El imperialismo como base del racismo

Durante la expansión colonial de Europa, se racializó a las poblaciones colonizadas, estableciendo una jerarquía racial con el propósito de justificar ideológicamente su dominación total.
Estudiantes de 4º de la ESO del Institut l'Alzina de Barcelona
25 jun 2021 07:40

En el siglo XIX, las potencias económicas de Europa se repartieron el mundo en distintos procesos coloniales. A mediados del siguiente siglo, se llevó a cabo el proceso de descolonización, donde gran parte de las colonias restantes se independizaron de sus respectivas metrópolis; y sobre el papel, no quedaba aparente sistema de dominación colonial. Sin embargo, el presente nos demuestra una realidad completamente distinta: el mundo, aunque de forma más sutil, se sigue moviendo en torno a los intereses de las antiguas potencias coloniales y, con ello, el racismo sigue presente en nuestros días.

Este racismo es una herramienta ideológica, cuyo propósito es justificar las mencionadas acciones de dominación imperialista. Tiene su origen, como hemos mencionado, en el proceso de colonización mundial: si se considera que un pueblo es inferior, está justificado invadirlo, expoliar todas sus riquezas y cometer todo tipo de atrocidades en su territorio. Durante la expansión colonial de Europa, se racializó a las poblaciones colonizadas, estableciendo una jerarquía racial con este propósito, es decir, justificar ideológicamente y por completo su dominación total.

Hoy en día, el imperialismo sigue existiendo, aunque en una forma modernizada. Algunos autores lo denominan neocolonialismo, donde el control ha dejado de ser territorial y ha pasado a ser político, económico y diplomático. Las naciones que se establecieron como dominantes durante el periodo de colonización han seguido ejerciendo su control sobre el resto del mundo en todos los ámbitos, aunque de forma más “encubierta” y sin necesitar en todas las ocasiones del control territorial o militar. Precisamente, el imperialismo es un mecanismo del capital para hegemonizar su sistema, y expandirlo globalmente en beneficio de los países desarrollados. Y con éste, viene de la mano otra herramienta: el racismo, para justificar esta dominación. Puesto que el sistema capitalista sigue vigente hoy en día, y por tanto también los mecanismos del capital ya mencionados, el racismo seguirá existiendo hasta que se acabe con su raíz, es decir, el capitalismo que lo mantiene.

Las naciones que se establecieron como dominantes durante el periodo de colonización han seguido ejerciendo su control sobre el resto del mundo en todos los ámbitos, aunque de forma más “encubierta” y sin necesitar en todas las ocasiones del control territorial o militar

Así pues, existe una clara relación entre racismo e imperialismo. Estos conceptos están presentes en nuestra vida cotidiana aunque la mayoría de los medios de comunicación, movidos por los intereses de las clases dominantes, no informen sobre ellos. Por mucho que en ocasiones no seamos conscientes, son los causantes de los estereotipos y prejuicios racistas, pero sobre todo de un racismo estructural presente en todas las esferas de la sociedad actual.

Aunque el colonialismo se base en el control de otras tierras, las consecuencias culturales que tiene son muchas: pérdida de identidad de las poblaciones colonizadas, apropiación cultural, implantación de nuevas conductas y formas occidentales (destacan el idioma, las costumbres o la indumentaria) y la explotación de la tierra y de los habitantes, entre otros. Todo lo nombrado anteriormente puede incluirse y definirse como aculturación, es decir, el proceso de recepción de otra cultura y de adaptación a ella, lo que conlleva pérdida de la cultura propia. El neocolonialismo también produce estos cambios, ya que es otra de las formas que puede tomar el imperialismo. La cultura hegemónica hoy en día es implantada por Europa y Estados Unidos, así como también las multinacionales que proveen de la mayoría de servicios o productos provienen de estas dos zonas, precisamente las que se establecieron como hegemónicas en la colonización del mundo.

