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Educación
Construir ciudadanía y crear comunidad desde la escuela
La Educación es un derecho fundamental de todas las personas, recogido en la Constitución y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, así como una herramienta esencial para hacer a la ciudadanía libre y autónoma, porque sólo si esta dispone de capacidad para el pensamiento crítico y libre puede construir una sociedad mejor. Pero la Educación no es un derecho más, es la base de otros derechos fundamentales como la libertad o la igualdad, y un bien común, imprescindible para asegurar la cohesión y la equidad social y que debe ser el motor del cambio.
Como ya hemos contado en este mismo medio, en septiembre de dos mil veintidós celebramos en La Enredadera un ciclo de debates en torno al nombre de “Escuela o barbarie” en el que miembros de la comunidad educativa respondieron a preguntas relacionadas con la realidad educativa extremeña. En la tercera sesión queríamos conocer si la Escuela puede ser un motor para construir ciudadanía a través de las voces de Víctor Bermúdez, profesor de Filosofía y miembro del Consejo Escolar de Extremadura, Ana Pizarro Escribano, Orientadora EOEP Mérida, una jubilada muy activa que sigue participando en el desarrollo de proyectos educativos de varios centros emeritenses, y Flor Calle Guisado, miembro de la AMPA del CEIP Ciudad de Mérida. Este artículo nace de la conversación mantenida.
De la cultura utilitarista a la educación humanista
Frente al modelo educativo actual donde se apuesta por una educación y una cultura “útil”, entendemos la educación como proyecto humanizador, sensible a los conflictos sociales, a las desigualdades, a las injusticias, a las emergencias climáticas y a los desafíos que la humanidad debe enfrentar los próximos años. En ese sentido, ¿por qué no centrar la escuela en las cuestiones verdaderamente relevantes? Pero, ¿cuáles son esas cuestiones? Víctor Bermúdez opina que, “en una democracia, decidir tal cosa es competencia de la ciudadanía, que es la que debe determinar qué es o no relevante transmitir al alumnado; pero para que la ciudadanía decida qué es lo relevante (en educación o en lo que sea) es necesario, a su vez, que ella misma está bien formada, es decir, que posea las herramientas críticas y conceptuales, además de la información precisa, para tomar ese tipo de decisiones. En este sentido fundamental, lo primero y más relevante que hay que enseñar a los alumnos y alumnas es a desarrollar la capacidad de juicio crítico, es decir, a argumentar, dialogar y a comprender los problemas desde una perspectiva relacional, sistémica y global, para que puedan tomar buenas decisiones como ciudadanos. Por otra parte, el pensamiento liberal ha determinado que para que la escuela cumpla su función crítica hace falta, primero, estabilidad social y riqueza económica, por lo que da prioridad a una educación que fomenta el conformismo y la competitividad económica. Esto parece sensato, pero no todo lo que debería. Desde la izquierda pensamos que para centrarnos en lo importante no basta que exista riqueza, sino que es necesaria una distribución justa de la misma (en otro caso solo se podrán ocupar de lo relevante y del pensamiento crítico los más ricos, que es lo que suele pasar). Ahora bien, para lograr esta distribución hace falta presión ciudadana y calidad democrática, para lo cual, a su vez, hace falta esa educación crítica de la propia ciudadanía que consideramos tan relevante. Como veis, se trata de un formidable círculo vicioso (o virtuoso, según se quiera ver)”.
“El pensamiento liberal ha determinado que para que la escuela cumpla su función crítica hace falta, primero, estabilidad social y riqueza económica, por lo que da prioridad a una educación que fomenta el conformismo y la competitividad económica”
Para Flor Calle, “la Educación es una tarea en la que es básica y, necesaria, la coeducación entre todos los agentes de la comunidad educativa, es más, implica a toda la sociedad, es muy importante que toda la tribu tenga su ocupación en la educación de nuestro menores.
Ana Pizarro cree que “educar es una de las tareas más complejas y difíciles que existen y no está al margen de la sociedad y de lo que los chicos y chicas viven en ella. Sin embargo, un aspecto relevante es el compromiso del profesorado, la militancia con un modelo de escuela que promueva valores y DDHH, ¿cómo podríamos transmitir lo que no aplicamos y con lo que no somos coherentes en nuestra vida personal y profesional?
