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Opinión
8M 2025: por un feminismo queer

En su congreso en Sevilla en diciembre de 2024, el PSOE eliminó la ‘Q’ y el ‘+’ de las letras LGBTIQ+ en la conferencia marco del congreso. La enmienda presentada por la corriente del “feminismo tradicional” de Carmen Calvo fue votada a última hora de la tarde, cuando casi dos tercios de les delegades no estaban presentes. Como dice un artículo en eldiario.es: “La clave para que se aprobara esa enmienda, que va en contra no solo del propio camino señalado por el partido en su ponencia marco sino de la propia acción del Gobierno, fue precisamente la ausencia generalizada de delegados en la votación clave, que dejó el camino libre y sin contrapesos a las militantes organizadas y alineadas en torno a figuras como Carmen Calvo o Ángeles Álvarez".
Así, la corriente del PSOE que se queja del “borrado de las mujeres” consiguió borrar a nosotres, las personas queer, nobinarias, no conformes con el género... a toda la diversidad más allá de lo LGBT tradicional.
Esta queerfobia no es nueva en el PSOE, y es algo especifico del TERFismo dentro del PSOE, que tiene su cruzada especial contra la teoría, el activismo y las identidades queer, señalando a todo lo queer como antifeminista, misógina y neoliberal, o, en palabras de Carmen Calvo, “el Q+ responde a una teoría y a una ideología neoconservadora”. ¿De donde saca esta conclusión sobre lo queer? Ya en verano de 2000 esta corriente del feminismo queerfóbico del PSOE publicó un “documento de debate“, oponiéndose a la Ley Trans y exponiendo su queerfobia.
Nuria Alabao dice sobre estos discursos transfóbicos: “El trasfondo sociocultural es el mismo que impulsa a la extrema derecha: una política destinada a apuntalar identidades fijas en momentos de incertidumbre máxima, donde muchas personas sienten amenazadas sus condiciones de vida por la indeterminación en muchos campos: por la situación económica, el cambio climático, la guerra, los cambios culturales o sociales”.
Según Ibai Fresnedo, militante transfeminista queer en Ehgam, en la revista Pikara, “esta exclusión va más allá de un ajuste del ideario interno del PSOE. Se trata de un ‘spoiler político’ que confirma la deriva tránsfoba y reaccionaria de este partido, que prima mantener las formas frente al statu quo y la promoción de un feminismo supremacista claramente diseñado para un sector acomodado y burgués, blanco y sexófobo. Un sector que se mira al espejo de la normatividad, mientras muchas personas en los márgenes seguimos luchando por nuestra existencia”.
Somos queer
Pero, somos queer. Existimos, en los margenes, aunque el TERFismo del PSOE quiere borrarnos. Somos les rares, les monstrues. No encajamos en vuestro mundo, ni queremos encajar. No nos dejamos callar con unas migas que se caen de vuestras mesas llenas de privilegios.
Aunque se usa “queer” a menudos como sinónimo de LGTB, esto en realidad significa una despolitización de lo “queer”. Como dice Mary Nardini Gang en su texto Toward the queerest insurrection: “Lo queer no es una zona estable en la que habitar. Queer no es simplemente otra identidad que pueda añadirse a una lista de categorías sociales ordenadas, ni la suma cuantitativa de nuestras identidades. Es más bien la posición cualitativa de oposición a las presentaciones de estabilidad, una identidad que problematiza los límites manejables de la identidad. Queer es un territorio de tensión, definido contra la narrativa dominante del patriarcado monógamo heterosexual blanco, pero también por una afinidad con todes les marginades y oprimides. Queer es lo anormal, lo extraño, lo peligroso. Queer implica nuestra sexualidad y nuestro género, pero mucho más. Es nuestro deseo, nuestras fantasías y mucho más. Queer es la cohesión de todo lo que está en conflicto con el mundo capitalista heterosexual. Queer es el rechazo total del régimen de lo normal”.
Posiblemente es esto que da miedo a las TERF del PSOE, y por eso utilizan las estrategias de odio en contra de nosotres, quieren borrarnos. No encajamos en su visión de una “vida normal”.