En el año 2018, un grupo de ex-trabajadores de una empresa de origen japonés, Furukawa, denunciaron en la Defensoría del Pueblo de Ecuador abusos de dicha empresa, como salarios insuficientes, ausencia de seguridad social y despidos arbitrarios. La Defensoría se encontró con algo muy “extraño”: todos ellos tenían señales de maltrato, de ser víctimas de accidentes laborales, y de no vivir en condiciones dignas. Así que miembros de la Defensoría, junto con gente de organizaciones de derechos humanos, viajaron hacia Santo Domingo de los Tsáchilas a investigar. Lo que se encontraron es algo terrible: familias enteras, hasta tres generaciones, viviendo dentro de las fincas donde se cultivaba abacá, que se procesaba para convertirla en vidrio. Los niños nacían ahí, y los ancianos y trabajadores víctimas de accidentes mortales eran enterrados allí también. Muchos no formaban parte ni del registro civil: no eran ciudadanos, y su “modalidad de contrato” era en realidad una forma de esclavitud moderna. Aunque suene duro, es el modelo feudal de la servidumbre de la gleba. Además, esta empresa gozaba de la complicidad del Estado ecuatoriano, y hasta había recibido un reconocimiento en 2005 por parte del Ministerio del Trabajo.

Así pues, en un solo caso de abuso hacia los trabajadores se encuentran incrustados todos los mecanismos del capital y más, por los cuales se explota y se oprime a los que no poseen:

Imperialismo: gozando de la capacidad del capital japonés se logra instalar una empresa en un país empobrecido para explotar tierra y mano de obra a bajo costo.

Racismo: la empresa se aprovecha de la condición de poca alfabetización y de la falta de institucionalidad y derechos de las personas afroecuatorianas, excluidas de los censos hasta 2009. La mayoría de los trabajadores pertenecían a esa etnia.

Estatismo (y con ello, racismo institucional y estructural): el estado fue servil a los objetivos de la multinacional japonesa, garantizando impunidad a Furukawa. Incluso ahora, la empresa solo está “condenada” a indemnizar.

Para entender esto de una forma más clara, hemos tenido el placer de entrevistar a Cheikh Abdoul Khadre Drame Tine, un colaborador de SOS Racismo, y a Alexander Capa, un estudiante de física ecuatoriano en la universidad Yachay Tech, muy implicado en la difusión del antiimperialismo. Con ello, tenemos la oportunidad de comparar y contrastar dos perspectivas diferentes sobre esta cuestión.

¿Cuál crees que es el origen del racismo y qué lo mantiene en la actualidad?
Alexander: El racismo tiene su origen en los periodos de colonización, donde unos pueblos se establecieron en el mundo como dominantes sobre otros. Precisamente, europeos sobre americanos nativos, africanos y asiáticos. El racismo sobre estos grupos se mantiene porque el modelo actual de producción, sociedad y cultura, tiene origen en ese colonialismo y estos grupos siguen estando en posición desfavorable tanto en la difusión de sus culturas como de sus reivindicaciones.

“El racismo tiene su origen en los periodos de colonización, donde unos pueblos se establecieron en el mundo como dominantes sobre otros. El racismo sobre estos grupos se mantiene porque el modelo actual de producción, sociedad y cultura, tiene origen en ese colonialismo”

Cheikh: El origen del racismo está en el nacimiento de un sistema que opera en la actualidad, en el nacimiento del sistema capitalista, cuando Europa vive sus procesos de cambio, avance y desarrollo tecnológico y económico, en la creación de ese sistema y modelo capitalista; yo encuentro el racismo allí, a partir de la racialización y segregación de la población mundial para luego ser sometida, dominada y expoliada de sus recursos y riquezas. La racialización da lugar a la idea de raza y se relaciona con la lógica de propiedad privada, así se puede justificar la esclavitud o el comercio triangular. Si yo deshumanizo a una población, no la considero humana. La considero un objeto, es de mi propiedad, y puedo hacer lo que quiera con este. El racismo justifica esto, y así con las diferentes razas, entendiendo “razas” como población con diferencias y como construcción social. Algunas razas sirven para trabajar, tienen un techo, y nunca podrán pasar de cierto límite, y eso genera una jerarquía racial en la sociedad.

