Literatura
Elisa Victoria: “Tengo el pellejo fino y cada vez me queman más cosas”

Existe una juventud cruda, con sombras, incertidumbres, presentes grises y futuros inciertos como la que se encarga de perfilar Elisa Victoria en ‘El Evangelio’.
Elisa Victoria
Elisa Victoria Cecilia Díaz Betz
17 nov 2021 09:17

Resulta poco probable que alguien que haya terminado de leer Vozdevieja no cierre el libro pensando en lo siguiente de Elisa Victoria (Sevilla, 1985). La autora nos coloca ahora en la periferia hispalense de la mano de Lali, una estudiante de magisterio que realiza sus prácticas en un colegio religioso y que tiene un presente y un futuro donde las incertidumbres pesan más que las certezas. El Evangelio (Blackie Books) es la historia de Eulalia pero también de cómo a través de ella se vuelve a dotar a la infancia de una voz propia muy genuina y potente. Y no. No nos interesa si la autora quiere ser madre.

Debajo de El Evangelio late el desencanto en multitud de formas: por la educación, por el trabajo, por la universidad, ¿cuánto de crudo lo tenemos?
Depende definitivamente de nuestro presupuesto, aunque hay desencantos que están al alcance de cualquiera como el moral o el existencial.

¿Crees que llegará el punto en el que deje de quemar la vida, como dices en El Evangelio, a alguien como su protagonista?
A alguien como ella creo que siempre habrá algo que le escueza porque el mundo en sí escuece y ella es muy sensible a ese escozor. Como mucho puede acostumbrarse y hacer callo y a lo mejor encontrar una posición un poco menos incómoda que la de la incertidumbre de los veinte años. 

Y a ti, ¿por qué y en qué te quema la vida?
Yo tengo el pellejo fino y cada vez me queman más cosas, los bosques incendiados, los animales atados al sol, el concepto de ganadería, los colectivos vulnerables machacados una y otra vez, el avance de la ultraderecha, el reparto absurdo de la riqueza, los putos coches de caballos, la lista sería demasiado larga, me quema casi todo lo que no sea estar en mi casa con mis gatos tomando notas, haciendo potajes o viendo películas viejas e incluso en esas situaciones me llegan las brasas. 

El extrarradio de Sevilla moldea el libro, los acontecimientos y, por supuesto, a Lali.  ¿Es una historia universalizable?
Eso espero, a menudo es más fácil conectar con las historias desarrolladas en contextos muy concretos que con las que pretenden abarcar lo universal desde lo general, al menos a mí me pasa.

Si enmarco una historia en un barrio de Sevilla encuentro necesario y enriquecedor representar la forma de expresarse de la gente como parte del retrato

El uso de expresiones tan locales, pero perfectamente entendibles, ¿qué importancia tiene para tí a la hora de incorporarlos al texto?
Aprecio mucho la infravaloradísima forma de hablar de la gente de Andalucía, me siento afortunada de llevarla conmigo a todas partes, la conozco bien y si enmarco una historia en un barrio de Sevilla encuentro necesario y enriquecedor representar la forma de expresarse de la gente como parte del retrato. Aun así creo que me he quedado corta.

¿Han sido los barrios y sus habitantes bien tratados y retratados por la literatura?
Muchas veces, sí.

En ese sentido, ¿tienes referencias que te hayan inspirado a la hora de escribir tu última novela?
A la hora de representar el ambiente de los barrios no he tenido ninguna referencia consciente pero supongo que de manera inconsciente me acompañan siempre John Fante, Clarice Lispector, Annie Ernaux, Aroha Travé y un montón más.

Siempre se habla de historias universales, transcendentales de grandes hazañas, de lo maravillosa y brillante que resulta la juventud. ¿Por qué decides hablar de desde el desencanto de los personajes?
Es el enfoque de mis grandes referentes y supongo que se convirtieron en mis referentes porque representaban una experiencia de la condición humana que me resultaba más afín.

Leí una entrevista donde lo primero que te preguntaban era si querías ser madre y, después, que tu literatura es eminentemente femenina. ¿Te da coraje?
Sí.

Se ha convertido en un oficio pero intento que aquella sensación de satisfacción, de que mi existencia adquiere un sentido, se mantenga intacta mientras escribo

¿Qué te lleva a escribir?
En principio me llevó a escribir una necesidad de buscar mi propia diversión, mi propio consuelo. Ahora es parecido, se ha convertido en un oficio pero intento que aquella sensación de satisfacción, de que mi existencia adquiere un sentido, se mantenga intacta mientras escribo.  

Desde el sexo que mantiene en distintos momento a la regla o las espinillas o el martirio de Justa y Rufina, el cuerpo toma protagonismo, está presente de forma constante. ¿Qué importancia le das a lo físico y lo corporal en tus libros?
Me suele resultar de mucha ayuda para la construcción de una psicología el relacionarla con la experiencia corpórea del personaje. Considero que esa información es importante. El ser humano está en contacto constante con la cuestión física, se pasa hambre, sed, hay que evacuar, lavarse, a veces duele algo, rugen las tripas o pica un ojo, y eso impregna las situaciones. Como lectora o espectadora aprecio que se me faciliten esos datos para conocer más profundamente el estado de cada personaje, no es lo mismo mantener una conversación con una rozadura en el pie que con sed que con el pelo sucio que en perfecta comodidad. Intento ofrecer esos datos que a mí me parecen cruciales para la comprensión de la propuesta y que además encuentro muy expresivos estéticamente.

