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Opinión
Vox y la paradoja del soberanismo subordinado

A lo largo del discurso de Donald Trump en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) del pasado febrero en Washington, el presidente norteamericano tuvo unas breves palabras para Santiago Abascal, a quien calificó como “un gran tipo” y felicitó por “su gran trabajo”. Estos segundos fueron el momento cúspide de los últimos meses para el líder de Vox, que en pocas semanas ha viajado dos veces a Washington en busca del reconocimiento público de Trump.
A las palabras del mandatario estadounidense les siguió el ya ritual mensaje a través de la red social X de su propietario y persona más rica del mundo, Elon Musk, quien escribió para sus 218 millones de seguidores: “Vox ganará las próximas elecciones”.
A pesar de que la ola reaccionaria global en la que se inserta Trump es anterior al propio Trump, su victoria en las presidenciales de 2016 en Estados Unidos favoreció su multiplicación e imitación a nivel global
El evento de la CPAC en Washington se enmarca en un momento especialmente dulce para la ultraderecha. A pesar de que la ola reaccionaria global en la que se inserta Trump es anterior al propio Trump, su victoria en las presidenciales de 2016 en Estados Unidos favoreció su multiplicación e imitación a nivel global. Su regreso a la Casa Blanca se está viviendo en la ultraderecha casi como la llegada de un mesías, aquel que puede dar el impulso definitivo a la ola reaccionaria global, una situación que favorece una lógica mimética como elemento de legitimación.
En este sentido, desde que Trump regresó a la Casa Blanca, se ha desatado una auténtica carrera en la ultraderecha para posicionarse como los “mensajeros de Trump en Europa”. Así, Patriotas por Europa, el partido europeo que preside el propio Abascal, organizó a inicios de febrero en Madrid un auténtico akelarre facha bajo el título Make Europe Great Again (MEGA). Una reactualización europea del icónico eslogan de Trump que ya había utilizado la presidencia húngara del Consejo de la Unión Europea y que no deja lugar a dudas sobre la intención de subirse al carro del éxito trumpista.
Dentro de la galaxia ultraderechista europea, parece que, por el momento, sólo Marine Le Pen y su partido, Reagrupación Nacional (RN), han marcado ciertas distancias con Donald Trump
No solo los “Patriotas Europeos” intentan aparecer como los “mensajeros de Trump en Europa”, estos tienen una dura competencia con el partido europeo de Giorgia Meloni, los Conservadores y Reformistas Europeos (CRE), el cuarto grupo más grande del Parlamento Europeo y al que pertenecía Vox hasta julio, cuando decidió marcharse a la nueva coalición con Orbán y Le Pen. La propia Meloni fue la única mandataria europea invitada a la toma de posesión de Trump este pasado enero, y cuatro días antes de la reunión madrileña de PfE, el CRE había organizado en Bruselas una conferencia de dos días bajo el mismo título: Make Europe Great Again.
Dentro de la galaxia ultraderechista europea, parece que, por el momento, sólo Marine Le Pen y su partido, Reagrupación Nacional (RN), han marcado ciertas distancias con Donald Trump. La dirigente ultraderechista francesa ya afirmó en el encuentro de Patriotas por Europa en Madrid que el triunfo del magnate estadounidense no debía interpretarse como “un llamamiento a un alineamiento”. Incluso se ha filtrado que Le Pen ha pedido a sus diputados que moderen en público las muestras de entusiasmo hacia el nuevo presidente estadounidense. En este sentido, Jordan Bardella, número dos de RN, anuló su participación en la CPAC de Washington después de que Steve Bannon, uno de los grandes ideólogos del trumpismo, realizara un saludo nazi desde el estrado de la conferencia conservadora.
Esta carrera por parecer más trumpistas que el propio Trump no deja de ser ridícula por parte de unos supuestos soberanistas que dicen combatir a la “coalición globalista de Bruselas”
Esta actitud contrasta con la de Santiago Abascal y Vox, que no solo no se marcharon de la CPAC, sino que sonrieron desde el público como auténticos fans cuando Trump los saludó. Esta carrera por parecer más trumpistas que el propio Trump no deja de ser ridícula por parte de unos supuestos soberanistas que dicen combatir a la “coalición globalista de Bruselas”, representada por Ursula von der Leyen, mientras rinden pleitesía al presidente de EE.UU., quien amenaza con una guerra arancelaria a Europa, pretende anexionarse Groenlandia y pacta con Putin el reparto de Ucrania.