¿Cómo definirías el imperialismo?
Alexander: Históricamente, como la expansión global del capitalismo desde las antiguas metrópolis coloniales, formando así un sistema de interdependencia para el beneficio de los mercados. Políticamente, como la hegemonía de ese capitalismo para establecer ejes de dominación por la fuerza (mercado, armas, cultura, propaganda), de parte de quien tiene poder económico, sobre quienes producen y extraen, en la división internacional del trabajo (donde los países en vías de desarrollo permanecen como tales, con el fin de mantener estable el sistema global).

Cheikh: Lo definiría como la rivalidad entre potencias, entre imperios europeos que compiten por ser los más poderosos. Es un poder que se traduce en tener más territorios, acceder a más recursos o riquezas y en el desarrollo de la potencia para ser la más dominante.

¿Según tu opinión, cuál es su relación con el racismo?
Alexander: El imperialismo, en el aspecto cultural, se expresa en forma de supremacismo de parte de quien tiene mejor posición de poder. Entonces, un aspecto importante y notorio ha sido el color de la piel. En Europa y Norteamérica, por ejemplo, hay racismo sistémico hacia las personas negras, justo el grupo más excluido por su pasado, donde fueron esclavos, y también de donde procede actualmente la mano de obra más barata para empresas multinacionales monopólicas, como Nestlé o Unilever: el centro-sur de África. Lo mismo pasó con los japoneses, siendo racistas con quienes habían sometido durante la expansión imperial de los siglos XIX y XX: chinos, coreanos, sudasiáticos, etc. Igual en América Central y del Sur, donde los grupos más excluidos por raza son los indígenas, que han sido segregados al campo, y por tanto, a la producción de alimentos que se distribuyen en todo el mundo a bajo precio.

Cheikh: Tiene una relación que se podría expresar como que uno es necesario para que exista el otro. Dentro del imperialismo se da el fenómeno de ocupar, de invadir ciertas zonas y otros territorios ajenos a un imperio porque se les considera inferiores: existe un componente de supremacía blanca. Yo voy ahí, soy el imperio potente, y tú no eres nada; por eso voy a colonizarte y a civilizarte. Este afán civilizador se conoce como paternalismo.

¿Crees que el racismo afecta a todas las personas racializadas por igual? ¿Tiene algo que ver con las clases sociales?
Alexander: Tiene mucho que ver con las clases sociales. Por un lado, tenemos que revisar que, siempre, los grupos racializados tienen a su población en una situación social más deplorable. Por ejemplo, en proporción, hay más negros en extrema pobreza que blancos en extrema pobreza, en Estados Unidos o América del Sur. A eso me refiero con que es un problema sistémico. Por otro lado, quienes dentro de estos grupos logran, por diversas circunstancias, adquirir relevancia cultural o económica dentro de los círculos de poder, mejorando su estatus social dejan de palpar en gran parte el racismo. Es como si fuera aceptado “como uno más” para la hegemonía, por el simple hecho de tener un estatus social alto y superar a quien siendo de “raza dominante” está debajo en estatus. La clase social sigue siendo la cuestión más poderosa al momento de determinar cuánto se sienten las injusticias por cuestiones de edad, género y etnia.

