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Anarquismo
Amparo Poch y Gascón: ética, anarquismo y sexualidad
Analizaré parte de la biografía de Amparo a partir de las tres palabras del título: ética, anarquismo y sexualidad. Ética es el estudio del comportamiento moral. Dicho de otra forma, de esa peculiaridad que, al parecer, solo tienen los seres humanos de preguntarse ante situaciones inciertas, ¿qué debo hacer? O de forma más trascendental, ¿cómo actuar para que los valores y principios que rigen mi vida se cumplan?
A partir de aquí, el objetivo era estudiar los aspectos de su vida relacionados con la sexualidad, la vida y la muerte, intentando comprenderla desde los valores éticos que ella defendía y que se reflejan tanto en sus actuaciones como en sus escritos.
Para cubrir este objetivo utilicé el método deliberativo de Diego Gracia, que necesariamente pasa por tres niveles: hechos, valores y deberes. Y, de esta forma, organicé el libro en dos partes. La primera, los hechos, refiere a los datos conocidos de su biografía de los que destacaremos: 1) Que fue la primera médica que ejerció como tal en Aragón, venciendo varios obstáculos como la oposición inicial de su padre y el ambiente hostil de la universidad, y que pese a ello sus resultados fueran brillantísimos. 2) Su transición desde ambientes conservadores a otros más progresistas y su posterior vínculo con el anarquismo. 3) Su dedicación al cuidado de las mujeres en los aspectos relacionados con la sexualidad y la reproducción, tanto en sus consultas como en sus charlas y publicaciones. 4) Su militancia en Mujeres Libres, donde trabajaría por la capacitación y liberación de las mujeres obreras. 5) Su participación en el Gobierno como Directora General de Asistencia Social en el Ministerio de Sanidad liderado por Federica Montseny, proponiendo políticas sociales revolucionarias que atendieran tanto a los niños (hogares infantiles en lugar de orfelinatos y alejarlos de la guerra) como a las mujeres (liberatorios de prostitución). 6) Su generosidad en la dedicación a sus pacientes, volcada en una atención amigable, excelente y en muchas ocasiones altruistas.
De los hechos se desprenden los valores. Llegamos a ellos analizando sus escritos y sus actuaciones, teniendo presente el contexto ideológico que le rodea desde su faceta como médica y desde el anarquismo. A continuación, brevemente, describiré las mentalidades médicas de su tiempo.
Higienismo: en la universidad de Zaragoza impartían clases profesores referentes de esta corriente, como el Dr. Borobio. Ella misma ganó un premio que honraba su nombre, con la publicación de una cartilla de consejos a las madres. Existía una gran preocupación por las condiciones insalubres de las fábricas y viviendas y la elevada incidencia de infecciones como la tuberculosis y sífilis. Los higienistas se preocupaban también por la elevada tasa de morbi-mortalidad infantil y maternal. Por ello sus objetivos se centran en educar a las mujeres, creando escuelas de puericultura para “tecnificar la relación materno-infantil”. Evitar que las mujeres siguieran los consejos de comadres y vecinas y se conviertan en “profesionales del cuidado”. Pero esto llevaba aparejada una idea de culpabilidad… Las mujeres ignorantes se convertían en madres culpables.
Evolucionismo: en los discursos médicos se aludía frecuentemente a “la lucha por la existencia” o la “selección natural”. La cuestión central para los médicos era la herencia. En sus explicaciones se apoyaban en teorías evolucionistas, lamarckistas y transformistas.
Neomalthusianismo: partiendo del problema malthusiano de la superpoblación y la falta de recursos, propone la reducción artificial de los nacimientos con métodos anticonceptivos que en algunos pensadores incluía el aborto y la esterilización.
Eugenesia: hoy suena muy mal este término, pero etimológicamente quiere decir “bien nacidos” o “nobles de herencia”. En ese momento era una más de “las verdades científicas”. Los médicos hablaban de perversiones y eugenesia como si hablaran de “La Verdad”. Lo hacían desde “la atalaya de ciencia desinteresada, humanista y progresista”.
Richard Cleminson habla de dos modalidades de eugenesia: una eugenesia dura relacionada con las teorías de Mendel y Weissman, que ponía el énfasis en los caracteres heredados y en eliminar a los “disgénicos”. Y la eugenesia blanda, más afín al lamarckismo, que incidía en los controles sanitarios, la educación y la prevención de enfermedades. Ambas coexistían.
