Opinión
¿Sirve de algo la condena internacional del genocidio?

Somos nosotros, países testigos de cuanto ocurre, los que somos juzgados con cada vida humana a la que negamos la justicia.
23 abr 2024 06:00

El profesor Gassan Abu Sitta, cirujano palestino y rector de la universidad de Glasgow, ha sido rechazado en la frontera alemana hace unos días, después de un interrogatorio de varias horas. A este académico las autoridades alemanas no solamente le han prohibido entrar en Alemania, sino igualmente, le han amenazado con la expulsión permanente por delitos en el país si hace cualquier manifestación sobre lo ocurrido. Pero este investigador declaraba, y es lo más crucial del caso, que denunciar la situación y analizar lo que está ocurriendo en Gaza y Palestina es el modo de practicar nuestra condición humana. Solamente si no somos silenciados ante un genocidio podemos conservar, afirmaba este investigador, nuestra humanidad: mantener el silencio es un modo de perderla.

Este doctor apunta algo crucial. Cuanto está ocurriendo en Oriente Medio es a menudo omitido o deformado por actores que querrían cambiar el claro signo de lo que ocurre, ese “crimen de crímenes” único en la historia humana reciente, y del que nadie duda, con la muerte de 14.000 niños, que rebasa los límites de la crueldad acostumbrados.

Es sorprendente que la política internacional de países y comunidades, quiera sostener el engaño o el borrado de un genocidio de este tamaño

Es sorprendente que la política internacional de países y comunidades, quiera sostener el engaño o el borrado de un genocidio de este tamaño. Se presiona para desviar el relato de los hechos más allá de lo que verdaderamente acontece. Muchos dirigentes, grupos de opinión o naciones omiten o deforman la condena urgente. Ponen en duda las cifras, niegan las imágenes, justifican la masacre, la relativizan, llegando a proclamar el derecho a la venganza.

Pero como afirma el doctor Abu Sitta, no es la humanidad de las víctimas lo que está en juego, sino la nuestra propia. Porque en realidad los que permanecen en la oscuridad son los que creen poder sostener un genocidio en el ostracismo. Para personas lúcidas esto es algo obvio, tan obvio como la terrible realidad del crimen del que hablamos.

Cuanto ocurre en las sociedades humanas se define en el mismo momento en el que sucede. Nada ocurre en vano. No hay más que adoptar la perspectiva desde el futuro, para comprobar lo poco que se consigue cuando la sociedad da la espalda a la verdad. En términos de desarrollo humanitario y de verdadero avance social, la justicia internacional indefectiblemente emerge para apoyar, por la fuerza misma de la verdad humana, el señalamiento de los crímenes y su condena. Las instituciones y la memoria histórica necesariamente terminan siempre secundando lo que la opinión sensible universal sabe y tiene presente.

Vivimos hoy un ambiente mundial instalado en la farsa y en la atmósfera enrarecida. A la ocultación de los crímenes de un país o de varios se unen los intereses de los comerciantes de armas o los acuerdos económicos negociados de beneficio mutuo. Más allá de la ética y de la moral, de la legalidad internacional y de los derechos humanos universales, países desarrollados y poderosos se instalan en la mentira, en la ocultación de la injusticia y en el cinismo como si nada ocurriera y nadie supiera del dolor inmenso que se está causando.

Por supuesto que es posible borrar una civilización del mapa, pero es imposible borrar ese crimen de nuestra propia conciencia, y esa conciencia unida profundamente a la vida humana es la que mueve el mundo real, no las ilusiones de poder o las figuraciones de los intereses ocultos. 

Como las manos de Lady Macbeth, siempre manchadas de sangre por un crimen cometido, siempre trayendo la muerte a la escena teatral, sus hechos siempre permanecerán, vergonzosos y terribles ante nuestros ojos. Una vez cometidos los crímenes, por más que se quieran olvidar o falsear, la conciencia humana, hoy vehiculada en la comunicación digital, no puede ignorarlos. Son huellas imborrables que manchan para siempre la legalidad internacional. los organismos supranacionales, la virtual Constitución de la Tierra que debe regirnos a todos. Las palabras de denuncia y la solidaridad parecen inútiles, pero no lo son, pues cada condena cuenta, igual que cuenta cada vida humana.

Una vida humana es un tiempo suficientemente largo para comprobar que quien construye sobre la muerte y la injusticia, en este caso Israel, cercena su futuro

Una vida humana es un tiempo suficientemente largo para comprobar que quien construye sobre la muerte y la injusticia, en este caso Israel, cercena su futuro. No estamos diciendo que recibirá ojo por ojo: decimos que el propio país y la comunidad que lo apoya, al establecer este hecho tan irreconocible en su seno social, se ha sacado edípicamente los ojos: destruyendo toda la matriz de su futuro.

Las posiciones hipócritas e injustas de la comunidad internacional que se instalan en la regresión pierden el paso a la realidad y no viven en el tiempo social, unido al sentido de la verdad humana. Un país o conjunto de países que no reconoce un crimen cometido es simplemente un fantasma de lo humano. Aún cuando crean acumular poder, definir la Historia o mantener influencia, se están ubicando en el lugar más ínfimo de la historia humana, alejándose de la tendencia pacífica, igualitaria y justa que la escribe.

Establecer creencias que nadie apoya es el modo más seguro de anularse como actor creíble en el mundo actual. Es absolutamente falso que se pueda construir la paz mediante la guerra. El único modo de llegar a la paz es mediante la paz y el Alto el fuego, igual que el único modo de tener un futuro es creyendo que lo merecemos. No puede esconderse un genocidio en directo de estas dimensiones sin renunciar con ello a la integridad humana. La hipocresía internacional puede perdurar un tiempo, pero en realidad ella misma se cierra el paso adelante. La proclamación de la justicia es el único modo de generar riqueza humana. 

La condena internacional, el reconocimiento de la injusticia, parecen papel mojado, y sin embargo son acciones poderosas, urgentes, como se está diciendo. Aunque sean palabras, actúan manifestando nuestra conciencia. Una vez emitida, la condena unánime sienta la base de la esperanza humana: no lo que somos, sino lo que queremos ser. Nada borra del tiempo humano la renuncia a la humanidad. Nuestros políticos no parecen ser conscientes de que lo que se juegan es su propio ser en ese tiempo.

No cabe a nadie duda de que Israel será juzgado por crímenes contra la Humanidad. Cuanto más queramos enterrar bajo la tierra de Gaza los cuerpos deshechos de niños y ancianos, más enterraremos con ellos nuestro futuro internacional. La realidad se alejará de nosotros y la humanidad también. Somos nosotros, países testigos de cuanto ocurre, los que somos juzgados con cada vida humana a la que negamos la justicia.

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Acaido
27/4/2024 2:45

¿Estaríamos hablando del genocidio nazi si Alemania hubiese ganado la guerra?.
Tampoco parte de las nuevas generaciones parece haber aprendido nada, pues simplemente han cambiado de rencoroso.enemigo.

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