Asumir este compromiso de forma individual es difícil, pero juntos, como comunidad educativa es posible. De ahí la importancia de trabajar en proyectos en los que participemos todos y todas, existe marco legal para poder hacerlo”.
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Ese marco legal al que se refiere esta orientadora jubilada, es la LOMLOE. Víctor Bermúdez, que ha participado, junto a un amplio equipo de docentes, en la elaboración del desarrollo curricular de esta ley y que coordina, en la actualidad, un proyecto del Ministerio de Educación para crear y publicar un amplio catálogo de recursos abiertos con los que ayudar a los y las docentes a implementar los nuevos currículos, “la LOMLOE supone dos grandes novedades: la incorporación a nivel estructural (como parte integrada de los currículos) de la perspectiva competencial que se impone en todos los países europeos, y la integración, como elementos transversales explícitos, de una serie de principios y valores que entendemos que conforman nuestra identidad desde la perspectiva de una ciudadanía europea y global, capaz de asumir los retos del siglo XXI. Diríamos que, por vez primera, va a ser inevitable, si se cumple la ley, introducir en el aula y en la mayoría de las materias, contenidos, habilidades y actitudes que, en leyes anteriores, se consideraban como mera retórica bienintencionada: la educación para la equidad y la igualdad de género, la inclusividad, una adecuada formación ecosocial, la educación afectivo-sexual, el pensamiento crítico y ético, que se introduce incluso en primaria, la educación para la paz, la memoria democrática, el feminismo, la presencia de mujeres en todas las áreas y materias, la prevención de la violencia machista… Creo, en fin, que es una ley comprometida con las demandas formativas del nuevo siglo aunque es cierto que presenta problemas diría que “técnicos” a la hora de implementarla, además de exigir un gran compromiso presupuestario”.
“Un aspecto relevante es el compromiso del profesorado, la militancia con un modelo de escuela que promueva valores y DDHH, ¿cómo podríamos transmitir lo que no aplicamos y con lo que no somos coherentes en nuestra vida personal y profesional?”
Pero, para educar necesitamos a toda la comunidad, como dice Flor. Por eso es fundamental pasar de “la cultura de la queja a la cultura de la transformación”. El profesorado no puede “echar balones fuera” y atribuir las dificultades a todo lo demás que nos rodea. “Nadie dijo que educar fuera una tarea fácil. Es un gran reto, pero juntos, es posible mejorar la educación y transformarla”, apunta Ana.
Flor Calle, abunda en esa idea y explica que “muchos centros educativos hoy en día se han convertido en edificios en los que las familias soltamos a nuestros hijos e hijas desde las 7 y media de la mañana y los recogemos por la tarde ya comiditos y aprendiditos.
Necesitamos corresponsabilidad en muchos sentidos, y sobre todo horarios y ritmos de trabajo justos si queremos conseguir una sociedad justa, igualitaria y sobre todo, sana. La conciliación es un tema esencial”.
En otro artículo, hablábamos de inclusión educativa y de la necesidad de contar con toda la comunidad educativa para poder abordar un cambio de mirada en el que toda la sociedad debe comprometerse. “Un aspecto fundamental, entre otros, en ese cambio para que una comunidad escolar pueda definirse como una comunidad activa, participativa y que sea capaz de transformar su realidad es que exista voluntad política. A partir de ahí, los centros educativos deben promover la participación de toda la comunidad para construir un modelo de escuela diferente como colectivo. En segundo lugar, conocer qué proyectos de escuela existen, basados en la investigación educativa, que ayuden a construir esa comunidad capaz de mejorar aprendizaje, la convivencia... Tercero, formación en las bases teóricas de los proyectos. Estos tres aspectos los podríamos resumir en una frase del gran pedagogo Pablo Freire: la educación necesita tanto de formación teórica y práctica como de sueños y utopía.
“Muchos centros educativos hoy en día se han convertido en edificios en los que las familias soltamos a nuestros hijos e hijas desde las 7 y media de la mañana y los recogemos por la tarde ya comiditos y aprendiditos”
Esto es posible, lo he vivido de forma directa e indirecta en el desarrollo del Proyecto de Comunidades de aprendizaje en el Colegio Rural Agrupado (CRA) La Encina, en el que participé de forma muy activa y en otros centros que llevaban a cabo el proyecto. La comunidad estaba ilusionada y trabajaba conjuntamente por construir una escuela mejor”.
