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Opinión
La enmienda antirracista: ‘’¡que vienen los fascistas!’’
El 28 de junio de 2023 se desata una revuelta en todo el país vecino a raíz del asesinato de Nahel, hecho sucedido el día anterior. El autor era un policía y con esta enésima expresión de la violencia policial se alarga la dolorosa lista de asesinatos racistas por parte de agentes de fuerzas de seguridad que Francia ya acumula. Los medios de comunicación españoles no dudan en hacerse eco de la revuelta y de tildarla de manifestaciones violentas. Sin embargo, obvian el auge de manifestaciones de extrema derecha, la estructuralidad del problema en el país galo y cómo interpela a la situación en nuestro país.
Las manifestaciones, bajo el lema ‘’Justice pour Nahel’’, han sido el enésimo estallido social de esta legislatura francesa. El ciclo político que se ha venido dando se ha asemejado al que vivimos en España: fragmentación del voto, auge de la extrema derecha, heterogeneidad en los resultados electorales en función de la región y aumento de la abstención política. Una de las grandes acusaciones de la izquierda hegemónica francoespañola y de los sectores más liberales ha sido la ‘’importación de problemas americanos’’.
El ciclo político que se ha venido dando en Francia se ha asemejado al que vivimos en España: fragmentación del voto, auge de la extrema derecha, heterogeneidad en los resultados electorales en función de la región y aumento de la abstención
La absoluta ignorancia de la lucha antirracista en diferentes espacios como el sindical, el hecho de abordar esta lucha desde la accesoriedad a la agenda principal (la del conflicto de clase), ha generado una distancia desde el plano teórico y desde la práctica política entre la izquierda hegemónica y dichas luchas.
Manuel Bocher en su libro La gauche et la race viene haciendo una radiografía de la tradición de izquierdas francesa como una izquierda que ha sido rompedora en función del statu quo al que quería contrarrestar. A pesar de ello, y sin negar las diversas posturas internas que se han venido dando a lo largo de la historia contemporánea de la izquierda francesa, lo que han compartido en su gran mayoría es la percepción del estado —de la maquinaria de estado— como herramienta de cambio social y económico. Sin embargo, el antirracismo político viene a enmendar qué significa el uso del estado: qué perspectivas hay en la planificación urbanística, el uso de la policía, y sobre todo la mirada entorno a la política migratoria.
Desde el activismo académico, se produce una ruptura epistemológica con la colonialidad del pensamiento “universal’’. Sin embargo, se hace con posterioridad a la ruptura progresiva del antirracismo político del lema de ‘’los derechos de todos’’ que la izquierda promulga. Mientras la izquierda francesa tenía sus debates políticos en los 70, por ejemplo, los trabajadores africanos, especialmente, sufren el aumento de la represión policial, los asesinatos racistas por parte de escuadrones fascistas y la distancia absurda de la izquierda, quien tilda a los antirracistas de traidores (como haría la Liga Comunista contra el Mouvement des Travailleurs Arabes).
Francia
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Sin embargo, y a pesar de tenerlo todo en contra, las organizaciones antirracistas —desde organizaciones más formales como aquellas más informales— han venido demostrando en Francia su negativa a dar la espalda a la injusticia racial que sufren los migrantes y sus descendientes en el país. Así lo demuestran las manifestaciones de los años 80 (con las marches des beurs) que se replicarían en los años 90, principios de los 2000 y que cogen auge de nuevo a partir del año 2016, a raíz del asesinato de Adama Traoré a manos de un polícia, y retomarían su acción también en 2020 con el asesinato de George Floyd.
Todo ello demuestra que, más allá de las interpelaciones internacionales que hace el movimiento antirracista estadounidense, Francia tiene su propio contexto al respecto de la violencia racista que sufre y ese es el motivo por el cual la ruptura epistemológica con la colonialidad de la práctica política es evidente en la evolución del discurso antirracista que hay detrás de estas manifestaciones.
