El Salvador
Nayib Bukele apuntala su poder en El Salvador y consolida su política securitista y antidemocrática

Nayib Bukele se autoproclama vencedor de las elecciones y repetirá mandado pese a que la Constitución lo prohíbe. Se consolida un sistema basado en la explotación de recursos naturales y la persecución a liderazgos sociales mediante el uso de un estado de excepción denunciado que sirve de coladero a múltiples violaciones de derechos humanos.
Elecciones EL Salvador Bukele
Nayib Bukele se dirige a sus seguidores desde el Palacio Nacional junto a su esposa, Gabriela Rodríguez, tras autoproclamar su reelección.

La jornada del domingo 4 de febrero, las redes sociales de la población salvadoreña se llenaban de pulgares sellados. Son manos que vuelven de votar en esta jornada electoral que marcará la consolidación de una deriva política que se esperaba antes del recuento: la reelección inconstitucional del presidente Nayib Bukele, que se autoproclamaba ganador antes de finalizar el recuento de votos, convirtiéndose en el primer mandatario en repetir en el cargo, algo que prohíbe la Constitución.

“¿Por qué votarías si el resultado es irreparable?”, se preguntaba Jimena Aguilar, cofundadora del medio feminista salvadoreño Alharaca, en su columna. “Porque el voto simbólico es dejar una marca que diga que la democracia importa”, se respondía. Cientos de votos se hacían así públicos en una jornada que dejó tras sí una victoria abrumadora: 58 de los 60 asientos de la Asamblea Legislativa serán ocupados por el partido Nuevas Ideas, liderado por el actual presidente. Huellas que quedarán en los archivos de las redes sociales y de la historia, en palabras de Jimena Aguilar, como “el rechazo al autoritarismo”.

La radio suena cada vez más fuerte en el coche de un adolescente que, el día después de las elecciones a la presidencia de El Salvador, descubre que el mundo se ha sumido en una especie de apocalipsis. Nuevas Ideas, el partido liderado por el presidente Nayib Bukele, no ha ganado la mayoría absoluta de la asamblea y la oposición ha liberado a más de 40.000 pandilleros que ahora siembran el caos por todo el país. Se acelera su respiración, el vehículo se sumerge en un eco oscuro y, entonces, comienza a escuchar los golpes de los puños en todos los coches anexos. El suyo también. Levanta la vista. Unos ojos amenazantes le devuelven la mirada tras un pañuelo que cubre la cara rabiosa de un asesino. Antes de reaccionar, su madre abre la puerta de su habitación tras los golpes: “Hijo, sé que es domingo y estás descansando, pero hoy es 4 de febrero, hay que salir a votar”. Respira de alivio. “Sí, mamita”. Ha sido una pesadilla.

Tras un periodo legislativo lleno de polémicas que han inundado los medios de comunicación internacionales, los titulares de todo el mundo vuelven a colocarlo como el presidente de El Salvador

Este y otros clips de vídeo con mensajes similares han venido copando TikTok en los últimos meses. Se trata de uno de los canales de comunicación favoritos del “presidente más cool del mundo”, según la propia descripción de Twitter que hacía el salvadoreño Nayib Bukele. Y podrá continuar llamándose así, porque el día 4 de febrero salía victorioso de las elecciones presidenciales celebradas en el país, por encima de los numerosos artículos constitucionales que prohíben a un presidente reelegirse en El Salvador. Tras un periodo legislativo lleno de polémicas que han inundado los medios de comunicación internacionales, los titulares de todo el mundo vuelven a colocarlo como el presidente de El Salvador. Una verdadera pesadilla para las miradas más críticas del país, de la que no van a tener la oportunidad de despertarse en, al menos, cinco años. Y temen que resulten siendo muchos más.