Algunas de las medidas propuestas como eugénicas en las primeras Jornadas Eugenésicas Españolas de 1933 fueron: favorecer el matrimonio de los mejores; evitar que personas “disgénicas” tuvieran hijos, exigiendo certificados pre-nupciales; la esterilización forzosa de los considerados anormales, pero no llegó a aprobarse. Y además otras medidas como: la maternidad consciente, el divorcio, el aborto, la anticoncepción, eran consideradas tanto higiénicas como eugenésicas.
Muchos médicos defendieron la eugenesia en los años veinte y treinta del siglo XX, entre ellos: Antonio Vallejo Nájera, Misael Bañuelos García, Gregorio Marañón y Posadillo, y Félix Martí Ibáñez.
Mujeres Libres
Amparo Poch y Gascón en el 50 aniversario de su muerte
La memoria es un conjunto de recuerdos individuales y de representaciones colectivas del pasado que forman parte de la genealogía. Los seres colectivos siempre son más de lo que son, dado que llevan en sí fuerzas que tienen relación con actos realizados en tiempos anteriores. Amparo Poch forma parte de nuestra genealogía, es un referente para muchas mujeres anarquistas de hoy.
Influencia anarquista
A continuación, repasaré brevemente la influencia que recibió desde la ideología anarquista. Según Termes, en la historia del anarquismo español coexisten dos realidades: la primera es la de un movimiento obrero de carácter básicamente sindical y urbano. La segunda “realidad” refiere al anarquismo como un modo de vida con una importante carga ética (…) como la manera de renovar moralmente a la humanidad. Sus planteamientos se convierten en “verdaderos artículos de fe”.
Los postulados fundamentales de la doctrina anarquista son: negación del Estado. Crítica universal del poder. Afirmación de la ciencia y la razón frente a la religión. Ideal de sociedad libre e igualitaria, sin clases ni propiedad privada ni moneda. El hombre como animal social y la bondad por naturaleza.
La teoría de la Evolución es acogida en el entorno anarquista, siguiendo a Kropotkin como innovación científica que niega los mandatos de la Biblia. El sentido moral es una facultad natural. En la naturaleza se pueden observar comportamientos altruistas tanto en animales como en los seres humanos. En todos los casos esto aporta ventajas evolutivas, gracias al “apoyo mutuo”. Niega que “la lucha por la existencia” sea el motor de la evolución. Sustituye la idea de “lucha” por la de “armonía”. La ética anarquista puritana promueve principios como el de “simpatía” que derivan en el principio de solidaridad, formulado como: “haz a los demás lo que quieras que ellos te hagan en igualdad de condiciones”. Estos ideales precisan una evolución personal capacite a las personas para un amor universal con tintes espirituales.
Pero no todos los anarquistas interpretan igual a Darwin. Stirner sí cree en la lucha por la existencia y le parece necesaria, pero no admite que los burgueses sean la clase más preparada. Los anarcoindividualistas, seguidores de Stirner, con E. Armand como referente (autor al que Amparo citaría en alguna ocasión, al igual que a Kropotkin), ponen al individuo por encima de cualquier principio abstracto. Ni Dios. Ni revolución. Admiten la propiedad como algo natural, parte del poder individual. Su principio moral es gozar por encima de todo y por ello justifican el egoísmo. Esta ética hedonista choca con principios anarquistas como la igualdad y la solidaridad.
En el anarquismo con relación a la mujer hay dos corrientes: los seguidores de Proudhon, que planteaban reconocer el trabajo de la mujer dentro del hogar, porque era allí donde estaba su sitio como “gestatriz”. Y los seguidores de Bakunin, representados por Isaac Puente, que persiguen la igualdad a todos los niveles. Esta fue la postura que se adopta en España, reflejada en el Congreso de 1936 de la CNT de Zaragoza.