Quizás queer se puede utilizar mejor como verbo, como “queerear algo” o “queering algo”, en lugar de como sustantivo o adjetivo, por dos razones. La primera es que lo «queer» cuestiona la idea de una identidad esencial o estable que pueda describirse como un sustantivo, ya sea homosexual, gay o queer. Utilizar queer como verbo significa cuestionar o criticar los supuestos sobre la estabilidad del sexo, el género y la sexualidad, así como la relación entre los tres. “Queerear” algo significa aplicar una mirada queer, hacer visibles las normas invisibles que están operando, los privilegios y mecanismos de marginación y exclusión, incluso más allá de la sexualidad y el género.
Queer son los cuerpos y vidas disidentes, queer significa las posibilidades políticas de los cuerpos raritos, de las performatividades cotidianas de los géneros. Queer abre nuevos espacios de lo inteligible y lo vivible
Por todo esto, la ‘Q’ —lo queer— importa, como hace visible la diversidad de identidades, cuerpos y vidas que se quedan fuera de la cisheteronormatividad y que tampoco encajan en la nueva respetabilidad LGTB (sin IQA+), la nueva “homonormatividad” respetable, con sus matrimonios igualitarios con 1,5 niñes. Queer son los cuerpos y vidas disidentes, queer significa las posibilidades políticas de los cuerpos raritos, de las performatividades cotidianas de los géneros. Queer abre nuevos espacios de lo inteligible y lo vivible. En este sentido, el activismo queer lucha por cambiar fundamentalmente a la sociedad, rechazando a la cisheteronormatividad y declarandose orgullosamente «queer», rares, monstrues, no normales.
Como dice Judith Butler, “el pensamiento de una vida posible es solo una indulgencia para aquellas personas que se saben a ellas mismas como posibles. Para ellas que están aún intentando ser posibles, la posibilidad es una necesidad.” Una necesidad queer. Y no nos dejamos borrar.
Somos feministas
El documento de debate del PSOE de 2000 dice: “El activismo queer desdibuja a las mujeres como sujeto político y jurídico, poniendo en riesgo los derechos, las políticas públicas de igualdad entre mujeres y hombres y los logros del movimiento feminista.” Detrás de esta afirmación hay la idea que el único sujeto político del feminismo es «la mujer». Ya en 2018, Laura Gaelx Montero escribió en la revista Pikara: “Pero tras el concepto de “la mujer” subyacía una forma muy determinada de entender el sujeto político del feminismo. Esa “mujer” era el supuesto universal neutro: blanca, hetero, burguesa, de mediana edad, sin discapacidad… El equivalente perfecto al universal masculino como única medida de la existencia que tanto se había criticado”.
En su último libro ¿Quién teme al género?, Judith Butler dice que “la categoría de «mujer» no dice de antemano cuántas personas pueden participar en la realidad que describe, ni limita de antemano las formas que puede adoptar esa realidad”. Y señala que “el feminismo siempre ha insistido en que la esencia de la mujer es una cuestión abierta, una premisa que ha permitido a las mujeres perseguir posibilidades que tradicionalmente se negaban a su sexo”.
Más allá, podemos cuestionar la limitación del sujeto político del feminismo a «la mujer» o «las mujeres». Entiendo al feminismo como un movimiento social que lucha por la eliminación del patriarcado – del «cisalosexualheteropatriarcado». Es decir, un patriarcado que no solo se basa en la discriminación de la mujer, sino de todo lo que se sale de las normas patriarcales: la presunción «cis», que el sexo asignado al nacer (una asignación que en si misma es un acto de violencia patriarcal) tiene que coincidir con el género o la identidad de género de una persona. La sexualidad obligatoria, no solo la heterosexualidad obligatoria, como dijo Adrienne Rich, sino la sexualidad obligatoria, que significa que obligatoriamente cada persona tiene que sentir atracción sexual (ser “alosexual”). Las personas asexuales de cualquier género tampoco cumplen con esa norma patriarcal, y quizás no sorprende que un alto porcentaje de personas asexuales se identifican también fuera del binarismo de género.
Mejor hablamos de feminismos, en plural, para hacer visible esa diversidad de feminismos. No existe un único feminismo con carnet de membresía, aunque hay quienes lo reclaman (en lo general el feminismo transexcluyente).
