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Consumo
Consumo consciente para que no te la den con queso
El Blackfriday inaugura la “temporada alta de compras a lo loco”: cybermonday, de navidad, de reyes, y así hasta febrero con el Día de los enamorados…, citas edulcoradas que esconden los impactos de esta sobreproducción y consumismo.
Global Foorprint Network –organización que mide la huella ecológica– advierte que consumimos y producimos 1’7 tierras en recursos al año, es decir, consumimos y producimos por encima de la capacidad del planeta para renovarse. Y nos marca el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra, fecha en la que la demanda de recursos y servicios ecológicos de la humanidad en un año concreto supera lo que la Tierra puede regenerar en ese año. En términos económicos sería como agotar el saldo disponible y entrar en números rojos, y este año lo pasamos el 23 de agosto…
En 2020 los científicos constataron por primera vez en la historia que la masa antropogénica (creada por los seres humanos), es decir, infraestructuras, edificios, productos, residuos, etc., superaba la biomasa (la de los seres vivos). En 1900 era un tres por ciento de ella. En los últimos años, de media por cada persona se crea una cantidad de masa igual a su peso cada semana. Cuatro quintas partes de los objetos en uso tienen menos de 30 años. Ahora el volumen de los edificios e infraestructuras es mayor que el de los árboles y matorrales, el del plástico dobla el de todos los animales terrestres y marinos. Y sólo las calles, edificios y puentes de Nueva York pesan más que el total de los peces del mar.
No es de extrañar que según el panel de expertos en recursos globales de Naciones Unidas, en el cambio de milenio el consumo excesivo superó a la superpoblación como mayor impulsor de las crisis ecológicas. Para 2030 habrá 5.400 millones de personas de clase media en el mundo, hecho inédito en la historia. Si el consumo continúa al ritmo actual, necesitaremos dos veces más recursos naturales según los escenarios más moderados de la ONU. WWF apunta que serán tres tierras en 2050.
Pero no sólo está la cuestión ambiental, también están los impactos sociales. Bien conocemos los procesos de deslocalización de la producción de las últimas, donde las multinacionales buscan países con regulaciones ambientales y sociales más laxas para aumentar estos beneficios. Esto acaba con el tejido productivo de muchos países, como España, que ven desmontadas sus industrias, con el paro y la dependencia que esto genera. Por su parte, en los nuevos centros de producción las condiciones laborales son cuanto mínimo cuestionables, como denuncia, por ejemplo, como la campaña de ropa limpia de Setem, que nos alerta de las condiciones de explotación y pseudo esclavitud de la industria textil…
Pero es que además es que “el consumo no da la felicidad”, más bien al contrario. La sociedad consumista en que nos estamos insertas especialmente desde finales de la 2GM, no sólo está arrasando con el planeta, generando condiciones de injusticia y explotación, sino que, como diría Max Neef, es un falso satisfactor de nuestras necesidades. Esto lo ha demostrado el economista Richard Easterlin, quien comparó la evolución de los ingresos y la percepción de felicidad. Así, demostró que el aumento de riqueza lleva aparejado un incremento de satisfacción hasta un cierto umbral, el que marca tener cubierta las necesidades básicas, pero una vez superado éste, la felicidad no crece paralelamente.
¿Qué dice sobre esto lo más top del Consumo Responsable?
Analizamos este panorama y, sobre todo, el reverso virtuoso de quienes promueven un consumo consciente y crítico con:
CECU, Federación de Consumidores y Usuarios, organización independiente nacida en 1983, pionera en el ámbito del consumo por su trabajo desde una visión más amplia que la contratación de bienes o servicios, abordando cuestiones medioambientales, de seguridad alimentaria, Responsabilidad Social Empresarial, acceso a justicia, comercio justo y solidario, atención de los colectivos vulnerables y protección de los datos personales.
OPCIONS, una organización sin ánimo de lucro, con más de veinte años de trayectoria promoviendo una nueva cultura del consumo promoviendo la toma de conciencia de las consecuencias que generan nuestras acciones en las personas y el planeta para construir el mundo en el que queremos vivir.
Mercado Social de Nafarroa, un espacio formado por personas y entidades para el intercambio económico (es decir, la producción, la financiación, el ahorro, la distribución y el consumo), impulsado desde REAS RdR, y que materializa los principios de la Economía Social y Solidaria de equidad, trabajo, sostenibilidad ambiental, cooperación, sin fin de lucro y de compromiso con el entorno.
Estos tres agentes constatan el creciente interés por un consumo más consciente y sostenible. Como dice Roxana Delia Carp de CECU, “la crisis climática ha dejado de ser 'eso' que proclamaban los científicos que un día llegaría. Todas estamos viviendo los efectos: olas de calor, filomenas, pandemias,etc. Y mayoría de la población está modificando sus hábitos de consumo, por ejemplo, según el Estudio Global de Sostenibilidad de 2021 el 85 % de las personas ha cambiado su comportamiento de compra para ser más sostenible, siendo España el tercer país más concienciado, donde un 35% de la población ha realizado algún cambio en sus hábitos con el fin de ser más respetuoso con el medioambiente”.
Para consolidar esta tendencia y que se generaran los cambios estructurales que estos retos precisan, “el objetivo común de empresas, de las administraciones y de las personas consumidoras debería ser dar un salto de escala de las alternativas de consumo, y eso depende de los cambios de consumo que hagamos a nivel individual y las alianzas estructurales y comerciales que hagamos las mismas alternativas”, como defiende Gerard Pijoans, de Opcions. Necesitaremos, en palabras de Pijoans, ”que las grandes empresas capitalistas también hagan cambios si queremos mitigar a tiempo la emergencia climática y eso no pasará si no se las presiona a nivel de consumidora y de sus propias trabajadoras. No deberían querer hacerlo, tienen el deber de hacerlo ya que tienen que representar el bienestar de todas. Y ya basta de campañas sobre lo que debemos hacer y no debemos hacer los ciudadanos si luego las administraciones no lo aplican. Lo que decimos en Opcions es que los cambios de consumo individuales suman, los de la administración multiplican”.
En este marco la Economía Social y solidaria “articula en los mercados sociales numerosas entidades que generan una producción sostenible y que ofrecen servicios que son responsables desde un punto de vista laboral, como medioambiental, como social, un catálogo de posibilidades para cubrir nuestras necesidades, como defiende June San Millán, consumidora del Mercado Social de Navarra. Lo fundamental, según San Millán, es la ruptura con el imaginario capitalista, demostrando ”que no es ninguna locura ni algo utópico, sino que se lleva 25 años poniendo en práctica, generando un cambio de conciencia, demostrando que hay otra forma de hacerlo y que funciona".