¿Y a la oscuridad? Porque hay una parte oscura, algo sucia, que podemos ver en tanto en Vozdevieja como en El Evangelio.
Supongo que es una inclinación natural, la existencia siempre me ha parecido misteriosa y así se refleja cuando escribo, también valoro en las obras de los demás que me traigan suciedad y misterio, lo encuentro interesante y rico, aprendo y me siento menos sola.

Leía en tus redes que alimentar a animales de la calle hacía que no perdieses la cabeza y era una cuestión de apoyo mutuo y creo que ese vínculo con los animales no humanos también se hace notar en El Evangelio. Lali convive con su madre, su tío abuelo y su perro, al que se aferra. Y hay un momento en el que afirma que “nada determina la categoría de alguien como la forma en que trata a la casta oficialmente inferior formada por animales y servicio, y yo me siento en el sucio privilegio de ver cómo son los demás en realidad junto a las palomas y los gatos callejeros”. ¿Por qué eliges que estén presente en el relato de la forma en que lo haces?
Los derechos y el bienestar de los animales me preocupan profundamente, siempre me ha pasado pero con el tiempo no deja de intensificarse. Es una cuestión aún controvertida que intento dosificar en mis libros porque sé que a mucha gente le da pereza el tema, que considera que los animalistas somos unos pesados, así que procuro dejar pinceladas aquí y allá que salpiquen la narración y actúen en conjunto como una especie de metralla que se mezcle con el resto de cuestiones.

La estela del catolicismo en la educación de este país está lejos de extinguirse, y ni siquiera es su único problema

¿Hay esperanza en la educación? Hablas en tu último libro de una muy concreta, la que se imparte en un colegio religioso, de monjas. ¿La pública nos salvará?
No, no me parece que la pública vaya a salvarnos, el libro incluye también críticas duras hacia la educación pública. Para empezar los libros de texto que se usan en los colegios públicos suelen ser los mismos, la mayoría también gestionados por órdenes religiosas que lo impregnan todo de veneno de manera sutil, y la propia asignatura de Religión (católica, por supuesto) está presente como optativa a lo largo de toda la Primaria. La estela del catolicismo en la educación de este país está lejos de extinguirse, y ni siquiera es su único problema. Tal como es la cosa me parece que sólo es capaz de salvar de alguna manera una clase un maestro o una maestra cuyas habilidades de malabarista le permitan cumplir con el tedio del programa sin perder la humanidad a la hora de presentárselo a los niños y de comunicarse con ellos. Es una labor muy complicada pero por fortuna suele haber alguna persona así en cada centro e incluso varias, gente un poco mágica que se esfuerza mucho y te tiende la mano, casi todo el mundo recuerda con enorme cariño haber conocido un profesor o profesora así.

Tanto en VozdeVieja como en El Evangelio hablas dedes la infancia y de la infancia dotándola de dignidad y de una voz propia muy genuina y potente. Dices: "Me mataré entera antes de dejar morir del todo a esa niña porque entraña más muerte el abandono de la infancia que la muerte en sí”. ¿Qué nos dejamos atrás cuando damos el paso a la adultez? ¿Qué es irrecuperable?
El peso de la rutina, el cumplimiento constante de deberes o el fomento de la competitividad suelen aplastar la espontaneidad, la frescura, se pierde la costumbre de jugar y es frecuente que se sustituya por el tedio o cierta rabia. No sé si es irrecuperable. En cualquier caso es un fragmento muy exagerado, muy poético, centrado en la estética de los sentimientos desgarrados que a veces atraviesan al ser humano, no tiene una intención literal.

¿Nunca te planteaste ser maestra?
Me planteé ser maestra mientras estaba en Magisterio pero en el último año de carrera no llegué a terminar, me parecía que no iba a encajar de todas formas y que iba a ser un infierno para mí. El trato con los niños me encantaba pero no tenía lo que hace falta para pasar por alto los horrores que rodean la educación y entre una cosa y otra renuncié a ello. Es muy probable que hubiera sido una buena maestra y a veces me da pena pero mi naturaleza tiende a la introspección de la escritura más que a ninguna otra cosa, me alegro mucho de haber podido acabar dedicándome a escribir, nada tenía más sentido para mí.

La edición de El Evangelio es preciosa. ¿Quién tuvo la idea?
Siempre me rondó la ilusión de que tuviese aspecto de libro sagrado pero el diseño final se hizo en equipo con Blackie Books, nos inspiramos en un montón de portadas de finales del siglo XIX y principios del XX y no todos eran sagrados, podían ser tratados naturalistas, libros de ocultismo o diarios secretos, y de algún modo me parecía que siempre se relacionaban conceptualmente con ‘El Evangelio’. Solían ser muy preciosistas dentro del minimalismo y compartían elementos como el fondo negro texturizado, la tinta dorada y los juegos de relieves así que eso trazó el camino. Luego a mí me encantaba la idea de los cantos coloreados y ellos pensaron que el fucsia le iba a dar un toque vistoso y rupturista al diseño, me pareció una propuesta genial.

¿Sobre qué te gustaría escribir próximamente?
Me gustaría mucho explorar la literatura de terror de manera más explícita.

Y para acabar: ¿qué nos recomiendas leer ahora mismo?
El muro de Marlen Houshofer e Internet Sublime de Miriam Persand.

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