“Hemos salido de la ciudad”, me escribía Carlos en un mensaje de Whatsapp a media mañana del domingo, “decidimos escapar un rato antes de que anuncien definitivamente la caída de la democracia en mi país”. Desde que proclamaran el triunfo electoral del partido Nuevas Ideas en 2019, El Salvador ciertamente es un lugar diferente. Cuesta creer que un territorio tan pequeño haya dado tanto que hablar, pero los titulares son meritorios: primer país en declarar el bitcoin como moneda nacional de uso corriente, sede de Miss Universo 2023, las cárceles más grandes, las carreteras más cuidadas de Centroamérica, centro turístico para el surf, para la inversión extranjera… “El Salvador, el país más seguro de América Latina”, el dogma de todas las declaraciones políticas del último lustro y el emblema con el que se conoce el ejercicio del presidente en los países aledaños. Pero también en las comunidades donde más azotaba la violencia de las llamadas maras, los grupos delictivos que copan El Salvador desde los años 90. O copaban. Tal y como señalaba el diario de investigación El Faro en febrero de 2023, el ejercicio del presidente Nayib Bukele ha desarticulado a las pandillas en el país. Ciertamente, la opinión de Carlos no es una opinión mayoritaria en El Salvador de hoy.

El Salvador
América Latina El Salvador de Bukele cambia seguridad por control total
La situación actual en El Salvador es extraordinaria. Por primera vez en décadas la gente sale libremente a la calle, a cambio, un régimen totalitario se ha impuesto.

La otra cara de la seguridad

La noche del 4 de febrero, miles personas se han agrupado frente al Palacio Nacional de San Salvador para celebrar la victoria electoral del presidente Nayib Bukele. No es solo el triunfo de un partido político que ha venido contando con el apoyo del 80% de la población en todo su ejercicio, es el respaldo definitivo a una manera de ejercer el poder que roza los límites de la democracia. El Salvador ha hecho norma un régimen de excepción que continúa prorrogándose mes a mes desde el 27 de marzo de 2022, momento en que el presidente le declaraba “la guerra a las pandillas”. Aquel día, los grupos pandilleros con los que el gobierno venía negociando beneficios para sus líderes a cambio de bajas en el número de homicidios, de acuerdo a los audios filtrados por el periódico de investigación El Faro, produjeron el asesinato de 87 personas en un solo día por diferentes puntos del país. Era el detonante del que sería el motor del discurso político hegemónico del presidente y su principal eje de legitimación: la seguridad. Por encima de todo.

Casi dos años después, el 1% de la población está recluida en las cárceles cada vez más monumentales construidas por el ejecutivo, de acuerdo a las estimaciones de la ONG Cristosal. Esta organización contabilizaba en septiembre de 2023 la suma de 5.775 víctimas de graves violaciones a derechos humanos cometidas por el Estado salvadoreño registradas desde los inicios del régimen de excepción. Violaciones, agresiones y torturas son varias de las acciones más señaladas, pero la detención arbitraria y la falta al debido proceso es transversal a todas ellas. No es de extrañar: desde julio de 2023 en El Salvador existen juicios masivos que permiten audiencias de hasta 900 presos en una misma sesión. En este contexto, Cristosal estima que solo el 30% de las personas detenidas son culpables del delito que se les imputa: asociación con las pandillas. Aun así, hasta septiembre de 2023 existen registros de 189 personas fallecidas bajo custodia del Estado. De acuerdo a la organización, ninguna de las personas fallecidas había sido declarada culpable del delito que se les atribuyó al momento de la detención.

Imágenes de corredores kilométricos con hombres semidesnudos ahogados en tatuajes y rodeados por cuerpos de seguridad armados recorren el mundo: son las macrocárceles construidas de Bukele en su guerra a las pandillas

Mientras, imágenes de corredores kilométricos sembrados de hombres semidesnudos ahogados en tatuajes y rodeados por cuerpos de seguridad armados en cárceles monumentales recorren el mundo. Lanzan un mensaje claro: o Nuevas Ideas o la pesadilla apocalíptica protagonizada por miles de pandilleros deambulando a su libre albedrío. Nayib Bukele lo expresaba de manera transparente en su mensaje final de campaña. Desde el mismo sofá en que anunciara su proyecto político en 2019 se dirigía a la población salvadoreña: “¿Se acuerdan de este lugar?, desde aquí los invité a sumarse a Nuevas Ideas”, comenzaba saludando con su habitual tono amistoso, “nuestro país cambió, eso nadie lo puede negar, pero ahora nuestro trabajo este domingo es garantizar que esos cambios sean para siempre”. Y es esto precisamente lo que temen las organizaciones de la sociedad civil: no solo la legitimidad de este régimen del terror, sino la consolidación de un engranaje de gobierno que cambie todas las reglas democráticas para instalarse “para siempre”.

