Energía nuclear
La pérdida del paraíso: Kiribati

El racismo atómico diezmó Kiribati y las Islas Marshall. Ahora el cambio climático las hunde bajo el mar.

Protesta por el clima en Melbourne, Australia. Febrero de 2020. Fuente: Beyond Nuclear International
Protesta por el clima en Melbourne, Australia. Febrero de 2020. Fuente: Beyond Nuclear International Beyond Nuclear
Beyond Nuclear International
7 feb 2022 02:45

Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.

Este texto es un extracto del informe de Don’t Bank on the Bomb Scotland report titulado Nuclear Weapons, the Climate and Our Environment.

En 1954, el gobierno de Winston Churchill decidió que el Reino Unido necesitaba desarrollar una bomba de hidrógeno (un tipo muy sofisticado y destructivo de arma nuclear). Los Estados Unidos y la Unión Soviética ya habían desarrollado la bomba-H y Churchill argumentó que Reino Unido “no podía esperar mantener su influencia como potencia global de no poseer las armas nucleares más modernas”.

Los gobiernos de Australia y Nueva Zelanda se negaron a que Reino Unido realizara pruebas de la bomba sobre sus territorios, y la potencia colonial hubo de pensar en posibles alternativas. Se eligieron las islas Kirimati y Maiden, de la colonia británica de las islas Gilbert y Ellice en el centro del Océano Pacifico (Republica de Kiribati a dia de hoy). Realizaron nueve pruebas con armas nucleares, incluyendo los primeros tests de bombas de hidrógeno, como parte de la Operación Grapple entre 1957 y 1958.

En las operaciones trabajaron personal militar de Reino Unido, Nueva Zelanda y Fiji (entonces colonia británica) y jornaleros de Gilbert. Gran parte del personal de servicio tuvo que observar los tests en exteriores, en las playas y cubiertas de los barcos. Su única protección, por órdenes de sus superiores, era dar la espalda a la explosion y cerrar los ojos. Existen evidencias de que a las fuerzas de Fiji se les encomendaron misiones más peligrosas que a las británicas, colocándolas a un mayor riesgo de exposición radiactiva. Relocalizaron y evacuaron a la población gilbertiense a buques militares británicos durante algunas de estas pruebas, pero muchos quedaron expuestos a las explosiones, junto con varios soldados y demás personal.

Gran parte del personal de servicio tuvo que observar los tests en exteriores, en las playas y cubiertas de los barcos. Su única protección, por órdenes de sus superiores, era dar la espalda a la explosion y cerrar los ojos.

Tras Grapple X, la primera prueba de bomba de hidrógeno realizada por Reino Unido, en noviembre de 1957, la marea arrastró peces muertos a la orilla y “se observó a varios pájaros con sus plumajes chamuscados, hasta el punto de que no podían volar”. La prueba Grapple Y, más grande, de 1958, causó lluvia ácida sobre Kirimati y destruyó grandes áreas de población vegetal.

Pese a las evidencias de que el personal militar y las poblaciones de la zona sufrían de serios problemas de salud debido a las pruebas, como ceguera, cánceres, leucemia y dificultades reproductivas, el gobierno britanico ha negado consistentemente que se les expusiera a niveles de radiación peligrosos, y ha desatendido toda demanda de compensación.

Como las Marshall, la República de Kiribati, a muy escaso nivel por encima del mar, sufre de manera desproporcionada los efectos del cambio climático. El agua salada ha alcanzado y empezado a contaminar las escasas reservas de agua dulce. Los fosos que se usaban para cultivar taro se han echado a perder. El sano estilo de vida de subsistencia de la población local está amenazado de muerte.

Se espera que la subida del nivel del mar afectará aún más al agua dulce y que seguirá reduciendo el territorio disponible para la agricultura. También aumentarán los daños por erosión y por las tormentas. Gran parte de la tierra quedará sumergida. Anticipando la necesidad de relocalizar a su población al completo, el gobierno de Kiribati compró 20 kilómetros cuadrados de tierra en Fiji en 2014.

Entre 2019 y 2070, Reino Unido está dispuesto a gastar 3,4 mil millones anuales de libras en su sistema de armas nucleares, Trident. De prescindir de este, parte de los ahorros podría destinarse a la República de Kiribati a modo de financiación climática. Prescindir de Trident también dejaría disponibles dinero y habilidades que podrían dedicarse a implementar medidas para la drástica reducción de emisiones de carbono en Reino Unido, una acción que las naciones del Pacifico exigen con urgencia.

Traducción de Raúl Sánchez Saura.

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