Pero este posicionamiento era teórico. En la práctica se daba una clara exaltación de la maternidad y una clarísima discriminación hacía las mujeres que las mantenía sumidas en la triple esclavitud (por ser obreras, por ser mujeres cargadas de hijos y por la falta de educación). Esto fue lo que motivó la constitución de la agrupación Mujeres Libres que, reconociendo la necesidad de que las mujeres se hicieran dueñas de su vida, se centraron en la educación (muchas de ellas eran analfabetas) y en la capacitación para el empleo. Esto último fue primordial para atender la necesidad de mano de obra generada por la guerra. Pero nunca dejaron de perseguir el ideal de lograr liberar a la mujer. Sin embargo, en el tema sexual, Ackelsberg cree que su actitud era un tanto puritana. Plantea que podía ser una medida de protección para que no se las tachara de chicas fáciles como sucedía a menudo. Algunos las llamaban “mujeres liebres” interpretando que iban de cama en cama. Sorprende conocer que, cuando en 1938, en Barcelona, se aprobó un decreto que permitía abortar legalmente, ellas no hicieron ningún comentario al respecto. Nash entiende que esta cautela se debía, además de por los motivos anteriores, a que muchas mujeres consideraban los temas sexuales (el aborto entre ellos) algo privado. Lamentablemente esto favorecía preferir seguir usando la inseguridad de la clandestinidad.
La sexualidad de las mujeres
Conociendo lo anterior, abordamos ya la tercera palabra del título: la sexualidad. ¿Qué aportó Amparo a las mujeres en el cuidado de su sexualidad y sus consecuencias?
Vemos como estas influencias hacen de Amparo una pensadora ambivalente. A veces resulta como médica muy categórica o “mandona”, mostrándose muy exigente con la maternidad consciente y la crianza (responsabilizando a la mujer de la correcta elección del padre). Pero también demandaba que las mujeres pudieran acceder al amor libre sin prejuicios. Habló tanto del derecho del niño a la leche materna como del derecho de la mujer a elegir a su pareja. Pero en este punto se precisa una aclaración. ¿Cómo podían estas mujeres entender estos derechos cuando muchas de las necesidades básicas estaban descubiertas? Poco pensaban en ellos, más bien en sobrevivir al hambre, a la miseria, a la explotación, al machismo, a sacar a sus muchos hijos adelante y que al menos sobrevivieran la mitad. Por eso, con Mujeres Libres, Amparo se esforzó para que ellas mismas, desde la educación y capacitación, reconocieran que esos derechos existían para poder reclamarlos.
Animó a las mujeres a disfrutar del amor rompiendo con el cliché de mujer decente “aséptica” y ñoña. Pero ese amor debía aspirar al “buen amor” y en este ideal había tintes espirituales y aspiraciones de amor universal, extensible a toda la humanidad. Observamos influencias de los anarquistas puritanos, seguidores de Kropotkin. Ahora bien, esta elevación moral exigía que la mujer “evolucionada”, cultivara su inteligencia para estar capacitada y poder ser libre (de verdad) en el amor.
También denunció que a las mujeres se les había negado el derecho al placer por diversos motivos: la decencia, la religión, y la psicología deformada de los hombres acostumbrados al sexo “egoísta” con prostitutas. Defender el derecho al placer de las mujeres rompía con la dualidad de mujer decente (fría, asexuada) que se enfrentaba a la mala mujer, y a las prostitutas: “El placer sexual es, para ellas, como un pecado, (…) con esta idea y lo deformada que sale la psicología masculina de la asidua concurrencia a los prostíbulos, no es extraño que muchas mujeres casadas, con varios hijos, consideren el acto sexual como algo recurrente a que solo se someten por deber -deberes conyugales llaman a éstos" (La vida sexual de la mujer).
Aquí es preciso hacer una nueva aclaración, y es que Amparo estaba totalmente en contra de la prostitución porque suponía mantener una doble y sucia moral que justificaba que los hombres fueran a los prostíbulos. Denunciaba las terribles consecuencias de esto al propagarse la sífilis que afectaba especialmente a las mujeres, a todas ellas, sin distinción, a las unas (“las decentes”) porque eran contagiadas y además de padecer esa terrible enfermedad, cargaban con el drama de trasmitirlo a futuros hijos (en caso de no haberse quedado estériles por el mismo motivo); las otras, las prostitutas, porque su ejercicio hacía que acabaran animalizandose, prácticamente perdiendo su cualidad de ser humano.
Con Mujeres Libres promovió los Liberatorios de Prostitución, desde donde poder atenderlas sin estigmatizarlas, facilitándoles medios para subsistir y recuperarse (incluso psicológicamente). Las protegían con un vínculo de género y de clase. No eran las culpables, sino que eran esclavas sexuales. Obreras, explotadas como ellas. Recordemos la imagen que, en su revista, daban de estas mujeres como pobres desgraciadas, famélicas, sucias, etc. Frente a la imagen de otras campañas antisifilíticas que dibujaban a la prostituta como mujer guapa incitadora que atraía a los soldados y por lo tanto, era la responsable de la alta trasmisión. Aquí, de nuevo, observamos la ambivalencia en Amparo, ya que denuncia, con un tono poco amable, que “allá donde un campamento de soldados se fija, el alcohol y la prostitución no tardan en aparecer revestidos de los más repugnantes y tristes atributos... Una sola prostituta puede contagiar a un batallón” (La Guerra y la degeneración de la especie).