Régimen de excepción contra la disidencia

Con tantas luces a pie de carretera, concursos de belleza y construcciones de alto diseño resulta muy complejo saber dónde poner el foco en la intención detrás de toda esta maquinaria que le ha costado millones a las arcas del país. Tal vez en las voces más apegadas a los territorios sobre los que se sostiene es donde se encuentran algunas de las claves. Vidalina Morales es una de ellas: defensora medioambiental y la cara representativa de la organización ADES, en la comunidad de Santa Marta. Su discurso se ha escuchado siempre alto en contra de la minería metálica y por la defensa del territorio. Pero su eco se ha vuelto mayor, si cabe, desde enero de 2023, cuando detuvieron al presidente y al abogado de su organización bajo los mecanismos del régimen de excepción.

“Este gobierno está creando un abismo donde caen quienes salen premiados”, comienza diciendo Vidalina Morales dibujando una metáfora como inicio de la entrevista, “y quienes caigamos al abismo profundo ahí nos vamos a quedar”. Ella y toda la comunidad de Santa Marta tienen claros los motivos que impulsaron la detención de sus representantes: poder reactivar la explotación minera en El Salvador. Aunque sea pasando por encima de quienes lograron la aprobación de la Ley contra la Minería Metálica y que todavía siguen luchando para defenderla a día de hoy.

En enero de 2023, el presidente y el abogado de ADES, organización contra la minería de la comunidad de Santa Marta, fueron detenidos bajo los mecanismos del régimen de excepción

Entre ellos, estos dos líderes de la organización ADES, una de las más representativas y que se nutre de la que tal vez sea la comunidad mejor organizada del país, la comunidad de Santa Marta. Sus niveles de articulación son tan grandes que nunca han permitido la presencia de pandillas en el territorio, por lo que los órganos de justicia tuvieron que recurrir a otra línea narrativa para justificar su detención. Fueron acusados de crímenes de guerra en base al conflicto que finalizó en el país en los años noventa y para el que, hasta el momento, no ha habido atisbos de justicia transicional más allá de esta repentina detención.

“Han vendido el régimen de excepción como algo que ha venido a poner el país en paz”, continúa Vidalina Morales, “pero esa paz es una paz de cementerio”. La lideresa analiza que el discurso de seguridad es una construcción que se dirige más hacia fuera de las fronteras que hacia las personas salvadoreñas: seguro para el extractivismo, para la inversión internacional, para el turismo. Las políticas de los últimos años han agudizado la deuda externa de un país que no cuenta con sectores productivos fuertes y que se sostiene fundamentalmente a través de las remesas que llegan de los Estados Unidos. La explotación de los suelos y el agua parecen estar siendo las patas sobre las que se asienta el proyecto del nuevo gobierno en un país que sufre de estrés hídrico y crisis alimentaria, de acuerdo a las Naciones Unidas. Algunas defensoras, incluso, apuntan también al narcotráfico. “Está vendiendo nuestro país a las empresas transnacionales”, señala Vidalina Morales.

Amalia López, defensora medioambiental y economista: “El régimen de excepción es, por excelencia, el probado manual del dictador”

“El régimen de excepción es, por excelencia, el probado manual del dictador”, señala la también defensora medioambiental y economista Amalia López, “el arma que se utiliza contra cualquiera que se oponga, cualquiera que presente disidencia.Saben que si desarticulan Santa Marta terminan con la movilización social en El Salvador”. Esta lideresa, apegada al territorio de la zona baja del río Lempa, expone con nitidez que lo que se está produciendo en El Salvador es un cambio de poder, una conquista de influencia económica desde un nuevo grupo que utiliza los mecanismos estatales para ganarse una posición en la oligarquía del país. “Si la inseguridad alimentaria, la escasez de agua y la pobreza son los grandes problemas de El Salvador, la lógica indica que quien esté gobernando debería estar trabajando para solventar eso”, expone, “pero lamentablemente no, se está trabajando para consolidar el poder económico y el poder político en un grupo específico, que es el que ahora gobierna”.