A Ana Pizarro le brillan los ojos cuando habla de las comunidades de aprendizaje, se nota que el tema le apasiona, por eso le pedimos que nos explique un poco más sobre este modelo. “Es difícil explicar de forma breve un proyecto tan sencillo y complejo a la vez y que está sustentado por múltiples investigaciones. Una comunidad de aprendizaje es un proyecto de transformación social y cultural de un centro educativo y de su entorno, basado en el aprendizaje dialógico (este aprendizaje dialógico se concreta en 7 principios como el diálogo igualitario, la solidaridad, la igualdad de las diferencias, la creación de sentido…). Hoy es un proyecto que se desarrolla en innumerables centros tanto en España como en Latinoamérica y está respaldado por muchas investigaciones y Proyectos de investigación como INCLUD-ED, promovido por la Unión Europea”.
En ese proceso, en ese camino, todas las personas de la comunidad educativa somos importantes. Pero hay una pregunta que siempre sobrevuela en los centros educativos ¿qué podemos hacer para conseguir que las familias se sientan verdaderamente implicadas en la tarea de educar?
Según Flor, “es muy complicado dejar este asunto en la voluntariedad y disponibilidad de las familias para ejercer esta participación. Habría que partir de la base de facilitar muchísimo más configurar las asociaciones, se pierde un tiempo infinito e incluso dinero, en temas de papeleos, bancos, registros, etc., para pedir una ayuda que luego vas a gastar en un proyecto educativo; es un auténtico laberinto burocrático que no todo el mundo ni sabe ni puede hacer.
“Una comunidad de aprendizaje es un proyecto de transformación social y cultural de un centro educativo y de su entorno, basado en el aprendizaje dialógico (este aprendizaje dialógico se concreta en 7 principios como el diálogo igualitario, la solidaridad, la igualdad de las diferencias, la creación de sentido…)”
En cuanto al tema sentimental se basa todo en la educación, si tú has nacido y te has criado en comunidad sabes transmitir esos valores a tus hijos y sabes el beneficio de ello, y eso se contagia. Como he dicho es una tarea de toda la sociedad, no solo de las madres, y tiene que haber un cambio de mentalidad al igual que con la inclusión; si no, seguirá siendo una utopía y seguiremos tirando del carro unos cuantos hasta que nos cansemos”.
Un tema recurrente es el debate sobre las actividades complementarias. Muchas criaturas salen de casa a las ocho y media de la mañana (si no antes), regresan a las tres y comienzan una segunda jornada laboral: tareas, deberes, actividades formativas complementarias… terminando su “jornada laboral” doce horas después de que la comenzaron y “en la que las madres o padres ejercemos de taxistas como pollo sin cabeza, de un lado a otro”, asevera Flor.
“Es algo que me cuesta un poco entender. Hay familias que no se involucran nada con su centro educativo, hemos visto casos recientes de padres que no saben ni a qué curso va su hijo, cuál es su tutor o tutora o que días tiene que llevar la ropa deportiva; sin embargo, por la tarde se vuelcan completamente en llevarlos a la mejor academia de inglés, y la más cara, que ellos mismos han investigado, al pádel que da este entrenador porque es el mejor, al equipo de fútbol que los va a convertir en estrella… en fin”.
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En opinión de Ana Pizarro, “para animar a la participación de la comunidad educativa es fundamental que el profesorado comparta y crea que la participación real de las familias es muy importante y necesaria, motivarlas y hacerlas partícipes de todo lo que se va haciendo, participar en la toma de decisiones sobre el aprendizaje de sus hijos e hijas. Crear sentido de pertenencia al centro. Ser conscientes de que todas las personas somos necesarias, incluidos los más pequeños, porque todos contribuimos a una mejor educación.
En el CRA La Encina se dieron una serie de variables que hicieron posible: un grupo de personas, entre ellos el equipo directivo, la PT, la orientadora... que nos ilusionaron y esa ilusión la transmitimos nuestra ilusión al resto, el claustro y las familias lo vieron y quisieron hacer una escuela mejor.
Ilusión, compromiso, diálogo, participación, formación y cualificación profesional deberían ser palabras esenciales en el vocabulario de las comunidades educativas, por eso es importante el cambio de mirada y la voluntad para poder transformar nuestra realidad educativa hacia comunidades de aprendizaje. Es el momento de construir el futuro y la escuela es el mejor lugar para hacerlo”.