Defendió el derecho de las mujeres a elegir a sus amantes. Bien es cierto, que esto también lo promovía como una medida de eugenesia negativa, al elegir bien con quien procrear, aludía también a la salud del futuro padre y a la buena herencia (la famosa maternidad consciente).
Ironizó sobre quienes mantenían que cuando las mujeres no tenían instinto maternal se debía a que algo en sus glándulas no funcionaba bien y era cuestión de estudiarlo. Defendió que la mujer debía aspirar también a ser (con sus propias palabras) una ciudadana perfecta y no solo madre.
Pero esto debía conjugarlo con la libertad que implicaba no atarse a nadie. Animaba a mantener “la ilusión del principio”. En el principio estaba la verdadera alegría del amor. Defendió por ello la inconstancia en las relaciones, e incluso escribió que la convivencia era el antídoto del amor ya que generaba… “La hartura insufrible del ansia saciada y este desencanto de la intimidad” (“El principio”. La Voz de la Región, 1923).
Defendió a la amante frente a la esposa, pues la primera representaba el verdadero amor que no buscaba nada a cambio, cosa que en ocasiones no era lo que buscaban las mujeres decentes que perseguían un estatus, una vida resuelta o poder criar a los hijos, nada que ver con el verdadero amor. En este sentido incluso habló de prostitución en el matrimonio (Kollontai). Igual que muchos anarquistas estaba en contra del modelo de familia clásico porque perpetuaba el capitalismo y la jerarquía del varón.
Es relevante destacar que escribió sobre ello en diferentes medios que iban desde prensa normal a revistas anarquistas, incluyendo revistas médicas como La casa del médico donde contó la historia de Carolina, la amante de un hombre casado, que fruto de la desesperación, se intentó suicidar. Carolina, trágicamente representaba el verdadero amor. En la misma revista, escribió criticando a las mujeres decentes, tildándolas de “mujeres florero” que se dejan comprar y permiten que sus maridos las exhiban paseándolas por calle mayor como un trofeo: “Hoy es domingo, domingo, domingo.... Hay que sacar la dama a la calle, que para eso tiene un “renard” con un broche magnífico que debe ir justo encima del hombro izquierdo”. (“¡Viva el amor!”, La Casa del Médico, 1936).
Maternidad y derecho al aborto
Finalmente, y en la línea de las consecuencias de la sexualidad, responderé a la pregunta sobre cómo entendía Amparo la maternidad. Amparo, como médica puericultora (corriente higienista) glorificaba la función maternal, exaltando el cuidado y el amor a los niños. Las mujeres debían prepararse para ser madres perfectas, y sacar adelante a sus hijos. Incluso hablaba del derecho del niño a la leche materna. Ser madre era la gran responsabilidad. Pero también hay en ella ideas divergentes:
-El embarazo es un hecho fisiológico: no había que exagerar los cuidados o el reposo.
-Ser madre no debía ser motivo de gloria excesiva, ni de vergüenza. Denunció que la condición social de soltera fuera un agravante para la salud del niño y de la madre.
-La maternidad no implicaba la posesión de los hijos.
-Pese a su visión naturalista, entendía que algunas mujeres podían desarrollar sentimientos maternales sin ser madres biológicas.
-Ironizó sobre quienes mantenían que cuando las mujeres no tenían instinto maternal se debía a que algo en sus glándulas no funcionaba bien y era cuestión de estudiarlo: “Ahora vienen unos médicos y nos dicen, por un lado, que somos unos seres a medio desarrollar, así como intermedios entre el niño y el hombre; y, por otro lado, cuando tenemos inteligencia y actuamos eficazmente en la vida pública, que tenemos desarregladas las glándulas endocrinas y que interesamos al patólogo. Es decir, que estamos condenadas a vivir hundidas en una imperfección sin esperanza…” (La vida sexual de la mujer, 1932).
Para acabar y entender si, a juicio de Amparo, tenían las mujeres derecho a decidir sobre su embarazo, deliberaremos acerca de la cuestión del aborto.
