Opinión
48 horas que cambiaron Catalunya

Crónica de los días en que el Parlament declaró la República catalana y el Gobierno central activó el artículo 155 de la Constitución.

Parlament 27O
Los diputados de JxS y la CUP cantan "Els Segadors" tras votar la declaración de la República. Imagen: Parlament de Catalunya.
28 oct 2017 08:23

Pues nada, a mí que me aborrecen los estados, resulta que me iré a dormir viviendo en dos.

Como los ‘petit suisse’ de Danone.

A mí me daban dos.

Hemos vivido 48 horas de locura.

El jueves, sobre las once y media, toman cuerpo rumores. Puigdemont renuncia a la DUI y convoca elecciones. Anuncia comparecencia.

El Ibex 35, de subidón. El sector indepe, de bajón. Arde en rabia. “Ya lo decíamos, que de los convergentes no te puedes fiar”, “ACAB, All Convergents Are Botiflers”, incluso diputados de su PdeCat anuncian que sin DUI dejan los escaños. Los estudiantes, en huelga, preparan una pancarta en cero coma y se plantan en Sant Jaume con el lema ‘Puigdemont traidor’. Ni 155 ni elecciones, reza otro. En las redes alguno saca polvo a la foto de Mas con Zapatero, cuando le pasaron el primer cepillo al Estatut del que ahora tanto hablan algunos en el PdeCat. Contigo empezó todo, decía Puigdemont de la postrera sentencia del Constitucional.

La comparecencia, con el Palau lleno de periodistas de medio mundo, se retrasa una hora. Tras esa hora de espera, se anula. Sin explicación ni nada. Ni siquiera se sabe si comparecerá ante el Parlament ni si habrá finalmente sesión. Nadie sabe nada. Ni sus asesores. Todo en el aire. Los guiris no pillan ni papa. ¿Estos van a hacer un país? El presidente gatillazo, soplan algunos.

Los teléfonos hierven. Queman. Al parecer hay una mano vasca meciendo la cuna. Urkullu, haciendo los malabarismos del siglo. Montilla e Iceta también han estado en Palau. Pero su mediación, que al parecer lleva meses picando piedra, acabará fallando. Moncloa no acepta sacar el pie del acelerador del 155. O la cabeza de Puigdemont en bandeja o nada. Plata o plomo. La calle presiona. JxS, también. Oriol Junqueras y Marta Rovira se plantan de inmediato en el Palau. Parece que Esquerra se planta. Por primera vez en el procés. Se gesta algo.

17 de la tarde, a una hora de la sesión en el Parlament, aparece finalmente Puigdemont. Solo tres consellers lo acompañan: Rull, Turull y Forn. Huele a motín a bordo. De lejos se lo mira un Artur Mas sacado de una papelera de la historia que, como alertan los informáticos, de tanto en cuando se tiene que vaciar. El núcleo duro del masismo. El despachismo en estado puro.

Y se caen las elecciones del escenario, retumba en Palau el grito de júbilo de los chavales concentrados en Sant Jaume, y se empieza a gestar la escenificación del dichoso y sobado choque de trenes. El pleno del Parlament inicia la sesión monográfica sobre el 155, pero deja la votación de toda resolución para la mañana siguiente. En el aire flota la declaración de independencia. Se huele, se masca. Pero ya nadie se fía de nada ni nadie. Ni de su propia sombra. Todo, incluso el Govern, pende de un hilo.

La República catalana se declara de esta forma. Sin épica ni nada. Con media bancada ausentada teatralizando la ruptura.

A la mañana siguiente, reunión desde temprano de los diputados de JxS. Habrá declaración y se votará a través de una propuesta de resolución. Ni hablará Puigdemont. Lo más anti-épico imaginable, vaya. Ni toma del palacio de invierno ni un “boti, boti, boti” desde el palau de la Generalitat. Nada. Por la puerta de atrás y rozando el palo corto.

Pero eso desencadena todo. Barcelona y Madrid empiezan a competir por ver quién anuncia antes. DUI o 155. Y como ya parece una tradición, los partidos unionistas corren a presentar recursos, amparos y cualquier cosa que alargue la cosa. Y el consejo de garantías, que alerta a Forcadell. Y cada cinco minutos nos avisan que el pleno se atrasa otros 15. Y así hasta dos horas, que no es nada. Y mientras se espera a que los políticos entren al pleno, retruena por el pasillo del Parlament el minuto y veinte segundos de aplauso largo y sostenido de la bancada de senadores del PP al discurso de Rajoy en Madrid. Se escucha incluso algún “bravo”. Como con ganas y eso. A por ellos. Oe. A por ellos. Oe. En el Parlament más de 200 alcaldes responden con sus varas de mando en alto al grito de independencia.

Y tras una sesión surrealista de la que ahorraré todos los detallitos escabrosos, 70 diputados votan a favor de iniciar un proceso constituyente. La República catalana se declara de esta forma. Sin épica ni nada. Con media bancada ausentada teatralizando la ruptura. Y además, como a la antigua, con urna y papeletas. Voto secreto para evitar imputaciones. Volviendo a dar protagonismo a la única que mantiene épica en todo esto desde el día 1. La urna.