Silvia L. Gil dice en su contribución al libro Transfeminismo o Barbarie: “Cuando se sostiene que afirmar a las diferencias es reproducir el neoliberalismo, se olvida que la revuelta feminista que vivimos en la actualidad es radicalmente heterogénea, tan heterogénea como los efectos del poder contemporáneo. Esta revuelta esta hecha de una pluralidad de cuerpos que de maneras distintas a lo largo del planeta se rebelan y resisten al heteropatriarcado. Esta heterogeneidad no es una muestra de debilidad, sino exactamente lo contrario: la fuerza que ensancha y enriquece el feminismo en un momento de restricción de derechos y jerarquización de vidas”.
Los feminismos queer —en plural— son parte de esos feminismos diversos. Feminismos diversos y combativos, como dice el manifiesto del 8M de Sevilla: “Queremos ir más allá del miedo infundido a los «otros, otres y otras». Queremos mirar a los ojos a quienes sufren opresión: mujeres, personas migradas, LGTBIQA+, con discapacidad, neurodivergentes, racializadas, pobres, sin vivienda, precarizadas, en guerra o que sufren genocidios. Mirarlas a los ojos y ver en ellas su humanidad y su valor en la construcción de un mundo mejor. Un mundo donde la otra no es amenaza, sino aliada necesaria en la construcción colectiva de nuestra utopía.”
Unos apuntes de un feminismo queer
Queer significa salirnos de las normas en todos sus aspectos, normas cisalosexualheteropatriarcales. Normas que nos hacen daño, que solo sirven para mantener al sistema heteronormativa, capitalista, colonial y capacitista.
La “amatonormatividad”, la norma que dice que las únicas relaciones validas son las de pareja, preferiblemente heterosexuales, es una de esas normas que nos hace daño. Buscamos otras formas diversas de relacionarnos. Las no monogamias éticas, la anarquía relacional, “descentrar el amor”, en palabras de Roma de las Heras, una de las autoras de la novela gráfica Anarquía relacional.
¿Lo queer quiere acabar con la familia? Sí, es necesario recuperar a la vieja demanda feminista de la abolición de la familia que ha caído en el olvido, como lo hace Sophie Lewis en su libro Abolir la familia. La abolición de la familia y del matrimonio que la sostiene —da igual si heterosexual o homosexual— es una institución patriarcal. Quiero acabar con la familia, con los privilegios del matrimonio, que debería desaparecer como institución legalmente privilegiada. Desarrollemos otras formas de crianza, de cuidados, de relacionarnos.
La familia no es una espacio seguro —no para mujeres, y tampoco para niñes—. Escribo estas palabras como superviviente. La mayoría de la violencia de género se produce en el ámbito de la familia. La mayoría de abusos sexuales a niños, niñas y niñes se producen en el ámbito de la familia, con una persona de la familia o cercana a la familia como perpetrador. Une de cada cinco niños, niñas o niñes sufre abuso sexual en su infancia, según un informe de Save The Children. Según ese informe, la mitad de les abusadores son familiares. Es decir, en una de cada diez familias hay una persona abusadora. ¿La familia como espacio seguro? Y esto todavía no incluye a otras formas de abuso – físicas, psicológicas, el abandono emocional, … ¿Por qué pensamos hay niveles tan altos de problemas de salud mental en adolescentes, incluse el trauma complejo y el trauma de desarrollo? ¿Quizás tiene que ver con que la familia no es un modelo sano de crianza, ni para les niñes, ni para les progenitores?
Sophie K. Rosa dice en su libro Radical Intimacy, “la jerarquía establecida para las relaciones -en favor de la díada romántica y la forma de familia nuclear- se contrae y degrada intimidades más diversas y de camaradería. Este orden relacional puede resultar insular y alienante no sólo para las personas «solteras» -incapaces o que no desean formar una pareja romántica-, sino también para las que lo han hecho y siguen anhelando intimidad”.
Lo queer significar explorar una multitud de posibilidades de intimidad más allá de la familia, de la pareja, o de las relaciones sexo-afectivas.
Por la descertificación del sexo/género
La asignación de una sexo al nacer no es solo un acto descriptivo. Más bien, es una acto prescriptivo, con el sexo se asigna también un género binario correspondente, con la expectativa que la criatura va a asumir ese género como propio, con todo lo que eso significa (expresión de género, comportamientos “acordes” con el género). Alok V Menon lo llama “jeroglíficos heterosexuales”, la idea de que de los genitales visibles a nacer se puede predecir la identidad futura e incluso la vida de una criatura.
