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El deseo de César Rendueles de una asamblea sin vítores ni aplausos no se cumplió. Vistalegre II fue una fiesta. Aplausos generalizados, unos pocos silbidos, algún murmullo, nueva tanda de aplausos y estallidos de jolgorio en las gradas. Por aclamación, Miguel Urbán. Por repetición, Pablo Echenique, maestro de ceremonias y artífice del sistema Desborda que ha configurado el equilibro de poderes en el interior del partido.
Un equilibrio desequilibrado a favor de la lista Podemos para Todas, encabezada por Pablo Iglesias, aplaudido y vencedor. Su gesto arreglándose la coleta hoy es portada en El Mundo. El de Vallecas no ha perdido sex appeal entre sus bases, tampoco antipatía entre los medios de comunicación clásicos. A partir de ayer, el aparato es el que quería, el que necesitaba para creerse el proyecto, el único –según dijo– que podía mantenerle al frente del partido.
Unidad y humildad es el mandato que se ha impuesto el secretario general. Tras las votaciones, cumplir del deseo de unidad dependerá de su perspicacia (o su magnanimidad) y la de su equipo. Para resolver dudas contará con una mayoría sin contrapesos: la suma de los otros dos equipos (25 consejeras) queda lejos de los 37 obtenidos por la fórmula ganadora Iglesias-Echenique.
“Dientes, dientes, que es lo que les jode”, propone como titular un militante de Podemos. El periodista Enric Juliana dice en La Sexta que la base de Podemos ha entendido que su partido corría riesgo. Avistado el peligro, la solución ha sido dar todo el poder a los pablos, el maestro de ceremonias y el hombre de la papeleta. Sonrisa hacia dentro y un perfil más duro hacia afuera, con críticas a las empresas de comunicación y los poderosos incluidas en el pack victoria. Un Iglesias desencadenado, aplaudido y con un colchón suplementario del 9% por el método Desborda. La sonrisa de un secretario general incontestado.
La campaña a la contra de Iglesias ha surtido efecto. La suya ha sido presentada como la opción incómoda para el Régimen, y la base del partido –era difícil pero no descabellado intuirlo– ha entendido que el voto a Podemos para Todas iba a ser capaz de poner de los nervios al establishement. El voto que les duele, como decía un viejo cartel electoral. El equipo de Iglesias ha jugado al contraataque. El mensaje: Iglesias es atacado porque no compone arreglos. Sólo el futuro dirá si se cumple ese punto de partido.
Anticapitalistas se confirma como un tercero en discordia capaz de cosechar ovaciones y titulares simpáticos. Pero bajo los titulares crece una organización fuerte, con un peso importante en Madrid –se sabe mal por dónde sopla el viento en la ciudad de Carmena– y en Andalucía, donde Teresa Rodríguez sale reforzada una vez más. Su protesta por el método es fundada. Un punto más hubiera dado a Podemos En Movimiento cinco puestos en el Consejo y no dos. Un pacto previo a Vistalegre habría aumentado su peso específico en el partido, pero prefirieron medir fuerzas, aún a sabiendas que el método Desborda les hacía moverse en un margen muy estrecho. Su fin de semana estaba hecho antes de que la militancia morada desembarcase en Carabanchel.
Para los errejonistas queda la resaca. Los nubarrones de purga y la amenaza de una crisis interna entre las subfamilias que forman la corriente. Han sido dos derrotas duras. En noviembre en Madrid. En febrero en Vistalegre.
Ayer, las cámaras marcaban a Íñigo Errejón, abrazado bien duro por las grandes empresas de la comunicación. El editorial de El País mantiene hoy la presión sobre el actual portavoz parlamentario. La dirección del periódico de La Caixa, HSBC y compañía lamenta que Errejón no haya obtenido resultado en su intento de “convencer a los inscritos de la necesidad de moderar los planteamientos del partido e insertarlo eficazmente en las instituciones”.
La reflexión se impone en su entorno. Desde las primeras horas de Vistalegre quedó patente que conseguir un trending topic en Twitter es como tener un tío en Cuba. El cabreo analógico del año ocho de la crisis sigue superando al virtuosismo discursivo de las redes y las aplicaciones de móvil. Los que faltan no acudieron a la cita, o acudieron en menor medida que la gente a la que apela Iglesias.
En la mañana del lunes ya no se escuchan los aplausos. Los editoriales fijan la reacción oficial: Podemos se radicaliza. La opinión pública –esa mezcla de editoriales, redes sociales, entrevistas con pinganillo y vídeos en bucle– sólo muestra una parte de la corriente de fondo que ha situado a Podemos en el vértice del significante llamado cambio. Podemos se sitúa a la izquierda de lo que consideran decoroso. Eso, dicen, estrecha el camino hacia el sorpasso. Eso, dicen los comentaristas electorales, sigue favoreciendo las opciones del PSOE. Sin crisis de Régimen no hay motivo para pensar que las impugnaciones del régimen convenzan a nadie más que a los “más ideologizados”. Los análisis tienden a olvidar aún otro factor más: Podemos no se acaba en Madrid. El discurso de Iglesias citó el derecho a decidir y habló de un próximo período constituyente. Suficiente para convertirse en el enemigo, clave para recoger el voto de la rabia. Y sí, eso es radical.