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En un contexto político y social en el que la defensa de las lenguas autonómicas está siendo puesta en cuestión y dividiendo la opinión pública, es necesario prestar atención a su evolución en el plano educativo. A menudo se escuchan argumentos disruptivos que tratan de dar a entender que el uso educativo de estas lenguas minorizadas de manera vehicular pone en peligro el castellano y la conciliación social entre individuos de distintas nacionalidades dentro del país. Sin embargo, esta idea está lejos de la realidad.
En muchos casos, este tipo de políticas surgen como respuesta a una amplia demanda social y protección de la cultura propia, en peligro de perdurar entre las generaciones venideras. Centrémonos en el caso de Euskadi. Empezamos con un breve repaso histórico, que pretende analizar la importancia de la lengua en la formación de una identidad. ¿Cómo se regenera una lengua que sufrió un gran retroceso entre sus hablantes?
Repaso histórico
Si se observa el proceso de recuperación del euskera, una lengua minorizada con 7000 años de antigüedad, no se puede dejar de lado el proceso de reconstrucción de la identidad colectiva vasca. El euskera vio reducida su práctica en aproximadamente un 75% desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Esto se explica, primero, por el proceso inmigratorio debido a la industrialización, con su consecuente urbanismo. Estos acontecimientos generaron núcleos de población con una composición sociodemográfica mucho más heterogénea que en tiempos pasados.
Después de la regresión sufrida en menos de un siglo, la tarea de recuperación lingüística y cultural fue todo un reto para el pueblo euskaldun
Además, la dictadura de Franco (1937-1975) llevó a cabo una persecución de la cultura propia de Euskal Herria. El euskera se vio replegado a espacios de la vida privada y familiar, responsables de la transmisión intergeneracional de la lengua. Estos acontecimientos dejaron mermado el número de euskaldunes, siendo prácticamente inexistentes los monolingües y una minoría casi insignificante aquellos con el euskera como lengua materna.
Después de la regresión sufrida en menos de un siglo, la tarea de recuperación lingüística y cultural fue todo un reto para el pueblo euskaldun. Su población se enfrentaba a una dicotomía con respecto a la lengua: o se empleaba un esfuerzo reivindicativo en favor de la cultura propia o se asimilaba su uso marginal. A finales de los 1960 empezó el cultivo del euskera de modo clandestino desde las ikastolas, en muchos casos camufladas por la Iglesia. Este esfuerzo de resistencia se reforzó a través de los movimientos juveniles de la época, con alta carga nacionalista, que pretendían crear la estructura necesaria a través de la movilización de recursos. No es casualidad que se genere un sentimiento identitario y de agrupación social alrededor de la promoción lingüística, pues los máximos exponentes del movimiento fueron instituciones sociales y espacios íntimos para el individuo: movimientos clandestinos, ikastolas, Iglesia y familia.
Antes de analizar la evolución reciente de las escuelas como sostén de la trasmisión lingüística y social del euskera, hay que atender a los elementos teóricos que marcarán el devenir de todo movimiento social que se asemeje a éste, la recuperación de una identidad.
La lengua es clave
El profesor Benjamín Tejerina hace referencia en “El poder de los símbolos: Identidad colectiva y movimiento etnolingüístico en el País Vaso” a tres enfoques teóricos que resumen el análisis de los movimientos sociales: la teoría de la movilización de recursos, la teoría de identidad colectiva y el proceso político. Su combinación y sincronía hará posible el éxito de un movimiento social.
La lengua es un factor clave en el desarrollo del sentimiento de pertenencia a un grupo y una identidad colectiva. Por ello, se convierte en un debate altamente politizado. En palabras de Tejerina: “Para Sabino Arana, la nacionalidad vasca descansaba en cinco elementos, siendo el fundamental la raza. La forma de permanecer en esta diferencialidad racial es preservar su particularidad lingüística. La lengua es, al mismo tiempo, mecanismo de integración, de cohesión social y de diferenciación étnica”.