La asignación de un sexo y género a nacer sitúa a la criatura ya en la jerarquía binaria de género. Al crecer, tiene que relacionarse de una manera con esa identidad y posición en la jerarquía. Puede asumirla, puede intentar subvertirla, oponerse a ella, como lo hacen las disidencias sexuales y de género.
Queer tiene la interseccionalidad en sus raíces. Organizaciones como Act Up y Queer Nation rechazaron las estrategias de asimilación y respetabilidad de las organizaciones LGTB establecidas
Desde una perspectiva de un feminismo queer, la solución no es proveer más categorias (legales) de sexo/género, sino eliminar por completo esas categorías – la eliminación del sexo/género del registro civil, de certificados de nacimiento, documentos de identidad… la descertificación del sexo/género.
Queer tiene la interseccionalidad en sus raíces. Organizaciones como Act Up y Queer Nation rechazaron las estrategias de asimilación y respetabilidad de las organizaciones LGTB establecidas, que pretendían simplemente incluir a las personas «queer» en las estructuras existentes de la sociedad. Al mismo tiempo, comunidades de lesbianas chicanas o negras se rebelaron contra su «extranjería» no solo de la cultura dominante sino del propio movimiento de gays blancos y de clase media que decía representarlas. Las minorías sexuales y de género excluidas por pobres, negras, por seropositivas, … se apropiaban del termino y lo utilizaban como reivindicación de su ser desviades – queers. Las luchas queer siempre han incluido a las luchas de personas racializadas, migradas, pobres, diskas, … E, incluso, las luchas antiespecistas. «Queer» se opone a las normas, a los mecanismos de marginación y exclusión, a la división en vidas vivibles y vidas desechables que ni mereces la pena de ser lloradas (pensamos en las más que 10.000 personas que murieron en el Mar Mediterráneo solo en 2024 intentando llegar a España. O en los animales no humanas).
En su último libro Quién teme al género, Judith Butler dice: “La única forma de salir de ese laberinto es unir las luchas por las libertades y los derechos de género a la critica al capitalismo, formular las libertades por las que luchamos como colectivas, dejar que el género forma parte de una lucha más amplia por un mundo social y económico que acabe con la precariedad y proporcione atención sanitaria, vivienda y alimentos en todas las zonas del mundo.” Butler nos llama a “recordar a la gente por qué y cómo desea vivir, reclamando la vida para la izquierda, encontrando la vida en las relaciones que nos sostienen”.
Por un feminismo queer
“Necesitamos redescubrir nuestra revoltosa herencia como anarquistas queer”, dice Mary Nardini Gang en Toward the Queerest Insurrection. “Tenemos que destruir las construcciones de la normalidad, y crear en su lugar una posición basada en nuestra alienación de esta normalidad, y una posición capaz de desmantelarla. Debemos utilizar estas posiciones para instigar rupturas, no sólo con la corriente dominante asimilacionista, sino con el propio capitalismo. Estas posiciones pueden convertirse en herramientas de una fuerza social dispuesta a crear una ruptura total con este mundo. Nuestros cuerpos han nacido en conflicto con este orden social. Tenemos que profundizar ese conflicto y hacer que se extienda".
No lo podemos hacer soles. Necesitamos construir comunidad, apoyo mutuo, movimiento. Y todo esto mientras esta creciendo la extrema derecha. Ante este auge del fascismo, Judith Butler dice que “podemos detener ese impulso, pero solo si intervenimos como una alianza que no destruye sus propios vínculos (…) liberar los potenciales democráticos radicales de nuestras propias alianzas en expansión puede demostrar que estamos al lado de un vida vivible, del amor con todas sus complicaciones y de la libertad, haciendo que esos ideales sean tan convincentes que nadie pueda mirar al otro lado”.
O, como dice Sophie K. Rosa, “la intimidad contiene un potencial radical porque es la esencia de estar vive”. Y nos llama, al final de su libro Radical Intimacy, a que “alimentemos, y nos alimentemos, de horizontes utópicos; unámonos para arrebatar nuestros deseos de las garras del capitalismo. Porque necesitamos lazos más fuertes, para mantenernos unides y evitar que el mundo se desmorone. Nuestro entrelazamiento mutuo debe ser cuidadoso, espacioso y flexible, sin ningún lazo demasiado apretado. En este macramé de diseño amoroso, podríamos encontrar la sabiduría, el propósito y la fuerza que necesitamos para tejer nuevos mundos”. Nuevos mundos “queer”.