En esa trayectoria, el régimen de excepción es al mismo tiempo narrativa de legitimación y una herramienta de control de las disidencias. “Si están persiguiendo al que defiende la tierra es porque la reconfiguración política, económica y de poder está en relación a la tierra”, señala con claridad Amalia López, “por eso el régimen de excepción se lleva a la familia de las personas defensoras, a sus hijos, hijas, yernos, nueras, sobrinos, hermanas… con tal de que esa persona se desmovilice y deje hacer el trabajo”. Vidalina Morales, que no solo ha sido testigo de la persecución y detenciones a su organización sino también a la presión para frenar su propio ejercicio con la detención de su hijo, coincide en los puntos señalados por su compañera defensora. “Creo que este país está bañado con sangre y no puede ser, no aguanta más”, dice en una nueva metáfora para cerrar la entrevista.

La victoria narrativa

Aunque desde una aproximación muy diferente, Nayib Bukele coincidía con estas palabras en su discurso victorioso la noche del 4 de febrero. Antes incluso de la proclamación oficial de su victoria por parte del Tribunal Supremo Electoral, el presidente se daba un baño de masas en el balcón del Palacio Nacional. En este discurso también hizo referencia al derramamiento de sangre que históricamente ha cubierto El Salvador, para acto seguido preguntarse qué tenía la comunidad internacional en contra de que este se frenara. Su discurso fue esclarecedor en relación con las palabras pronunciadas por Vidalina Morales y Amalia López: bienvenidas las personas de otros países, queremos ser “sus amigos, sus aliados, sus socios”, “El Salvador quiere hacer comercio con todos”; atrás a los periodistas enviados de los medios extranjeros, a las Naciones Unidas, a la Organización de los Estados Americanos, a las ONG y activistas de derechos humanos que han criticado su gestión, “no seremos sus lacayos”, sentenciaba.

El presidente dejó claro que la consolidación de su sistema de gobierno se desarrollaría también a espaldas de las denuncias de la comunidad internacional

Con una anécdota casual acerca de un diálogo mantenido con un periodista español, el presidente dedicó más de 15 minutos de su discurso a dejar claro que la consolidación de su sistema de gobierno se desarrollaría también a espaldas de las denuncias de la comunidad internacional: “¿de qué democracia nos estás hablando? ¿por qué va a venir un periodista español a decirnos lo que los salvadoreños tenemos que hacer?”. Con estas palabras el presidente asentaba también lo que constituye su triunfo narrativo, en una batalla que lleva cinco años librando contra los medios de comunicación independientes del país y las voces de los medios internacionales que alertan de su deriva autoritaria, varios de ellos españoles. La Asociación de Periodistas de El Salvador (APES) ha documentado en su Centro de Monitoreo Electoral 164 agresiones a periodistas solamente a lo largo de la jornada electoral. Más de la mitad fueron ejercidas por funcionariado público.

Ante ello, las publicaciones de los medios independientes del país empiezan a convertirse, más que en una denuncia, en un archivo. Un ejercicio de memoria histórica que recoge sistemáticamente las violaciones de derechos humanos perpetradas hasta el momento con impunidad, a la espera de que lleguen tiempos mejores para la justicia. Una huella, como las imágenes publicadas en redes sociales el día 4 de febrero, como la movilización de Vidalina Morales y Amalia López. “El régimen tendrá que pasar, en algún momento tendrán que configurar otra manera de poder intimidar a la gente y dejarla callada”, señala Amalia López. “Nuestra población sigue durmiendo con los ojos abiertos”, reflexiona Vidalina Morales, “pero acá la esperanza sigue puesta en movilizarnos ante cualquier amenaza, en la organización”. En dejar huellas que puedan ser leídas cuando a El Salvador le llegue el momento de restaurar la democracia.

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Hodei Alcantara
Hodei Alcantara
8/2/2024 15:40

El dictador de moda, defensor de las élites económicas mientras va de moderno. Saqueando las riquezas del pais y empobreciendo a los trabajadores, mientras habla de dar seguridad.
Espero que el FMLN y toda la lucha histórica resistan y luchen con todo su arsenal ideológico.

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