Amparo escribió en 1932 un artículo titulado “La cuestión del derecho a la vida” en el sostenía que el embrión tenía consideración de “ser humano” desde el momento de la concepción y por lo tanto, no debía admitirse el aborto como una forma de anticoncepción, a voluntad exclusiva de la madre. Dentro de la discusión acerca de qué o quienes tenían “derecho a la vida” incluía tanto al embrión como a los niños a los que llamaban “monstruosos” o “anormales”.
Pero también decía que no se podía obligar a ninguna mujer a tener un niño cuando la concepción había sido involuntaria, fruto de una violación, de una coacción o de un engaño.
De esta forma, mantenía que no debía consentirse el aborto si la mujer había actuado ejerciendo su “libre albedrío”. Pero matizaba que eso del “libre albedrío” en la mayoría de las mujeres era una falacia dado que no tenían ningún acceso a anticonceptivos, por lo que no estaba en su mano poder decidir si querían o no quedarse embarazadas. Y aún más, denunciaba que a menudo no podían tampoco decidir si querían o no mantener relaciones sexuales, y que en ocasiones eran forzadas por los propios maridos.
Admitía dos causas para poder abortar: la primera, la violación; la segunda, la razón eugenésica para evitar en el embrión la herencia de los (malos) caracteres adquiridos. Estos podían derivar tanto de las taras de los padres, producidas por enfermedades, como por la degeneración producida por vicios como el alcohol.
Por otra parte, Amparo criticó en varios artículos el estigma que conllevaba un embarazo en una mujer soltera, a la par que denunciaba que esto fuera motivo de mayor morbi-mortalidad tanto en ella como en su hijo.
Sin embargo, más allá de la teoría, en la práctica tenemos constancia de que durante su estancia en Toulouse practicó, al menos, un aborto, a una chica soltera que, además, tenía problemas familiares y económicos.
Los conflictos éticos remiten a un “aquí y ahora”. Tratan sobre personas de carne y hueso, a las que hay que dar respuestas. No se pueden solucionar formulando principios abstractos. Se necesita una deliberación serena que permita actuar prudentemente. La actuación de Amparo hay que analizarla teniendo en cuenta dos cosas: la vocación de Amparo como médica y la situación concreta de la mujer. Vayamos por partes.
Como médica, Amparo tenía presentes los valores vida y eugenesia. Es decir: la vida como tal, para ella tenía “valor en sí”. Es importante recordar la glorificación de la maternidad propia de su tiempo y el mucho y buen cuidado y educación que dedicó durante su vida a las madres y a los niños. Además coinciden con la postura más purista de la ética anarquista que glorifica la maternidad y la infancia como un bien social.
Pero también abogó por otros valores que tenían que ver con lo que ella entendía como “vida plena”, es decir, que las mujeres pudieran perseguir ese ideal de vida en el que poder desarrollar sus capacidades plenamente. Esto implicaba tener hijos, pero cuando pudieran ser criados de la mejor manera posible. En aquel momento, si esta chica seguía adelante con su embarazo, su proyecto vital hubiese quedado interrumpido, y sus precarias condiciones económicas la hubiesen limitado, impidiéndole ambas cosas. Era posible que buscara soluciones en redes clandestinas que pusieran en riesgo su vida.
Respetar su voluntad, estaba en consonancia con lo que desde la organización Mujeres Libres propugnaban: que fueran capaces de hacerse cargo de sus propias vidas.
Aunque el debate podría llevar más lejos, estas líneas nos sirven para entender algunos de los valores enfrentados:
- Derecho a la vida (no nacido) vs. Proyecto de vida plena (madre)
- Coherencia con lo escrito y con sus actuaciones médicas de educación y cuidado a madres e hijos Vs Libertad y respeto a la voluntad de la madre (Coherencia Mujeres Libres)
- Infancia como bien social. Glorificación de la maternidad Vs Seguridad para la madre (impedir aborto clandestino) y maternidad consciente
La deliberación nos llevaría a buscar cursos intermedios que, en la medida de lo posible salvara el mayor número de valores. Su decisión fue practicarle un aborto “limpio” (en palabras de la propia afectada), siguiendo las precauciones clínicas, explicándole métodos anticonceptivos e instándola a evitar embarazos no deseados. Esta decisión, no fue coherente con lo que ella misma expresó por escrito sobre la prioridad del derecho a la vida del no nacido, pero si lo fue con sus peticiones de libertad para las mujeres, en lo referente a su sexualidad.