Cheikh: Esta es una pregunta controvertida, porque cada población que sufre racismo ve sus causas y podrá observar sus similitudes, pero desgraciadamente no creo que afecte a todas las poblaciones por igual. Me explico: existen diferentes poblaciones racializadas, como pueden ser las poblaciones asiáticas o las poblaciones de América, pero en esa racialización, por ejemplo, encontramos a la población negra y africana, que ni siquiera es considerada humana, sino que es considerada como el eslabón perdido. Esta última, históricamente, ha sufrido más duramente que el resto (la brutalidad y la violencia del racismo hacia sus poblaciones). Y eso en la actualidad, ¿cómo se traduce? Si tú ves un CIE (Centro de Internamiento de Extranjeros) y te fijas en la racialización y en cómo opera en el día a día en las identificaciones por perfil étnico, puedes darte cuenta de que la policía es más propensa a parar a una persona española por ser negra, porque es leída como inmigrante, que a una persona argentina, porque su color de piel es blanco, y si no habla no puede saberse. También creo que hay poblaciones que pueden sufrir más o menos dependiendo del territorio. Podríamos poner un ejemplo en el Estado español: globalmente, pienso que la población negra es la que más sufre el racismo; en cambio, en España, la población gitana es la que históricamente más racismo ha sufrido.

¿Cómo se puede luchar contra el imperialismo/racismo? ¿Cómo debe ser la lucha antiimperialista/antiracista?
Alexander: Siempre será una cuestión de organización y movilización de quien está en posición desfavorable en la escalera social, y de un llamado de conciencia a quienes, sin ser privilegiados, no sufren al 100% estas injusticias. Esta organización, como viene de abajo, debe ser promovida por las clases productivas de todas las etnias, en unión, derribando fronteras, para hacer caer a este modelo desigual, que no brinda dignidad, y que en los últimos años, ante el empeoramiento de la situación de vida para todos, ha difundido la idea de enfrentamiento, como si el otro por su origen o su color de piel tuviera la culpa, promoviendo así también la xenofobia.

Cheikh: Debe ser una lucha constante, a diario, que forme parte del día a día y que sea colectiva; no vas a terminar con el racismo tú solo. De hecho, en muchas ocasiones, cuando destacan líderes, estos son eliminados porque se cree que así (desde la lógica racista e imperialista) desmotivan al resto del movimiento. Y en parte, es cierto. Pero la lucha debe ser colectiva, diaria y constante, y sobre todo desde el margen del sistema, haciendo contraposición a este, porque si no es así, desgraciadamente la termina absorbiendo. Aunque también se puede luchar desde el sistema, porque todo lo que aporte a la lucha es bienvenido, pero especialmente pienso que se debe hacer desde el margen. Por ejemplo, han salido las zapatillas y camisetas del Top Manta y han hecho una campaña. Esto para mí es una lucha desde el margen: tenemos un racismo estructural e institucional que no nos deja vivir, que nos persigue, que nos criminaliza, que nos condena a la miseria y al hambre, y encima nos siguen persiguiendo por buscarnos la vida vendiendo. Entonces, a algo que ha sido criminalizado, estigmatizado, se le ha dado la vuelta, por darle un valor. En su anuncio, Top Manta hace una comparación con los anuncios típicos de zapatillas como Nike o Adidas, y dicen que no es solo “Just do it”, sino que ellos van más allá. Al final la idea es esa, que algo que siempre ha estado criminalizado por cuestiones racistas acabe siendo normalizado y que la gente sea concienciada.

¿Qué recursos u organizaciones conoces que luchen contra el imperialismo/racismo?
Alexander: Internamente, en cada país, tenemos a humanistas que se enfrentan a esta división racial, dentro y fuera del espectro político. A veces esta agenda llega a organizaciones de derechos humanos, la OHCHR o ACNUR, y grupos de países, como el G77+China en la ONU. Pero no hay, en este momento, organizaciones desde abajo con verdadera fuerza para esta lucha. Ideológicamente, me parece que en todo el mundo los grupos progresistas o socialistas internacionalistas afrontan esta como una de sus principales tareas.