El cava se descorcha en Barcelona. Abrazos. Besos. Lágrimas. Se liberan las tensiones acumuladas. Foto de familia con alcaldes, la urna y los diputados del sí. ¿Dónde está Mas? Ni idea. Ni importa. Catalunya es una república. Oe, oe. Y lo es por más de ocho segundos. Oe, oe. Bueno. Media hora más tarde el Senado aprueba el 155. Abrumadoramente. 214 a por ellos juntos frente a 47 noes y una abstención, la de Nueva Canarias. Sin Montilla, eso sí, que ha avisado que no puede con su corazón partío. Y alrededor de las ocho, tras cuatro horas de República, aparece Rajoy y saca el sable. O el bulldozer.

Y se carga al gobierno entero, y al Parlament, y a Trapero y a nosecuantos cargos, unos 155 aproximadamente (y no es broma), y a eso que llaman embajadas extranjeras, y convoca elecciones un jueves, porque total, lo digo yo que soy el sheriff. Tres días antes del Barça-Madrid, que esto lo tenemos que arreglar antes del clásico, joer. Es decir, que se carga al ejecutivo y al legislativo de un plumazo y alerta: esto es solo el principio. El PSOE para, de momento, la entrada en TV3. Poco más. Dos meses para una intervención que se pretende quirúrgica pero puede ser una auténtica chapuzada. El ala derecha, ya con la corbata en la cabeza, le pide la ilegalización de partidos. A por ellos, oe. A por ellos, oe.

En 48 horas Catalunya ha pasado del retorno al procesismo y al peix al cove convergente a liarse la manta a la cabeza y tirar por el derecho.

ABC lleva en portada un “España descabeza el golpe” con las tres cabezas de los líderes que han apoyado el 155. Sánchez, Rajoy y Rivera. Al pie, un anuncio: “Idealista, vamos a llevarnos bien”. O va a haber hondonadas de hostias, que decía aquél. Cada vez parece más claro que si el Estado vence en Catalunya será no solo Barcelona sino España entera quien pague la resaca. Con ese rearme derechista del 78. De momento Rajoy sigue recibiendo el apoyo de los grandes, como la Unión Europea, que siguen reconociendo la unidad del reino. Pero Tusk alerta a Mariano: “Espero que use la fuerza de la razón y no la razón de la fuerza”. A mí me preocupa otra cosa. Rajoy dice a los catalanes que estemos tranquilos. No hay cosa que me ponga más nervioso. Pero bueno, dice que no hay República. Tampoco hubo referéndum. Y el 11M fue ETA. Y eran como hilillos de plastilina.

Pero todo eso da igual en Catalunya. Somos una república. Oe. Y una monarquía a la vez. Oe. Y esto debe ser la pera. Oe. “Ahora toca defenderlo” dice un hombre. Un grupo de antifas empiezan a ello. Echan a gritos de “nazis no” un grupo de independentistas identitarios. Aquellos de la Cataluña Catalana. Algunos no lo entienden. “La República será antifascista y antirracista o no será” responden. Ah, eso sí lo pillo. Un grupillo de partidarios de la unidad de España, sin embargo, baja de Tres Torres, bastión de los barrios populares de Barcelona, y con la tranquilidad que les ha pedido Rajoy la toman con la sede de Catalunya Radio y un colegio a pedradas y con varia gente a hostiaza limpia. Oe.

Y aquí todo el mundo descorcha cava. Oe.

O casi. Oe.

Muchos lo están flipando. Oe.

En 48 horas Catalunya ha pasado del retorno al procesismo y al peix al cove convergente a liarse la manta a la cabeza y tirar por el derecho. No queda claro que tuviera muchas más opciones ante el plata o plomo de Rajoy, cierto es. De hecho la escenificación denota cierta falta de convicción. O toda ella, de hecho. Es que no se ha sacado ni la bandera española del Parlament o la Generalitat. Y no deberíamos pasarlo por alto. Pero Catalunya ha anunciado la república, en el enésimo esfuerzo de este pulso lento y cansino. Y con ello podría haber enterrado definitivamente, nunca digas nunca, el Masismo procesista para entregarse casi ciegamente al único capital que ha tenido nunca toda esta historia, la gente en la calle. Pese a haber vuelto a torpedear el único puente imprescindible para ser mayoría, el de los Comunes, quienes siguen en una, aunque seguramente legítima, exasperante equidistancia entre el no al 155 y el no a la DUI. Pero esto es hoy, que somos un doble país. Ayer fuimos república. Anteayer éramos otra cosa. Y el otro ni te digo. Veremos qué somos mañana, todos, cuando llegue el 155. Esta república anunciada, cuyos efectos, dimensiones y alcances todavía están muy mucho por ver, lo será solo si la gente lo defiende. Y parece que tendrá que ser a uñas y dientes. Ante la implacable apisonadora que llega de Moncloa vía Senado al grito de “A por ellos, oe”.

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