Pero los tiempos políticos acelerados en los que nos encontramos queman etapas con una rapidez inusitada. El seguidismo trumpista de Abascal ya le está empezando a pasar factura política a Vox, que comienza a sufrir las contradicciones de la paradoja de un soberanismo subordinado a los intereses de la política internacional de Trump. Así, Abascal salió en defensa del presidente de EE.UU. tras su humillación a Zelenski, antiguo aliado con el que todos querían salir en la foto. “Están dispuestos a que sigan muriendo ucranianos solo para tratar de desgastar a Trump”, afirmó Abascal en X, al tiempo que acusaba a Pedro Sánchez, Ursula von der Leyen y Emmanuel Macron de celebrar “la continuidad de la guerra” por mostrar su respaldo al presidente ucraniano. “Viendo quiénes celebran la continuidad de la guerra, nunca ha sido tan fácil una postura internacional”, sentenció Abascal en su cuenta personal.
La contestación interna al seguidismo a Trump
A tenor de las críticas internas que su alineamiento sumiso con Trump le está costando, la decisión de Abascal no ha resultado tan sencilla. Quizás el más duro dentro de sus filas contra este seguidismo a la política de EE.UU. ha sido Agustín Rosety, general de brigada de Infantería retirado y uno de los fichajes estrella de Abascal para las elecciones de 2019, quien anunció que abandonaba Vox precisamente por no estar de acuerdo con el rumbo de la política internacional adoptado por la dirección. El militar llevaba días lanzando duras críticas en la red social X contra Abascal por su seguidismo a Trump en todas sus decisiones, pese a que estas contradecían lo que el partido había defendido hasta entonces. Incluso llegó a publicar: “Ser un patriota no es ser un lamebotas de Trump y aplaudir acríticamente todo lo que dice y hace”.
En este sentido, Inés Cañizares, vicealcaldesa de Toledo por Vox, en una entrevista en el ABC se sumó a las críticas contra Abascal por sus posiciones internacionales: “Santiago Abascal no se puede plegar a todo el trumpismo, a todo lo que Trump diga, si está diciendo cosas que nos están perjudicando (...)Si sus políticas perjudican a los españoles no vamos a firmar una carta de amor incondicional a Trump, no nos podemos plegar a todo lo que diga.” Aunque quizás la figura más importante en desmarcarse de la línea oficial de seguidismo a Trump ha sido Javier Ortega Smith, actual portavoz de Vox en el Ayuntamiento de Madrid y uno de los fundadores del partido. En una entrevista en Onda Madrid defendió que Vox no podía “comprar todas las políticas de Trump” ni perder la “libertad para criticar lo que perjudique a España”.
El PP está intentando aprovechar el seguidismo de Vox a la política internacional trumpista para agudizar su disputa con los de Abascal, hurgando en sus contradicciones
A menudo hablamos de las guerras internas de la izquierda mientras ignoramos la encarnizada lucha en la derecha, que lleva tiempo enfrentándose en un conflicto interno, al menos desde la salida de Espinosa de los Monteros, y externo, en la pugna por la hegemonía del espacio político conservador con el Partido Popular. De hecho, el PP está intentando aprovechar el seguidismo de Vox a la política internacional trumpista para agudizar su disputa con los de Abascal, hurgando en sus contradicciones. Así, el portavoz nacional del PP, Borja Sémper, atacó directamente en X a Abascal afirmando: “Mientras tú le haces oposición a Zelenski y a Feijóo, el PP se la seguirá haciendo a Sánchez y a Putin”. Un paso más allá fue el think tank popular, FAES, al afirmar en un comunicado que Vox se había “sumado a la quinta columna del Putin club”.
La estrategia de Vox de alinearse incondicionalmente con Donald Trump está evidenciado una contradicción fundamental en su discurso soberanista, poniendo en jaque su propia identidad política. Los supuestos patriotas aparecen como mayordomos de los intereses del magnate norteamericano, incluso cuando estos son directamente contradictorios con los de su propio país.
Así, mientras denuncian el 'globalismo' abrazan sin fisuras el patrocinio del mayor supermillonario planetario, que no parece tener más patria que el aumento de los dividendos de sus empresas. Las contradicciones que han empezado a surgir en Vox no parecen fáciles de esquivar, seguir siendo los emisarios de Trump en Europa podría convertirse en un arma de doble filo que termine debilitando sus expectativas electorales. Más aún si, como parece, Trump agudiza su estrategia de guerra comercial y arancelaria con Europa, en donde golpeara directamente al campo español, una parte importante de la base electoral de Vox. Demostrando lo imposible de un soberanismo subordinado.