Cheikh: En el ámbito de los recursos, yo recomiendo investigar sobre el abolicionismo. En específico, el que habla sobre la abolición del sistema policial, pero el abolicionismo va mucho más allá. Es conveniente indagar en este tema, porque la policía es un instrumento opresor, pero además, al menos en Estados Unidos, tiene un origen relacionado con el racismo. Los sheriffs, por ejemplo, nacen de personas que se encargaban de ir a buscar a los esclavos que se fugaban para llevarlos frente la “ley”. Por ello, creo que el abolicionismo está muy bien porque aborda todo el sistema de encarcelación masiva y pone el foco en que toda esa violencia es estatal y sistémica. Creo que ese es un buen recurso a seguir también cuando se habla de antirracismo. Recomiendo evidentemente, además de las instituciones, entidades y asociaciones conocidas, buscar aquellas que están lideradas o generadas por personas racializadas no blancas, para que también tengan su espacio y porque tienen mucho que decir, ya que a veces se les quita legitimidad. SOS Racismo, por ejemplo, está entendido como algo oficial, pero algunas personas sin papeles (en una situación administrativa irregular) realmente están muy capacitadas para hablar sobre estos temas y en muchas ocasiones se les quita veracidad. Recomiendo, por poner algunos ejemplos, Catársia (Colectiva artístico-político de asiáticodescendientes), un activista bastante bueno llamado “Putochinomaricón” (Chenta Tsai), Tanquem els CIEs, y Colectivo TICTAC (Taller de Intervenciones Críticas Transfeministas Antirracistas Combativas), Tras la manta, etc. Hay infinidad. Unos te lo contarán de una forma, otros de otra, pero al final vosotros los desarrolláis con vuestro pensamiento crítico y decidís con qué quedaros.

¿Qué organizaciones internacionales o países consideras imperialistas?
Alexander: El sistema es imperialista, de hecho. En su conjunto funciona como tal. Pero los centros, las “metrópolis” de este sistema, se encuentran en Europa Occidental, Estados Unidos, Rusia y Japón. Por otro lado, hay intereses económicos dispuestos para ese fin en China, Corea del Sur, Australia, Sudáfrica, Irán, Arabia Saudí, México y Brasil, pero por el nivel de desarrollo y su posición en la dependencia, no lo son como tales. Organizaciones imperialistas muy conocidas son la Unión Europea y la OTAN (de facto su brazo militar), la CIA en Estados Unidos, y millares de ONGs asentadas en estos países para influir en la agenda de los demás en aspectos como la extracción de recursos naturales, etc.

Cheikh: Podría empezar hablando del Fondo Monetario Internacional, o del Banco Mundial, y de todo lo que está relacionado con ellos. Señalo a estos porque pienso en la deuda que tienen muchos países africanos con relación a sus potencias, como es el caso de toda la zona africana francófona (Senegal, Mali, Guinea, Costa de Marfil…), que sigue pagando unos impuestos por tener una moneda que se imprime en Francia. Y además, las deudas que tienen estos países del sur global en torno al norte son deudas causadas por su independencia; con esto quiero decir que ni siquiera son legítimas. Todo esto es una forma de dominación económica que vemos constantemente.

Las organizaciones como ONGs (no diré ningún nombre, pero si buscáis alguna encontraréis fácilmente) que ganan burradas, millonadas de dinero con las misiones “civilizadoras”, que básicamente consisten en ir a África y hacer cuatro proyectos, pero al final nos encontramos con personas blancas viviendo en “casoplones” que van ahí a “salvar”. Por otra parte, también me atrevería a cuestionar a la ONU. De hecho diría que son criticables y cuestionables casi todas, pues están basadas y amparadas bajo una lógica y desde un posicionamiento puramente neocolonialista que reproduce lo mismo, pero de una forma un poquito más moderna.

¿Qué países crees que son afectados por el imperialismo? ¿Tienen algo en común?
Alexander: Los países del sur global. Aquellos que fueron colonizados y deben deuda que tiene comprometidos hasta los recursos naturales propios. Esto es por la dependencia: de ahí vienen las materias primas que luego se procesan en industrias con capital asentado en las bolsas de valores de EEUU y Europa.