En un inicio, exigían respeto en tanto franceses (en tanto que musulmanes franceses, en tanto que amazigh franceses o en tanto que árabes franceses), que pedían el respeto de su identidad y de su ‘’diferencia’’ (así lo relataba Bruno Frappat en Le Monde para hablar de la Marche pour l’Egalité et contre le racisme de 1983). No obstante, se da un salto cualitativo traído por las Indegènes de la Republique, quienes en un comunicado de 2005 firmado por miles de personas afirmaban que ‘’la decolonización de la República está a la orden del día. La República de la Igualdad es un mito. El estado y la sociedad deben volver a una crítica radical de su pasado y su presente colonial’’.
Si algo ha demostrado la dinámica del estado francés y la de sus brazos ejecutores, como los cuerpos policiales o la política exterior, es que la presencia de la extrema derecha no es estrictamente necesaria para desplegar políticas racistas
La perenne historia de las periferias urbanas del país galo se enmarca, desde esta crítica radical —radical en tanto que busca ir a las raíces del asunto—, en una gestión colonial de las mismas. Por un lado, es la construcción guetizada ordenada por el estado francés a través del Ministerio de la Reconstrucción y de Urbanismo a partir de la Segunda Guerra Mundial, situando y planificando a los migrantes y a sus descendientes en un lugar muy concreto de la urbe. Y por el otro, es la construcción de una identidad colectiva, que Edwige Rude-Antoine sitúa su génesis en los años 70, en tanto que las problemáticas que parecían estar en esas burbujas llamadas banlieu impregnan a toda la esfera pública. Y que la impregnen es justamente el motivo del auge de la extrema derecha, que no es más que una manifestación exacerbada y violenta de ese racismo que caracterizan las políticas de los estados liberales.
Si algo ha demostrado la dinámica del estado francés y la de sus brazos ejecutores, como los cuerpos policiales o la política exterior, es que la presencia de la extrema derecha no es estrictamente necesaria para desplegar políticas racistas. Esto pasa desde el uso de la mano de obra extranjera mientras se la precariza —dinámica que ya aparece en los años 20 con la primera ola de argelinos que llega al país para reconstruir los destrozos de la I Guerra Mundial, como señalaba Abdelmalek Sayed en 1977 ”, hasta el uso de la polícia para reprimir cualquier ápice de revuelta social antirracista como respuesta al racismo institucional.
Sin embargo, si algo ha caracterizado estas manifestaciones antirracistas es una contra respuesta por parte de la extrema derecha: no solo en su articulación institucional (con la aparición de listas locales con un discurso racista e islamófobo, o su mayor apoyo en las elecciones generales), sino también con manifestaciones fascistas haciendo apología de la identité française. Y es que todo esto nos resuena, indiscutiblemente.
Opinión
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Ante el adelanto electoral por el cual se llevarán a cabo las elecciones generales este domingo 23 de julio, vemos cómo desde los diferentes espacios antirracistas vienen denunciando precisamente que la aparición de la extrema derecha es una amenaza a los derechos y a las libertades. En su amplia mayoría, se ha venido pidiendo que la gente que puede participar en este proceso vote o ceda su voto a quienes tienen este derecho restringido. No obstante, también se denuncia que la presencia del racismo institucional no es algo para lo cual la presencia de la extrema derecha sea necesaria. Y es que precisamente esa distancia absurda de la izquierda hegemónica con la agenda antirracista a pesar de la extrema violencia que sufren las personas racializadas en este país, es algo que se repite en nuestro contexto.
Hay muchos elementos del caso francés que pueden traerse al contexto español, porque en este país el racismo tampoco es un asunto importado. Por ese motivo, a pesar de apelar al voto de izquierdas, hay cierta sensación de desesperanza y de estar ya preparados para la traición de la izquierda a la causa antirracista a pesar de las muertes, a pesar de la violencia y a pesar de todo. Por ese motivo, las cámaras legislativas que se formen a partir del 23J serán una herramienta —si es que realmente sirven para la lucha antirracista— pero la trinchera de lucha (en Francia, en España y donde sea) no parará de denunciar en la calle que no es normal la violencia contra nuestros cuerpos. Y que venimos a hacer una enmienda. A la totalidad.