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Educación
Baile, baloncesto y tardes sin deberes: así son los colegios que integran
Los colegios Manuel Núñez de Arenas y Lope de Vega, situados en El Pozo y Carabanchel, han conseguido gracias a la implicación de docentes y padres crear comunidades implicadas en estos centros de la educación pública madrileña.
¿Cómo se consigue que los estudiantes escojan qué quieren aprender y a la vez se cumpla la ley? Es la primera pregunta a la que hace frente Isabel Vizcaíno, una de las docentes del centro, cada vez que expone este modelo: “No nos salimos de la normativa, en lugar de que la editorial nos dicte los contenidos, nos los mandan los chavales. Cuando ellos me dicen qué quieren hacer, vamos a la ley y puenteamos los estándares de aprendizaje que recoge. Así formamos las unidades didácticas y lo tenemos todo justificado en un proyecto educativo”.
Hace siete cursos, coincidiendo con la llegada de Vizcaíno al centro, el equipo directivo del colegio decidió apostar por este viraje formativo. Así implementaron unas metodologías más activas y creativas que han atraído a nuevos docentes que buscan trabajar de esa forma. Además, poco a poco se van sumando familias que buscan esa propuesta educativa, este año se han unido 50 al proyecto. A este colegio los alumnos acuden sin mochila a clase porque no se llevan deberes a casa.
Hemos hablado del mapa del mundo, del racismo o del éxodo de los gitanos. Como madre, lo vivo como una fuente de riqueza, que además permite aprender a convivir entre diferentes“Los chavales están encantados, les interesa y no quieren faltar al cole”, apunta la docente. Así han conseguido combatir uno de los problemas que tenía el centro, el absentismo escolar. En otro centro de Carabanchel, el Lope de Vega, también han conseguido luchar contra este problema con un proyecto en el que profesores y padres han creado una comunidad docente. “En una década, el absentismo ha pasado del 10% al 4%”, indica Israel Maestro, director del colegio público Lope de Vega.
“En el barrio vivíamos payos, gitanos e inmigrantes y cuando metí a mi hija mayor en el centro solo había tres payos en el colegio”, recuerda Amparo, que llegó hace trece años y se convirtió en la presidenta del AMPA. Dos años antes había llegado Maestro. “En 2002, cuando conseguí plaza, yo era el único docente que entró al colegio con este destino definitivo y viví como algunos compañeros no duraban dos semanas aquí por los problemas que había. Hemos pasado de esa situación a que ahora no haya vacantes”, añade el director del centro.
Según explican docentes y padres, la evolución se debe a que un grupo de profesores jóvenes apostaron hace más de diez años por este centro y consiguieron enganchar a algunos padres que querían que sus hijos estudiasen en el colegio público del barrio. “Creo que la clave es que cada docente desarrolle su potencial, que estén motivados, que nos flipemos y que los niños aprovechen esa energía”, añade Maestro.
El director recuerda como junto a Amparo iban haciendo proselitismo del centro para combatir la fama que tenía el colegio. Una década después esa reputación persiste y, para combatirla, los padres que han decidido apostar por la educación pública de su barrio aprovechan las horas en las que los niños juegan en el parque.
“No íbamos a venir a este colegio por la fama que tenía, en ese momento en el que parece que la vida de tu hijo está en juego visitamos nueve centros. Finalmente nos insistieron otras familias, acudimos y resulta que fue el que más nos gustó y nos emocionó”, cuenta Diego. Su hijo lleva seis meses cursando primaria en el colegio. En diez años, el centro ha pasado de acoger a 200 alumnos a los 420 que diariamente recorren estos días sus pasillos.
La peculiaridad de estos barrios y su multiculturalidad está presente en las clases y en la convivencia de los alumnos. A la hora del patio, comparte espacio el baloncesto con el flamenco, mientras unas niñas tiran a canasta, otras aprovechan para marcar el ritmo a golpe de palmas a una nueva alumna que acaba de llegar al centro y a la que enseñan a taconear.
“La multiculturalidad nos da para tocar muchísimos temas con las niñas a partir de su propio día a día. Hemos hablado del mapa del mundo, del racismo o del éxodo de los gitanos. Como madre, lo vivo como una fuente de riqueza, que además permite aprender a convivir entre diferentes. Si hay conflictos, en el colegio no se eluden, los miran de frente y los abordan”, explica Marta Malo, madre de dos alumnas del centro.
Por su parte, en el Lope de Vega han tenido picos de 32 nacionalidades. Actualmente hay alumnos de 28 procedencias distintas conviviendo en sus aulas. Para el director de este centro un modelo de “calidad y convivencia” deber ser el que debe impulsar la educación pública. “Hemos demostrado que somos eficaces no solo en la educación compensatoria, sino que también hemos conseguido algún año ser el cole de Carabanchel que tiene la mejor nota en las pruebas de matemáticas que hace la Consejería”, añade Maestro.
En ambos colegios, la implicación de las familias es fundamental. En algunas actividades del Manuel Núñez de Arenas su presencia ayuda a los docentes a reducir las ratios. “Participamos en la primera media hora de clase, que se dedica a la lectoescritura: varios padres y madres leemos conjuntamente con dos o tres niños. Eso permite una adaptación al estilo y nivel de aprendizaje de cada peque”, añade Malo.
Este tipo de colaboración está siendo también un aprendizaje para los padres, que así contribuyen directamente con la educación que reciben sus hijos. “Está siendo alucinante, si me llega a pillar más joven me hago maestra, te remueve mucho por dentro. Y mis peques así aprenden a compartirme”, indica esta madre.
En el día a día de estos alumnos hay actividades creativas, visitas de compañías de Zarzuela, una orquesta de instrumentos reciclados, talleres de robótica o tecnológicos y todo a coste cero. Docentes y padres buscan soluciones a los recortes educativos para poder sacar adelante actividades que estimulen la sensibilidad y la inteligencia de los alumnos. “Todo el mundo tiene derecho a tener acceso a una educación de calidad, independientemente del lugar en el que te encuentres o el barrio en el que vivas”, resume Vizcaíno.
A pesar de que ese esfuerzo está reconocido por las asociaciones familiares, que el gobierno regional apueste por estos centros y les ayude a seguir innovando y mejorando es un reto. “Solo ven los números a gran escala, no se paran a pensar en las características ni el contexto de cada colegio”, explica Jaime, jefe de estudios del Lope de Vega.