El proceso de globalización económica desemboca en una unificación cultural, con la consecuente destrucción de los valores comunitarios y el peligro de que la lengua minorizada se enfrente a un aislamiento social
Respecto a la movilización de recursos, “las cuestiones fundamentales que se plantean son el control de recursos disponibles antes de dar paso a la movilización, el proceso por el que el grupo selecciona los recursos y los dirige hacia el objetivo de cambio social”, apunta Tejerina. Esto requiere de una infraestructura (medios de comunicación, grado de acceso a centros institucionales, etc.) e incentivos capaces de satisfacer la demanda social. Además de un personal cualificado, es necesaria una gestión estratégica y táctica. A pesar de una movilización social grande, la falta de una coordinación central, con objetivos comunes, diversificó mucho los grupos, que eran vistos con alta carga nacionalista.
El sociolingüista Joshua Fishman estudia las lenguas minorizadas y su mantenimiento en la actualidad. Un objetivo primordial que señala para su prevalencia es que la generación sucesiva parta desde un punto más avanzado que aquel del que partió la anterior. Además, en su libro Reversing Language Shift indica que son necesarios un pluralismo y una autodeterminación cultural. Hoy en día, el proceso de globalización económica desemboca en una unificación cultural. Siendo la cultura mayoritaria (la fuerte) la prevaleciente en detrimento de la minoritaria. Con la consecuente destrucción de los valores comunitarios pasados y el peligro de que el uso de la lengua minorizada se enfrente a un aislamiento social. Para evitarlo es necesario la transmisión generacional y el apoyo desde la educación formal y obligatoria.
La recuperación lingüística experimentada en las décadas recientes tiene su origen en la movilización de recursos realizada durante los 1950 y 1960 por organizaciones sociales, ikastolas e Iglesia, así como en la trasmisión generacional que, gracias a la familia durante los años de mayor persecución, fue el búnker del euskera, a pesar de verse puesta en peligro tras la reducción en el número de euskaldun durante el siglo XX. Finalmente, la autodeterminación cultural y el pluralismo recibieron el amparo del Estado de las Autonomías, que otorga mayor poder de decisión política a nivel autonómico.
La regeneración cultural
Las demandas sociales necesitan verse institucionalizadas a través movimientos políticos y sociales. En la actualidad, el proceso político y los recursos materiales necesitan ir de la mano para lograr el éxito, pues es posible lograr una coordinación estratégica y formación de recursos a través de los aparatos institucionales.
El proceso de recuperación lingüística fue paulatino y necesitó de un desarrollo de infraestructuras y dotación de recursos económicos
Tras la dictadura de Franco hubo un boom en la demanda cultural en euskera que no pudo verse satisfecha por la escasez de recursos materiales y humanos. En Euskal Idazleak, Gaur de 1977 Joan Mari Torrealdai describe que “la enseñanza del euskera ha adquirido ya tal amplitud y envergadura que el problema merece un tratamiento mucho más en profundidad, de acuerdo con la gravedad de la situación, de lo que puedan hacer algunos grupos sin medios adecuados”. Además, señala que los coordinadores del movimiento de enseñanza del euskera declaraban “no poder satisfacer a la demanda de gente, cada vez más numerosa, que quiere aprender euskera; confiesan su impotencia con un montaje tan endeble y unos medios tan escasos ante la situación desbordante”. Por ello, el proceso de recuperación lingüística fue paulatino, pues necesitó de un desarrollo de estas infraestructuras y la dotación de los recursos económicos.
La descentralización política tras la aparición del Estado de las Autonomías ha sido sin duda un elemento clave para salvaguardar el pluralismo y la autodeterminación cultural. A nivel autonómico, Partido Nacionalista Vasco (PNV) y Eusko Alkartasuna (EA) apostaron por un bilingüismo con promoción del euskera y Herri Batasuna (HB) por una inmersión total en euskera, como demuestra Jone Gorigolzarri en su tesis doctoral. En cambio, en España, solo Izquierda Unida (IU) estaba a favor del proceso de promoción del euskera. ¿Hubiese sido posible salvaguardar la lengua con una centralización política? ¿Es necesaria una promoción institucional para lograr un consenso autonómico en torno al uso y expansión del euskera?
