventaja, tanto en el tiempo de viaje, el precio y el consumo energético, de los modos más sostenibles. En estas acciones se implicaba a los representantes políticos y a los medios de comunicación lo que permitía difundir mejor la iniciativa. Se reivindicaban las plataformas reservadas para el transporte público, el desplazamiento sostenible al centro de trabajo, la mejora de la calidad del aire o la bicicleta como forma de desplazamiento habitual.
Desde la Comisión Europea, cada una de las veinte ediciones oficiales de la Semana de la Movilidad se ha dedicado a un tema transversal; “La mejora de la accesibilidad para todas las personas” (2003), “Calles seguras para los niños” (2004), “Al trabajo sin mi coche” (2005), “Tú controlas el cambio climático” (2006), “Las calles, para la gente” (2007), “Aire limpio para todos” (2008), “Mejora el clima en tu ciudad” (2009), “Moviéndonos en la buena dirección” (2012), “Elige, cambia y combina” (2015), “Movilidad inteligente y sostenible” (2016), “Compartir te lleva más lejos” (2017), “Combina y muévete” (2018) o “A favor de caminar y pedalear de forma segura” (2019). La edición del 2020 se dedica a una “Movilidad sin emisiones”, con el objetivo de alcanzar ese objetivo para 2050, tal y como se recoge en el Pacto Verde Europeo.
No cabe duda que centrar cada edición en una temática distinta hace que las autoridades y las entidades implicadas dirijan las medidas hacia un determinado asunto, prioritario en la estrategia de movilidad europea y española. Además, permite conectar con colectivos muy diversos: las asociaciones de personas con discapacidad, las AMPAS y la comunidad educativa, los sindicatos, los empresarios, las compañías de transporte colectivo, las organizaciones ecologistas y ciclistas y peatonales. Y, al mismo tiempo, contribuye a difundir y extender la conciencia y la sensibilidad sobre estos asuntos a grupos más amplios de mayor influencia.
Como ya se ha señalado, muchas de las iniciativas de la Semana Europea de la Movilidad son permanentes. Es el caso de inauguraciones de tramos ciclistas, zonas peatonales, áreas de coexistencia, o de líneas de transporte colectivo, por ejemplo. Aunque la iniciativa ha encontrado también barreras; son muchos los ayuntamientos que celebran esta Semana de una manera forzada, sin convicción, esperando que no obliguen a cambiar las reglas de la movilidad.
Otro de los problemas reside en que, por lo general, la población no se implica lo suficiente, e incluso algunas medidas son vistas negativamente, como sucede con los cortes de tráfico. Sin embargo, los medios de comunicación permiten que las acciones de esta semana sean visibles y lleguen a una mayor cantidad de personas.
La Semana Europea de la Movilidad se ha dirigido fundamentalmente a incentivar la programación de medidas en los municipios donde el Ministerio (actualmente de Transición Ecológica) facilita los materiales de la campaña (logotipos, plantillas, carteles, etc.). Además, en la programación se incluyen medidas no siempre compatibles con la sostenibilidad como la construcción de aparcamientos disuasorios o la semana sin multas. Suelen otorgarse premios a aquellos municipios que durante la Semana implantan nuevas medidas, pero no existe ningún tipo de seguimiento de las mismas.
Al principio los ayuntamientos veían esta Semana de la Movilidad como una mera obligación y se limitaban a encajar actividades, no siempre adecuadas, en las que tenían un peso excesivo las jornadas técnicas y donde era habitual una escasa participación de la sociedad.
Perspectivas de futuro
No parece que estos veinte años de celebraciones hayan servido para resolver los problemas de movilidad de las ciudades. El tráfico continúa siendo muy intenso y el espacio destinado a la movilidad motorizada no deja de aumentar, la calidad del aire ha empeorado. En definitiva, un enorme esfuerzo para alcanzar pequeñas conquistas que son fácilmente olvidadas.
Quizá sea necesario recordar cómo algunas de las estrategias favorables a la movilidad sostenible, que parecían haber cuajado entre los técnicos y los políticos en los tiempos anteriores a la pandemia Covid-19, han cambiado y no precisamente a mejor. La distancia física que exige el virus ha hecho que el transporte público haya perdido su anterior cuota de demanda a favor del coche. Si bien la bici ha aumentado el número de viajes, este incremento es muy pequeño. Con una situación así, que busca el aislamiento de las personas, va a ser muy complicado conseguir una movilidad sin emisiones, lema de la actual Semana Europea de la Movilidad.
La estrategia futura debería convertir la Semana de la Movilidad en el esfuerzo de todo el año, un impulso por reconvertir el modelo de movilidad hacia pautas de desplazamiento sostenibles y seguras. Este escenario requiere un cambio de modelo territorial, productivo y de la propia movilidad, un cambio profundo en los estilos de vida, de compra, de trabajo o de estudio. No basta con organizar sesiones informativas que intenten concienciar a la gente mientras las administraciones continúan sin tomar las medidas necesarias para la transformación de la movilidad urbana.
La Semana Europea de la Movilidad debe dirigirse a invertir esa jerarquía de la movilidad que sitúa el automóvil en la cúspide de la pirámide; son los peatones y las personas más vulnerables las que deben condicionar la planificación de la movilidad urbana, mientras que el coche ha de ser un simple invitado en la ciudad por la que circula lentamente, sin devorar el espacio público.