Cheikh: Los países afectados por el imperialismo son todos aquellos países de la periferia y de la semiperiferia; y tienen en común que fueron países colonizados, con grandes recursos y una población muy joven, en los que no existe una democracia plena. Sus gobiernos son débiles y fácilmente manejables, manipulables o influenciables por las potencias (generalmente occidentales). Además, son países considerados productores, es decir, fábricas para el orden dominante.

¿Podrías nombrar actitudes racistas normalizadas?
Alexander: Desventajas al momento de la elección de trabajadores luego de entrevistas de trabajo, el concepto cultural de belleza, o la criminalización o sugestión de que son más o menos criminales según su color de piel.

Cheikh: La actitud racista más normalizada que encuentro es que, cuando se señala el racismo a una persona que acaba de cometer una acción racista, se lo tome como una ofensa. Esto se llama fragilidad blanca: cómo se pasa de ser el agresor a considerarse la víctima. Otras que se me ocurren son agarrarte el bolso o la mochila, o tener una sensación de inseguridad, de que te van a robar o de que te va a pasar algo, cuando te cruzas con una persona racializada no blanca, ya sea gitana, mora, negra, latinoamericana, etc.

Otra actitud normalizada es el estar hablando de una persona poniendo en valor o en el centro constantemente la condición racial de esa persona. Por ejemplo decir “mi amigo negro…”: a priori no es de ser una persona racista, pero, ¿quién en esa conversación te ha preguntado sobre el origen étnico de tu amigo? Otra similar es preguntar repetidamente “¿De dónde eres?” al conocer a alguien que no es blanco, cuando lo normal sería conocerse un poquito más, y esa cuestión podría ir después de otras como “¿Cómo te llamas?” o “¿Cuántos años tienes?”. Es como si te estuvieras saltando todo lo que se le preguntaría a una persona blanca solo por una cuestión racial. Todo esto es por mencionar unas cuantas, pero hay infinitas e incontables actitudes similares normalizadas.

“Siempre que sea para explicar que la raza es una construcción social, una invención del sistema y del colonialismo, creo que es positivo hablar de razas”

¿Opinas que usar la palabra o el concepto “raza” es racista?
Alexander: Yo creo que no. Llamémoslo como queramos, pero creo que es un concepto que existe, está establecido y es evidente a qué se refiere. Se debe luchar contra su significado, porque no debería significar nada. Las palabras no son nada, racistas son los hechos.

Cheikh: Creo que depende de dónde y en qué punto se utilice. Si estás haciendo un discurso antirracista o estás explicando lo que es el racismo debes hablar de razas, explicando y especificando qué es. Las razas no existen, pero el utilizar o no la palabra es discutible, y al final se trata de una opinión personal: yo cuando puedo no la utilizo, pero sí que hablo de razas, porque las personas racializadas no blancas seguimos viviendo ciertas situaciones por la “raza”, que se puede ver marcada por el color de piel o por otras cuestiones étnicas. Siempre que sea para explicar que la raza es una construcción social, una invención del sistema y del colonialismo, creo que es positivo hablar de razas.

En conclusión, y tomando en cuenta todo lo mencionado, el racismo tiene su origen en el colonialismo, y se mantiene gracias a las nuevas formas de imperialismo como el neocolonialismo. Es, en realidad, una herramienta que sirve a los objetivos de las clases dominantes para mantener su poder hegemónico en todo el mundo; y se debe luchar contra el sistema que lo mantiene.

Este texto es uno de los frutos de la campaña antirracista llevada a cabo en el Institut l'Alzina de Barcelona, en colaboración con SOS Racisme, durante el curso 2020-21 por parte de un grupo de alumnas y alumnos de 4º de la ESO en el marco del Servicio Comunitario.
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