La transmisión del euskera
Bajo el raquítico número de población euskaldun de la época, la familia fue clave para la trasmisión de la lengua, a pesar de que se vio puesta en jaque. Pero, tras conseguir una gran base social en pro de la alfabetización y aprendizaje del euskera y una estructura política que pudiera promocionar la lengua, ¿cómo se puede llevar a cabo un proceso satisfactorio de mantenimiento lingüístico? Sin duda, a través de una red educativa lo suficientemente sólida que aglutine un número significativo de jóvenes que puedan desarrollar competencias lingüísticas y que consigan reactivar el lazo clave perdido, la trasmisión generacional por la familia.
Gracias a la movilización de recursos y la política lingüística en educación ha sido posible recuperar el conocimiento y uso del euskera en generaciones que tenían el riesgo de perder un valor cultural distintivo
Sin embargo, un profesor relata así el desafío con el que se encontró la escuela en el ámbito del euskera a principios de los 1980: “Hubo un boom enorme, los alumnos te venían como champiñones. Luego vino un bajón enorme, porque no había calidad, porque la calidad de la enseñanza era bastante mala, la situación del profesorado era muy precaria porque no había medios”. Esto supuso que la mayoría del alumnado estuviese matriculado en el modelo A (castellano lengua vehicular) en detrimento de su modelo antagónico, el modelo D (euskera vehicular), pues aquel tenía una estructura más sólida en cuanto a calidad, medios y demanda social. El modelo D tuvo por delante el reto enorme de satisfacer una amplia demanda inicial que, sin embargo, se vio escolarizada en el modelo castellano por el mayor poder que por entonces aún tenía. ¿Pudo construirse un modelo D lo suficientemente atractivo para dar la vuelta a esta situación? Evidentemente, sí.
Si se presta atención a la matriculación de alumnos de infantil y primaria en los modelos A y D en el año 1984, datos obtenidos del Euskal Estadistika Erakundea (Eustat), se observa que el 62.1% y el 17.1% del alumnado pertenecía, respectivamente, a cada modelo. En cambio, en el año 2019, el 3.4% del alumnado era parte del modelo A en castellano y el 77% del modelo D en euskera. Este cambio de preferencia fue un proceso continuo y progresivo durante las últimas tres décadas. Teniendo en cuenta la predisposición para matricular a los alumnos en el modelo D, simplemente hacía falta la construcción de un modelo que cumpliese con los requisitos cualitativos.
Gracias a la movilización de recursos y una política lingüística promovida desde la institución educativa con el objetivo de fomentar la lengua autonómica, ha sido posible recuperar el conocimiento y uso en generaciones que por diversos procesos sufridos tenían el riesgo de perder un valor cultural distintivo. Eustat indica que en 1981 el 60.8% de los niños entre 5 y 9 años eran erdaldunes (solo castellanoparlantes). En cambio, en 2016 únicamente el 1.82% pertenecía al grupo de los que no saben euskera. Este cambio se debe, en parte, gracias al modelo D de la educación pública, principal heredero del papel de las ikastolas.
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En la comunidad con más enseñanza privada subvencionada, los centros concertados esquivan alumnado de las familias con menos ingresos, un modelo segregador al que algunas asociaciones de padres y madres quieren plantar cara.
La escuela ha sido el medio de recuperación lingüística que concluye la regeneración identitaria del euskera. La movilización de recursos de la mano de un proceso político que articulase las demandas culturales de la sociedad ha conseguido tejer de nuevo una brecha generacional casi insalvable. Terminar con dos interrogantes clave: ¿ La supervivencia futura de la lengua sigue únicamente en manos de un fuerte modelo educativo que fomente su uso? ¿Se generará una trasmisión generacional al haber recuperado el grupo de hablantes antes perdido?
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Actualmente hay mas niños matriculados en modelo D porque simplemento no hay colegios que impartan el modelo A, por la imposición de un idioma que no te sirve de nada si sales del Pais Vasco
La elección cada vez mayor del modelo D (el mes que viene abordará el autor los datos disponibles en un segundo artículo) ha sido fruto de la normalización progresiva del euskera como lengua propia y necesaria para vivir en Euskalerria.
Decir que no sirve de nada en España es una visión uniformizadora del país. Cuantos hijos y nietas de personas vasconavarras crees que viven España? Y gallegas y catalanas?