Opinión
Lo que nos cuentan: la voz necesaria de las escritoras palestinas

Hace ya meses que nos llegan imágenes terribles del genocidio que está sufriendo el pueblo palestino. Asesinatos indiscriminados a civiles, falta de suministros médicos y alimentarios, bombardeo de hospitales, escuelas y edificios administrativos. Nos vemos obligades a seguir con nuestras vidas mientras los medios y las redes sociales nos muestran centenares de cuerpos sin vida, mutilaciones y humillaciones, algo que acaba por crear un cierto distanciamiento. Se vuelve necesario poner el foco en la voz de artistas palestinas. Es aquí cuando puede que el contar tenga un efecto más conmovedor en la sociedad que lo mostrar.
Por eso es tan importante la labor de les traductores al traernos obras de autoría palestina, porque humaniza lo deshumanizado y establece una conversación necesaria entre Gaza y el mundo. La editorial Laiovento se encarga, en este caso, de traer a su colección Candemaia O azul entre o ceo e a auga, una novela de Susan Abulhawa traducida por Rocío Viéitez al galego. Abulhawa, nacida en un campamento de refugiados y migrantes en los Estados Unidos, vincula su actividad literaria a su trabajo de activismo por los derechos humanos del pueblo palestino.
“Sulayman me lo contó todo. Yo no lo entendí del todo y no espero que tú lo hagas. Pero quizás puedas creer, como hago yo, que hay verdades que desafían otras verdades, cuando el tiempo se pliega sobre sí mismo”.
Khaled, voz narradora principal en la novela, nos cuenta el exilio, la guerra y la miseria desde los ojos de un niño. Nos cuenta las generaciones de mujeres que vertebran su vida. Nos cuenta la fuerza cotidiana que renace una y otra vez tras la catástrofe. Conocemos así la historia de les Baraka, una familia originaria de Beit Daras exiliada en la Franja de Gaza después de la destrucción de su pueblo en 1948. Todo comienza unos años antes de la Nakba, con la loca Um Mamdouh y sus hijes: Marian, la niña con ojos de dos colores que aprende a leer sola, Mamdouh, aprendiz de apicultor, y la desvergonzada Nazmiyeh, que se convertirá en la matriarca y el pilar fundamental de la familia después de la tragedia.
A lo largo de la obra, presenciamos escenas de terror y de ternura entre los escombros, donde el tiempo pasa y las personas trabajan reconstruyendo el hogar después de cada golpe. La autora pone el foco en la resiliencia de las mujeres que se sobreponen a la pérdida, a la violación y al daño para llevar a cabo una labor de cuidados más importante que cualquier asistencia humanitaria.
“[...] y no pasó mucho tiempo antes de que las mujeres se reunieran como siempre lo hacían, para lavar la ropa, divertir, enrolar hojas de uva, tamizar el arroz para eliminar las piedras y los bichos. [...] En la agitación nacional y con un dolor colectivo que afondaría hasta las raíces de la historia y se extendería a través de múltiples generaciones, los refugiados de Beit Daras volvieron a sus bromas y revuelos. Y mientras esperaban para volver a casa, nacieron bebés y se planearon bodas”.
Paralelamente a los acontecimientos de Gaza, seguimos la trayectoria de Nur, la nieta de Mamdouh criada en los Estados Unidos. En los capítulos que le dedica la autora comprobamos como la vida en la diáspora no es mejor que la del campo de refugiados, pues el peligro constante se ve sustituido por la soledad y el desarraigo. Nur, una niña con los ojos dispares como los de su bisabuela, sufre la indiferencia y el abuso de su familia (lo que la conduce de una casa de acogida a la siguiente), la marginación por parte de sus compañeres y una nostalgia profunda hacia un lugar que nunca visitó, hacia unas personas que nunca conoció.
“Nur tenía todo lo que queríamos. Pensaba que todos los estadounidenses lo tenían. Pero a pesar de toda la seguridad, la libertad y las oportunidades que tenía, de todo lo que había aprendido y de sus buenas notas, de todas las cosas en las que había destacado, Nur era la persona más devastada que conocíamos. No había lugar en el mundo para ella”.
Así, Susan Abulhawa nos trae una panorámica completa de los efectos que el conflicto puede tener en una familia, con toques de realismo mágico: vaticinios, relación con los djinni (genios), comunicación con los difuntos… Son estos elementos los que, paradójicamente, hacen más cercana a nosotros la historia de la familia Baraka. La presencia de características de cuento resuena con nuestra tradición literaria y hacen que sea todo un acierto traducir El azul entre el cielo y el agua al gallego. Palestina nos cuenta, sólo tenemos que escuchar.
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